Blog de Ignacio Fernández

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martes, 25 de diciembre de 2007

Usted y su distinguida esposa

    Todavía en estos años jóvenes del nuevo siglo no es raro toparse con noticias socialmente alarmantes. Por ejemplo, que una mujer marinera pierda su empleo por tener una “personalidad inadecuada” o que el Grupo de Estudios Estratégicos, un colectivo vinculado al Partido Popular, publique un artículo contrario a la participación de mujeres en misiones militares en el exterior. Son asuntos que aún nos resultan distantes –la armada, el ejército- y quizá por ello no nos conmueven como debieran. Sin embargo, el hecho de que una sentencia de la Audiencia Nacional concluya que Vanesa de Dios debe ser expulsada de la Armada, por padecer "trastorno de la personalidad de incierta reversibilidad y constitutivo de una incapacidad total para el desempeño de las funciones propias del servicio", aunque su discapacidad se haya evaluado en el 0% y pueda, por tanto, dedicarse a cualquier otra profesión, es como poco extraño. Lo que tiene mucho peor olor es lo del Grupo de Estudios Estratégicos y su teórico al mando, el coronel en la reserva Antonio J. Candil, que vienen a sentenciar que las mujeres son peores soldados porque "sufren mayores desordenes psicológicos que los hombres". Seguramente, no será de la misma opinión el amigo de Aznar, Muammar el Gaddafi, que prefiere disponer de una escolta personal formada por treinta mujeres, eso sí, vírgenes, por supuesto.

    Pero nada es casual ni pintoresco. Todavía en estos años jóvenes del nuevo siglo se reciben invitaciones para asistir a actos de alto significado social, en los que esperan contar con “usted y su distinguida esposa”. Poco importa que el acto en cuestión tuviera por objeto reconocer públicamente al empresario leonés del último año, que al cabo resultó ser empresaria. Lo que importa son los lapsus verbales, esas rancias fórmulas de cortesía decimonónica que siguen tan presentes hoy en el lenguaje, y por tanto en las mentes y en los comportamientos de cuantos lo articulan o escriben.

    Por fin el pasado 7 de diciembre, hombres y mujeres opositaron juntos por primera vez a los cuerpos de prisiones y acabaron así con la última discriminación por razón de sexo en la Administración. La liquidación de la convocatoria segregada fue aprobada en diciembre de 2006 con el único voto en contra del PP; de no haberse subsanado la discriminación, las afectadas podrían haberlo denunciado, toda vez que ya está en vigor la Ley Orgánica 3/2007 para la Igualdad efectiva de Mujeres y Hombres.

     En la exposición de motivos de esa Ley se alude a la necesidad de “una acción normativa dirigida a combatir todas las manifestaciones aún subsistentes de la discriminación, directa o indirecta, por razón de sexo y a promover la igualdad real entre mujeres y hombres”. El objetivo es, por tanto, avanzar hacia una igualdad “efectiva”, que trasciende el derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón de sexo ya proclamado por el artículo 14 de la Constitución española. Así pues, dentro de un contexto general, no debe extrañar la especial atención que el texto legal presta a la corrección de la desigualdad en el ámbito específico de las relaciones laborales, promoviendo en el marco de la negociación colectiva la adopción de medidas concretas a favor de la igualdad en las empresas.

   A tal fin, las modificaciones en materia laboral comportan la introducción de importantes modificaciones en preceptos legales vigentes de tanta importancia como el Estatuto de los Trabajadores, la Ley General de la Seguridad Social, la Ley de Medidas Urgentes de Reforma del Mercado de Trabajo, la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden Social y otros. Así mismo, para ir aún más al detalle, cabe resaltar la importancia que el renovado Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva en 2008 concede a las materias de igualdad.

    Este hecho es una de las principales novedades que para el presente año guiará todo el proceso de negociación colectiva. Los convenios deberán incluir medidas de acción positiva para favorecer el acceso de las mujeres a las profesiones en las que estén subrepresentadas. Y, además, los planes de igualdad habrán de contemplar medidas de clasificación y promoción profesional, retribuciones y ordenación del trabajo para favorecer la conciliación con la vida familiar lo mismo a mujeres que a hombres. Precisamente, el nuevo permiso de paternidad se perfila como la medida más innovadora en ese campo; pero al mismo habrá que sumar mejoras en el permiso de maternidad, en la reducción de jornada por guarda legal y en la excedencia voluntaria o motivada tanto por cuidado de hijo o hija como de familiares.

    Así pues, nos encontramos por fin ante un tiempo nuevo. Un tiempo que viene a exigir a trabajadores y empresarios y a las organizaciones que los representan un verdadero compromiso con las nuevas realidades de nuestra sociedad. Un tiempo de transversalidad, que refuerza el papel del diálogo social y de la negociación como instrumentos para buscar la igualdad en el mundo del trabajo. Un tiempo que implica un cambio de enfoque global en la educación, en la convivencia y en la participación. Un tiempo, al cabo, en que cualquiera de nuestros acompañantes en actos sociales, sea mujer, hombre o coronel en la reserva, merezcan exactamente la misma distinción y respeto.

Publicado en Diario de León, 18 enero 2008