Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

sábado, 25 de noviembre de 2006

Del zulo al palomar

    Tiempo atrás, los chinos me enseñaron lo siguiente: "en tiempos de crisis, no hacer mudanza". Y así procedí.

    Un 11S de fatal recuerdo me había instalado yo en el zulo de la calle Conde Luna, a la vera de Palat del Rey y de las campanas de la catedral. Cito estos dos detalles del paisaje porque en verdad ése ha sido todo mi paisaje durante los últimos cinco años: el sentimiento que emanaba de la vieja iglesia y la cadencia de unos sonidos nobles. No está mal, si bien se mira, aunque desde aquí el verbo mirar es poco menos que un absurdo. No obstante, el zulo tenía sus ventajas externas: todo estaba relativamente cerca y se podía llegar a pie a cualquier parte nuclear de la ciudad, bares, tiendas, plazas, el trabajo, las citas cotidianas...; también eran divertidos los vecinos que han transitado abundantemente por el edificio, incluido un comando chiíta que se dedicaba a la cocina y a la canción étnicas; y añadiré por último que lo mejor de todo ha sido no oír vehículo rodado alguno en el entorno, pero sí la lluvia golpeando sobre la uralita del patio interior. Son algunos de los jirones de vida que quiero conservar de este espacio en el que he habitado, he escrito y he amado a lo largo de un lustro. De hecho, a él debo parte de mis hábitos domésticos actuales, unos cuantos versos de la Lógica borrosa y ciertos sofocos homéricos.
 
    Quienes habéis conocido este breve hueco podéis haberos dado cuenta de las mutaciones que ha sufrido y, quizá como yo, reconoceréis que, aun ligero de equipaje, cinco años dan para acumular y crecer. En las paredes, por ejemplo, solamente lucía un dibujo abandonado por anteriores inquilinos de cómo debió ser el Gijón prerromano, y ahí ha seguido y permanecerá tras mi partida dejado a la deriva. Yo lo he acompañado, sucesivamente, con un antiguo cartel sobre ninfas y diótimas, dos afiches de la Universidad de Salamanca y del aniversario de Julio Cortázar, el cartel de la película À boût de soufle y una reproducción del Equipo Crónica. Y lo mismo ha ocurrido con los libros, amontonándose desde aquel inevitable y solitario Diccionario de María Moliner hasta los muy recientes ejemplares editados por el Diario de León con motivo de su centenario; y los discos, que se han multiplicado alarmantemente siguiendo la estela que va del Cometa Errante a Willi Deville. También me he comprado ropa, no creáis, hasta un traje elegante, calcetines vistosos y calzoncillos de última generación. ¡Ah, y muy importante!: murió mi antiguo Performa 630, donde aprendí las primeras letras digitales, y tuve que sustituirlo por una televisión plana y un arrebatador iMac, que es la envidia de los técnicos de ONO que por aquí han pasado a complicarme la vida telefónica. Por último debo citar que mi madre, cuando aún vivía, me ayudó a comprar un semi-sillón, porque me estaba dejando la espalda y el culo en unas sillas infectas que no recomiendo a nadie de los que, conmigo, dejasteis de ser hippies hace muchos años.
 
    Pero, claro, todo ello tiene su envés, como podréis imaginaros. Las sillas se han desencolado, quizá para siempre afortunadamente, y ello signifique el acta de defunción para quien viniese detrás de mí presto a heredarlas; la taza del váter o inodoro baila cada vez que me relaciono con ella, de forma absolutamente natural por otra parte; he probado sin ningún remedio varios tipos de ambientadores para combatir el olor de las cañerías y el de mi propio tabaco, si bien a éste, por familiar, le tengo cariño; y, en fin, comprenderéis que es duro dormir durante cinco años en una cuna, máxime si se tiene en cuenta mi edad y estatura, porque cunas son a la postre esas camas de noventa que todos, más o menos, hemos padecido alguna vez en nuestras vidas. Y, además, un quinquenio –lo digo en plan soviético, que conste- sin mover el sofá para eliminar las pelusas es demasiado tiempo. Quiero decir que merecía la pena una mano de pintura, no sé, lavar las fundas del sofá o cambiar ligeramente el mobiliario. Y lo cierto es que mi casero, a la sazón Presidente de la Federación Leonesa de Empresarios, es decir, hombre de posibles, no ha movido ficha, a pesar de nuestras cordiales relaciones políticas en el ámbito laboral, como agentes sociales que somos. Vamos, que el zulo amenazaba ruina si no se procedía a su pronta rehabilitación.

