Blog de Ignacio Fernández

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sábado, 5 de marzo de 2011

Lo clásico

    A la siniestra, es decir, a la izquierda, donde se sitúan, como nos enseñó María Moliner con definición tan simple como elocuente, “las ideas más progresivas”. Parece mentira, pero vuelve a urgir dibujar el mapa y sus significados para transitar por un mundo que hace tiempo ha extraviado los puntos cardinales, donde lo ligero de las ideas ha sustituido a las que fueron certezas inoxidables y los códigos de ciudadanía corren el riesgo de ser domesticados por la marea de la sinrazón. En realidad, las reivindicaciones tornan a ser básicas, como lo fueron en el origen de los movimientos políticos que permitieron el progreso social, y así se observa por ejemplo en las revueltas populares recientes y en las demandas de cuantos no han sucumbido todavía a la resignación. Se trata de diseñar al menos las bases teóricas sobre las que edificar con cierta coherencia esta edad poscontemporánea en la que ya vivimos sin saberlo, que no suceda que, fruto de la general desorientación, su identidad la señalen sin más las contradicciones del capitalismo, su inercia turbia y sus excrecencias, algo que todos venimos padeciendo en mayor o menor medida durante los años que van del presente siglo. En consecuencia, no cabe sino volver sobre lo clásico, que por algo lo es y por algo pervive, y descubrir en ello su actualidad perenne y su futuro, que deberá ser el nuestro desde la perspectiva que aquí defenderemos. En tal sentido, se nos ocurre que nadie hay como el politólogo Sami Naïr para refrescar los fundamentos de lo siniestro, traídos debidamente a los tiempos que nos viven y nos confunden: “libertad en los espacios individuales, igualdad en los espacios públicos y fraternidad en los espacios colectivos”, apunta el autor de La Europa mestiza. No otra se nos antoja la senda. Lo contrario no es ni siquiera conservadurismo, sino descomposición social, economía caníbal y melancolía ante lo que nunca volverá a ser.

Publicado en La Crónica de León, 11 marzo 2011

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