Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 23 de noviembre de 2008

Presentación Ateneo Cultural "Jesús Pereda" de CCOO

Con María Vallejo y José María Fidalgo
    El primer estremecimiento cultural nos llegó de la pluma del escritor Juan Cueto. A caballo entre las décadas de los setenta y de los ochenta del pasado siglo, cuando la olla comenzaba a hervir en este país y alboreaba una movida cultural evidentemente sabrosa, Cueto escribió: “la cultura es una perra de lujo a la que todo se le vuelven pulgas”. Confieso que empecé a preocuparme.

    Años después, nos sobresaltó una novedosa acepción dentro del vasto campo de la polisemia cultural. Se comenzaba a hablar de cultura de empresa para referirse a aquellos individuos que demostraban una actitud adecuada para su integración en la empresa de referencia. Es decir, un simpático eufemismo para no nombrar directamente la conformidad laboral. Por entonces, las subvenciones  y el mercado habían impuesto su ley también en los salones culturales. Y declaro que me sentí bastante perturbado.

    No ha mucho, una mañana abrí el periódico recién renovado con una tilde y no encontré la sección específica de Cultura. En su lugar, se me reveló un contenedor lleno de mercancías. Bajo el rótulo Vida & Artes, escrito además con una ligadura gráfica en lugar de con una conjunción copulativa para que todo resultase más aparente y neomoderno, aparecía  un cajón amorfo donde cabían por igual las informaciones llamadas de sociedad, las de talento-diseño-moda-estilos-gastronomía, las de lidia, las de gente, el sudoku, y, naturalmente, las de cultura. Definitivamente, me declaré rendido.

    Pero, en fin, como uno está hecho de contradicciones, al estilo de don Federico Nietzsche, presentamos hoy un ateneo cultural, esto es, el enésimo intento de darle la vuelta a la perra de lujo. Y lo hacemos con un debate, a nuestro modo de ver fundacional, en torno a lo difícil que sigue siendo la convivencia entre la cultura y la ideología. Cuantos hemos sido cocineros antes que frailes sabemos bien de lo turbio que resulta el matrimonio entre esas dos figuras, y sobre todo lo fácil que es caer en la infidelidad. Quienes hoy nos acompañarán en la mesa, gente sabia en cultura y en ideología, sabrán ponerlo de relieve para que todos –también este Ateneo- sepamos a qué atenernos. Quisimos, por otra parte, que este acto se simultaneara con una actividad complementaria que, desde nuestra óptica obrera, contenía también las esencias de los viejos ateneos obreros: un taller, en este caso un taller de danza, que al cabo se lo llevó el presupuesto, pero que comprometemos aquí con todos ustedes para muy pronto.

    Como muy pronto el Ateneo Cultural “Jesús Pereda”, con colaboraciones generosas como la que en este caso ha prestado Enrique Jiménez, cobrará nuevas expresiones en esta ciudad, en esta provincia, entre los brazos cada día más inquietos, socialmente hablando, de la Unión Sindical de Comisiones Obreras. Nuestros afiliados y afiliadas siempre nos expresaron su deseo de contar con un soporte para actuar y para ser críticos también en lo cultural. Así va a ser y a ello os animo.
Ernesto Escapa, Rogelio Blanco, Eloísa Otero, Alfonso Ordóñez e Ildefonso Rodríguez

Intervención en el acto de presentación del Ateneo Cultural,
MUSAC de León, 26 noviembre 2008

jueves, 13 de noviembre de 2008

Manifiesto contra la siniestralidad laboral

    Somos trabajadores y trabajadoras. Somos gentes humildes pero importantes. Nuestro trabajo es importante. Desde los andamios, entre los surcos de la tierra, en el pozo de carbón, en las aulas y  en los hospitales, encima de un escenario, entre máquinas, con herramientas, sobre vagones de ferrocarril… los trabajadores y trabajadoras en conjunto formamos el elemento decisivo e imprescindible para que la economía de un pueblo, de una región, de un estado progresen y para que las sociedades avancen hacia un mundo mejor, más justo. Nada son los dineros, nada son los mercaderes, los ingenieros de las finanzas, los gobiernos sin nuestros manos, sin el poder trasformador de nuestras manos. Y, sin embargo, somos el eslabón más frágil, la célula más débil de todo el aparato productivo. Porque nos rompemos.

