Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

jueves, 30 de junio de 2011

Los derechos

    Los derechos, ya sean fundamentales, es decir, los inherentes a la dignidad humana y necesarios para el libre desarrollo de la personalidad, ya sean los que forman un modelo social consensuado para el bien común, viven tiempos difíciles. Tanto es así que cada vez resulta más frecuente encontrarlos nombrados como privilegios, esto es, como una ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia. El mundo invertido en que vivimos tiene la dudosa cualidad de pervertir los significados y sus referentes con suma facilidad, bastan cuatro titulares insistentemente repetidos para que el pensamiento se contagie y de inmediato el lenguaje cobre un sentido contrario. Desde ese momento la polémica ya está creada, mal creada, y los individuos entran en disputas que hubieran parecido inimaginables años atrás. La sociedad se fractura, se polariza y se enfrenta como consecuencia de ello; y en ese mar de confusión quienes más producto suelen obtener, bien lo sabemos, no son otros que los predadores. Sucede así que vemos con asombro cómo se alienta un choque irreal entre, por ejemplo, los que tienen o pueden llegar a tener una pensión con los que les resulta más dudoso alcanzarla, entre los que tienen un empleo y los desempleados, entre los que lo tienen fijo o temporal, entre los empleados públicos y los de sectores privados, entre los que disponen de un convenio y los desregulados, entre los asalariados y los autónomos, entre los nacionales y los inmigrantes, entre el norte y el sur, entre los integrados y los indignados… Y así hasta alumbrar una sociedad dual, maniquea y clasista en el peor sentido, donde unos pretenden auparse ciegamente sobre lo que consideran privilegios injustos de los otros, mientras los otros defienden sin conciencia un status de supuestos privilegiados con todas las de la ley. Ignoran unos y otros que se trata de derechos de todos, que se conquistan entre todos y que se defienden con el esfuerzo de todos.

Publicado en La Crónica de León, 1 julio 2011

lunes, 27 de junio de 2011

RAFAEL SARAVIA: Llorar lo alegre



EL AUTOR.
     Rafael Saravia (ver: http://www.rafaelsaravia.es/) es poeta, editor y fotógrafo. Además de ganarse el pan fichando libros en una biblioteca, tiene publicados los libros de poemas  Desprovisto de Esencias (Renacimiento, 2008), Pequeñas conversaciones (Amargord, 2009) y Llorar lo alegre (Bartleby Editores, 2011). Participa en las antologías Novilunio (1998), Petit Comité (2003), Antología del beso, poesía última española (Mitad Doble Editorial, 2009), A Pablo Guerrero, en este ahora (Ed. El Páramo, 2010) y Por donde pasa la poesía (Ed. Baile del sol, 2011). Suya es la edición y el prólogo del libro El río de los amigos, escritura y diálogo en torno a Gamoneda (Calambur, 2009).
     Es fundador del Club Cultural Leteo (ver: http://www.clubleteo.com/) y Ediciones Leteo, de donde surgen la revista The Children’s Book of American Birds (que continúa la trayectoria de las revistas leonesas de poesía: Espadaña, Claraboya, Cuadernos Leoneses de Poesía…) y los Premios Leteo concedidos en sucesivas ediciones a Antonio Gamoneda (2001), Belén Gopequi (2002), Gonzalo Rojas (2003), Fernando Arrabal (2004), Michel Houellebecq (2005), Amélie Nothomb (2006), Martín Amis (2007) Adonis (2008), Paul Auster (2009) y Enrique Vila-Matas (2010).

EL LIBRO.
Texto lírico donde los haya, clásico a la vez, en disposición triangular cerrada:
§      1ª lágrima: instrospección, el yo.
§      2ª lágrima: descripción, el tú.
§      Lo alegre: diálogo entre yo y tú.

