Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

jueves, 31 de marzo de 2011

Más 105 años

    Lo obvio, cuando de cumplir años se trata, y más todavía si se alcanza la venerable edad de 105 años, es echar atrás la mirada, evaluar lo andado y hacer balance. Lo extraño, por el contrario, es otear el horizonte que se abre delante y sacar la conclusión de que nuestros mejores tiempos están quizá por venir. Esto, que resulta impensable para el común de los mortales, puede sin embargo ser mucho más motivador que las nostalgias para un medio de comunicación escrito y local.
 
    Tiene mérito sin duda que un periódico como el Diario de León haya llegado hasta nuestros días sorteando todo tipo de sucesos históricos, económicos y sociales. Lo interesante de todo ello es pensar que esa vida larga es prácticamente la misma vida medida en tiempo que la de los medios de comunicación clásicos y tradicionales, que en este nuevo siglo toca a su fin. Por ese motivo, más que apagar velas ceremoniales del pasado, lo que este periódico debiera hacer en el día de hoy es reflexionar sobre cómo podría en estos tiempos vertiginosos y cambiantes asegurarse una segunda vida de similares dimensiones. Es decir, cómo afrontar la convivencia con los nuevos soportes tan competitivos, cómo ganar agilidad y credibilidad informativa en un mar de confusión y de hiper-oferta de noticias, cómo convivir en el difícil espacio de lo global desde el estrecho escenario de una provincia menor, cómo formar a sus profesionales para esos retos a la vez que dignificamos su labor imprescindible para la sociedad… Porque lo que es evidente es que al ritmo al que se suceden hoy los acontecimientos, con la progresión tecnológica a la que estamos llamados y conforme a lo que parecen ser rasgos identificativos de la nueva época, difícilmente cumpliremos otro siglo si no nos detenemos a considerar todo lo anterior y lo afrontamos con decisión renovada.
 
    Dejemos, pues, para los cronistas y archiveros el acta de cuanto de sí dieron los 105 años precedentes. La nuestra es una provincia de historia, sin duda, pero de la que no se vive. Preocupémonos mejor de cuanto está por llegar y hagámoslo posible en beneficio de esta misma tierra y de sus gentes de hoy y de mañana. Y así sea no sólo para bien de este periódico, sino también para el de cuantos aquí buscamos vivir y progresar.

Publicado en Diario de León, 31 marzo 2011

domingo, 27 de marzo de 2011

JANE BIRKIN: Arabesque

    Acaban de cumplirse el pasado mes de marzo veinte años desde el fallecimiento de quien, entre otras enseñanzas, nos advirtiera de que “el hombre ha creado a los dioses. Lo contrario está por demostrarse”. Serge Gainsbourg falleció en su casa de la Rue Verneuil de París alcoholizado, hundido psicológicamente, abandonado, deprimido, enflaquecido y seguramente con un Gitanes entre los labios. A pesar del tiempo transcurrido, nunca ha dejado de figurar en primer plano de la chanson francesa y en el imaginario de sus muchos admiradores, tal y como lo demuestran los cientos de pintadas, graffitis y mensajes coloridos sobre los muros de aquella casa que él había comprado para vivir con Brigitte Bardot a finales de los sesenta. El aniversario de su muerte habrá servido sin duda para reeditar discos, libros y otros fetiches sobre este personaje tan feo como caballeroso. Al menos más allá de los Pirineos, porque lo que es en estos páramos del sur apenas si hemos conseguido superar la melodía provocadora de aquel “Je t’aime, moi non plus”, que interpretara primero junto a BB y que triunfara después al lado de Jane Birkin.

     Por todo ello y mucho más traemos aquí en esta ocasión un disco no actual ni artificialmente ceremonioso, como podría esperarse, sino del año 2002; no un disco que recupere la voz aguardentosa del mítico artista, sino uno con el acento cristalino de la que fuera su compañera más notable; no un disco que remasterice, como se acostumbra, viejas grabaciones con la pátina de lo venerable, sino uno construido con versiones del que fuera repertorio inigualable de este compositor cínico y romántico a la par. 

    Jane Birkin grabó Arabesque hace casi una decena de años para reencontrarse de un modo radicalmente transgresor con las canciones de Gainsbourg. Con la colaboración muy especial de Djamel Benyelles consigue arabizar los cantables de su ex compañero, dotándolos de un tono seductor y novedoso que hace mucho más por ellos que cualquier otra campaña comercial con motivo del fatal cumpleaños. Además, el disco se grabó en directo durante una actuación en el Teatro Odeón de País (existe también en el mercado el DVD correspondiente, que no hay quien se lo salte), de tal manera que el resultado es aún más fresco si cabe y demuestra la madurez artística de esta mujer junto a su dominio demoledor del escenario. Elijamos el formato que elijamos, no dejaremos de rendirnos, por ejemplo, frente a la revisión de “La Javanaise”, aquella joya que interpretara en un principio Juliette Greco, a quien siguieran tantas otras como más recientemente ha hecho Madeleine Peyroux, y que aquí Birkin interpreta a capella como broche final de su recorrido. Con toda probabilidad, también Gainsbourg se hubiera estremecido de asistir al espectáculo y hubiera acabado por rematar la faena con un nuevo aforismo, como aquel que enunció poco después de sufrir su primer ataque al corazón: “He tenido una crisis cardiaca. Eso demuestra que tengo corazón”.

Publicado en Notas Sindicales, mayo 2011

sábado, 19 de marzo de 2011

La igualdad

    En un mundo cada vez más y más desigual, la igualdad se convierte en el primer lema de lo siniestro. Tony Judt, historiador fallecido el pasado año, nos enseñó en su libro Algo va mal que en 1968 el director ejecutivo de General Motors se llevaba a casa, entre sueldo y beneficios, unas sesenta y seis veces más que la cantidad pagada a un trabajador tipo de GM. Hoy, el director ejecutivo de Wal-Mart gana un sueldo novecientas veces superior al de un empleado genérico de esa firma. También hace escasas fechas hemos conocido que el sueldo medio de los consejeros ejecutivos y principales directivos de las firmas del IBEX superó el millón de euros en 2010. Se dirá que posiblemente no sea tarea de un gobierno de izquierdas intervenir sobre esas cifras disparatadas, pero sí ha de ser compromiso irrenunciable y a su alcance combatir tales desequilibrios mediante una adecuada fiscalidad que contribuya de verdad a la redistribución de las rentas. La imposición directa debe ser, pues, eje de lo igual tanto por lo dicho como porque actúa además sobre lo público, que es el segundo nivel de la equidad. Es evidente que sobre esos elementos se han conseguido los mayores avances de las sociedades y que su fractura, como acaece ahora, crea abismos donde esas mismas sociedades tienden al colapso. No sentir así puede deberse, como tantos otros desistimientos colectivos, a la parálisis derivada del miedo y al espíritu conservador con que se afrontan los confusos periodos de cambio. Por ese motivo, cuando en este mes de marzo hemos vuelto una vez más sobre el Día de la Mujer, conviene entender que de colectivos eternamente postergados en el camino del progreso habrá de regresarnos la energía y la determinación comunes a todos. Porque, en definitiva, la lucha de las mujeres por la igualdad, todavía muy en camino, lo es así mismo por la emancipación general del ser humano, que sólo se alcanza de igual a igual.

Publicado en La Crónica de León, 25 marzo 2011

martes, 15 de marzo de 2011

ARSENIO e IGNACIO ESCOLAR: La nación inventada

LOS AUTORES.

§ Arsenio Escolar. Licenciado en Ciencias de la Información y en Filología Hispánica. Periodista en ejercicio desde hace más de 30 años. Dirige desde su fundación el diario impreso 20 minutos y el digital 20minutos.es. Por otro lado, ha sido también directivo de El País, Cinco Días, El Sol, Claro y Diario 16, entre otros medios. Participa con frecuencia en programas de radio y televisión. Le han sido otorgados diversos premios periodísticos y literarios.
§   Ignacio Escolar. Es periodista. Fue fundador del diario Público como primer director y actualmente continúa en el proyecto como columnista diario. También es autor de www.escolar.net, posiblemente el blog de política más leído en castellano, y participa como analista en distintos programas de radio y televisión. Antes había trabajado entre otros medios en La Voz de Almería, en los informativos de Telecinco y también como consultor de prensa en Latinoamérica.