    Durante este año, hasta este preciso otoño que tanto estimamos los bercianos y bercianas, han muerto en España en torno a mil trabajadores y trabajadoras como consecuencia de su actividad laboral; veinticuatro en la provincia de León; nueve en nuestra comarca, algunos muy recientemente como una oleada fatal. Todas las muertes duelen y provocan llanto y desconsuelo. Pero algunas de ellas se significan por encima de las otras a causa de su mal olor, a causa de un hedor venenoso que nos advierte de que no se trata de muertes naturales, sino que son un producto torcido e indigno de la vida, de la mala vida. Hablamos de los seres humanos que se cruzan con pistoleros, con coches-bomba, con aviones suicidas. Hablamos de los seres humanos que conviven y sufren en lo doméstico el martirio del maltrato machista hasta sus últimos extremos. Y hablamos, por supuesto, de los seres humanos que trabajan para vivir y que dejan sus vidas en el trabajo. Por eso estamos hoy aquí en esta movilización ciudadana. Porque si somos capaces de juntarnos a la puerta de los ayuntamientos cada vez que un atentado terrorista nos retuerce el alma, porque si somos capaces de concentrarnos cada vez que una mujer es asesinada por quien se dice su dueño y no es más que un miserable, cómo no íbamos a hacerlo cuando muere un albañil, un minero, un maquinista, gente corriente cuyo único delito en ese día bárbaro fue haber acudido con normalidad a su puesto de trabajo.

    Este país en que vivimos ha conocido en los últimos años conquistas importantes a la hora de prevenir los riesgos laborales. Tenemos leyes y decretos. Tenemos inspectores y fiscales especializados. Tenemos personal técnico y delegados y delegadas que actúan en las empresas. Tenemos más medios y más formación. Pero, aun así, el reguero de accidentes se derrama por toda la geografía. Quizá porque las leyes y los decretos no sean suficientes; quizá porque no lo sean tampoco los inspectores ni los fiscales ni los técnicos ni los delegados. Quizá también porque algunos patronos descuentan de antemano en sus balances el coste de esos accidentes como una circunstancia sin mayor trascendencia, esos patronos que consideran la prevención como un gasto en lugar de una inversión, esos mismos patronos que luego escriben un telegrama de condolencia a las familias y buscan acordar indemnizaciones para escapar de otras condenas. Quizá el azote penal sea urgente, aunque no acabe nunca de alcanzarnos.

    Nuestros muertos lo han sido a causa de caídas, de atrapamientos, de atropellos y de otra variedad de razones perfectamente previsibles y, por lo tanto, evitables. Eso es lo más terrible. Prácticamente todos nuestros muertos pudieron no haberlo sido. Por eso es trascendental que sepamos que nos rompemos con suma facilidad. Y es necesario por eso mismo que seamos lúcidos y que nos rebelemos contra cualquier maniobra que nos ponga en peligro. Debemos ser los primeros actores de nuestra prevención, y luego, naturalmente, exigir medios y clamar justicia. Tal y como hoy lo hemos venido a hacer un nutrido puñado de bercianos y bercianas, convocados por Comisiones Obreras y por la Unión General de Trabajadores.

    Os pido que guardemos a continuación un minuto de silencio por esos trabajadores y trabajadores que han fallecido en los últimos meses en este Bierzo nuestro, en este país nuestro, en este mundo nuestro.

Manifiesto leído al final de la manifestación contra la siniestralidad laboral,
Ponferrada 15 noviembre 2008

domingo, 2 de noviembre de 2008

EMMYLOU HARRIS: All I intended to be

    La edición musical fue siempre un soporte fértil para cuanto tiene que ver con el diseño gráfico. En particular, las carpetas de los viejos discos de vinilo, aquellos gigantescos elepés si atendemos a lo que hoy se lleva, se convirtieron en una fuente generosa para que artistas y otros profesionales del medio ejerciesen su maestría. Hay portadas históricas que muchos guardamos en la memoria o en nuestra discoteca privada, desde el disco blanco de los Beatles hasta el Nevermind de Nirvana, pasando por cualquiera de los firmados por Pink Floyd. Por lo general, aquellas carátulas iban estrechamente ligadas al contenido de los discos o a la peculiaridad de los músicos, al menos hasta que el imperio del cedé impuso la ley de la miniatura y ya casi nada fue igual. Nos cuesta trabajo desprender el celofán, resulta prácticamente imposible leer las letras o los títulos de crédito, y los motivos se reducen a fotos fijas bastante inexpresivas.