Formalmente, toda una construcción de paradojas, contradicciones y contrarios:
§     El título y otros títulos: “Llorar lo alegre”, “Camino de llegada” (pág. 38), “Agua que no sacia” (pág. 44).
§    La cita inicial: “En verdad, se puede ganar a través de la pérdida y se puede perder a través de la ganancia” (Lao Tse).
§   Series recurrentes de afirmaciones y negaciones: “Yo no vine, yo no vine… / Vine” (pág. 14), “Podría renovar… pero mi camino…” (pág. 17), “Tú que acumulas tanto y tan bueno, nunca tendrás suficiente” (pág. 21), “Toda la tierra que aparece en mis sueños está bañada de alegría. / Pero a veces…” (pág. 24) y “Aparece… aparece… aparece… Pero no es suficiente” (pág. 33).
§    Binomios opuestos: tristeza / esperanza; penitencia / compasión (pág. 43).
§   Construcciones sintácticas: “No hubo dolor en la pobreza. / El amor, con su hinchada hegemonía, / fue tan grande como puede ser el amor en la pobreza” (pág. 12), “mientras miro, dejo de ver” (pág. 54).

EL TEXTO.
Salutación conquense
La tristeza y los conventos de sol.
La amanecida y su celeste apuro,
la amable circunstancia del olvido.
Luego la piel,
su quebrada impostura y su sal perpetua.
Luego el sofoco, la agonía del trago
y el fervor en la mirada a la sombra de un peral.
Así nacimos…
así fugamos el escozor nocturno,
así llamamos al encuentro de tres bocas:
La amanecida y su celeste apuro…
la amable circunstancia del insufrible olvido.

Presentación en Valladolid, junio 2011

sábado, 25 de junio de 2011

FRANÇOISE HARDY: La pluie sans parapluie

    Posiblemente, junto a Edith Piaf y Barbara, y con la participación de Juliette Gréco como cuarta mosquetera, Françoise Hardy completa la trilogía fundamental de la canción francesa femenina del pasado siglo; lo cual no es poca cosa, si bien se mira, pues aunque no sean los presentes unos tiempos propicios para la lírica ligera, lo cierto es que a partir de ellas se puede escuchar mejor y con más sentido el coro de mujeres que les sucedió después, así en Francia como en el resto del continente europeo. De la primera podría decirse que heredaron su teatralidad; de la segunda, su elegancia; y de la última, más que de ninguna otra, su literatura, su tono y su conexión con otros movimientos sociales y culturales que resultaron decisivos para la evolución popular de la música moderna hasta nuestros días. Las tres, además de cantar, resultan ser compositoras de buena parte de sus repertorios, con lo que vienen también a inaugurar una vía que ha devenido fecunda posteriormente y que ha delimitado el espacio en que se moverá un amplio conjunto de intérpretes, que gestionan su propia creación sin someterse a senderos más o menos trillados.

    Pertenecientes a tres generaciones sucesivas (Piaf nace en 1915, Barbara en 1930 y Hardy en 1944), la pura razón cronológica hace que sea esta última la que se nos aparezca más cercana y con una obra todavía por cerrar. En efecto, La pluie sans parapluie, su último disco editado en 2010, nos permite identificar, a sus 67 años, las constantes que fueron y que han pervivido desde que en 1962, con una guitarra acústica por todo acompañamiento, grabara “Tous les garçons et les filles”, que la convirtió de la noche a la mañana en un ídolo de la canción francesa. Nadie ha podido escapar desde entonces del arrullo de aquella melodía ni del mensaje de un texto ideal para jóvenes sufrientes del mal de amor (tan extendido, por otra parte). Maduró luego en “Mon amie la rose” y consagró definitivamente su estilo personal con el fluir de aquella década explosiva.

    Es el estilo de una mujer confidente pero discreta, tan sentimental como poco dada ya a la dulzura lacrimosa, decantada necesariamente por una edad que la sitúa de vuelta en casi todos los itinerarios de la vida. Lo que fue sensibilidad es hoy mesura. Lo que se mostró fresco ha acabado ganando cuerpo con la crianza. Y, en fin, lo emotivo sigue estando presente como hilo conductor de las canciones, porque al cabo, ganemos o no bouquet con los años, lo cierto es que hay enfermedades de las que es imposible curarse, aun habiendo voluntad. Al lado de todo ello, naturalmente, la producción y los arreglos evolucionaron con el sucederse de los discos y de los requisitos formales, pero aún persiste aquel viejo afán de sencillez, donde la música sirve casi en exclusiva para abrazar los textos, envolverlos con suavidad y remarcar sin exceso los ejes de cada cantable en su aproximación a nuestros oídos y a otras vísceras tal vez más sensibles.

Publicado en Notas Sindicales, agosto 2011

jueves, 16 de junio de 2011

El sindicalismo

    En los últimos tiempos, lo que Marx denominaba superestructura, es decir, el conjunto de los fenómenos jurídico-políticos e ideológicos y las instituciones que los representan, ha sumado a sus componentes clásicos uno bastante inesperado: los sindicatos llamados de clase. Su conquista de un lugar relevante en términos sociales y políticos, su condición de elemento básico del sistema recogido en la Constitución y su notable grado de participación institucional han hecho que la ciudadanía, bien por sí misma, bien al hilo de mensajes teledirigidos, los perciba y juzgue sin distingos de ese modo y se rebele contra ellos como un agente más de sus desdichas. Son paradojas de los tiempos oscuros que atravesamos. Cierto es que el sindicalismo, como otros actores de la vieja edad contemporánea, requiere revisión y actualización; cierto que padece de inercias y adolece de vicios antiguos; cierto también que habrá perdido frescura a medida que han crecido sus organizaciones. Pero, con todo, no deberíamos ignorar que en la actual coyuntura salvaje es casi el único elemento que contrapesa la depredación insaciable del capitalismo agónico. Por eso resulta molesto y es objeto de agresiones bárbaras por parte de la ultraderecha económica, empresarial y mediática, que extiende una opinión simple en titulares para que cale fácilmente en ese pensamiento ikea con que definimos y explicamos el mundo poscontemporáneo. Para saber mejor lo que nos espera en esa senda, baste citar al Premio Nobel de Economía Paul Krugman, quien advierte de que la menor afiliación y las mayores dificultades para que los trabajadores se unan a los sindicatos y así negociar mejor  sus condiciones laborales son una de las causas que provocan el gran incremento de la desigualdad. Y cita como ejemplo que un tercio de la diferencia en desigualdad entre Estados Unidos y Canadá se debe no casualmente a la caída de la afiliación en el primero de esos países. Es lo que está en juego y todos tenemos cartas en la mano.

Publicado en La Crónica de León, 17 junio 2011

viernes, 10 de junio de 2011

Las piedras muertas

    Bernardo de Morlas, o de Cluny, monje benedictino de la primera mitad del siglo XII, dejó escrito en su De Contemptu Mundi la siguiente sentencia: “La Roma antigua está sólo en el nombre, nos quedan simplemente meros nombres”. Lancia es también un nombre, con menor prestancia sin duda que el romano, pero nada más que eso. Y a diferencia de Roma, que nos legó, mejor o peor conservado, un acervo extraordinario de piezas, edificios y restos arqueológicos espléndidos, lo de Lancia apenas si es hoy algo más que un conjunto de piedras muertas. 

     El desenterramiento de algunos elementos de lo que fue el entorno físico e histórico de ese enclave, a consecuencia de las obras de la autovía León-Valladolid, nos ofrece varias enseñanzas que conviene resaltar, al margen de la solución que finalmente se estime adecuada y de las adhesiones que suscitan la defensa de lo arqueológico o del trazado viario. Helas aquí con ánimo, dicho sea de paso, no tanto de polemizar en el conflicto como de extraer algunas conclusiones que seguramente lo superan con mucho. 