EL LIBRO.
     La historia la escriben los vencedores, y la Castilla victoriosa no fue una excepción. En el siglo XIII, tras ganar la batalla de Las Navas de Tolosa y conquistar gran parte de al-Ándalus, cuando sólo faltaba la pieza del reino nazarí de Granada para completar el mapa de la llamada Reconquista, Castilla era sin duda la nación más pujante de la península Ibérica y una de las nuevas potencias europeas. Su pasado, sin embargo, no era tan brillante como su presente: «no había logrado la independencia de León hasta el siglo XI, había sido uno de los últimos reinos cristianos en nacer y en comenzar la guerra contra el islam». Fue en ese momento, durante los reinados de Fernando III y de Alfonso X, cuando toda una serie de falsos mitos, exageraciones y medias verdades —de los jueces de Castilla a Fernán González o El Cid—, entran en la corriente histórica. Han estado ahí hasta hace muy poco y aún forman parte de la cultura popular.
     La nación inventada es un repaso divulgativo a la historia de esos siglos en los que se formó la identidad nacional castellana, la nación sobre la que después se edificó el casón de España. Escrito con rigor y un variado anecdotario, ideas e historia, Arsenio e Ignacio Escolar han conseguido repasar de forma amena la historia de Castilla separando, para siempre, realidad y leyenda.
Presentación en León, 15 marzo 2011

domingo, 13 de marzo de 2011

Bonba al paso nivel

    Corrían los años primeros de la democracia, en cohabitación todavía con los ayuntamientos del viejo régimen; el movimiento vecinal hervía entonces como una de las expresiones más vivas de los nuevos tiempos; y las demandas ciudadanas domésticas se centraban en reivindicaciones aparentemente ingenuas vistas desde la actualidad: una acera, un parque, un colegio, unas farolas… Bien o mal, lo cierto es que aquel catálogo de lucha fue siendo medianamente atendido e incluso resuelto, a la par que muchos ayuntamientos se iban poco a poco esclerotizando, que las asociaciones de vecinos se sometían a los nuevos poderes o se diluían en programas de festejos, y que los sentimientos colectivos de barrio eran sustituidos por las aspiraciones burguesas de la vida alegre. No fue diferente, claro, el devenir de la ciudad de León, si bien a pesar de los años, de las corporaciones municipales sucesivas y de los ciclos económicos, ha mantenido heridas abiertas hasta la fecha que sólo se explican por la pasividad de su ciudadanía o por la inoperancia de sus políticos. Así ha ocurrido, por ejemplo, con su inacabada ronda exterior, que infarta la movilidad interna, o, de forma mucho más emblemática, con la llaga de un paso a nivel sin parangón casi en la geografía urbana nacional.

     Conviene, pues, en estos momentos en que parece que por fin se apuran los días de vida para este monumento a la desidia, rescatar del olvido algunas imágenes amarillentas que deberían compartir los modestos laureles del triunfo con las de aquellos que con mayor o menor mérito vengan a anotarse el éxito de última hora. De este modo, un lugar destacado en ese álbum habría de ocuparlo el rastro perdido de una pintada pintoresca que apareció rotulada, allá por los últimos años setenta, sobre uno de los letreros que advertían del peligro de atravesar las vías con las barreras bajadas. Decía simplemente “bonba al paso nivel”, escrita seguramente con prisa, que no estaba el horno para bollos, y con falta de ortografía incluida, lo que la dotaba de una cercanía sentimental liberadora en la práctica de todo valor ofensivo. Fue con toda probabilidad el estertor anónimo de un sentir compartido por cuantos habían vivido y muerto en aquel barrio animado y estrangulado por el ferrocarril; aquéllos que en su día se organizaron en la que fuera una de las primeras asociaciones de vecinos de la ciudad, que agrupaba los núcleos del Crucero y de La Vega, y que hicieron gala de un aire combativo que permitió, entre otras conquistas, salvar de su total degradación el vivero de Obras Públicas para su transformación posterior en lo que hoy conocemos como Parque de Quevedo.
    Entre cuantos militaban en aquella asociación se parió esta idea, que luego se adjudicó sin pudor y sin los debidos derechos de autor el muy sagaz y oportunista alcalde Morano Masa, y otras más que debieran haber servido para una adecuada integración de las vías del tren o para el traslado de la estación hacia otro enclave más oportuno. No deja de ser curiosos que treinta años después uno y otro propósito vayan a consumarse, no al modo de lo que pretendían aquellos analfabetos escribidores de pintadas que ni soñaban con la alta velocidad, pero que no andaban desencaminados en sus propuestas rudimentarias tal y como el tiempo ha venido a demostrarnos. Es evidente que no eran unos lunáticos, como se les calificó en aquellas fechas, aunque desde luego tampoco compartirían hoy el sesgo por el que finalmente ha derivado la solución del problema. Quiero decir que era gente sencilla, como lo fueron siempre desde sus orígenes las gentes de aquellos barrios hasta que la fiebre del consumo nos cambió la vida a todos, y que sus aspiraciones difícilmente casarían con los dispendios de un transporte caro y elitista, que al cabo vendrá a firmar no sólo la defunción de esa cicatriz insoportable sino también la de un modelo ferroviario más asequible, útil y democrático.

     No nos engañemos: el triunfo de la alta velocidad, de cuyas virtudes no dudamos, es también la condena del transporte ferroviario popular en la medida en que se convierte por decisión política en fórmula sin alternativas. No servirá, por ejemplo, para ganarle mercado a la carretera en los trayectos cortos y medios, que debieran ser prioritarios en esta competencia desleal; pero tampoco valdrá para las largas distancias si su precio, según sucede en los itinerarios ya en explotación, supone un esfuerzo que no está al alcance de cualquier bolsillo, mucho menos en unos tiempos de recesión que están por durar.

     La bonba ha estallado, por lo tanto, y se llevará por delante el dichoso paso a nivel: de haber podido asistir a semejante acontecimiento, nuestros padres y nuestros abuelos, incrédulos por obligación, se habrían frotado los ojos sin duda. Pero lo que observarían también es que la onda expansiva tendrá efectos colaterales no del todo deseados. Lo dicho antes es sólo una muestra, pues todavía sigue por determinarse en qué medida pervivirán otras instalaciones y otros empleos, qué grado de relevancia conservará el nuevo escaparate en el conjunto del sistema o de qué servicio llegaremos a disponer más allá del factor centrípeto de la capital del Estado. Sin olvidar, aunque nos resulte paradójico, que cuando se consume el enterramiento del trazado a su paso por la ciudad, nunca más contemplaremos una estampa que nos fue siempre entrañable, la del paso del tren, sustituida definitivamente por ese otro monstruo que a nadie parece molestar, el automóvil.
80 años atrás
Publicado en El Mundo de León,16 marzo 2011

sábado, 5 de marzo de 2011

Lo clásico

    A la siniestra, es decir, a la izquierda, donde se sitúan, como nos enseñó María Moliner con definición tan simple como elocuente, “las ideas más progresivas”. Parece mentira, pero vuelve a urgir dibujar el mapa y sus significados para transitar por un mundo que hace tiempo ha extraviado los puntos cardinales, donde lo ligero de las ideas ha sustituido a las que fueron certezas inoxidables y los códigos de ciudadanía corren el riesgo de ser domesticados por la marea de la sinrazón. En realidad, las reivindicaciones tornan a ser básicas, como lo fueron en el origen de los movimientos políticos que permitieron el progreso social, y así se observa por ejemplo en las revueltas populares recientes y en las demandas de cuantos no han sucumbido todavía a la resignación. Se trata de diseñar al menos las bases teóricas sobre las que edificar con cierta coherencia esta edad poscontemporánea en la que ya vivimos sin saberlo, que no suceda que, fruto de la general desorientación, su identidad la señalen sin más las contradicciones del capitalismo, su inercia turbia y sus excrecencias, algo que todos venimos padeciendo en mayor o menor medida durante los años que van del presente siglo. En consecuencia, no cabe sino volver sobre lo clásico, que por algo lo es y por algo pervive, y descubrir en ello su actualidad perenne y su futuro, que deberá ser el nuestro desde la perspectiva que aquí defenderemos. En tal sentido, se nos ocurre que nadie hay como el politólogo Sami Naïr para refrescar los fundamentos de lo siniestro, traídos debidamente a los tiempos que nos viven y nos confunden: “libertad en los espacios individuales, igualdad en los espacios públicos y fraternidad en los espacios colectivos”, apunta el autor de La Europa mestiza. No otra se nos antoja la senda. Lo contrario no es ni siquiera conservadurismo, sino descomposición social, economía caníbal y melancolía ante lo que nunca volverá a ser.

Publicado en La Crónica de León, 11 marzo 2011