    Acaba de editarse el último álbum de Emmylou Harris, titulado All I intended to be. Si su biografía y sus canciones no constituyesen suficiente aval, las imágenes que lo envuelven y el juego de color y blanco y negro con que se expresa llamarían necesariamente nuestra atención en medio de otros formatos anodinos y funcionarios. Luego, una vez escuchado el disco, la intuición se confirma y no queda otro remedio que saludar esta exquisita conjunción entre música e imagen tan poco habitual en estos tiempos. O, de otro modo, la síntesis contenida en la etiqueta de cabecera –Todo lo que pretendo ser- se explica por igual en el exterior y en el interior del disco, lo cual ya es bastante mérito. Por cierto, el productor es Brian Ahern y el fotógrafo, Rocky Schenck.

    Superada ampliamente la treintena de discos, la madurez de Emmylou Harris se inclina, como las fotografías, hacia la melancolía elegante. Quién sabe si no será, si no ha sido siempre ésta su principal seña de identidad artística desde su cuna en Alabama. Será quizá porque nunca ha sido lo bastante estimada en Nashville, donde se acomoda el núcleo duro de la música americana. Será quizá que, sin alejarse de la tradición, se dejó infiltrar como nadie por la lítica de The Byrds o por las fórmulas más progresivas de The Flying Burrito Brothers, todo ello de la mano del mítico Gram Parsons, de quien una sobredosis la hizo quedar huérfana. Será que se muestra demasiado ecléctica y atrevida para el country más ortodoxo. El caso es que todo lo que ella ha pretendido ser se encuentra diseminado en una discografía que invita a ser transitada y que ahora se corona con una última obra emotiva y sugerente, como ese camino solitario entre árboles y paleras que preside la portada. Tal vez exageremos. Pero si alguien duda de lo dicho, escuchen ustedes tranquilamente la canción “Kern river” y derrítanse hasta el último minuto de la eternidad.

Publicado en Notas Sindicales, diciembre 2008

sábado, 18 de octubre de 2008

By pass

    Nos han instalado un bypass en el sur del corazón ferroviario. A través suyo se desvían los recuerdos de un tiempo extinguido, a la vez que sangre fresca sustituye para siempre la vieja historia de la ciudad y los restos de un barrio en descomposición. Muy pronto, hacia el núcleo de ese mismo corazón penetrará un bisturí de modernidad y de vértigo, que sajará sin remedio los antiguos tumores y permitirá renovar el tejido cardiaco con nuevas avenidas, edificios pretenciosos y una humanidad desclasada. Lo que en su momento fue decrepitud y más tarde enfermedad y agonía, está a punto por fin de ser liquidado con una operación de cirugía terminal.

    La margen derecha del río Bernesga, en los arrabales de la ciudad de León, construyó casi toda su vida urbana en torno a las instalaciones del ferrocarril y, en menor medida, de la azucarera y de otros talleres que vivían de los humos del uno y de la otra. Se levantó así un barrio en cierto modo endogámico, donde sus habitantes solían ser ferroviarios, hijos de ferroviarios, nietos de ferroviarios, huérfanos de ferroviarios, parientes de militares del batallón ferroviario, estudiantes de la escuela de aprendices ferroviarios y así sucesivamente. Había, por supuesto, un bar ferroviario, varias ferreterías, casas de la renfe, un paso a nivel, unas escuelas de la hermandad ferroviaria, un cine o dos y hasta una cofradía con faroles que imitaban a los que antaño portaron los mozos de tren. Todo aquello era sustancial a las gentes que allí habitaban, que cuando se atrevían a cruzar las fronteras de los raíles y del río para dirigirse al centro de la ciudad, solían decir “vamos a León”, como si realmente aquél fuera otro mundo distinto, otra localidad diferente, otro estilo de vida. Y no hay duda de que así era, nadie podría discutir que se trataba de un barrio con identidad y con ideología, porque de la misma forma que se heredaban profesión y rutina se hacía lo propio con el pensamiento y con la manera de ser labrados a base de sirenas proletarias. La pequeña contestación política y la inquietud sindical emanaban desde los talleres de clasificación, de material móvil y desde los depósitos, se acomodaban en los tapetes de las partidas vespertinas y entraban incluso en unas habitaciones modestas que se calentaban con carbón y más tarde con bombonas de gas butano. Seguramente, todo eso explica en buena medida las generaciones de hombres y mujeres de izquierda germinadas por aquel efecto invernadero.


    La pandemia del automóvil, sumada a una planificación del transporte absolutamente miope, provocó los primeros coágulos en un corazón que comenzaba a tener dificultades para latir. El flujo sanguíneo fue disminuyendo de forma inexorable, se sucedieron jubilaciones, ajustes de plantilla, traslado de labores, declive de mercancías y adelgazamiento de trayectos. Sin embargo, a pesar de tan riguroso régimen, siguieron en pie aurículas y ventrículos con un ritmo atenuado que nunca llegó a detenerse; ni siquiera a amortiguar sus reflejos sobre otros elementos del sistema ciudadano, cada vez más molesto y al borde de la taquicardia. Poco después, los nuevos modelos urbanos, el nivel de vida y los años dulces de las hipotecas animaron el infarto. Las gentes se fueron hacia los polígonos, las áreas y las urbanizaciones, es decir, hacia los no-barrios, y aquel otro de su origen quedó envejecido y enfermo de un progreso que lo condenaba al ostracismo. Más o menos como los andenes de la estación, semivacíos y cortados por un cuchillo de frío que helaba a empleados y viajeros como una condena atávica.

     Consumada la infección, fue entonces cuando un lumpen sucedió a otro para sostener al menos la última insignia diferenciadora de ese espacio. Los venidos de fuera se instalaron en la ruina y otorgaron al entorno una nueva configuración a base de bares latinos o norteafricanos, carnicerías musulmanas, locutorios, muchedumbres variopintas e incluso jóvenes de nuevo cuño, que aplicaron un masaje inútil de vitalidad al músculo deteriorado. Al cabo, no ha sido sino un efímero marcapasos con el único sentido de confirmar la condición del gueto.

    Finalmente, la instalación del bypass nos advierte de la muerte segura. La renovada apuesta por el ferrocarril no significa ni mucho menos la resucitación. Si se confirma lo planeado y la economía de casino lo permite, la transformación de la ciudad convertirá el corazón ferroviario en un escaparate tan futurista que ni siquiera permitirá la contemplación del paso del tren, enterrado como una vergüenza, y provocará otras migraciones, en este caso burguesas, hacia un enclave chic y aeroportuario, con la firma del arquitecto francés Dominique Perrault como emblema.

    Lo cual que nadie piense que cualquier tiempo pasado fue mejor. Los ferroviarios, los padres de ferroviarios y los abuelos de ferroviarios nunca pensaron que llegarían a verlo, es decir, que deseaban afanosamente que ocurriera. De modo que no estamos hablando aquí de paraísos perdidos ni de idealismo naturalista: todas aquellas gentes pelearon como nadie por el progreso tanto de su barrio como de su medio de vida; cuestión bien distinta es si el desenlace coincide con lo deseado y si los tiempos han sido los adecuados. Sencillamente, como decía Machado, se canta lo que se pierde.

Publicado en El Mundo de León, 29 octubre 2008

domingo, 7 de septiembre de 2008

JORGE DREXLER: Cara B

    Ocurrió durante las últimas fiestas de San Juan y de San Pedro en la ciudad de León. Una noche de junio con temperatura a la baja, como suele acaecer, e inundada de estímulos, ruidos y otros tópicos festivos. La plaza del viejo Ayuntamiento rebosaba de un público notablemente heterogéneo: los de más edad y los previsores acomodados en incómodas sillas de tijera aguardando la actuación que les quisieran echar; los sabedores del programa persiguiendo impacientes el ángulo sonoro y visual más prometedor; los retardados por otras citas agolpándose en los entornos para prolongar el jolgorio con una nueva excusa. Puntual, como no suele suceder, un solo individuo, atípicamente vestido de traje como para ir a la oficina, tomó el escenario acompañado de una guitarra y de un envoltorio de sonidos pregrabados. Y cantó. ¡Vaya que si cantó! Cantable a cantable, el juglar se apoderó de aquel espacio urbano con una humildad admirable y con una presencia absolutamente fascinante. Poco a poco no hubo ya temperatura a la baja, no hubo ruidos festivos ni jolgorios ni excusas. Sólo Jorge Drexler, sólo el artista fundido con una muchedumbre entregada a la emoción.

    Porque la intención confesa de este creador de origen judío-alemán y uruguayo de ascendencia española, contrario por tanto a cualquier régimen que exija pureza, es precisamente ésa: producir emoción en la gente. Y para ello nada mejor que la propuesta que os hacemos, Cara B, un contenedor con dos cedés y un deuvedé, donde poder palpar las bases de una concepción artística que persigue ante todo emocionar y comunicar. Y lo consigue. ¡Vaya que si lo consigue! Para empezar, el deuvedé recoge el vídeo en directo de una de sus canciones más notables, “Todo se transforma”, junto a una serie de explicaciones en propia voz sobre quién es Jorge Drexler, cuáles son sus fundamentos y qué se esconde detrás de este proyecto musical del que los dos cedés dan testimonio.

