Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

viernes, 6 de mayo de 2011

La lentitud

    El tiempo, así como sus magnitudes y percepciones, es también un ente susceptible de atenderse desde una dimensión política, y, como tal, gobernado e interpretado a siniestra o a diestra. De hecho, la lentitud bien entendida es, a nuestro parecer, un auténtico acto revolucionario en la época en que vivimos y para la que se avecina. Enfrente, la velocidad es una trituradora de vida, de reflexión y de paisaje. Sin ir más lejos, el fracaso escolar hunde parte de sus raíces en mentes educadas para asumir la realidad al ritmo de las imágenes de un vídeo-clip o de una consola, todo lo que no fluya con ese vértigo aburre o desespera; naturalmente quienes ejercen la profesión de enseñar los primeros. Pero también los adultos hemos incorporado esa dinámica a nuestros horarios y quehaceres hasta el punto de no reconocernos sin ansiedad, sin estrés, sin prisas: las vacaciones aplanan al cabo de días, la jubilación amojama el espíritu y la calma nos desorienta. Así que nos rebelamos contra las señales de tráfico y los radares, detestamos las pausas y nos quedamos callados sin saber qué decir o rechazamos las películas francesas porque en ellas, cuentan, se ve crecer la hierba. Por el contrario, nos sentimos desheredados si a nuestra ciudad no llega un tren veloz ni una autovía, nos amarga no disponer de la última versión del sistema operativo y maldecimos nuestro destino cuando hemos de detenernos ante un paso de peatones, esos seres antediluvianos. Por lo mismo que ya no escuchamos discos, sino canciones; que ya no leemos libros, sino recensiones; y que ya no nos detenemos en las noticias, sino en los titulares. Así que lo raudo conviene al poder y a sus vasallos, no vaya a ser que tengamos sosiego para pensar y descubramos que el tiempo puede llegar a ser tan dorado como gratuito, porque se puede dar y compartir como un bien mostrenco. O que en el colmo de la insensatez se nos ocurran otras formas de organizar nuestra jornada de trabajo y de ocio y se nos vengan abajo algunos de los argumentos con los que nos han domesticado.

Publicado en La Crónica de León, 6 mayo 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario