Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

viernes, 31 de diciembre de 2010

VARIAS INTÉRPRETES: Mujeres de agua

    Supimos de Javier Limón a través de dos hitos sobresalientes en la producción discográfica española de los últimos años. En 2003 produjo junto a Fernando Trueba el tan revolucionario como comercial a la postre Lágrimas negras de Bebo Valdés y Diego el Cigala. Poco después, en 2005, bajo el título Limón apareció en las escasas tiendas de discos que nos van quedando uno extraordinario, donde acogidos bajo su batuta lucían sus artes Paco de Lucía, Andrés Calamaro, David Broza y Duquende entre otros. El sello Casa Limón se vestía así de largo definitivamente ante el público en general y anunciaba próximas y suculentas cosechas. Tal ha ocurrido, por ejemplo, con los trabajos de Concha Buika o de Yasmín Levy, hasta conformar una auténtica factoría en la que se reúnen, crean y actúan nombres tan importantes como los ya citados más Estrella Morente, Bebe, Luz Casal, Jerry González, Luis Pastor, etc. Todos ellos tejidos con en el telar de la multiculturalidad y de las raíces.

     Pues bien, Mujeres de agua es una nueva filigrana en ese brocado urdido para la ocasión sobre las resonancias del Mar Mediterráneo. Se trata, como el propio Limón declara, de una inmersión en “sonidos diferentes y hermanados a la vez, ramas de un mismo árbol. A veces en forma de canción, otras en forma de instrumento de raíz y otras simplemente como inspiración”. Además, el protagonismo vocal se lo otorga a las mujeres, a quienes está dedicado el disco, “en especial a las que por alguna razón se les prohíbe cantar”.

     De este modo, amanecemos en Estambul mecidos por el grito de Aynur; paseamos por Túnez al lado de La Susi; bailamos un pasodoble turco del brazo de Estrella Morente; con Mariza nos deleitamos de nuevo en el fado; Carmen Linares nos devuelve a las playas tunecinas; Concha Buika navega entre islas; Montse Cortés nos acerca al Líbano con sus besos; Sandra Carrasco se entrega a la bulería; La Shica nos envuelve en aires adriáticos; Yasmín Levy, en los misterios ladinos; con Eleffteria Arvanitaki fondeamos en las calas griegas; y, en fin, la voz de Genara Cortés suena como un buzuki flamenco. Éste es el itinerario y éste es el programa para un crucero musical imprescindible. No hay mar de fondo ni acechanzas en el horizonte, sólo un oleaje suave de canciones que nos permite evocar los contornos mediterráneos en todo lo que de común y distinto tienen, que no es poco como se podrá escuchar. De paso, el capitán Limón vuelve a demostrar su virtuosismo en las tareas de la producción sobre bases en apariencia heterogéneas, pero que al cabo constituyen un ejercicio de navegación admirable que pocos alcanzan. Merece sin duda colgarse un aro en la oreja, como aquellos navegantes que, tras atravesar los cabos australes de Hornos, Buena Esperanza y Leeuwin, se ganaban ese honor junto al de no agachar sus cabezas ante el monarca y mear contra el viento. Honores que son extensibles, por supuesto, a toda su marinería de mujeres de agua, aspecto poco difundido en las viejas crónicas sobre navegantes.

Publicado en Notas Sindicales, febrero 2011 

sábado, 25 de diciembre de 2010

Las pensiones

    De vez en cuando es adecuado y sano recordar lo obvio: nuestro sistema de pensiones es el mecanismo más potente de solidaridad interregional e intergeneracional de que disponemos la sociedad y los trabajadores españoles y el factor de estabilidad social de mayor solidez, si se sostienen las prestaciones en su configuración pública y de reparto. Su existencia favorece la cohesión social y la actividad económica, a la vez que ha demostrado ser a lo largo de los años un elemento de estabilidad para afrontar el ciclo vital de las personas y limitar los efectos negativos que se producen sobre ellas por carencia de actividad o de rentas.

     No obstante lo anterior, son numerosos los intereses particulares que han pretendido y pretenden poner en jaque al sistema para adueñarse de todo o de parte de ese bien común. Lo han intentado algunas comunidades autónomas al desear la ruptura de la caja única y lo anhelan como obsesas las entidades financieras para su exclusivo lucro y beneficio. En este último caso, su adalid más aguerrido en los tiempos actuales de confusión y rapiña es el Gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, un fracasado en su verdadero cometido de haber evitado el endeudamiento del país y de sus habitantes durante los años de vida alegre. Hoy, sin embargo, predica con la fe de los conversos aquello que no le toca, entre otras materias sobre la necesidad de endurecer el sistema y las condiciones para acceder a una pensión. Y lo hace, al igual que otros muchos, como una tautología, como un dogma apoyado apenas en argumentos de cartilla escolar, ocultando con mala intención qué ha sido de aquéllos que apostaron en su día por sistemas de capitalización privada evaporados en medio de la marea especuladora. Véase el caso de Islandia o de Irlanda.

     Todo es reformable, en efecto, y así ha sido durante los últimos 15 años, los que tiene de vida el llamado Pacto de Toledo, que no es otra cosa que el espíritu de acuerdo político y social que permitió asegurar también en malos momentos el futuro del sistema de pensiones hasta alcanzar su superávit actual. Lo que corresponde ahora, a nuestro juicio, es asegurar, sí, la sostenibilidad del sistema público de pensiones actuando en una triple dirección: reforzar su estructura de ingresos, impedir conductas adversas de planificación personal y reforzar la equidad y justicia internas del mismo.

Publicado en La Crónica de León, 30 diciembre 2010 

jueves, 25 de noviembre de 2010

Energías

    Todo cuanto ocurre últimamente con el carbón, con el cierre o no de centrales nucleares, con el tendido de abusivas líneas eléctricas, con las cuotas de las renovables, con los contratos de gas…, todo lo que ocurre en general en el ámbito de la producción energética es inaudito. Que estábamos ante lobbys poderosos, lo sabíamos; que éramos un país muy dependiente en esa materia, también lo sabíamos y lo veníamos sufriendo; que el consumo de energía parecía ilimitado y que de repente nos hemos dado de bruces contra una realidad opuesta e irreversible, evidentemente también nos consta. Todo ello figura en el haber de nuestros razonamientos y de nuestras explicaciones al respecto. Ahora bien, lo que se hace insoportable es observar año tras año, lustro tras lustro, que no hay gobierno que sea capaz de poner un mínimo orden en el sistema y que, precisamente por ese desorden político, el caos crece y ni la ciudadanía sale de su asombro ni los trabajadores del sector consiguen un mínimo respiro.
 
    Es más, lo que todavía nos deja mucho más perplejos es que los gobiernos se humillen ante algunos empresarios, no casualmente bendecidos en su día por el poder, o ante algunas empresas, a las que se entregó graciosamente la gestión y el beneficio de un bien común tan básico sin que resulte posible dar marcha atrás. Con toda seguridad, habrá quien hoy se esté tirando de los pelos por aquellas decisiones, aunque más nos valdría a todos que hiciesen mejor un acto de contrición, que reconociesen el error y que se retirasen discretamente de la vida pública.
 
    Porque en el fondo lo que vuelve a advertirse es el desprecio por lo público y una perversa fe en lo privado que al final acaba estrangulándonos a todos. Se ha observado con motivo de la crisis económica por lo que hace a la orfandad de una banca pública y se observa en cuestiones energéticas al convertirnos en doblemente dependientes: por el lado inevitable frente a las materias primas y por el lado político frente a la abdicación ante los intereses de terceros.
 
    Y mientras nos enredamos en discusiones a corto plazo, en decretos y en medidas cautelarísimas, en expedientes de regulación y en dimes y diretes, el sector se viene abajo en lo laboral y nadie nos explica que o cambiamos de modelo o nos quedan dos veranos. Eso sí, nos regalan bombillas de bajo consumo como consuelo.

Publicado en La Crónica de León, 2 diciembre 2010

miércoles, 17 de noviembre de 2010

NOEMÍ G. SABUGAL: El asesinato de Sócrates


LA AUTORA.
Noemí G. Sabugal es licenciada en Ciencias de la Información, rama Periodismo. En 2005 recibió el Premio de Periodismo de Castilla y León Francisco de Cossío, en la modalidad de prensa, por el reportaje “De cruce de caminos a cruce de culturas”, sobre la inmigración en el barrio leonés del Crucero, publicado en El Mundo-La Crónica de León. Ha trabajado también para el diario El Mundo, el semanario Interviú y los servicios informativos de la Cadena SER; actualmente lo hace para el Diario de León. Con El asesinato de Sócrates, su primera novela, fue finalista en la XI edición del Premio de Novela Fernando Quiñones, ganado por Raúl Guerra Garrido.

EL LIBRO.
§   Una novela negra, que se presentó en la Semana Negra de Gijón. Dice sobre ello Javier Pérez: “la autora explicó que se había internado en el mundo de la novela negra tras trabajar en la sección de sucesos de un periódico, y que aunque prefiere el realismo como género literario, pocos tipos de literatura permiten abordar la realidad con tanta cercanía y tanta sinceridad como el género negro, abordando el deterioro físico y social de las ciudades y la corrupción política”.
§  Un libro sobre la incomunicación. Dice Noemí en un clip promocional: “una buena novela tiene que hablar sobre los conflictos en las cada vez más complicadas relaciones humanas”.
§  Una historia criminal tradicional, si se exceptúan la ambientación y el contexto actual: la investigación de un asesinato (el de un periodista peculiar que husmeaba donde no debía), pero con presencia importante del periodismo, la corrupción municipal, dosis de inmigración y en una curiosa ciudad de provincias –San Martín- más apropiada para la novela histórica o de costumbres que para el género negro.
§   Una novela hablada: los hechos no se narran, se hablan. “Son los diálogos los que mejor representan el carácter de los personajes, pues en un diálogo de una novela, lo mismo que en la vida real, es tan importante lo que se dice como lo que se calla”. No obstante, las muestras de narratividad resultan exquisitas y recogen un derroche de imágenes puramente literarias.

EL TEXTO.
“Desde allí no se oía nada. El silencio era completo a pesar de la nota discordante de algún pájaro. Los pitidos de los coches y los gritos de los repartidores habían quedado abajo, en la ciudad que se enroscaba a sus pies como el garabato de un niño. (…) La ciudad sabría algo más de sí misma en unas horas. No mucho, sólo un poco más. Habría indignación, discusiones airadas en los bares, alguna manifestación, y después nada. El reemplazo de unos días por otros. Se encogerían de hombros y pasarían a otra cosa. (…) Seguirían adelante con sus pequeños negocios, sus pequeñas traiciones, sus pequeñas mentiras. Pequeñeces de una ciudad pequeña. (…) Al fondo, las naves brillantes del minúsculo polígono industrial. Bajo los tejados de chapa imaginaba a los obreros transportando carga, soldando metal. Cansados y sudorosos, yendo de acá para allá, aún dormidos. ¿Acaso recordaban que habían muerto dos hombres? Hacía ya tanto tiempo que ni les importaba. (…) Todo se renovaba, pero la ciudad tenía su propio tiempo. Despacio. Ellos no eran los insectos que morían en invierno dejando crías para estrenar vida al año siguiente. Se aferraban a sus costumbres, a sus cañas en el bar, la televisión. Para que nada cambiara.”

Presentación del libro en Valladolid, noviembre 2010

lunes, 15 de noviembre de 2010

Pensar la Ciudad 2010 (Conclusiones)


    Hay cosas que parecen consolidarse en torno a nuestra insistencia por Pensar la Ciudad: el mismo ciclo que organiza el Ateneo Cultural “Jesús Pereda” de CCOO, que tendrá continuidad en una tercera edición en 2011; el laboratorio urbano, que iniciamos este año y continuará también el próximo y que supone que vecinos y vecinas piensen su barrio, como una primera aproximación a elaborar un proyecto de ciudad; y, con agrado. constatamos también que EL MUNDO nos permite glosar una vez más lo que ha sido la edición ahora finalizada.

    PLC2010 trató sobre el territorio. Nos hablaron profesionales punteros en su especialidad: el psicoanalista Fabián Appel, el geógrafo Lorenzo López Trigal, el arquitecto José María Ezquiaga, el geógrafo y político Oriol Nel.lo, la medievalista Cristina Jular,  los dirigentes de la Fundación + Árboles y otras personas cercanas. Además, sacamos adelante un laboratorio urbano que realizó un primer diagnóstico sobre el barrio de La Inmaculada (con demandas más que justas, como el soterramiento de unas nocivas líneas eléctricas que sobrevuelan el barrio) y propiciamos un interesante encuentro en torno a los problemas de la agricultura en la provincia de León y la deseable plantación de bosques.

    Ha sido un año intenso en el que los ponentes ratificaron muchas de nuestras relativas certezas (no practicamos las certezas absolutas, incluso las tememos), pero en el que se ahondaron nuestras tristezas por la indiferencia que nuestro esfuerzo suscita al gobierno y oposición locales. De nada vale que traigamos a profesionales y gestores públicos de reconocida solvencia intelectual: salvo la presencia puntual de Francisco Álvarez, Teresa Gutiérrez, Evelia Fernández y Vicente Canuria, nuestros representantes locales no necesitan aprender de lo que allí se dice. Y como tampoco los vemos en otros eventos parecidos nos preguntamos en base a qué prepararán sus ya cercanos programas electorales (quizá se los haga alguna empresa de marketing). Nos consuela, sin embargo, que entre el público fijo tengamos a Santiago Ordóñez, que últimamente hayamos saludado a dos militantes leonesistas y la carta de ánimo que nos remitió el mismo Presidente del Gobierno.

    Aun así nos duelen las ausencias e insistimos: todo lo que un político hace tiene relevancia y también lo que no hace. La desidia del gobierno de esta ciudad por conocer el debate hoy planteado en relación con lo urbano y su insensibilidad por lo que opinan y reivindican los vecinos y vecinas podría llevarles a una cierta dejación de funciones políticas en su ejercicio del gobierno. Ello podría hacer posible a su vez la tolerancia con las imposiciones del mercado y ese dejar hacer podría permitir que el mercado inmobiliario, que nos ha traído ya la precariedad, cuando se recupere nos  lleve al modelo que se impone en otros lugares: un mundo fragmentado en el que las urbanizaciones dispersas son cada vez más ostentosamente guetos de ricos que se autoexcluyen, un crecimiento urbano que es concebido únicamente en función de los valores, no éticos por cierto sino crematísticos (Ezquiaga), y en el que se impone un modo de vincularse al otro que lejos de ser amistoso o fraterno es competitivo y hostil (Appel).

    Lo expresó nuestro segundo ponente, el político socialista Oriol Nel.lo: tenemos obligación de preparar el futuro porque la ciudad es ante todo una construcción colectiva que dejada a los impulsos espontáneos, al simple juego de fuerzas del mercado, seguramente será una realidad menos sostenible, menos eficiente, menos equitativa y justa que la que podemos diseñar entre todos.

    León aún no ha llegado a niveles irreversibles, pero está en el tránsito de ciudad compacta a compacto–difusa (López Trigal) y va siendo hora de que el gobierno local comience a pensar en ir por delante de los intereses, legítimos pero no únicos, de los detentadores del poder inmobiliario, afrontando los focos de degradación urbana existentes en la ciudad y resolviendo las carencias de movilidad y ambientales (López Trigal). Y como estamos en tiempos de añoranzas de pretéritos reinos, quizá se pudiese afrontar esa voluminosa agenda de problemas nunca resueltos del modo (salvando las distancias) en que hacían ciudad nuestros ancestros medievales, viviéndola como un espacio de acuerdo, de pacto, de negociación y de consenso (Jular).

    Porque si nuestros regidores locales son incapaces de elaborar, transmitir y consensuar con los colectivos ciudadanos un programa político en el que se sustenten los cambios urbanos que necesitamos, ¿qué votaremos en las próximas elecciones municipales? ¿Votaremos alcaldes o votaremos contables?

    ¿Es esta política gris que padecemos el resultado de mil cien años de antigüedad democrática como presumen?


Publicado en El Mundo de León, 10 diciembre 2010

viernes, 29 de octubre de 2010

Para Marcelino Camacho

    Desde que Jorge Manrique nos remitiera a la memoria para encontrar harto consuelo ante las miserias de la muerte no hemos dado con remedio más cabal y sensato para superar el trance de las pérdidas humanas. En ocasiones, el bálsamo del consuelo ocupa las estancias más íntimas y reservadas hasta que el dolor parece amojamarse para siempre con sencilla naturalidad. En otros casos, el significado social o histórico convierte ese consuelo en un sentimiento colectivo que contribuye a nutrir el acervo humano hasta llegar a mejorarlo. Raras veces, una y otra expresión confluyen y se confunden hasta no distinguir si la memoria que guardamos es la de un personaje o la de un amigo.


     Humildemente, como él hubiera querido, en Marcelino Camacho se encarna una de estas rarezas. Al enterarnos de su muerte, los cercanos y los contrarios, los militantes y los descreídos, todos en suma no sabemos bien si nuestra emoción es fruto de lo personal o de lo compartido. Es difícil separar los panegíricos tan formales como necesarios de los mensajes conmovidos por un vuelco del corazón. Porque a Marcelino le cabía en lo humano el doble honor de aparecérsenos como un amigo de toda la vida a la vez que como un líder de trayectoria inigualable. Era uno de esos extraños seres que no se vuelven vulgares al bajarse del escenario, sino que prolongaba en las distancias cortas el eco de sus actuaciones hasta contagiárnoslas como si tal cosa.


     Su figura crecerá con el tiempo a pesar de que contara ya con una magnitud que casi no le cabía en su pequeño cuerpo. Pertenecía a una especie que se extingue, la de aquello que ya no se lleva, y precisamente por eso su memoria es mucho más que un jarabe analgésico, pues se convierte en el mejor de los antídotos contra la enfermedad de los tiempos presentes, es decir, contra la desdicha insolidaria. Además, para los hombres y mujeres de Comisiones Obreras, para la clase trabajadora como a él le hubiera gustado decir, Camacho supone ya más que el testimonio de un pasado respetable toda una pauta de futuro. Nociones que hoy los más reaccionarios tachan despectivamente como viejas vuelven a releerse y a actualizarse en su biografía, de modo que nos advierten del verdadero sentido de la historia y de su auténtico motor de cambio: los seres humanos. Por ese motivo, tan inolvidable ha de sernos su deseo de ser recordado como "un ser humano que dedicó una gran parte de su vida a que, por el hecho de nacer, tengamos la vida asegurada, con pleno empleo, con justicia social, con libertad y con igualdad" como su advertencia de que tales aspiraciones nunca son concedidas sino conquistadas con movilización.


     Eso, entre tantas otras cosas, aprendimos de él, con quien tanto quisimos.

Publicado en Diario de León, 30 octubre 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

Para fumadores

"A mi abuelo, que me enseñó que los ideales se liaban"
Moncho Alpuente

sábado, 16 de octubre de 2010

La palanca

    En su última visita a la ciudad de León con el fin de inaugurar la terminal de su aeropuerto, el Presidente del Gobierno renovó la galería de latiguillos verbales añadiendo un nuevo término al repertorio: la palanca. Hizo uso hasta tres veces de esta expresión para explicar el sentido de la nueva infraestructura en relación con el impulso de la economía provincial. De este modo sustituía las viejas morcillas del tipo motor, tractor, generador, etc. por un nuevo vocablo tomado también del ámbito de la mecánica, que por lo visto da bastante de sí como palanca de metáforas políticas.

    Como bien sabemos y la Academia define, una palanca es “una barra inflexible, recta, angular o curva, que se apoya y puede girar sobre un punto, y sirve para transmitir una fuerza”. Naturalmente, el empleo figurado de esta palabra por parte del Presidente, asociado al campo de los transportes y de la actividad económica, nos lleva a preguntarnos por aquello a lo que se va a transmitir la fuerza, es decir, el referente sobre el que opera la imagen. También nos lo aclaró el propio Presidente del Gobierno: al turismo, al ocio y a los congresos, como repitió en varios momentos de su discurso. He ahí, pues, el nuevo modelo productivo que nos rescatará de la crisis para mayor gloria del sector aéreo.

    La verdad es que para este viaje, aunque dispusiéramos de aviones, no hacía falta alforjas, ni aeropuertos. Y no es que despreciemos la nueva instalación y su potencial, por supuesto, como sindicalmente no lo hemos hecho nunca con las iniciativas gubernamentales de este tipo. Pero inevitablemente echamos de menos algo más de innovación real, no sólo verbal, en el acto de inauguración. Una alusión a nuevos proyectos y nuevas políticas aún con intención sencillamente declarativa; por ejemplo, un énfasis en las virtualidades logísticas, o enlazar con los estudios de ciertas ingenierías del ramo que se cursan en la Universidad de León o con la formación profesional acreditada desde siempre en la Virgen del Camino, para lanzar así un puente verdadero hacia otras expectativas mucho más ilusionantes. Porque repetir senderos ya trillados, por más que importantes en nuestro PIB, no genera la confianza que de manera casi campechana el Presidente quiso transmitirnos en su alocución. Por el contrario, dio la impresión de que continuamos apalancados.
Acceso a la nueva terminal del aeropuerto de León
Publicado en La Crónica de León, 4 noviembre 2010

sábado, 9 de octubre de 2010

Amos

    Para mí tengo que tanto no ha cambiado el mundo, al menos para cuantos a servir hemos venido a este valle de lágrimas. De hecho, los que tenemos un origen humilde, a pesar de que la fortuna pueda no parecernos adversa,  llegamos como mucho a alcanzar cierto grado de prosperidad ficticia con el que nos resignamos y que por lo general nos llena de conformidad.

    Mi caso, como verán, no es en verdad muy diferente al de ustedes, trabajadores de una España cuyos muros tornan a desmoronarse, como si descrito lo hubiera mi admirado don Francisco de Quevedo. Mi primer contrato de trabajo -diríamos el de prácticas- lo fue con un ciego, con quien aprendí sobre todo en astucias, malicia, trampas y hasta venganzas. Pasé luego al servicio de un clérigo avaro y sin escrúpulos, que me enseñó las artes de la corrupción. Firmé después un contrato de obra y servicio con un escudero, que encarnaba las falsas apariencias de mi época, a quien me cupo mantener más que a la inversa. Mi cuarto amo, un fraile de la Merced promiscuo y lujurioso, gustaba de abonar mi nómina en especie, hasta el punto de que a él debo mi primer par de zapatos. La sucesión de contratos temporales continuó después con un buldero, falso donde los hubiera, que vendía bulas sólo para lucrarse de las ganancias sin tener en cuenta para nada las creencias de las gentes. Muy poco tiempo pasé a las órdenes de un pintor, encarnación de una cultura que, a mi parecer torcido, no encajaba bien con mi propio sino. Lo mismo que sucedió con mi octavo jefe, un alguacil, cuyo oficio siempre se me antojó peligroso. Hubo por el medio un capellán, mi primer contrato fijo e indefinido por hasta cuatro años, merced a cuyo sueldo compré ropa usada y una espada.  De modo que fue así como finalmente alcancé la gloria al lado del Arcipreste de San Salvador, quien hasta me dio esposa en la persona de su querida, con lo cual podemos decir que conquisté la felicidad y la estabilidad que siempre había soñado para mi vida, bien que a pesar de poner mi honra en juego.

    Por estas y otras andanzas se me ocurre que no media tanta distancia como siglos entre mi devenir y lo que a ustedes les aguarda. Ojalá me equivoque y hagan lo posible para que así sea. Pero llegará un día en que también un autor espabilado escriba su historia, la de cualquiera de sus mercedes, que volverá a resumirse en otra sucesión de amos impresentables como los míos y en otro desenlace no menos ruin, por más que su condición de pequeños burgueses les lleve a pensar lo contrario.

Publicado en Notas Sindicales Digital, julio 2013

martes, 5 de octubre de 2010

Huelga de hambre vs. Folklore

    Miguel, Jorge, José Luis, Severino, Gonzalo, Juan Carlos, Maximino, José Ángel, Manuel y Víctor. Éstos son los nombres de diez trabajadores que a lo largo del mes de septiembre se han mantenido en huelga de hambre en Ponferrada y en Madrid contra los abusos de dos empresarios inmorales y para conquistar un mínimo futuro al sector del carbón. Han sido, pues, diez vidas en riesgo que han aguantado el tipo discreta y humildemente para alcanzar esos objetivos. No han ocupado primeras planas, no han merecido grandes titulares, no les han aplaudido las multitudes ni les han visitado los obispos. Sin embargo, nos merecen respeto y admiración.
Desmontaje en Ponferrada del campamento de la huelga de hambre
    Por el contrario, lo que parece haber triunfado entre la población ha sido una vez más el espectáculo y la frivolidad. Basta atender a las hemerotecas y a otros archivos documentales para confirmarlo. Y es suficiente con releer las noticias del mes pasado para constatar cómo la retórica manipulada ha contribuido a ese efecto. Porque, sin pretender menospreciar ninguna de las acciones llevadas a cabo con motivo del enésimo conflicto del carbón en la provincia leonesa, lamentablemente lo que queda en la memoria individual y publicada no es otra cosa que folklore; a lo cual han contribuido como nadie los medios de comunicación, algunas autoridades locales y los propios mineros. Los primeros convirtiendo la reivindicación laboral en formato de reality show, prescindiendo del más objetivo análisis y entregándose sin más a lo puramente superficial. Los segundos organizando cabalgatas y entonando discursos florales. Los terceros dejándose llevar por la soberbia y la vanidad de una popularidad, que sustituyó ipso facto a las críticas por las barricadas como si nada hubiera ocurrido. Así que a lo que hemos asistido es a una romería, con sus desfiles y sus vírgenes, con sus pendones y sus exhibiciones de cachas y relicarios. Sólo faltaron los vendedores de obleas y de globos de colores. Todo ello coronado –digámoslo con su verdadero nombre- por una auténtica contra-manifestación ilegal y por una ocupación anti-sistema de un espacio público autorizado para el colofón de la huelga general del 29-S.

    De modo que la pregunta clave para contrastar todo lo dicho es muy simple: ¿cuántos de los que salieron a vitorear la marcha minera conocían y reconocían que en Ponferrada y en Madrid diez trabajadores afiliados a CCOO y a UGT se jugaban la vida por el futuro del carbón y por el presente de unas nóminas secuestradas? Ésa es la cuestión.

Publicado en La Crónica de León, 7 octubre 2010 

domingo, 26 de septiembre de 2010

CAROLE KING & JAMES TAYLOR: Live at the Troubadour

    The Troubadour es una famosa sala de conciertos de la ciudad de Los Ángeles, inaugurada en 1957, por la que han desfilado gentes tan nombradas y variopintas como Elton John, The Byrds, Eagles, Joni Mitchell, Linda Ronstadt, Buffalo Springfield, Miles Davis y Guns N’Roses. Hasta cuentan las malas lenguas que John Lennon y Harry Nilson fueron expulsados de ella una noche de 1974 a causa de sus expresivas borracheras.

    El caso es que en noviembre de 1970 actuaron allí juntos por primera vez Carole King y James Taylor cuando sus carreras estaban a punto de caramelo. Volvieron enseguida, en 1971, con dos discos bajo el brazo, Tapestry y Sweet baby James respectivamente, con los cuales acabarían consagrándose una y otro. Bastantes años después de su primer encuentro y con mucha biografía acumulada por ambos, en noviembre de 2007, James Taylor y Carole King regresaron al Troubadour junto con su grupo original, The Section, para actuar tres noches y seis conciertos con motivo del cincuenta aniversario del famoso club. Y sellaron esa vuelta, naturalmente, con un repertorio clásico que bebe del folk, del country y del soft rock.

    Por supuesto esto es precisamente lo que encontramos en este CD y DVD tan recomendables. No se trata, aclaremos, de un ejercicio de nostalgia, aunque nos permitan, eso sí, reencontrarnos con un tiempo y unos usos musicales poco comunes en los tiempos que hoy corren. Por ejemplo, podremos recuperar el arte de hacer canciones, asunto nada desdeñable cuando todo el mundo se empeña en la actualidad en componer temas sin que sepamos muy bien de qué demonios se trata. Ese equilibrio sutil entre un texto bien trabajado y una melodía adecuadamente construida no es otra cosa que el eterno secreto del cancionero. No hacen falta muchos más artilugios, ni efectos especiales, ni juegos de palabras. Si acaso que la edad nos respete las voces, como así sucede, y que las cicatrices de la vida se limiten, en apariencia, a una calvicie espectacular y a un par de patas de gallo, tan reales como figuradas. Con semejantes herramientas se presentan los dos cantantes y repasan sus repertorios a solas y al alimón, en dúo y en sencillo, demostrando, como hemos apuntado ya en otros comentarios, que las buenas canciones resisten todo lo que se les quiera echar encima y más. Un público entregado colabora activamente en la ceremonia y recibe con entusiasmo, más o menos como nosotros a través del formato digital, el repaso de algunos de los hitos musicales en los que hemos sido y, por fortuna, según se demuestra, seguimos siendo. Imposible dejar de lado la altura lírica y emotiva de versos como los que vuelven a sonarnos imperecederos: “Cuando estés triste y preocupado, y necesites una mano amiga... / cierra tus ojos y piensa en mí, / sólo grita mi nombre, iré corriendo, / invierno, primavera, verano u otoño, / todo lo que tienes que hacer es llamar / y ahí estaré, tienes un amigo".

Publicado en Notas Sindicales, noviembre 2010 

domingo, 12 de septiembre de 2010

La reforma empresarial

    En medio del empacho reformista en que ha convertido el Presidente del Gobierno la política nacional se echa en falta una reforma de la que intencionadamente no se habla. Mientras que reformas laborales, financieras y de pensiones parecen indiscutibles y a todos nos han llevado ya al huerto sobre su oportunidad, nadie mira ni quiere mirar al sector empresarial, como si estuviese limpio de polvo y paja y no requiriese de ningún retoque. Da la impresión de que los únicos orígenes de la deriva económica actual son los trabajadores y trabajadoras que tenemos poco menos que secuestradas a las empresas, nuestros ahorros o nuestras deudas que tienen maniatados a bancos y cajas, y los insoportables pensionistas que con eso de la esperanza de vida están muy acomodados en este lado de la galaxia.

    Y no es así aunque no se diga, pero habrá que decirlo. Con muy honrosas y seguramente notables excepciones, el conjunto del empresariado español requiere un repaso de gran calibre en fondo y en forma, una reforma en toda línea que nos permita al menos eliminar del horizonte ese modelo que se impuso en los últimos años y que resulta verdaderamente insoportable. Me refiero, por supuesto, al indefinido especulador, arrivista y desalmado que floreció al calor del dinero fácil y que seguramente con él se ha estrangulado a sí mismo; eso sí, cargando de deudas a la Seguridad Social, a la Agencia Tributaria, a sus empleados y probablemente sin ni siquiera haber abonado las cuotas de su organización empresarial. Pero también, claro, a esos otros empresarios de lujo que presiden cajas de ahorro con créditos pendientes en sus ventanillas, a los constructores megalómanos que se enturbiaron en tramas de corrupción y siguen bajo sospecha, a los inmorales que no abonan nóminas ya trabajadas para persistir en el chantaje al Estado y, naturalmente, a cuantos han convertido los paraísos fiscales en su auténtico fondo de pensiones. Todo ello por no citar a su cabeza visible, recientemente condenado por los tribunales a pagar de su bolsillo los salarios adeudados en su quebrada aerolínea, quien en los primeros momentos de la crisis solicitaba -¿recuerdan?- un paréntesis salvador en la economía de mercado.

    Presidente Zapatero, mire a ver, todos esos nos vienen sobrando, ¿no podría usted impulsar una reforma empresarial? Por decreto, naturalmente.

Publicado en La Crónica de León, 17 septiembre 2010 

viernes, 10 de septiembre de 2010

Sobre el carbón

    Nada puede decirse acerca del futuro del carbón si no convenimos que tampoco nada puede decirse de otras fuentes energéticas sin entender el conjunto como un sistema, donde cada elemento tiene significado en sí mismo pero también con respecto a los demás. Del mismo modo, en el grado actual de la civilización nuestras opiniones al respecto no pueden dejar de lado los condicionantes de lo sostenible, es decir, de la combinación equilibrada entre lo económico, lo social y lo medioambiental. Finalmente, en la distancia más corta, conviene reconocer también que las incertidumbres que se advierten en el sector tienen mucho que ver con una larga indefinición de la política energética española y con la escasa armonía de la misma en el ámbito europeo.

    Superado este cóctel previo, que requiere un mucho más amplio desarrollo, ¿qué podemos inferir en cuanto a la producción de carbón en nuestro país en la actual coyuntura?

    Una primera conclusión, a nuestro juicio, debe ser que, más allá del horizonte de 2012 hasta donde alcanza el actual Plan y en un contexto de evidente adelgazamiento de todas las materias primas, el carbón requiere una catalogación indubitable y cuantificada como reserva estratégica al margen de contingencias mercantiles. En segundo lugar, con un horizonte más alejado, el establecido por la Unión Europea para 2020, que el carbón deberá ser limpio o no será. Y en tercer término que en una economía subsidiada como la nuestra se hace necesario revisar la posible nacionalización del sector, a la luz sobre todo del comportamiento inmoral de algunos de sus empresarios más notables y conocidos los dudosos beneficios de otras privatizaciones y transacciones de los suministradores eléctricos.

    Para acabar, dos referencias al hilo de decisiones tomadas por los políticos europeos. Por un lado, anunciar que las ayudas al carbón concluirán en 2014 no significa acabar con el consumo de carbón, sino ofrecer mercado al carbón internacional, aparentemente más competitivo a costa de peores condiciones laborales y de seguridad; aunque también es cierto que algunos enclaves nacionales podrán sostener el tirón reduciendo ganancias. Y por otro, ya veremos cómo se explica la paradoja de invertir millones de euros en la investigación para el secuestro de CO2 que actualmente se llevan a cabo en la provincia leonesa, cuando, de confirmarse los peores augurios, se trataría de una tecnología que ya sólo vendría a beneficiar a productores extranjeros y una vez más a los titulares de las eléctricas.

Publicado en El Mundo/Mercados, 12 de septiembre 2010 

lunes, 6 de septiembre de 2010

Más allá de este límite...

    Sobre los dinteles de salida de algunas vetustas estaciones de metro de París figura todavía un letrero tan real como sugerente: “Más allá de este límite sus billetes ya no son válidos”. Lo que en sentido real tiene un significado más que evidente, adquiere en el figurado otras connotaciones que extienden la semántica hasta donde el viajero quiera llevarla por esas calles de la capital francesa abiertas siempre a la ficción.

    No iremos tan lejos, sin embargo, pero bien podríamos servirnos de tan severa advertencia para imaginar -¿por qué no?- que semejante lema resulta más que adecuado para una jornada de huelga general como la del próximo 29 de septiembre. Y, a nuestro parecer, mucho más todavía para singularizar dicha convocatoria en el extenso ámbito de la cultura y del pensamiento.

    Una mirada superficial reconocería apenas los motivos más prosaicos (no por ello menos importantes) de la movilización, es decir, reformas laborales, prevención en materia de pensiones o cuestionamiento del proceder financiero y empresarial. Y concluiría, seguramente, que en unos casos no se siente concernida, por cuanto esos espacios difusos de la creación rara vez se acomodan a normativa laboral, cotizan a regímenes generales o saben de ingeniería bancaria; en otros casos, faltaría más, directamente se cree muy por encima o al margen de semejantes cuitas mortales. Ahora bien, un sentido más agudo o una percepción más sabia debería advertir que en realidad lo que está en juego son las conquistas de la razón y que cualquier retroceso en ese campo supone dar al traste con años, si no siglos, de trabajo, de lucha y de generación de ideas. La pátina culta de la vieja Europa, como despectivamente la llamó el inteligente George Bush, se muestra cada día más oxidada y sobre su herrumbre se yerguen y ganan terreno las factorías del pensamiento conservador, las ideologías revisionistas y las leyes del consumo adolescente que están señalando el adverso camino de los tiempos poscontemporáneos. Tanto es así que incluso cabría preguntarse si el pensamiento es hoy un fenómeno de derechas en tanto y cuanto los talleres del pensamiento de la izquierda, como sus partidos y muchas de sus organizaciones sociales, hace tiempo que sestean dedicadas únicamente a la búsqueda de la identidad perdida. Por supuesto, en semejante estado afectivo difícil es que generen comportamiento ni individual ni colectivo, aspecto este en el que se han mostrado muy diligentes las huestes contrarias. Incluso en Estados Unidos –quién lo diría- se ha llegado a considerar que es bueno pensar una media hora al día porque ha habido estudios que han demostrado que se trata de una actividad que, siempre que no se abuse, genera unos procesos químicos que son provechosos para la buena salud, esto es, para la productividad y el consumo, precisamente los dioses del ideario neoliberal o socialdemócrata. Tanto da a estas alturas.

    Por ejemplo, alguien debería haber escrito ya (o recreado en la forma que le fuese más pertinente) que la crisis económica no fue fruto del azar ni del descuido, ni de los ciclos ni de las burbujas espontáneas, sino que es expresión de un auténtico montaje por parte de quienes se están beneficiando de ella: bancos, multinacionales, determinados sectores empresariales, países emergentes que no se sabe bien hacia donde emergen…, todos ellos gente muy bien formada, a la que no se les escapa el más mínimo detalle. Alguien debería señalar con el dedo a algunos de los principales responsables de que todo discurriera por donde ha discurrido, a saber, quienes no ejercieron la debida tarea de inspección y control como el Banco de España, el Banco Central Europeo o la Reserva Federal Americana, entre otros. Alguien debería iluminar el desconcierto de la ciudadanía y combatir de paso contra las armas de las que se sirven los gobiernos, todos los gobiernos, para mantenernos amedrentados y timoratos, esto es, el miedo y el patriotismo. Y, puestos a señalar, qué mejor que esperar que ese alguien formase parte de las filas de la cultura, del pensamiento y de la universidad, quienes a lo largo del siglo XX cumplieron tal papel mientras que en la actualidad se muestran anoréxicas, como un testimonio más del triunfo aparente del descompromiso y de la desmovilización general, otros de los signos de la nueva edad en ciernes.

    Quizá resulte exagerado asociar tan estrechamente el cartel del metro parisino con la fecha del 29 de septiembre de 2010. Todo es dinámico, evidentemente, y sería una temeridad indicar fronteras tan concretas. Ahora bien, los pequeños hitos que se colocan en los caminos tienen sentido en sí mismos y con relación a los demás; de ahí que nada sea despreciable en el trayecto y valga más ir atendiendo –y aprovechando- las señales que se nos presentan como un verdadero sistema. Podemos, por supuesto, permanecer estancados en el trajín cosmopolita del subterráneo; deleitarnos en que tal vez por él deambuló una noche Horacio Oliveira en pos de la Maga; entretenernos en imaginar el mapa sugerente que por encima de nuestras cabezas se dibuja en la superficie. Y podemos, en fin, superar despistados el umbral de salida del laberinto, momento en que nuestros billetes de viaje perderán sin remisión toda su validez. Ésta es la cuestión capital sobre la que merece la pena detenerse.

Publicado en Diario de León, 8 septiembre 2010, y en el boletín Cultural Ateneo nº 3, septiembre 2010. 

martes, 10 de agosto de 2010

Promisión

    Cuando en la campaña electoral del año 1977 el entonces candidato por la UCD, Adolfo Suárez, acuñó para la posteridad la frase “puedo prometer y prometo”, desconocía seguramente el beneficio que iba a producir a la retórica y el daño que ocasionaría a la política posterior. Desde entonces, los retóricos la repiten y señalan como eje para nuevas técnicas de comunicación en público, mientras que los políticos tratan de imitarla en vano, buscando su hueco en la historia universal de las citas.

    El Presidente Felipe González proclamó también en su momento una sentencia, que vuelve a cobrar actualidad al hilo de las reformas a las que en estos tiempos se somete al país. Dijo en 1985, a propósito de una de las ¡60! reformas laborales que hemos venido disfrutando a lo largo de nuestra vida democrática: “los empleos temporales de hoy serán los fijos de mañana”. Y se quedó tan ancho puesto que no se le conoce acto de contrición alguno a pesar del evidente fracaso de su profecía.

   Obviando las glorias verbales del Presidente Aznar, que merecerían capítulo aparte, le corresponde turno a nuestro paisano José Luis Rodríguez Zapatero, quien en un arrebato de visión de futuro nos dijo hace quince días que "lo que hagamos en 2010 y 2011 va a definir la economía y el bienestar de España para los próximos 20 años". Y por una vez tiene razón el augur, nos tememos, porque –listo como es el Presidente- evitó concretar ese porvenir, no fuera a ser que le ocurriese lo mismo que a su admirado González. Esto es, que las reformas por él planteadas en materia financiera (exclusivamente privatización de cajas), laboral (consagración de la barra libre empresarial) y de pensiones (alargar la vida laboral, si es posible, hasta unos meses antes del fallecimiento) nos presenten una economía y un bienestar a veinte años vista absolutamente insoportables en lugar del paisaje idílico que él quisiera dibujarnos.

   Por ese camino vamos y merecerá la pena tenerlo muy presente de cara a la convocatoria de exámenes del mes de septiembre. Que nadie piense que habrá aprobado general, pues el numerus clausus es cada día más estricto y para lo que no hay ya lugar es, desde luego, para repeticiones de curso. 

Publicado en La Crónica de León, 12 agosto 2010

lunes, 9 de agosto de 2010

Trabajo: derecho o servidumbre

    Es verdad que los derechos se conquistan, no se otorgan. Aunque posteriormente se recojan en textos legales y declaraciones de principios que parecen provenir de tiempos inmemoriales, son en realidad el producto de la evolución social e histórica a base del empuje sostenido de los ciudadanos y ciudadanas. En muchos casos con auténticos sacrificios personales importantes. 

    Así ocurre, por ejemplo, con el derecho al trabajo, que dejó de ser tarea de esclavos y de siervos para convertirse en un signo más de lo que podríamos llamar ciudadanía moderna. Y así la Constitución española, entre otros tratados de parecido rango, señala en su artículo 35.1: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo”.

    Los derechos naturalmente se regulan, en especial para garantizar su aplicación y evitar que alguien, persona o Estado, se apropien de ellos y de su libre y justo ejercicio. En último término, son las instituciones judiciales quienes los amparan.
  
    Pues bien, lo que está ocurriendo con la actual reforma laboral es, a nuestro juicio, una auténtica revisión del derecho al trabajo y una fulminación de buena parte de las garantías que hasta la fecha venían a defenderlo. No de otro modo puede entenderse la inseguridad jurídica que se genera en los casos de despido, el recorte arbitrario de lo que establecen los convenios colectivos y, por no citar más ejemplos, el menosprecio de la representación legal de los trabajadores. 

    Por ese motivo, cuando los secretarios generales de UGT y de CCOO califican la reforma que actualmente está siendo objeto de la guadaña parlamentaria como una ruptura laboral apuntan precisamente a eso, a la conversión de un derecho en una nueva servidumbre, que viene a ser como regresar a tiempos preconstitucionales. Eso sí, con la rúbrica para esta ocasión de un partido de izquierdas.

Publicado en La Crónica de León, 8 de agosto de 2010

viernes, 30 de julio de 2010

Tanzania, con perdón

    En Tanzania no existen sindicatos de clase, cuestión que debe alegrar sin duda a un puñado de tertulianos españoles, que tratan de sentar doctrina acerca de la conveniencia de desprendernos de tan pesado y pasado lastre. Según ellos, sólo son un inconveniente para la recuperación económica y fuente de vicios. En Tanzania tampoco hay impuestos, lo cual también es una aspiración de esos mismos tertulianos y medios de comunicación que los soportan.

   Conviene saber, no obstante, que el Índice de Desarrollo Humano (IDH) en Tanzania les sitúa en el puesto 152 del mundo, mientras que España, a pesar de sus sindicatos y de sus impuestos, ocupa el 16 con datos de 2008. Así mismo, que su Producto Interior Bruto (PIB) per capita es de 1.352 dólares, mientras que el nuestro, a pesar de los pecados sociales, es de 30.120 $. Y que hasta 2003 los tanzanos figuraban entre los países pobres muy endeudados del mundo, momento en que los poderosos decidieron gentilmente condonarles la deuda. España, por contra, bien que les pese a los neoliberales mediáticos, no ha llegado a tan alto honor, no obstante sufrir organizaciones sindicales y sistema fiscal.

    Es importante, por lo tanto, fijar el punto de mira antes de hablar, incluso antes de pensar si fuera el caso, no vaya a ser que establezcamos nuestro horizonte como país en modelos de tanta altura (Tanzania, con perdón) que luego nos produzca vértigos. Si, por el contrario, nos fijásemos en Finlandia (puesto 12 en IDH y 35.279 $ como PIB per capita), tendríamos que reconocer inevitablemente que disponen de organizaciones sindicales sólidas y de un sistema de impuestos bastante admirable. Incluso de otro modelo productivo bien alejado del puramente especulativo tan del gusto de los habladores y escribidores. Pero, claro, esto vende poco y no tiene ningún morbo. Además pondría en ridículo ciertas opiniones tan baratas como caras resultan las remuneraciones de la corte parlante.

Publicado en La Crónica de Léon, 22 julio 2010, y en Notas Sindicales, agosto 2010

sábado, 24 de julio de 2010

En la edad poscontemporánea

    Aprendimos en la escuela que se llamaba edad a cada uno de los periodos de tiempo en que convencionalmente se divide la historia de la humanidad desde una perspectiva occidental. Así supimos de la Edad Antigua, de la Media, de la Moderna y de la Contemporánea, y conocimos que ésta última había tenido su inicio con la Revolución Francesa y que se extendía hasta nuestros días; no importaba que esos días fueran los de nuestros abuelos, los de nuestros padres, los nuestros propiamente dichos o los de nuestros hijos e hijas, pues al cabo la fórmula se ha repetido a sí misma por generaciones sin que nada ni nadie al parecer haya osado alterarla.

    Ahora bien, ¿es posible que tengamos que reescribir pronto los libros de texto para anotar que hemos entrado en una nueva edad? Probablemente sí, probablemente estemos viviendo desde hace unos años el tránsito hacia esa nueva edad aún sin nombre, aún sin definición ni contenidos exactos que la identifiquen; y pasarán más años todavía hasta que exista el convencimiento compartido de que nos hemos instalado en otro tiempo. De hecho, una herramienta muy de moda a la hora de determinar la relevancia de ciertas materias o tendencias, el buscador Google, apenas recoge hoy 789 entradas para la fórmula Edad Poscontemporánea, aunque crecen de día en día y acabarán por invadirlo con tal etiqueta u otra similar. Sin embargo, lo que sí es más evidente es que ya hemos abandonado sin duda la vieja Edad Contemporánea. Reconocerlo es por lo tanto un elemento capital para conquistar la época que se abre ante nosotros. No hacerlo y seguir valiéndonos del pensamiento viejo, de patrones caducos y de horizontes apagados significará nuestra derrota ante la evolución imparable de la historia.

   El Muro de Berlín cayó en 1989 y las Torres Gemelas en 2001. Uno y otro derrumbamiento, a pesar de sus notables diferencias, son la imagen del final de una larga etapa, la de las construcciones y el crecimiento. Poco importa si fracasó el comunismo o si triunfó el capitalismo, los dos pueden darse por desaparecidos. Y con ellos casi toda la simbología, la política, la economía y las ideas que fuimos levantando desde 1789 conducidos por el lema de la igualdad, la libertad y la fraternidad; evidentemente con interpretaciones y aplicaciones distintas según la orientación ideológica de un mundo bipolar. Por ese motivo la primera lección que ha de inaugurar la nueva enciclopedia es que nada es ni será ya igual y que, por lo tanto, cualquier discurso, cualquier propuesta de futuro que se acomode aún sobre aquel antiguo molde no tiene porvenir, es pura melancolía.