    A estas alturas del relato, debo informaros así mismo de una cuestión nada menor, con la que regreso a los chinos del principio: no me siento en crisis y, por lo tanto, puedo ver el mundo con otras perspectivas y tomar decisiones. No está mal, me parece, después de cinco años.
 
    Así pues, ha llegado el momento de trasladarse y sustituir el zulo por un palomar. Naturalmente, todo tiene sus pros y sus contras, de modo que alguno de estos extremos se os pueden figurar correctamente sólo con lo ya referido antes; pero me permitiréis abusar un poco más del costumbrismo, al que no suelo ser muy dado, y os aventuraré un poco los derroteros futuros, por si a bien tenéis compartirlos en algún momento de desesperación o simple interés anacreóntico.

    He dicho palomar y casi es así en efecto, sobre todo si se tienen en cuenta las reseñadas condiciones de partida. Pero es que, para mayor abundamiento, brinco desde los interiores urbanos hasta las lejanas avenidas del extrarradio, por donde el MUSAC prolonga sus vericuetos de barrio con pretensiones. Allá lejos, en la encrucijada de los reyes leoneses y los generales gutiérrez, desde la altura bien ventilada de un cuarto piso que mira al norte, se perfilan los altos de Cantamilanos y podría llegar a contemplarse, estirando el cuello de modo suicida, el cauce del Bernesga. Para empezar, es otro paisaje, es un paisaje. Como es lógico suponer, habrá que caminar más para llegar a cualquier parte, aunque el diligente ayuntamiento ha dispuesto de forma subsidiaria la línea 11 de autobuses, que te conduce en un cuarto de hora hasta el mismísimo centro de la ciudad. Y ya se sabe, de ahí al casco histórico, todo es ponérselo. En consecuencia, no es motivo de arredrarse, creo yo, aunque también para mí ha sido objeto de algunas horas o días de rumiante.
 
    Ahora dispondré de dos sofás amorosos, de una televisión supletoria y hasta de una habitación para invitados, si llega el caso. Debo resaltar que la cocina, para que os hagáis una idea, está dotada hasta de lavaplatos, que ya es decir el colmo del lujo, así que todo será que me dé por consagrarme a los fogones y os sorprenda un día con una receta de Inés Ortega. Eso sí, voy a tener que comprarme una mesa como Dios manda para el iMac, porque no pega nada con la camilla; y tampoco descarto un armario apañado, estilo IKEA, para almacenar los cedés y los deuvedés que regala EL PAÍS cada vez que inicia una nueva colección. Hay un pequeño problema con el desagüe de la ducha, pero si nuestra relación no llega a un grado de intimidad suficiente, prefiero no explicároslo porque apenas entiendo de ese tipo de  fontanería. Y, bueno, el termostato está un poco escondido, pero como yo soy de músculo alargado no tengo problemas de acceso. En fin, supongo que cuando me instale descubriré otros detalles conmovedores, así que no me entretengo.
 