     La primera evidencia es la que destapa una vez más la terca necedad de las administraciones y la imposible colaboración entre ellas para asegurar proyectos de pasado, de presente o de futuro. Había de saber bien el Ministerio de Fomento que el trazado elegido en ese punto iba a ocasionarle más de un inconveniente de este tipo, lo cual no le impidió persistir en el mismo sin ni siquiera prever tal circunstancia y su alternativa. Había de saber bien la Consejería de Cultura, competente en materia de patrimonio, que un hallazgo tal requiere celeridad en las decisiones ante el riesgo a que se expone lo descubierto, lo cual no le ha impedido dilatar un proceso entreverado con intereses netamente políticos. Habían de saber bien la Diputación Provincial y su Instituto Leonés de Cultura, principales tenientes de gran parte del yacimiento, que la ocasión se la pintaban calva para poner en marcha iniciativas ambiciosas nunca abordadas, lo cual, lejos de suceder, se resumió en una carta de la Presidenta echando nuevamente balones fuera. Es el sino de las piedras muertas que por acá nos brotan de cuando en cuando y que, como en el caso que nos ocupa u otros similares, cuando el asunto pierde actualidad, vuelven a dormir un sueño eterno del que tal vez no debieron haber despertado nunca.  
 
    Y también, como suele acaecer por estos pagos, el conflicto derivó en plataformas y sensibilidades irritadas por el oprobio, que clamaron por la conservación de las ruinas y reunieron apoyos insignes para tal demanda: una nómina de hasta 52 al menos figuran enunciados, de muchos de los cuales no se sabe qué fue en los anteriores años de letargo de lo que algunos llaman no sin exagerar la bella durmiente. A pesar de que Lancia fue declarada Bien de Interés Cultural en 1994 y que excavaciones hubo en ella desde mediado el siglo XX, curiosamente nunca se había suscitado semejante reunión de voluntades para darle valor en el sentido que muchos ahora apuntan, por más que parte de los insignes ocupen o hayan ocupado importantes responsabilidades políticas y culturales. También en esto se advierte el destino de las piedras muertas, que en ocasiones, como un Cid redivivo, se las vuelve a colocar a lomos de la historia para disputar batallas que ya no conducen a ninguna victoria, salvo en la leyenda. 

     Quiérese decir que en materia de piedras lo mejor, además de su estudio y conocimiento imprescindibles, es la muerte. Que por lo general, con honrosas excepciones entre las que se encuentra el muy digno Museo de León, todo lo demás es materia comerciable o sencillamente literaria, algo de lo que bastante abusan los hacedores de patrias y de naciones. Que, en suma, nos alimentan con mitos y poco más, y que por eso es por lo que quizá existe sobre la mesa el proyecto innovador de erigir en nuestra ciudad estatuas dedicadas a los reyes que fueron de un reino también muerto: una peculiar y delirante exaltación del fratricidio. Y que, por si fuera poco, casi nada de todo esto se dijo nuevo o de relieve en los programas electorales de la reciente convocatoria municipal y autonómica, mucho menos todavía si el tema es contemplado no ya desde la óptica llorosa de las glorias perdidas, sino desde uno de los posibles ejes de acción futura. Esto es: convertir nuestro patrimonio visible y oculto en fuente productiva al lado y en convivencia necesaria con iniciativas más propias de los tiempos que corren, incluso con las autovías. 
    
Porque ésta es, a nuestro juicio, la clave y lo que en verdad echamos en falta en cuanto se nos ha propuesto como proyectos de desarrollo para la ciudad y para la provincia. Muy en particular si repasamos como ejemplo las prioridades indicadas por el partido ganador para los tiempos venideros en los que gestionará parte de nuestros destinos históricos. A saber: además del empleo (¡ojalá!), la rebaja del IBI, una brigada de intervención rápida para las obras de mantenimiento, la oficina de la vivienda, la creación de zonas wifi, el adiós al tranvía, “más vida familiar", "más seguridad", "más limpieza", "más apoyo a quienes más lo necesitan", la reordenación de Fernández Ladreda y el traslado del Rastro y del parque de Pocoyó. Más o menos una pintoresca colección de piedras del tamaño de una losa muerta.

  La Lancia antigua y postrada es también una metáfora del León del siglo XXI.
Publicado en El Mundo de León, 22 junio 2011

viernes, 3 de junio de 2011

La participación

    De los acontecimientos sindicales, sociales y políticos habidos durante el pasado mes de mayo se deduce al menos un denominador común: la demanda de participación. Puede tener aspecto de rebeldía laboral organizada, de concentración juvenil espontánea o de respuesta aritmética en las urnas, pero de todo ello se deriva un mensaje muy parecido: ciudadanos y ciudadanas desean sentirse partícipes de su destino, esto es, lo que unos llaman democracia real y otros expresan desertando del voto a una socialdemocracia humillada, que precisamente perdió la conexión con sus bases cuando la participación en un programa común fue sustituida por el dictado exterior ajeno. Por tanto, lo que fue y habrá de ser propio de la izquierda para seguir existiendo es también recuperar la senda de lo participativo, lo transparente y lo colaborativo, en lugar de lo delegado, lo opaco y lo piramidal. Y buena nota habrán de tomar de ello las organizaciones políticas de ese signo y las sindicales de clase para rearmar a una ciudadanía desconcertada, irritada y enferma de desafecto, junto a la que construir una sociedad diferente a la muy injusta del capitalismo caníbal. Del mismo modo que hace quince días proponíamos el trinomio indignación-organización-acción, hemos de añadirle ahora el complementario información-participación-decisión: posiblemente un modelo siniestro clásico, pero no por ello menos eficaz. Bastante más al menos que lo que hemos escuchado sobre participación al futuro alcalde de la ciudad de León, para quien dicha cualidad política se resume en “seré un persona cercana” y declararé la “alcaldía abierta” sin llave para acceder a la planta noble del ayuntamiento. Eso se llama paternalismo, exactamente lo contrario de aquello que reclaman los miles de iracundos digitales o analógicos. Harían bien igualmente los diestros en no despreciar esas lecciones si no quieren que la resaca les arrastre como a otros les llevó el oleaje.

Publicado en La Crónica de León, 3 junio 2011

jueves, 2 de junio de 2011

II Premio Diálogo

    Para la Unión Sindical de Comisiones Obreras de León y para la porción del Ateneo Cultural “Jesús Pereda” que reside en esta provincia, la entrega del Premio Diálogo aquí entre nosotros y con nosotros es, a nuestro parecer, una buena expresión de lo que la afiliación leonesa aporta tanto al Sindicato como a su Ateneo.

    Desde que en noviembre de 2008 tomáramos el MUSAC para bautizarnos hasta este otro recinto en el que nos confirmamos, nuestros pecados han sido abundantes y suculentos: exposiciones, presentaciones de libros, foros para el pensamiento urbano, laboratorios en los barrios, recitales, conciertos, jornadas interculturales y hasta un taller de danza nos contemplan en estos dos años y medio de vida. Por el camino, hemos ganado, además, adhesiones importantes de instituciones que conforman nuestro tejido cultural, para las que quiero aprovechar este momento con el fin de honrar su colaboración: Caja España, naturalmente, o lo que quiera que sea o vaya a ser, la Fundación Monte León, la Fundación Sierra Pambley, los ayuntamientos de León y de Ponferrada, el Instituto Leonés de Cultura y la Universidad de León. El Sindicato se nutre con ellas en esta aventura y ellas se nutren del Sindicato en lo que entendemos que es una colaboración necesaria para la provincia, así en lo cultural como en lo estrictamente social y laboral. Para la vieja ortodoxia sindical esta dimensión tal vez no sea fácil de digerir ni de compartir y a nuestro alrededor provoca más de un sarpullido, pero a cuantos nos preguntan por el papel de un sindicato en los tiempos actuales, además de todo el bagaje clásico que no necesito enumerar aquí y que sigue vivo, yo suelo responder sencillamente: helo ahí.

    El Sindicato ha conquistado con el tiempo nuevos espacios y nuevas audiencias también para la acción sindical. El mundo de la cultura lo es sin duda, no sólo porque contamos con un número importante de afiliados y afiliadas que trabajan en ese ámbito, sino porque el conjunto de quienes están a nuestro lado desean que tengamos pensamiento, discurso y voz en ese terreno. Y lo estamos conformando.