    Lo que sucedió después fue la globalización y las crisis. Lo primero nos sirve para explicar uno de los rasgos radicalmente distintos a lo precedente y las segundas nos confirman que el proceso está en marcha y que, atendiendo a su etimología, estamos obligados a tomar decisiones, pues, de no hacerlo, nos arrastrará la marea hacia un fondo sin fin.

    La mundialización es, desde luego, uno de los signos de la nueva era. Lo de menos son las migraciones, que siempre existieron a lo largo de la historia, a pesar de que en algunos países el fenómeno se haya expresado como una auténtica novedad a causa de su velocidad, como en el caso de España. Lo de más es lo que ese ritmo acelerado produce, unido sobre todo a la explosión definitiva de los sistemas de comunicación que vencen fronteras y todo lo modifican: comercio, finanzas, trabajo, salud, turismo, información, conocimiento, etc. También es verdad que queda aún por perfilar la articulación entre lo global y lo local –dicotomía que habrá de resolverse en algunas ocasiones incluso con violencia-, cuyo mapa, una vez salidos de la transición, dibujará un mundo radicalmente distinto que ya se intuye.

    Del mismo modo, son expresión de mudanza las crisis, no una –la financiera o económica- como quieren que creamos, sino todas las que coinciden no casualmente en estos momentos de zozobra general. Es verdad que existe una crisis económica y una crisis financiera agudas y persistentes, pero también una crisis política, una crisis de liderazgo, una crisis demográfica, una crisis alimentaria, una crisis medioambiental, una crisis energética y, en fin, una crisis ética. Por lo menos. Conviene en tales circunstancias no olvidar el parentesco que los griegos clásicos otorgaron al término crisis con crítica, que significa análisis o estudio de algo para emitir un juicio, y también con criterio, que es razonamiento adecuado. La crisis nos obliga a pensar y, en consecuencia, produce análisis y reflexión para poder cambiar el mundo, nunca para repetirlo miméticamente considerando que cualquier tiempo pasado fue mejor. Craso error el de aquellos que simplifican ese amplio contexto crítico y craso también el de quienes nos siguen hablando de monótonos ciclos que se suceden como una noria. Aunque más imperdonable es todavía, por su repercusión social, el papel de aquellos gobernantes e intelectuales que se niegan a la evolución y dictan leyes o preceptos que huelen a moho y suenan a evasiva. El compromiso sólo es inherente a quienes quieren ver; lo opuesto se llama necedad.

    Y lo que se puede ver, a corto plazo al menos, es que el tiempo que alumbra caminará en principio por la senda de la deconstrucción y el decrecimiento, las nuevas claves para, no se sabe cuándo, poder recuperar el pulso de otra economía, de otra política y de otras ideas. Quienes no se liguen a esos dos conceptos se mentirán a sí mismos y nos engañarán a todos. Igualmente, conviene tener presente que durante esa transición merecerá la pena implicarse en dos asuntos pendientes que van a resultar capitales: el de la lucha de clases nunca resuelta y la defensa de la condición de ciudadanía como último eslabón de una sociedad que pretendemos medianamente justa.

    Pues bien, en ese marco debe entenderse también y valorarse la convocatoria de una huelga general en el país e incluso el rol que los sindicatos deben jugar a partir de este momento, salgan triunfantes o no de aquélla. El mundo del trabajo y sus actores necesitan también nuevas referencias sobre las que anclar lo que viene por delante, que no es, desde luego, lo que las reformas del Gobierno y los cinismos de la oposición anticipan. Más bien al contrario. Unos y otros aparecen como hijos del pasado y sus discursos se apolillan antes de escribirse porque son así mismo parte de las crisis arriba enunciadas, es decir, parte del problema. Como en tantos momentos de la historia, el protagonismo vuelve a recaer sobre la sociedad civil, que al cabo ha sido y deberá ser motor de los cambios hacia la nueva edad.

Publicado en Diario de León, 24 de julio de 2010 

martes, 29 de junio de 2010

Hoy por ti, mañana por mí

    La relación de mis colegas y de sus aventuras en el noble ejercicio de la picardía es hartamente conocida: Guzmán de Alfarache, el Buscón Don Pablos, la pícara Justina, Rinconete y Cortadillo, Marcos de Obregón, el bachiller Trapaza, etc. A su difusión ha contribuido sin duda ese gremio sádico que se dice a sí mismo profesores de literatura, empeñados en explicarnos el género y en obligarnos, durante la edad temprana, a su lectura. Y no está mal que así haya sido, pues al cabo a ello debemos, entre otros beneficios, el sabernos manejar con cierta solvencia en lo que denominamos cultura general, de tan leve lustre en los tiempos presentes.

    Digo esto por lo interesante y didáctico que podría resultar que fuesen los tales profesores de letras quienes nos vinieran a explicar el acontecer de la economía moderna. Sólo así, quizá, podríamos alcanzar a entender qué demonios es eso de la prima de riesgo de la deuda española o aquello de la liquidez para afrontar depreciaciones súbitas de activos. Si no fuera porque suena a gato encerrado, no me digan que no parece pura lírica. Claro que, de paso, no nos vendría nada mal que levantaran acta novelada de los personajes y peripecias que en los entresijos de la crisis han sido. Porque díganme ustedes si a estas alturas son capaces de enumerar, como sí pueden hacer con el catálogo de mis compañeros de ficción, algún nombre de esos jetas del mercado y de las finanzas que no sea el del tontamente abatido Bernard Madoff o el de los intangibles hermanos Lehman.

    Es más, ¿cuántos de esos canallas padecen cárcel o galera? ¿cuántos han paladeado el suave honor del suicidio? ¿cuántos han sido sometidos a ley y justicia acá o allá? ¿cuántos políticos griegos, cuántos gobernantes húngaros, cuántos ediles autóctonos han respondido por trampear los más elementales ejercicios de la aritmética presupuestaria? Lo que impera es la consigna del silencio, no vaya a ser que nos salpique el jolgorio o que no podamos repetir la verbena con otros actores. E incluso el vulgo, sometido a padecimientos que no han hecho más que empezar, parece impasible al quebranto y no deja de admirar al transgresor como si fuera uno mismo. Lástima que haya mermado tanto la calidad del mercado de antihéroes y que en el olvido se pudran, no ya los ñoños ejemplos del XVI y el XVII con un servidor a la cabeza, sino también los muy venerados en tiempos Bonnie & Clyde, Edward Teach, Doc Holliday, T.E.Lawrence o aquel anarquista pacífico llamado Henry Thoreau, que nos enseñó que “la ley nunca liberará a los hombres; son los hombres los que deben liberar a la ley”.

Publicado en Notas Sindicales Digital, julio 2010

viernes, 18 de junio de 2010

La plaza pública

Plaza Santo Domingo (León) in illo tempore
   En las plazas de nuestras ciudades y de nuestros pueblos se ve la vida de sus habitantes de forma casi tan nítida como si entrásemos en sus cocinas y abriésemos los frigoríficos. Cómo es la geometría y disposición de esos espacios públicos, qué gentes o máquinas deambulan por ellos, cuáles son sus actividades de referencia, de qué modo combaten los elementos… son aspectos que dicen mucho o lo dicen todo de quiénes somos o cómo nos comportamos cuando convivimos con los otros en un territorio familiar.