    Lo que en ellos se encuentra son grabaciones en vivo realizadas en ciudades del entorno de Barcelona a finales de 2007 y en un ensayo en la habitación del hotel durante la gira. Las primeras se convierten en una especie de mate compartido entre público y cantante, con la colaboración imprescindible de Matías Cella y Carlos Campi en las programaciones, cajas de ritmo y otras sorpresas sonoras; las segundas son experimentos más íntimos y reservados con la participación, entre otros, de Leonor Watling. Y el conjunto, en fin, recoge el repertorio suculento, complejo y variado del señor del traje, una perfecta mezcla de electrónica y de poesía que rezuma sensibilidad a mansalva y enlaza con la tradición de otros cantautores con los que también se nutre: Leonard Cohen, Caetano Veloso, Kiko Veneno, Alfredo Zitarrosa, por ejemplo. Porque como él mismo escribe: “Un repertorio es un ser vivo: se queda quieto y es un ser muerto”.

Publicado en Notas Sindicales, octubre 2008

lunes, 1 de septiembre de 2008

La educación como tópico y oportunidad

    En su discurso de entrada en la Real Academia Española de la Lengua el pasado mes de febrero, el profesor Salvador Gutiérrez Ordóñez se refería a la educación como “la institución más humana de entre las humanas instituciones”, ponderando de este modo el hecho de que la venerable institución académica hubiera elegido para su seno a alguien tan conformado en el ámbito plural educativo.
 
    Casi simultáneamente, tuvimos ocasión de conocer otra reflexión de naturaleza más restringida que la anterior pero cuyo parentesco casual resulta evidente. Nos referimos a la opinión de Francisco Aranda, Presidente de la Agrupación de Empresas de Trabajo Temporal, para quien “la formación es vital, es lo que hace libre al trabajador”.
 
        Naturalmente, uno y otro pensamiento, por sus significados y por quienes los enuncian, ostentan suficiente entidad como para no requerir mayores exégesis. Sin embargo, los situamos en cabeza de esta tribuna, casi a modo de síntesis o colofón, para sostener la modestia u osadía de cuanto a continuación pretendemos decir acerca de la educación, convertida tanto en uno de los principales tópicos de la actualidad como en la más cierta de las oportunidades. Quede claro, pues, que suscribimos las ideas del académico y del empresario, y que lo declaramos así en unos momentos particularmente delicados, cuando casi todas las instituciones humanas se afanan por encontrar salida a las crisis de distinto tipo que aquejan al mundo y cuando, precisamente por ello, lo que cabría esperarse de una organización sindical sería una nueva vuelta de tuerca sobre la economía y el empleo. Pero no andamos desencaminados del todo, porque si algo nuevo se puede decir y es necesario además que se diga en estos tiempos inciertos no es otra cosa que resaltar el valor de las palabras de Ordóñez y de Aranda. No sirven con toda probabilidad para resolver los problemas en el corto plazo ni para aliviar las urgencias de los apremiados por hipotecas, desempleos y otras enfermedades capitalistas, pero constituyen sin duda el norte por el que se debe apostar, posiblemente el único con verdadero sentido, aunque sea a medio o largo plazo.
 
        Ahora bien, hablar de educación se ha convertido, como hemos señalado, en un tópico de semejante magnitud a cuando achacábamos al sistema todos nuestros males, lo cual era una coartada magnífica para la inactividad y la ausencia de compromiso. Así, escuchamos y leemos con suma frecuencia comentarios, sentencias, análisis y digresiones más o menos fundamentadas, que se refieren al factor educativo como una panacea extraordinaria para todos los retos a los que la sociedad se enfrenta hoy en día; o al revés, se asevera que un déficit educativo se encuentra detrás de todos y cada uno de los problemas de esa misma sociedad. Y seguramente sea cierto y no les falte razón a quienes afirman que el número de víctimas en las carreteras se reducirá gracias a una adecuada educación vial; que los índices de obesidad o de anorexia se sanan con una necesaria educación alimenticia; que la xenofobia y otras formas de violencia se combaten con una imprescindible educación en la convivencia; que el furor consumista tiene su contrapeso en la educación del consumidor; que los asesinatos machistas se destierran mediante una oportuna coeducación; que la adicción a las pantallas necesita de una correcta educación del espectador; que el estímulo cultural se adquiere mediante una buena educación artística, musical y literaria; que el botellón se elimina con una sutil educación para el ocio; que el ejercicio laboral demanda una mayor importancia de la educación profesional; y así sucesivamente.
 