    Quiero deciros también que me veo en la obligación de cambiar el número de teléfono fijo. El traslado a Barcelona de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones no ha servido para nada y ha hecho bien el Tribunal Supremo en anularla. El caso es que llevo casi dos meses sumido en un proceso de migración entre compañías y de portabilidad del número original que ha resultado más infructuoso que el de la fusión fría. Con un poco de suerte, lo cual no está garantizado en el ámbito de los servidores de telefonía, mi próximo número será el nueve ocho siete uno siete uno tres cero seis; lo escribo así para que entendáis mejor mi estado de enajenación con las compañías. Y, lo más importante, mi nueva calle se llamará Las Médulas, todo un patrimonio de la humanidad, o reserva de la biosfera, o algo así. A mi modo de ver, es una buena referencia para suceder al Conde Luna; al menos, no es un nombre de santo ni de fecha irreconocible.

    En suma, he querido escribir esta ligera crónica del traslado para que participaseis de ello y de cuanto significa. Estoy convencido de que es una nueva etapa a la que, por supuesto, os invito. No habrá acto de inauguración, pero a partir de este fin de semana, coincidiendo con el cumpleaños de mi hermano y algún acontecimiento histórico que sin duda ocurrirá, podremos disfrutar juntos del palomar y de cuanto nos traiga. Pero, como suelen decir tontamente los chinos y otras personas humanas, ésa ya es otra historia.

León, noviembre 2006

domingo, 13 de agosto de 2006

Lluvia fina y sostenida

    Una lluvia fina y sostenida es, según nos enseñaron, la mejor garantía para la fertilidad de los campos. Por el contrario, a pesar del agua que también aportan, chaparrones y tormentas acostumbran a producir un efecto opuesto, ya que el caudal acumulado en breve tiempo suele acabar erosionando la superficie, más que producir alimento, y finalmente perdiéndose.
 
    Este principio elemental, que conocen bien los hombres y mujeres de nuestros pueblos, supera con nitidez el ámbito de lo rural y puede perfectamente aplicarse, en un sentido figurado si se quiere, a numerosas otras dimensiones humanas, lo laboral entre ellas. Del mismo modo que los suelos se nutren con el aporte líquido suave y mantenido, así también la economía se oxigena y crece con una inversión continua y suficiente. Sin embargo, el signo de estos tiempos aparentes, en los que urge más el valor mediático inmediato que los resultados prolongados, mucho menos perceptibles a simple vista, nos está salpicando con aguaceros tan impactantes como de dudosa fiabilidad.
 
Sede INTECO León
    La polémica suscitada por la competencia entre los institutos de tecnología de la comunicación extremeño y leonés, ambos impulsados por el Gobierno central, cobra especial significado en la clave antes enunciada. El INTECO local se nos vino encima como un temporal benéfico y casi inesperado, fruto de los cúmulos desarrollados artificialmente por el propio Presidente del Gobierno, y así estamos, que no sabemos si sacar el paraguas o si bendecir el agua; y en todo caso, de ser para riego, regaríamos qué. En un sentido bien distinto, el CENATIC de Extremadura responde a una siembra de años, durante los que su Gobierno autonómico ha apostado y ejecutado políticas de implantación de redes informáticas e impulso del software libre entre otras medidas, que les permite ahora dar un salto merced a un suelo consolidado, abonado y llovido. Quizá nuestro problema, por tanto, no sea la credibilidad del proyecto INTECO en sí, pues tarde o temprano ya escampará, sino la ausencia precisamente de las condiciones climáticas previas para asegurar la cosecha.
 
    Para esa tarea, era y es absolutamente imprescindible la implicación y el compromiso de la clase empresarial leonesa y de las administraciones más cercanas, muy en particular de la Junta de Castilla y León como hemos visto antes, pero no ha sido así. Por eso no deja de alarmarnos que la principal inquietud leída en nuestros medios de comunicación acerca de la futura reforma del Estatuto de Autonomía siga siendo el pleito territorial, despreciando de nuevo las cuestiones más políticas y sociales. Volvemos a echar balones fuera acusando al otro de nuestras desdichas y cuestionando la institución en lugar de su gobierno, de tal manera que acabamos identificando la una con el otro y pervirtiendo la realidad. Por ello, en estos tiempos de vísperas estatutarias y electorales, conviene insistir en que prácticamente sólo ha habido un modelo de gobierno en Castilla y León, el del Partido Popular, que evidentemente ha fracasado por centralista y por conservador, pero que sin duda hay otros modelos y que hora es de aplicarlos, sin necesidad de dibujar nuevos mapas regionales, para favorecer otras formas de desarrollo económico y social.
 
    En singular paradoja, sin embargo, escuchamos con frecuencia a nuestros empresarios y políticos reclamar de más allá de las fronteras locales el maná salvador, ignorando las más de las veces el papel que a ellos les toca en el drama. Acto seguido, se felicitan o lamentan –según casos, que de todo hay en la viña- por la llegada de proyectos externos que en realidad suelen caernos como un diluvio, esto es, con la forma de puestos de trabajo endebles, dependientes de voluntades y vaivenes distantes, que lo mismo que se nos vienen se nos van, o tardan en concretarse porque topan con el secano propio de los que no hemos sabido ni querido preparar un mínimo semillero. Lo que ha ocurrido durante el mes de agosto con la plataforma de Telefónica ATENTO es un claro ejemplo de ello.
 
    Así pues, quede claro que desde Comisiones Obreras damos la bienvenida a cuantas iniciativas para la creación de empleo se nos presentan, procedan de donde procedan, y venimos colaborando decididamente para su consolidación con calidad y en condiciones; pero entiéndase que no podemos expresarlo con entusiasmo porque conocemos bien los fenómenos atmosféricos y lo que de ellos puede esperarse. Es más, sabemos que ni por muchos chubascos que nos caigan encima ni por muchas reformas laborales que pactemos, si no se modifica el aparato productivo, es decir, el clima, seguirá existiendo precariedad, empleo temporal y dudosas perspectivas hacia delante. El cambio en nuestro modelo productivo es lento pero tiene que ser obligado si queremos que nuestra provincia y el conjunto del país mantengan su modelo social y mejoren a la vez la competitividad de la economía. Para todo ello, y muy especialmente por lo que a estas tierras se refiere, nada mejor que insistir en lo dicho al principio, máxime en unas épocas de sequía en las que lo literal y lo figurado se complementan.

Publicado en Diario de León, 14 septiembre 2006

viernes, 21 de abril de 2006

2006: Una apuesta por el diálogo

        Los años por estos pagos se escapan y sus efectos son irreversibles. Y lo que es simple y llana ley de vida se torna en materia económica en un desperdicio que roza a veces el delito social; máxime cuando el transcurso del tiempo, dejado a su albur, revela ausencia de compromiso político para combatir la deriva, pobreza de proyecto o incapacidad para el liderazgo. Menos comprensible resulta todavía esa postración cuando los datos presentan un panorama preocupante que se une, sin embargo, a propuestas y expectativas de desarrollo como quizá no hubo antes. En suma, cuando la provincia leonesa vive un momento decisivo y cuando todo indica que los próximos meses van a ser determinantes para su futuro.

   Ha vuelto a pasar un año desde que CCOO y UGT propusimos a las administraciones provincial y autonómica un documento, para ser compartido también con las organizaciones empresariales, que apostaba por el trabajo conjunto en materia industrial y de competitividad, en asuntos de empleo y de condiciones laborales y en políticas sociales. Lo hicimos entonces de manera discreta y discretamente guardamos también silencio cuando el planteamiento mereció el rechazo de las administraciones concernidas. Pero es evidente que los objetivos que animaron nuestro propósito en aquel momento siguen siendo válidos y ningún movimiento ha habido en estos meses que nos haga pensar que no eran, además, razonables y oportunos. Por el contrario, la obstinación de las estadísticas negativas y la ofuscación en polémicas estériles nos refuerzan. Ahora bien, la diferencia en esta ocasión es de método: cuanto haya de decirse, así como las posiciones que se adopten, sea hecho en público y con la sociedad como testigo. Por esa razón, con motivo del 1º de mayo, fiesta de los trabajadores y trabajadoras, damos el primer paso con la publicación de este artículo, que a su vez remitimos por correo a cuantos más abajo se cita con el fin de que todos podamos retratarnos.