    Sin ir más lejos, este premio que hoy entregamos con extensión regional, tuvo su célula madre en estos páramos nuestros. Justo es por ello reconocer la inspiración que para el mismo nos brindó Enrique Jiménez de la Asunción, quien lo urdió con otro formato pero con un espíritu muy parejo. En aquel momento seminal le pareció y nos pareció que era justo y oportuno instaurar un premio, seguramente más modesto que éste, con el que destacar a los artífices de la comunicación, intercambio, transferencia y circulación cultural entre León y Valladolid a lo largo de nuestra vida democrática. Nadie mejor que este Ateneo Cultural para abrir de nuevo esa ruta de la seda cultural, como él la nombra, para enfrentar el discurso, tan necio como perenne y simple, que hace de estas dos localidades enemigos a batir, y para reconocer a las personas que gestionaron ese encuentro sus inadvertidos méritos.

    Ese tránsito, que fue y es todavía constante y fecundo entre ciudades que otros colocan de espaldas, demuestra que la cultura trasciende y supera los localismos y los nacionalismos. Es el mejor antídoto contra ellos y es bueno tenerlo muy presente en esta época de cierre de fronteras y repliegue sobre los propios ombligos en este mundo confuso. De hecho, hubo un tiempo, señora Consejera, en que la Consejería de Cultura la formaron y dirigieron, junto a otros que no desprecio, un puñado de leoneses y leonesas que me permito citar porque se lo merecen: su Consejero Justino Burgos, lamentablemente olvidado, Ernesto Escapa, Santiago Trancón, Concha Láez, Pepe Mancebo y muchos más. Sirva también como ejemplo, y conste que podría haber otros, que allá por el año 1986 esa Consejería editó la primera serie de la colección Barrio de Maravillas, así titulada en homenaje a Rosa Chacel y cuyo diseño corrió a cargo de otro leonés-vallisoletano, Manolo Sierra; pues bien, en ella se incluyeron libros de los leoneses Elena Santiago, Gaspar Moisés Gómez, Miguel Suárez, Antonio Gamoneda, Luis Miguel Rabanal y Luis Federico Martínez. A ellos se ha añadido, todo hay que decirlo, en una segunda serie en los últimos años, Antonio Pereira, Victoriano Crémer, Margarita Merino, Antonio Colinas y de nuevo Antonio Gamoneda y Miguel Suárez.

    Del mismo modo, viniendo a la actualidad, cabría resaltar el papel que este Ateneo viene jugando en el intercambio de nombres entre unas y otras orillas. Así, desde el Bernesga han viajado hasta el Pisuerga para presentar sus libros Víctor Peña, Felipe Zapico, Noemí Sabugal y próximamente Rafael Saravia. Y desde el Pisuerga han venido a bañarse al Bernesga Nuria Ruiz, José Centeno o Arsenio e Ignacio Escolar, aunque éstos últimos lo hicieran a través del Arlanzón, toda vez que las cuencas fluviales para la singladura del Ateneo continúan extendiéndose.

    En fin, el caso es que nuestro premio se hizo ambicioso y creció en el mapa y en su contenido hasta llegar a esta su segunda edición, pugnando por hacerse un hueco relevante con identidad propia en un auténtico océano de premios de la más variada gama como los que existen actualmente en España. Para que se hagan una idea, limitándonos sólo a los premios y concursos literarios, en este país se convocan anualmente un total de 1.700, una cifra desde luego nada desdeñable. Pues bien, tengo para mí, y creo que desde hoy es un sentimiento bastante más compartido, que no hemos errado en la apuesta. Como saben, Carlos Sanz Mínguez y Catalina Montes Mozo han inaugurado el repertorio, pero ya otros muchos podrían figurar en una nómina que reconoce el avance social y cultural al unísono en Castilla y León. Esa simbiosis figura en el propio genoma del Ateneo Cultural “Jesús Pereda” precisamente porque se alimenta de los fundamentos de un sindicato como Comisiones Obreras.


Texto leído en la entrega del II Premio Diálog del Ateneo Cultural "Jesús Pereda",León, 2 junio 2011