    De repente alguien tocado por no se sabe bien qué don o desgracia ha tenido la ocurrencia de que la Plaza de Santo Domingo de la ciudad leonesa sea declarada bien de interés cultural. Según parece con el fin de preservarla para la posteridad, dados sus supuestos valores históricos, arquitectónicos o vaya usted a saber. Lo cual nos revela, si no fuera porque siempre hay gato encerrado en estas piruetas urbanísticas, el concepto que del interés cultural tiene ese alguien; incluso el concepto de bien, que ya es decir. Se mire como se mire, es ésta una plaza contaminada desde todos sus ángulos: desigual en su fisonomía, con algún edificio notable, es verdad, pero con un par de ellos que ofenden la mirada; irrespirable en conjunto, preñada de vehículos, especialmente autobuses, que devoran todo bienestar; peligrosa por lo mismo, con seis pasos de peatones y otros tantos juegos de semáforos para regular el riesgo; ruidosa pero no por la algarabía humana, sino por motores y sonidos anejos; intransitable tanto por lo anterior como por la colección de mobiliario urbano dispuesto al efecto para una bonita gymkhana; e inhabitable, en fin, porque cualquiera se detiene allí para solazarse en el pulso ciudadano… He ahí el significado de lo que algunos entienden por bien de interés cultural, poco menos que la barbarie. Eso sí, se cita una fuente ornamental como seña emblemática a salvar, como si estuviésemos hablando poco menos que de la Fontana de Trevi o la de la edad de Luis Mateo Díez.

   Pero no nos equivoquemos. La aventura del diseño reciente de las plazas públicas arroja en nuestra ciudad y en nuestra provincia un balance penoso. La aparente modernidad con la que se ha querido actuar sobre muchas de ellas ha acabado convirtiéndolas en su mayoría en lugares inhóspitos, desangelados, exactamente lo contrario que cabría esperarse de un espacio público tan propicio para el intercambio y la convivencia. Si uno piensa, por ejemplo, en lo que fue y en lo que es la llamada Plaza de las Palomas o del Ayuntamiento lo comprenderá de inmediato: un enclave muerto, si se exceptúa el mínimo jardincillo, lo que dice mucho de lo que es y no es. Por lo general, las plazas se desnudan y se focalizan hacia una actividad y un público que excluye al resto, se las abre en canal para que a su través penetren los fríos y los soles según épocas, y se limpian sus horizontes para que queden vistosos los monumentos en las postales y en las fotografías de los viajeros. Ésos parecen ser los criterios, a los que inevitablemente se une una estética llamémosle fascista de espacios amplios dispuestos para colosales demostraciones de masas.

   Quizá haya todavía quien recuerde que hace algo más de una década se convocó un concurso de ideas para remodelar la Plaza del Ayuntamiento de la ciudad de Ponferrada con motivo de la construcción bajo ella de un aparcamiento. Aquel concurso se declaró desierto, debió ser que no había ideas, y los técnicos y políticos del municipio se encargaron por su cuenta de levantar una superficie vacía, plana, yerma, opuesta de raíz a cuanto una plaza pública pueda tener de acogedora. La conclusión es evidente: lo que realmente importaba era el reino subterráneo de los vehículos; la vida de las personas en superficie era subsidiaria. Menos mal que durante este tiempo la Ponferradina ha ascendido de división en dos ocasiones, lo cual debe justificar seguramente los baños de multitudes  para los que al cabo se condenan estos lugares a mayor gloria de los que oran desde el balcón municipal.

    Algo parecido podríamos decir, al referirnos a la ciudad de León, respecto a su Plaza Mayor, la de Regla o la de San Marcos. La primera es un perfecto ejemplo de un pésimo aprovechamiento y de una lastimosa acción política; a pesar de sus cualidades naturales y consuetudinarias, lo que fue una encrucijada para el comercio se limita hoy al mercado de miércoles y sábados, mientras triunfan en ella los botellones nocturnos legales e ilegales que condenan cualquier otro uso, incluso el puramente residencial, certificando su perpetua degradación. La de Regla es el típico modelo de reserva para turistas y ceremonias de presos perdonados, ajena a la realidad diversa y cotidiana del resto de la ciudad y por lo tanto irreal; como ese árbol artificial de navidad que le colocan año tras año a modo de reminiscencia hortera de lo que pudo ser y no fue. Y la de San Marcos es el clásico decorado para imágenes cursis de boda cursi, pequeñas paradas militares y, últimamente, exaltaciones del padel, donde sólo son felices las palomas que beben en sus peculiares bañeras y los que fuman a la puerta del Parador porque dentro ya no se lo permiten. En resumen: si en las plazas, como hemos dicho, se muestra la vida de los habitantes de una ciudad, los leoneses y leonesas debemos ser básicamente borrachos, teatralmente religiosos y esencialmente aparentes.

    Lo cual que hemos escuchado a una concejala del Partido Popular remachar lo de la Plaza de Santo Domingo, afirmando sin rubor que “constituye un entorno clave para el paisaje urbano de León”. Pues estamos arreglados; si a lo antes indicado acerca de nuestras cualidades tenemos que añadir ahora que ése es el paradigma de nuestro paisaje urbano, está claro que merecemos estar fuera de Castilla, fuera de Europa y fuera del planeta, porque demostramos ser auténticos extraterrestres. Y entiéndaseme: no digo que la solución que promueve en estos momentos el equipo de Gobierno del Ayuntamiento de León sea la más aceptable, pero todo lo que pueda contribuir a hacer de ese entorno clave un lugar más humano, agradable y dicharachero debiera ser saludado con satisfacción al menos por las gentes de bien.

Publicado en El Mundo de León, 28 junio 2010 

miércoles, 2 de junio de 2010

MARIANNE FAITHFULL: A secret life

    Seguramente no sea éste el mejor disco de Marianne Faithfull. Probablemente tampoco estemos ante las melodías más inquietantes de Angelo Badalamenti. Pero la suma de talentos, salvo imperdonables errores de producción que no se dan en este caso, suele arrojar resultados más que interesantes.

    Por un lado, a pesar de que el disco tenga ya una edad (se editó en 1995); a pesar de que no estemos ya ni mucho menos ante la muestra más manida y juvenil de aquel Londres de sexo, droga y rock & roll; y a pesar de que hace décadas que su voz se rompió y desgarró para siempre, sea por su halo legendario, sea por cuanto es capaz de evocarnos, siempre es recomendable volver sobre este icono de la cultura popular, sobre la Faithfull, paradigma de autodestrucción y supervivencia. Por otro lado, en aquellos tiempos Badalamenti ya había adquirido prestigio y popularidad, sobre todo gracias a sus colaboraciones en bandas sonoras con David Lynch, así en la serie de televisión Twin Peaks como en las películas Blue velvet y Corazón salvaje; además de haber compuesto, curiosamente, varias fanfarrias de los Juegos Olímpicos de 1992. Estábamos, pues, ante dos artistas maduros y en clave de aventura estilística, el uno en progresión y la otra de vuelta de casi todo, que se reunieron para explorar juntos la vida secreta.

    Y lo que descubren, lo que nos descubren a los oyentes, es un disco oscuro, diez canciones envueltas en una atmósfera teatral, por cuyas grietas en el decorado melódico se cuela rotunda una voz cavernosa y agria, por más que ya sólo la contamine su única adicción activa a la nicotina. Y se cuela, cómo no, la vena doblemente dramática de esta mujer, la de la vida y la de las bambalinas, su otra vocación: “no dejo de volver una y otra vez a Shakespeare”, declaró en 2008. Así que nos regala aquí como testimonio previo de esa fe su recitación conmovedora de un texto del poeta inglés y de otro traducido a esa lengua del omnipresente Petrarca, en una construcción literario-musical que concluiría con sus dos discos posteriores en los que adapta nada menos que a Kurt Weill y a Bertolt Brecht. Nada que ver ya con la cantante virginal de los años sesenta, nada de la musa de los Stones; pero sí mucho del espíritu de cierto cabaret berlinés, que siempre vuelve encarnado en mujeres que dejaron atrás los tacones altos, y de la actriz que encontró su cima en la película Irina Palm (2007), de Sam Garbarski, interpretando a una intrépida abuela convertida en estrella del sexo manual para pagar el tratamiento médico de su nieto. Como se podrá deducir, hay múltiples vidas secretas en el entorno de Marianne Faithfull (Celeste publicó su autobiografía en 1995), de tal manera que su música al fin y al cabo es casi un artículo para el sosiego.

Publicado en Notas Sindicales, julio 2010