Blog de Ignacio Fernández

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lunes, 26 de mayo de 2008

LAVILLIERS: O gringo

    Aunque sólo sea por la memoria de aquel mayo francés, cuyo cuarenta aniversario se oficializa a lo largo de este año en casi todas las tabernas, el que suscribe puede permitirse el capricho de proponer para esta esquina sindical un disco con origen al norte de los Pirineos. Un disco insólito, seguramente difícil de encontrar en los mercados de este sur, siempre y cuando en eso del comercio pervivan todavía los puntos cardinales. Un disco sorprendente para lo que uno, educado en el tópico, podría esperarse de la música francesa, siempre y cuando ignoremos todavía que en ella se han generado y se generan innovaciones de muy amplia gama. Un disco ecléctico y poliédrico, situado en la vanguardia de los vientos globalizadores, siempre y cuando pensemos aún que el mundo se hizo transitable sólo tras el advenimiento de la red.

    Porque es en 1980 cuando Bernard Lavilliers edita O gringo, grabado de forma ambulante en las ciudades de Nueva York, Kingston, Río de Janeiro y París. Precisamente ese itinerario revela las claves básicas del álbum, tanto en contenidos como en propuestas musicales: el rock, la salsa, el reggae, los sones brasileños y, por supuesto, la eterna melodía francesa, con una canción final que tritura nuestros sentimientos: “Est-ce ainsi que les hommes vivent?”, el poema sobre la prostituta Lola que escribió Louis Aragon y al que puso música Léo Ferré, aquel libertario del 68. En suma, un auténtico collage de ritmos y lenguas, una mundialización avant la lettre y un anticipo de las noticias que veinticinco años después nos resultan tan comunes: detrás de la canción que da título al disco descubrimos la más melancólica crónica del turismo sexual.

    Dicho todo esto, cabe preguntarse quién demonios es este extraño Lavilliers, una cuestión de respuesta tan fácil para algunos como inquietante para el común de los mortales: un ex boxeador con malas pulgas. Lo cierto es que su primer disco apareció precisamente en 1968 cuando, siendo militante del Partido Comunista Francés, se dedicaba a cantar en las fábricas ocupadas de la región de Lyon. Desde entonces, con treinta discos a la espalda, ha permanecido fiel a su imagen de pendenciero, de aventurero y de rebelde, hasta alcanzar una actualidad en la que, constante consigo mismo y con sus combates, se dedica a cantar en las convocatorias alter mundialistas. Además de Aragon, ha cantado textos de Apollinaire, Blaise Cendrars, Rudyard Kipling, Baudelaire y Jacques Prévert; lo cual no está reñido con las bases musicales del rock progresivo, de pautas tropicales y africanas, y, naturalmente, de la confluencia con el viejo maestro Gainsbourg. Así pues, si es cierto que en el mercado musical no existen ya los puntos cardinales, también lo es que lamentablemente aún quedan en pie muchas fronteras, pues de otro modo no se entiende la casi nula presencia de Lavilliers al sur de los Pirineos.

Publicado en Notas Sindicales, julio 2008