Blog de Ignacio Fernández

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lunes, 6 de septiembre de 2010

Más allá de este límite...

    Sobre los dinteles de salida de algunas vetustas estaciones de metro de París figura todavía un letrero tan real como sugerente: “Más allá de este límite sus billetes ya no son válidos”. Lo que en sentido real tiene un significado más que evidente, adquiere en el figurado otras connotaciones que extienden la semántica hasta donde el viajero quiera llevarla por esas calles de la capital francesa abiertas siempre a la ficción.

    No iremos tan lejos, sin embargo, pero bien podríamos servirnos de tan severa advertencia para imaginar -¿por qué no?- que semejante lema resulta más que adecuado para una jornada de huelga general como la del próximo 29 de septiembre. Y, a nuestro parecer, mucho más todavía para singularizar dicha convocatoria en el extenso ámbito de la cultura y del pensamiento.

    Una mirada superficial reconocería apenas los motivos más prosaicos (no por ello menos importantes) de la movilización, es decir, reformas laborales, prevención en materia de pensiones o cuestionamiento del proceder financiero y empresarial. Y concluiría, seguramente, que en unos casos no se siente concernida, por cuanto esos espacios difusos de la creación rara vez se acomodan a normativa laboral, cotizan a regímenes generales o saben de ingeniería bancaria; en otros casos, faltaría más, directamente se cree muy por encima o al margen de semejantes cuitas mortales. Ahora bien, un sentido más agudo o una percepción más sabia debería advertir que en realidad lo que está en juego son las conquistas de la razón y que cualquier retroceso en ese campo supone dar al traste con años, si no siglos, de trabajo, de lucha y de generación de ideas. La pátina culta de la vieja Europa, como despectivamente la llamó el inteligente George Bush, se muestra cada día más oxidada y sobre su herrumbre se yerguen y ganan terreno las factorías del pensamiento conservador, las ideologías revisionistas y las leyes del consumo adolescente que están señalando el adverso camino de los tiempos poscontemporáneos. Tanto es así que incluso cabría preguntarse si el pensamiento es hoy un fenómeno de derechas en tanto y cuanto los talleres del pensamiento de la izquierda, como sus partidos y muchas de sus organizaciones sociales, hace tiempo que sestean dedicadas únicamente a la búsqueda de la identidad perdida. Por supuesto, en semejante estado afectivo difícil es que generen comportamiento ni individual ni colectivo, aspecto este en el que se han mostrado muy diligentes las huestes contrarias. Incluso en Estados Unidos –quién lo diría- se ha llegado a considerar que es bueno pensar una media hora al día porque ha habido estudios que han demostrado que se trata de una actividad que, siempre que no se abuse, genera unos procesos químicos que son provechosos para la buena salud, esto es, para la productividad y el consumo, precisamente los dioses del ideario neoliberal o socialdemócrata. Tanto da a estas alturas.

    Por ejemplo, alguien debería haber escrito ya (o recreado en la forma que le fuese más pertinente) que la crisis económica no fue fruto del azar ni del descuido, ni de los ciclos ni de las burbujas espontáneas, sino que es expresión de un auténtico montaje por parte de quienes se están beneficiando de ella: bancos, multinacionales, determinados sectores empresariales, países emergentes que no se sabe bien hacia donde emergen…, todos ellos gente muy bien formada, a la que no se les escapa el más mínimo detalle. Alguien debería señalar con el dedo a algunos de los principales responsables de que todo discurriera por donde ha discurrido, a saber, quienes no ejercieron la debida tarea de inspección y control como el Banco de España, el Banco Central Europeo o la Reserva Federal Americana, entre otros. Alguien debería iluminar el desconcierto de la ciudadanía y combatir de paso contra las armas de las que se sirven los gobiernos, todos los gobiernos, para mantenernos amedrentados y timoratos, esto es, el miedo y el patriotismo. Y, puestos a señalar, qué mejor que esperar que ese alguien formase parte de las filas de la cultura, del pensamiento y de la universidad, quienes a lo largo del siglo XX cumplieron tal papel mientras que en la actualidad se muestran anoréxicas, como un testimonio más del triunfo aparente del descompromiso y de la desmovilización general, otros de los signos de la nueva edad en ciernes.

    Quizá resulte exagerado asociar tan estrechamente el cartel del metro parisino con la fecha del 29 de septiembre de 2010. Todo es dinámico, evidentemente, y sería una temeridad indicar fronteras tan concretas. Ahora bien, los pequeños hitos que se colocan en los caminos tienen sentido en sí mismos y con relación a los demás; de ahí que nada sea despreciable en el trayecto y valga más ir atendiendo –y aprovechando- las señales que se nos presentan como un verdadero sistema. Podemos, por supuesto, permanecer estancados en el trajín cosmopolita del subterráneo; deleitarnos en que tal vez por él deambuló una noche Horacio Oliveira en pos de la Maga; entretenernos en imaginar el mapa sugerente que por encima de nuestras cabezas se dibuja en la superficie. Y podemos, en fin, superar despistados el umbral de salida del laberinto, momento en que nuestros billetes de viaje perderán sin remisión toda su validez. Ésta es la cuestión capital sobre la que merece la pena detenerse.

Publicado en Diario de León, 8 septiembre 2010, y en el boletín Cultural Ateneo nº 3, septiembre 2010. 

1 comentario:

  1. Pues así estamos con la paradoja de que el aumento de extensión en el espacio de las urbes es directamente inverso a los límites que cubren los billetes.
    Bienvenido a la a la línea de Internet.
    Un abrazo

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