Blog de Ignacio Fernández

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viernes, 2 de enero de 2009

ANDY CHANGO: Boris Vian

    Desde que a finales de los años setenta aquel argentino de gamuza azul que se llamaba Morís le cambiara el paso al rock español, muchos otros compatriotas suyos han seguido la senda que ha enriquecido el pop de estas latitudes con sus aportaciones. Después de Ariel Rot, de Sergio Makarof, de Andrés Calamaro y de otros que ni siquiera llegaron a dar el salto, como Charly García o Kevin Johansen, posiblemente el penúltimo eslabón lo encarne Andy Chango, un flaco cantante y pianista que, tras su aterrizaje en las postrimerías del pasado siglo, ha editado cinco discos con el que hoy presentamos.

    Además de servirnos para conocer mejor el caleidoscopio musical que se esconde detrás de Chango -casi un artista de culto y por tanto con ligera repercusión mediática-, el disco encierra varias otras virtudes que lo hacen tremendamente atractivo para quienes gusten de las buenas canciones. Para empezar, el eje sobre el que se apoya, es decir, la figura de Boris Vian, precisamente en el año en que se cumplen los cincuenta desde su muerte. Reconocido sobre todo como escritor y poeta (inolvidable La hierba roja), no se debe olvidar que fue también cantante y músico. Frecuentador de los templos del jazz en el Saint-Germain-des-Prés más existencialista, allí conoció a Duke Ellington, Miles Davis y Charlie Parker. Y de hecho llegó a realizar el catálogo de jazz para Philips y fue su director artístico. Pero lo que aquí descubrimos es su vertiente cantable y lo hacemos además en español, gracias a un ejercicio de traducción y adaptación en el tiempo llevado a cabo por gentes tan doctas en el oficio como Javier Krahe o Luis Antonio de Villena.

    Así pues, el disco soporta todo tipo de audiciones, desde la más desenfadada, ya que muchas de sus letras son un glosario irónico de figuras chocantes, hasta la fetichista para los devotos de rarezas y otras maldiciones del arte; desde la del curioso que se asoma a un mundo desconocido y descubre la sorprendente actualidad del espíritu patafísico de Vian, hasta la del que se deleita en arreglos musicales finísimos para lo que se estila. Se puede disfrutar así mismo de la colaboración del seleccionado argentino, con Andrés Calamaro, Ariel Rot y Fito Páez como tridente. Por último, nos permite recuperar uno de los emblemas del pacifismo más radical, la canción “El desertor”, interpretada aquí en inglés, que le costara varios disgustos al bueno de Boris por incitar a no cumplir el servicio militar en los tiempos en que Francia tenía sus más y sus menos con la ocupación argelina. En fin, agradezcámosle a Andy Chango que nos haya hecho tan espléndido regalo y aguardemos con impaciencia sus actuaciones en directo, por si llegaran, y su próxima entrega titulada más que adecuadamente Nada que decir.

Publicado en Notas Sindicales, febrero 2009

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