Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 23 de noviembre de 2008

Presentación Ateneo Cultural "Jesús Pereda" de CCOO

Con María Vallejo y José María Fidalgo
    El primer estremecimiento cultural nos llegó de la pluma del escritor Juan Cueto. A caballo entre las décadas de los setenta y de los ochenta del pasado siglo, cuando la olla comenzaba a hervir en este país y alboreaba una movida cultural evidentemente sabrosa, Cueto escribió: “la cultura es una perra de lujo a la que todo se le vuelven pulgas”. Confieso que empecé a preocuparme.

    Años después, nos sobresaltó una novedosa acepción dentro del vasto campo de la polisemia cultural. Se comenzaba a hablar de cultura de empresa para referirse a aquellos individuos que demostraban una actitud adecuada para su integración en la empresa de referencia. Es decir, un simpático eufemismo para no nombrar directamente la conformidad laboral. Por entonces, las subvenciones  y el mercado habían impuesto su ley también en los salones culturales. Y declaro que me sentí bastante perturbado.

    No ha mucho, una mañana abrí el periódico recién renovado con una tilde y no encontré la sección específica de Cultura. En su lugar, se me reveló un contenedor lleno de mercancías. Bajo el rótulo Vida & Artes, escrito además con una ligadura gráfica en lugar de con una conjunción copulativa para que todo resultase más aparente y neomoderno, aparecía  un cajón amorfo donde cabían por igual las informaciones llamadas de sociedad, las de talento-diseño-moda-estilos-gastronomía, las de lidia, las de gente, el sudoku, y, naturalmente, las de cultura. Definitivamente, me declaré rendido.

    Pero, en fin, como uno está hecho de contradicciones, al estilo de don Federico Nietzsche, presentamos hoy un ateneo cultural, esto es, el enésimo intento de darle la vuelta a la perra de lujo. Y lo hacemos con un debate, a nuestro modo de ver fundacional, en torno a lo difícil que sigue siendo la convivencia entre la cultura y la ideología. Cuantos hemos sido cocineros antes que frailes sabemos bien de lo turbio que resulta el matrimonio entre esas dos figuras, y sobre todo lo fácil que es caer en la infidelidad. Quienes hoy nos acompañarán en la mesa, gente sabia en cultura y en ideología, sabrán ponerlo de relieve para que todos –también este Ateneo- sepamos a qué atenernos. Quisimos, por otra parte, que este acto se simultaneara con una actividad complementaria que, desde nuestra óptica obrera, contenía también las esencias de los viejos ateneos obreros: un taller, en este caso un taller de danza, que al cabo se lo llevó el presupuesto, pero que comprometemos aquí con todos ustedes para muy pronto.

    Como muy pronto el Ateneo Cultural “Jesús Pereda”, con colaboraciones generosas como la que en este caso ha prestado Enrique Jiménez, cobrará nuevas expresiones en esta ciudad, en esta provincia, entre los brazos cada día más inquietos, socialmente hablando, de la Unión Sindical de Comisiones Obreras. Nuestros afiliados y afiliadas siempre nos expresaron su deseo de contar con un soporte para actuar y para ser críticos también en lo cultural. Así va a ser y a ello os animo.
Ernesto Escapa, Rogelio Blanco, Eloísa Otero, Alfonso Ordóñez e Ildefonso Rodríguez

Intervención en el acto de presentación del Ateneo Cultural,
MUSAC de León, 26 noviembre 2008

jueves, 13 de noviembre de 2008

Manifiesto contra la siniestralidad laboral

    Somos trabajadores y trabajadoras. Somos gentes humildes pero importantes. Nuestro trabajo es importante. Desde los andamios, entre los surcos de la tierra, en el pozo de carbón, en las aulas y  en los hospitales, encima de un escenario, entre máquinas, con herramientas, sobre vagones de ferrocarril… los trabajadores y trabajadoras en conjunto formamos el elemento decisivo e imprescindible para que la economía de un pueblo, de una región, de un estado progresen y para que las sociedades avancen hacia un mundo mejor, más justo. Nada son los dineros, nada son los mercaderes, los ingenieros de las finanzas, los gobiernos sin nuestros manos, sin el poder trasformador de nuestras manos. Y, sin embargo, somos el eslabón más frágil, la célula más débil de todo el aparato productivo. Porque nos rompemos.

    Durante este año, hasta este preciso otoño que tanto estimamos los bercianos y bercianas, han muerto en España en torno a mil trabajadores y trabajadoras como consecuencia de su actividad laboral; veinticuatro en la provincia de León; nueve en nuestra comarca, algunos muy recientemente como una oleada fatal. Todas las muertes duelen y provocan llanto y desconsuelo. Pero algunas de ellas se significan por encima de las otras a causa de su mal olor, a causa de un hedor venenoso que nos advierte de que no se trata de muertes naturales, sino que son un producto torcido e indigno de la vida, de la mala vida. Hablamos de los seres humanos que se cruzan con pistoleros, con coches-bomba, con aviones suicidas. Hablamos de los seres humanos que conviven y sufren en lo doméstico el martirio del maltrato machista hasta sus últimos extremos. Y hablamos, por supuesto, de los seres humanos que trabajan para vivir y que dejan sus vidas en el trabajo. Por eso estamos hoy aquí en esta movilización ciudadana. Porque si somos capaces de juntarnos a la puerta de los ayuntamientos cada vez que un atentado terrorista nos retuerce el alma, porque si somos capaces de concentrarnos cada vez que una mujer es asesinada por quien se dice su dueño y no es más que un miserable, cómo no íbamos a hacerlo cuando muere un albañil, un minero, un maquinista, gente corriente cuyo único delito en ese día bárbaro fue haber acudido con normalidad a su puesto de trabajo.