    Todos coincidimos, en mayor o menor medida, en la necesidad de articular mecanismos contra la sangría poblacional, en favorecer la revitalización de las zonas más deprimidas y menos dinámicas de la provincia, en impulsar la creación de empleo estable y de calidad, en diseñar políticas sociales más eficaces que respondan a las demandas de los ciudadanos y ciudadanas... Por lo que a nosotros toca, como organizaciones sindicales con claro acento sociopolítico, ésos son asuntos de trabajo cotidiano con los que estamos comprometidos a tiempo completo, sin servidumbres ni complacencias. Por ese motivo, saludamos todas aquellas iniciativas que sumen esfuerzos para incidir positivamente sobre aquéllos y no podemos compartir las disputas que a menudo se entablan a causa de la paternidad de las mismas o por otras puerilidades de todavía mayor calibre.

    En tal sentido, queremos resaltar los elementos que a nuestro entender configuran un entorno que ha de ser aprovechado en beneficio común, pues de otro modo estaríamos estafando a los habitantes de esta provincia. Precisamente, la reforma del Estatuto de Autonomía constituye una oportunidad política importante para definir un marco general sólido, que garantice las aspiraciones y las expectativas que otros proyectos más concretos apuntan. La reciente firma del nuevo Plan del Carbón abre un horizonte temporal favorable que nos debe permitir rediseñar las posibilidades energéticas de nuestra provincia, las cuales por fortuna no pasan sólo por la explotación de ese mineral; parece adecuado ligar también los fondos vinculados al Plan para semejante cometido. La confirmación de nuevas infraestructuras ya en marcha, en particular las ferroviarias, no han de ser solamente una herramienta para transformar nuestras ciudades y su comunicación, sino que se convierten por sí mismas en plataformas para el desarrollo coordinado del transporte y, por tanto, en generadoras de tejido productivo. Los importantes parques industriales impulsados por los ayuntamientos, el parque científico vinculado a la Universidad y el parque tecnológico generado desde la Junta deben ser, junto a la definición racional de los núcleos logísticos, los ejes sobre los que extender un nuevo cultivo laboral y económico. Algunas iniciativas industriales con cierto nombre y contenido comienzan a ser el producto de esa labor. Y, finalmente, no nos cabe duda de que proyectos relacionados con el bienestar social, con la tecnología y con la investigación, promovidos desde el Gobierno central, habrán de ser en suma el corolario de ese nuevo mapa de la provincia de León.

    Pues bien, no obstante todo lo anterior, signos hay paralelamente que no auguran los resultados previstos, sino que son muestra obstinada de competencias inexcusables y de plazos que se dilatan como si el paso del tiempo fuese un elemento desdeñable; como si ahí afuera el resto del mundo se limitase a contemplar complacido e inmóvil las maneras con que saldamos nuestras cuentas y pleitos domésticos. En definitiva, y como en un nuevo cuento de la lechera, nuestra enfermedad provinciana está a punto de dar al traste con un cántaro que apenas empieza a modelarse. Contra esa dinámica nos pronunciamos, porque tanto UGT como CCOO seguimos considerando que las fórmulas de encuentro entre los agentes sociales y las distintas administraciones, sea cual sea su formato, se han demostrado sobradamente como el principal soporte constructivo para las políticas de empleo, de igualdad y de desarrollo socio-económico.