    Siendo cierto todo lo anterior y casi compartido como una verdad universal –un  lugar común, un tópico-, cabe preguntarse por qué entonces no resulta fácil trascender del dicho al hecho y proceder de inmediato a sentar las bases para una educación tan ambiciosa como urgente. Capítulo presupuestario aparte, ¿será acaso que la escuela, ese lugar donde niños y niñas permanecen estabulados unas 850 horas anuales frente a las 1.200 que lo hacen delante de cualquier pantalla, no dispone ya de recursos, metodología o capacidad para semejante empresa? ¿Será acaso que nuestros colegios e institutos, nuestros ministerios y consejerías, permanecen todavía anclados en fórmulas académicas decimonónicas o más antiguas todavía? ¿Será que la universidad, con sus grados y másteres tan estrechamente vinculados con los requerimientos laborales de la globalidad, sólo forman profesores y profesoras bajo ese patrón y con esa sola hoja de ruta? ¿O será, tal y como apuntó la escritora Inma Monsó en La Vanguardia el pasado mes de mayo, que “el alejamiento entre educación y cultura es toda una metáfora de nuestros tiempos. El fruto de este desamor es un proceso en el que la cultura ha de hacerse cada vez más digerible y trivial para penetrar las mentes escasamente cultivadas que, a su vez, lo están porque la educación se dedica cada vez más a formar esclavos de la economía de mercado”? ¿Qué será, será…?
 
    Y a pesar de todo, después de este aluvión, no queda sino insistir en las opiniones de partida y echar algo más de leña a ese fuego para que arda y dé calor en tiempos de abrigo como los que al parecer atravesamos. Desde Comisiones Obreras siempre hemos defendido, y ahora se ve bien el porqué, la necesidad de otro modelo productivo, el cual se apoya inevitablemente sobre los pilares educativos. Pero sin retórica, sin tópicos, como una oportunidad. No se debe perder el tiempo en subvencionar fracasos o especulaciones, por más que supongan altos costes, ni en levantar arbotantes para sostener construcciones económicas que al cabo amenazan ruina. Si como presumen los liberales el mercado se regula a sí mismo, que lo haga como sepa. Pero que los poderes públicos empeñen su esfuerzo y presupuesto en asegurar que el porvenir sea otro bien distinto. Ese futuro se cimienta, como no puede ser de otro modo, sobre la educación y la formación, que nos hacen a todos los seres humanos mucho más competitivos y, por supuesto, libres.

Publicado en Diario de León, 10 septiembre 2008,
y Notas Sindicales, octubre 2008

lunes, 26 de mayo de 2008

LAVILLIERS: O gringo

    Aunque sólo sea por la memoria de aquel mayo francés, cuyo cuarenta aniversario se oficializa a lo largo de este año en casi todas las tabernas, el que suscribe puede permitirse el capricho de proponer para esta esquina sindical un disco con origen al norte de los Pirineos. Un disco insólito, seguramente difícil de encontrar en los mercados de este sur, siempre y cuando en eso del comercio pervivan todavía los puntos cardinales. Un disco sorprendente para lo que uno, educado en el tópico, podría esperarse de la música francesa, siempre y cuando ignoremos todavía que en ella se han generado y se generan innovaciones de muy amplia gama. Un disco ecléctico y poliédrico, situado en la vanguardia de los vientos globalizadores, siempre y cuando pensemos aún que el mundo se hizo transitable sólo tras el advenimiento de la red.

    Porque es en 1980 cuando Bernard Lavilliers edita O gringo, grabado de forma ambulante en las ciudades de Nueva York, Kingston, Río de Janeiro y París. Precisamente ese itinerario revela las claves básicas del álbum, tanto en contenidos como en propuestas musicales: el rock, la salsa, el reggae, los sones brasileños y, por supuesto, la eterna melodía francesa, con una canción final que tritura nuestros sentimientos: “Est-ce ainsi que les hommes vivent?”, el poema sobre la prostituta Lola que escribió Louis Aragon y al que puso música Léo Ferré, aquel libertario del 68. En suma, un auténtico collage de ritmos y lenguas, una mundialización avant la lettre y un anticipo de las noticias que veinticinco años después nos resultan tan comunes: detrás de la canción que da título al disco descubrimos la más melancólica crónica del turismo sexual.