    Este país en que vivimos ha conocido en los últimos años conquistas importantes a la hora de prevenir los riesgos laborales. Tenemos leyes y decretos. Tenemos inspectores y fiscales especializados. Tenemos personal técnico y delegados y delegadas que actúan en las empresas. Tenemos más medios y más formación. Pero, aun así, el reguero de accidentes se derrama por toda la geografía. Quizá porque las leyes y los decretos no sean suficientes; quizá porque no lo sean tampoco los inspectores ni los fiscales ni los técnicos ni los delegados. Quizá también porque algunos patronos descuentan de antemano en sus balances el coste de esos accidentes como una circunstancia sin mayor trascendencia, esos patronos que consideran la prevención como un gasto en lugar de una inversión, esos mismos patronos que luego escriben un telegrama de condolencia a las familias y buscan acordar indemnizaciones para escapar de otras condenas. Quizá el azote penal sea urgente, aunque no acabe nunca de alcanzarnos.

    Nuestros muertos lo han sido a causa de caídas, de atrapamientos, de atropellos y de otra variedad de razones perfectamente previsibles y, por lo tanto, evitables. Eso es lo más terrible. Prácticamente todos nuestros muertos pudieron no haberlo sido. Por eso es trascendental que sepamos que nos rompemos con suma facilidad. Y es necesario por eso mismo que seamos lúcidos y que nos rebelemos contra cualquier maniobra que nos ponga en peligro. Debemos ser los primeros actores de nuestra prevención, y luego, naturalmente, exigir medios y clamar justicia. Tal y como hoy lo hemos venido a hacer un nutrido puñado de bercianos y bercianas, convocados por Comisiones Obreras y por la Unión General de Trabajadores.

    Os pido que guardemos a continuación un minuto de silencio por esos trabajadores y trabajadores que han fallecido en los últimos meses en este Bierzo nuestro, en este país nuestro, en este mundo nuestro.

Manifiesto leído al final de la manifestación contra la siniestralidad laboral,
Ponferrada 15 noviembre 2008

domingo, 2 de noviembre de 2008

EMMYLOU HARRIS: All I intended to be

    La edición musical fue siempre un soporte fértil para cuanto tiene que ver con el diseño gráfico. En particular, las carpetas de los viejos discos de vinilo, aquellos gigantescos elepés si atendemos a lo que hoy se lleva, se convirtieron en una fuente generosa para que artistas y otros profesionales del medio ejerciesen su maestría. Hay portadas históricas que muchos guardamos en la memoria o en nuestra discoteca privada, desde el disco blanco de los Beatles hasta el Nevermind de Nirvana, pasando por cualquiera de los firmados por Pink Floyd. Por lo general, aquellas carátulas iban estrechamente ligadas al contenido de los discos o a la peculiaridad de los músicos, al menos hasta que el imperio del cedé impuso la ley de la miniatura y ya casi nada fue igual. Nos cuesta trabajo desprender el celofán, resulta prácticamente imposible leer las letras o los títulos de crédito, y los motivos se reducen a fotos fijas bastante inexpresivas.

    Acaba de editarse el último álbum de Emmylou Harris, titulado All I intended to be. Si su biografía y sus canciones no constituyesen suficiente aval, las imágenes que lo envuelven y el juego de color y blanco y negro con que se expresa llamarían necesariamente nuestra atención en medio de otros formatos anodinos y funcionarios. Luego, una vez escuchado el disco, la intuición se confirma y no queda otro remedio que saludar esta exquisita conjunción entre música e imagen tan poco habitual en estos tiempos. O, de otro modo, la síntesis contenida en la etiqueta de cabecera –Todo lo que pretendo ser- se explica por igual en el exterior y en el interior del disco, lo cual ya es bastante mérito. Por cierto, el productor es Brian Ahern y el fotógrafo, Rocky Schenck.

    Superada ampliamente la treintena de discos, la madurez de Emmylou Harris se inclina, como las fotografías, hacia la melancolía elegante. Quién sabe si no será, si no ha sido siempre ésta su principal seña de identidad artística desde su cuna en Alabama. Será quizá porque nunca ha sido lo bastante estimada en Nashville, donde se acomoda el núcleo duro de la música americana. Será quizá que, sin alejarse de la tradición, se dejó infiltrar como nadie por la lítica de The Byrds o por las fórmulas más progresivas de The Flying Burrito Brothers, todo ello de la mano del mítico Gram Parsons, de quien una sobredosis la hizo quedar huérfana. Será que se muestra demasiado ecléctica y atrevida para el country más ortodoxo. El caso es que todo lo que ella ha pretendido ser se encuentra diseminado en una discografía que invita a ser transitada y que ahora se corona con una última obra emotiva y sugerente, como ese camino solitario entre árboles y paleras que preside la portada. Tal vez exageremos. Pero si alguien duda de lo dicho, escuchen ustedes tranquilamente la canción “Kern river” y derrítanse hasta el último minuto de la eternidad.

Publicado en Notas Sindicales, diciembre 2008