    En virtud de todo ello, sin que nuestras ideas pretendan en ningún caso sustituir posibles iniciativas promovidas desde otros ámbitos y, por supuesto, sin ánimo de suplantar otros espacios de decisión y de negociación perfectamente definidos, las organizaciones sindicales CCOO y UGT de León reiteran su propuesta para formalizar un foro de diálogo provincial. El objetivo último de todo ello sería  alcanzar mediante acuerdo una coordinación de voces que, sin eliminar el perfil propio de cada organización o administración, empuje a favor en los ámbitos oportunos, proponga fórmulas de carácter provincial en algunas materias e incluso pueda llegar a concretar medidas aplicables en virtud de las competencias de cada parte. Es, a nuestro juicio, la mejor contribución que puede hacerse al desarrollo leonés en estos tiempos que corren.


Publicado en Diario de León, 1 mayo 2006

lunes, 16 de enero de 2006

El espíritu de la ferretería II

    Firmaba Luis Grau el pasado día 5 de enero de 2006 un artículo titulado El edificio Pallarés: una semblanza, que apareció publicado en esta misma sección del Diario de León. Venía a constituir dicho artículo el preámbulo teórico para una simbiosis material que habrá de producirse, presumiblemente, a finales del presente año, a saber, la fusión en un solo ser del citado edificio con el Museo de León: quizás estaban hechos el uno para el otro, llega a afirmar Grau en el momento de mayor énfasis en su semblanza. Y es natural que así se exprese quien durante años ha dirigido un museo errático en sus aposentos y, sólo por ello, en su propia sustancia museística. Como es natural que deje traslucir en el remate de lo que escribe una no disimulada satisfacción por haber culminado su particular travesía del desierto, que llega a hacerla de todos al felicitarnos por la buena nueva.

    Casi nada hay que objetar a todo eso, sobre todo si viene acompañado de un riguroso recorrido histórico por la vida y obra del viejo edificio Pallarés, desde los tiempos más remotos, cuando ni soñarse a sí mismo pudiera, hasta las fechas actuales, cuando ya no es nada de lo que fue. En fin, son los vicios lógicos en los historiadores, más aún cuando abarcan grandes periodos de tiempo, suele ocurrirles que olvidan a menudo el alma de los sucesos en beneficio del relato exhaustivo de lo sucedido.