    Dicho todo esto, cabe preguntarse quién demonios es este extraño Lavilliers, una cuestión de respuesta tan fácil para algunos como inquietante para el común de los mortales: un ex boxeador con malas pulgas. Lo cierto es que su primer disco apareció precisamente en 1968 cuando, siendo militante del Partido Comunista Francés, se dedicaba a cantar en las fábricas ocupadas de la región de Lyon. Desde entonces, con treinta discos a la espalda, ha permanecido fiel a su imagen de pendenciero, de aventurero y de rebelde, hasta alcanzar una actualidad en la que, constante consigo mismo y con sus combates, se dedica a cantar en las convocatorias alter mundialistas. Además de Aragon, ha cantado textos de Apollinaire, Blaise Cendrars, Rudyard Kipling, Baudelaire y Jacques Prévert; lo cual no está reñido con las bases musicales del rock progresivo, de pautas tropicales y africanas, y, naturalmente, de la confluencia con el viejo maestro Gainsbourg. Así pues, si es cierto que en el mercado musical no existen ya los puntos cardinales, también lo es que lamentablemente aún quedan en pie muchas fronteras, pues de otro modo no se entiende la casi nula presencia de Lavilliers al sur de los Pirineos.

Publicado en Notas Sindicales, julio 2008

miércoles, 23 de abril de 2008

2008: Momento para la igualdad, el salario digno y la inversión productiva

    Cuando este 1º de mayo los trabajadores y trabajadoras tomen las calles de la ciudad de León, no sólo lo harán secundando el lema elegido para la ocasión por CCOO y UGT –Es el momento de la igualdad, el salario digno y la inversión productiva-, sino que, además, tendrán en su horizonte la memoria y la perspectiva de cuantos proyectos para el desarrollo económico de la provincia se han apuntado en los últimos años y debieran consolidarse de algún modo en los próximos. En el fondo, no es asunto ajeno al lema citado; por el contrario, el impulso de algunas iniciativas, de ser sólidas y coherentes, tendrían que contribuir a una mayor igualdad de oportunidades, a unos salarios más acordes con los nuevos cometidos y a un cambio de modelo productivo en esta provincia que ya es urgente.

   A lo largo del último cuatrienio hemos asistido a un diálogo de sordos entre administraciones, a la vez que a una competencia de escaparates, que por un lado han mermado la credibilidad ciudadana en la iniciativa política, mientras que por otro han generado quizá un cúmulo de expectativas de diversas procedencias que, sumadas y ordenadas, podrían tal vez modificar el mapa productivo leonés. Supongamos que, como algunos signos indican, toda vez que los gobiernos central y autonómico se han confirmado, el recién estrenado cuatrienio pueda ser el de la colaboración tal y como reclama la mayor parte de la sociedad. Las organizaciones sindicales de clase y las empresariales han sido precisamente quienes menos han cuestionado las propuestas sociales, económicas y de infraestructuras que se han anunciado para la provincia en estos años, por más que todos las prefiriésemos como fruto de un contexto más planificado y no como consecuencia de un sentimentalismo de cuna o de un marcaje sobre el terreno. No nos ha importado, hemos sido críticos en lo que teníamos que ser, hemos puesto de relieve lo endeble de algunos propósitos, pero en todo momento hemos remado a favor. Por eso mismo, ahora cabe aumentar la presión, porque no estamos ya en el momento de los anuncios sino en el de las realidades que tengan que ser; y, sobre todo, porque la deriva económica nos obliga más que nunca a exigir la firmeza en el timón y que el rumbo no se desoriente. Es decir, no se trata ya de que nos alimenten la ilusión y nos demanden confianza, sino de que la prédica se convierta en trigo.

    Debemos cambiar nuestro modelo productivo y ampliar las bases de nuestro patrón económico, otorgando mayor peso a la industria y a la tecnología, con más inversiones en esos campos, así como en infraestructuras, equipamientos y capital humano (educación y formación permanente de los trabajadores). Estos objetivos, que lo son sin duda para el conjunto del país, tienen una lectura muy concreta en el caso leonés y suponen un jaque en toda regla para su núcleo empresarial.  Si la iniciativa pública sienta las bases, pongamos por caso, para un impulso tecnológico –llámese Inteco, Centro de supercomputación, Ciuden o directamente Parque Tecnológico-, no puede ya el empresario o empresaria local sentarse a mirar el paisaje como si no fuera con ellos el asunto. Muy al contrario, o va con ellos o irá con otros, en cuyo último caso los de aquí seguirán siendo una rémora para el futuro; del mismo modo que lo han sido en algún sentido en el presente puramente especulativo. Y si lo que deciden es simplemente mirar el paisaje, lo que debemos impedir entonces, tanto a ellos como a una administración permisiva, es que lo hagan con ojos de colonizadores. Si coincidimos en que otro elemento clave para el futuro reside en el aprovechamiento de nuestros recursos naturales, no es de recibo que el mapa provincial se pueble de puntos negros fruto, bien de la rapiña, bien de la tergiversación de lo natural y ecológico; ése es el caso precisamente de algunos parques eólicos, del afán urbanizador de la montaña o de la fiebre incineradora que los más osados nombran con el eufemismo “valorización energética”. Pensemos, por último, que un tercer pilar del desarrollo lo será, como lo fue en el pasado, todo lo relacionado con la energía, en la actualidad las llamadas renovables, que ya aportan indicios favorables. Ahora bien, en esta materia el empleo y la productividad no provienen sólo del aprovechamiento oportunista de fuentes y de la saturación de instalaciones eólicas o huertos solares, por ejemplo, sino sobre todo de lo dicho arriba, de un mayor peso industrial con un alto componente de innovación.

