Blog de Ignacio Fernández

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viernes, 26 de agosto de 2011

Los muros


     Cuentan las crónicas que en este mes de agosto se ha cumplido el cincuenta aniversario del levantamiento del muro de Berlín. Y cuentan así mismo esas crónicas y sus portavoces que los fastos oficiales, pues no se conoce que los hubiera de otro signo, se han entretenido en la adoración de la reliquia como si de un simple –y trágico, por supuesto- asunto del pasado se tratara. Sin más. No cuentan las crónicas, en cambio, ni sus portavoces, ni la prosa oficial, ni casi ningún medio de comunicación, que esa arquitectura sigue teniendo actualidad y, por desgracia, futuro; así que mejor hubieran hecho en explicar esta realidad que en contar la historia como si fuese solo un festival de efemérides blancas para lucimiento de gobernantes y adláteres. Ahí siguen, por si lo han olvidado, el muro que separa Israel de Cisjordania, el que se extiende a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y Méjico, el que distancia a las dos Coreas, el que se levantó hace años en Chipre, las vallas de Ceuta y de Melilla, la muralla del Sáhara, o el que blinda los huertos petrolíferos de la feudal Arabia Saudí frente al avispero de las tierras de Irak. Un catálogo que podría completarse tomando el término en sentido figurado y enunciar entonces el muro de la necedad, el muro del miedo, el muro de la desigualdad o el muro del silencio, entre otros. Lo remata con acierto Nelly Prigorian, coordinadora del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos: “Tal vez los muros más peligrosos que ha desarrollado la humanidad, los que no permiten ni comunicarse, ni escucharse, ni entenderse, son los muros internos que levantamos dentro de nosotros mismos. Nos vuelven sordos, ciegos, mas nunca mudos, y el gritón más grande impone su verdad al resto del mundo. Y no queda ni espacio, ni aire, ni cuerdas vocales suficientes para detener la hegemonía del absurdo”. Mientras tanto, seguimos hablando como eruditos acerca de los puntos básicos de la prima de riesgo y de los nuevos dramas del fútbol.

Publicado en La Crónica de León, 26 agosto 2011

sábado, 13 de agosto de 2011

El lenguaje


     No pensaremos de otra forma si no hablamos de otra forma. El lenguaje, que es a la vez carcelero y liberador de nuestro pensamiento, no está exento naturalmente de los tópicos al uso que explican la actualidad. Mejor dicho, es la herramienta que transmite esos tópicos, los remacha en forma de conceptos y los traslada acto seguido a nuestros comportamientos. Por eso el lenguaje resulta capital también en estos momentos de desorientación general y por eso no es casual que siete de cada diez conceptos de las ciencias sociales y tecno-ciencias procedan de las factorías estadounidenses, tal y como nos ha enseñado en un reciente curso de verano de la Universidad de León el profesor Roitman Rossenmann. De este modo todos hemos integrado en nuestro vocabulario, y por lo tanto en nuestras vidas, términos como globalización, gobernanza o pragmatismo, que son meros cajones de sastre lingüísticos muy útiles para disfrazar la realidad a la que presuntamente se refieren. Eso sí, queda fino y aparentemente ilustrado introducirlos en nuestras conversaciones para no decir nada, que en el fondo es de lo que se trata: un lenguaje sin referentes o unos referentes sin lenguaje, lo que permite a los supremos hacedores continuar manipulando el mundo a su antojo. Por eso es de suma importancia, abierta la carrera electoral, reclamar de la clase política otro tipo de lenguaje, es decir, otro tipo de pensamiento. Al menos, en estos tiempos de confusión, donde todos resultan tan iguales en sus discursos, ésta debería ser una de las principales señas de identidad de la izquierda: llamar a las cosas por su nombre. Porque mientras unos y otros persistan por igual en sus letanías de ajuste, austeridad, líneas rojas, rescate, mercados, confianza y demás lugares comunes, difícilmente podremos alumbrar una realidad ajena a las plantillas elaboradas desde el poder y seguiremos enmarañados en un diccionario tan vacío y banal como doloroso e injusto.

Publicado en La Crónica de León, 12 agosto 2011