    Sin embargo, cuando hacemos un corte sincrónico en el devenir de los acontecimientos el resultado suele ser otro, ni mejor ni peor pero sí útil para alcanzar el sentido último de algunos procesos. Eso pretendimos en febrero de 2003 al sugerir que el Diario de León animara un debate desde su Tribuna acerca del pasado, presente y futuro del edificio Pallarés. No fue posible. Por razones que desconocemos aquel artículo que titulamos El espíritu de la ferretería no llegó a publicarse y todo quedó en agua de borrajas. Hoy, en cambio, a la luz de lo escrito por Luis Grau, creemos que es un buen momento para su relectura y por ese motivo hemos procurado su publicación tal y como entonces fue concebido. Con ello, queremos contribuir a completar la semblanza sobre un edificio y sobre un proyecto en el que muchos ciudadanos depositaron fe y energías sin que el producto final les corresponda:
    “Y al final, ni barco pirata ni salón de las artes. Depósito de piedras muertas.
    Diez años después de que el edificio Pallarés cesara su actividad cultural para ser remodelado, no se sabía bien con qué fin, vuelve a hablarse del que parece va a ser su destino definitivo y relativamente cercano: Museo de León; es decir, silo receptor de los fondos históricos desperdigados entre el claustro de San Marcos y las salas de la calle Sierra Pambley. ¡Quién podía suponer tan bárbara transformación genética! Y, sin embargo, ¡qué lógico resulta todo en esta ciudad pensionista!
    Siempre ha estado ahí, inválido como una proa desorientada en la plaza de Santo Domingo, soportando paciente la trama urbanística y la inopia provinciana de nuestras instituciones, afligido y menospreciado, a la deriva de políticas sin fundamento. Pobre edificio Pallarés, triste ciudad sin alma. Siempre ha estado ahí y algunas memorias recuerdan todavía -se duelen todavía- la batalla librada en origen para salvarlo de una condena burocrática y transformarlo en un espacio para la cultura local, que es decir tanto como cultura universal si está viva, si es dinámica, si se concibe en tránsito y por ella transita un dinamismo vivo. Siempre ha estado ahí, bajel perenne en medio de un mar escaso de horizontes, habitado y deshabitado, sostenedor de un corazón que latía, a veces desbocado, a veces contenido, como un ser que siente y que se siente.
    Casi sin solución de continuidad, vio sustituidos sus anaqueles y repisas cargados de chavetas, alambres y vasijas de cinc por una muchedumbre de artistas inclasificables que colgaban cuadros abstrusos en sus paredes, junto a fotografías vertiginosas y esculturas de neón. La espontaneidad tiene esas cosas y algunos concibieron aquella transformación como un tiempo de esperanza; incluso los hubo que se atrevieron a invocar un rincón para las minorías, qué sé yo, hasta un leve hueco lírico para poetas y amantes de la danza. ¡Vanidad de vanidades! Pero sí, Pallarés existía aun a pesar de  domadores y otros arribistas que la Diputación colocaba en su sala de máquinas para domesticar aquel impulso tan ingobernable. Salón de las Artes lo nombraron cuando todavía olía a metales y a cuerda de pita. Fue así hasta que a alguien se le ocurrió colocar en la fachada que da a Piloto Regueral una lápida para una posteridad que apenas si duró lo que dura el recuento de las urnas. Por aquel entonces, se le había encargado a un lozano arquitecto del otro lado del Manzanal el proyecto para la definitiva mutación del edificio, y éramos todos tan de pueblo que nadie en el Palacio de los Guzmanes sabía realmente lo que se quería hacer, el caso es que hubiera un bar moderno con piano y una tienda con objetos caros e inútiles como en el Thyssen; hasta el joven servil que en esas fechas presumía de dirigir sin dirigir aquella entelequia lanzaba consignas vanguardistas al técnico berciano para que no se olvidara de instalar conexiones para cederom en todas las salas. ¡Ingenuo y palurdo año 92!
    Pallarés fue cerrado y sólo obreros de la construcción pudieron seguir paseando por la ferretería. Estaba claro que era el final; la derecha tiesa de nuestras tierras de adobe había reconquistado el gobierno provincial y no iba a permitir que aquella acracia artística contaminara a  ciudadanos de tan recio abolengo. No, señor, de lo que se trataba ahora era de levantar un buen Musac y un Auditorio como dios manda, y museos bonitos para los turistas, aunque por el camino se nos caiga algún palacio o se viole una casa porticada en la Plaza del Grano. Esto es, llenar de maquetas inertes el viejo Ayuntamiento y ubicar la semana santa, con sus valores incluidos, en el almacén arruinado del Conde Luna. Y para el barco pirata que un día se atrevió a desconcertar conciencias y sensibilidades, qué mejor que unos cuantos restos de tumbas y la bisutería gloriosa de los ancestros. Un barniz de historia que, probablemente, es lo único que podemos aspirar a ser.
    Me disculparán, pues, arqueólogos e historiadores antiguos. Me disculpará Luis Grau si clamo aquí por el espíritu de la ferretería. Me disculparé yo mismo por no haber invadido de nuevo el edificio Pallarés y dejarlo al albur de los vientos hostiles. Nos disculparemos todos y, a partir de hoy, como si fuésemos una Lancia postrada, intentaremos reconocernos en las ruinas. ¿Qué será de esta ciudad cuando Pepe Tabernero arroje la toalla o Alfonso Ordóñez decida, desilusionado, volverse a Barcelona?”.

Publicado en Diario de León, 23 enero 2006