    En suma, éstas son algunas de las vías que nos pueden conducir a un mayor grado de igualdad, a salarios más dignos y a inversiones verdaderamente productivas. Y ésa es la apuesta sindical de UGT y de CCOO para este 1º de mayo. Sin embargo, no está tan claro que esa aspiración sea compartida por una patronal casi decimonónica que, casualmente en vísperas del Día del Trabajo, opta por cerrar todo diálogo en asuntos tan básicos para un nuevo modelo como los planes de igualdad, la salud laboral o la cobertura de vacíos para trabajadores sin convenio. Si ésas son sus señas de identidad en lo que se refiere a llevar adelante una negociación colectiva moderna y avanzada, su actitud como emprendedores queda también en entredicho. Una patronal débil, preindustrial y negada para los nuevos retos provinciales, regionales o estatales es la peor noticia para los tiempos difíciles por los que ya estamos transitando.


Publicado en Diario de León, El Mundo de León y La Crónica de León
1 mayo 2008 

domingo, 3 de febrero de 2008

CARLA BRUNI: No promises

    Las crónicas de la frivolidad sitúan en primer plano por lo general el lado menos provechoso de los individuos, mientras que hacen palidecer a la par cuanto mereciera ser conocido de ellos y, en ocasiones, disfrutado. El caso de Carla Bruni es paradigmático en tal sentido. Hace apenas cinco años que conquistó cierto espacio musical europeo con su primer disco, Quelq’un m’a dit, hasta el punto de que la crítica la ascendió de inmediato hasta el olimpo de los renovadores de la chanson francesa. Aquella gloria, fruto innegable de unas canciones bien construidas e interpretadas por ella misma, a medio camino siempre entre lo sensual y lo sentimental fou, no es nada ya en comparación con el despliegue mediático de su último romance y las resonancias derivadas de las noticias-basura.

    Sea como fuere, lo que parece difícil a estas alturas es que la hoy primera dama de la república francesa vuelva a gozar del beneplácito de crítica y público sin que por medio intervenga el prejuicio de los últimos acontecimientos. Cuestión curiosa, pues nadie se dejó llevar antes, en su valoración musical estricta, por la retahíla de affaires que seguramente le sirvieron de escuela artística tanto o más que de aprendizaje amoroso. La reciente autobiografía de Eric Clapton, otro de sus notables en nómina, ilustra esta apreciación y a ella me remito. Quiero decir que Carla Bruni dispone y demuestra un sustrato artístico y existencial tan evidente que cualquier otro tipo de enfoque supone un verdadero error de perspectiva. El disco ya citado así lo atestigua, pero a nuestro modo de ver más contundente fue, aunque casi pasase desapercibido, su segundo trabajo, No promises, editado a principios de 2007.

    A diferencia del anterior, es éste un disco cantado en inglés, pues al cabo su base la constituyen textos de poetas irlandeses, británicos y norteamericanos musicados por la propia Carla Bruni. Y no cualquier poeta, sino el conjunto más distinguido de los escritores en inglés que vivieron y crearon a caballo de los siglos XIX y XX, a saber, William Butler Yeats, Wystan Hugh Auden, Dorothy Parker, Walter de la Mare, Emily Dickinson y Christina Georgina Rossetti. Se trata, por lo tanto, de una obra no accidental, no frívola desde luego, sino, con toda probabilidad, auténtica decantación de un fervor literario nada frecuente en los cenáculos de las revistas del corazón. Aunque sólo fuera por todo eso ya merecería la pena su audición; pero si, además, proporciona una nueva dosis de sosiego y emoción, cualidades contrastadas de esta cantante, no cabe duda de que entonces su escucha es altamente recomendable.

Publicado en Notas Sindicales, marzo 2008