Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

jueves, 22 de septiembre de 2011

La misa


     El próximo lunes, 26 de septiembre, la Universidad de León organiza el acto de apertura del curso académico universitario. A tal fin, ha remitido invitaciones cuyo motivo de cabecera lo ocupa una imagen de un fragmento del Fuero de San Miguel de Escalada, conservado en el Archivo Histórico Nacional. La presencia en el acto del Presidente Juan Vicente Herrera obliga a una serie de protocolos que también figuran impresos. Por último, en el reverso del documento, donde se recoge el programa, nos sorprende que, junto al acto académico propiamente dicho, previsto para el mediodía, y en pie de igualdad con él, se anuncie un acto religioso, consistente en la celebración de la eucaristía. Aunque tampoco nos pareciese adecuado, no se trata de honrar al Santo Isidoro, patrón de esta universidad, en cuyos festejos también se acostumbra a incluir este tipo de expresiones de fervor católico. Al contrario, nos encontramos ante una cita puramente académica, bien que a la antigua usanza como muchas de las celebraciones y ritos universitarios, tuna incluida, la cual debería ser más exquisita todavía en sus formas y en el respeto que seguramente merece la comunidad universitaria. ¿O es que tan provinciana y estrecha resulta ser nuestra universidad que no acoge en ella a musulmanes, judíos, protestantes varios, agnósticos e incluso ateos? ¿Por qué entonces esta demostración, una vez tras otra, de esa fe parcial, santificada a todas luces desde su Rectorado como animador del evento? ¿Es la nuestra una universidad pública o pontificia? En fin, lejos de nosotros, los siniestros, el afán de prohibir que los católicos celebren sus ágapes o que los budistas entonen sus tantras de alta espiritualidad tibetana. Ahora bien, dejemos que la academia sea academia y el templo, templo. Y cada uno en su sitio. Demasiadas han sido y son las interferencias interesadas entre una y otro como para asistir a estas mixturas sin inquietud.

Publicado en La Crónica de León, 23 septiembre 2011

martes, 13 de septiembre de 2011

El autobús

     Parece ser que al llamado Parque Tecnológico de León le han inyectado nuevos servicios de autobús urbano. Se trata de una de las 100 medidas en 100 días prometidas por el actual equipo de gobierno del ayuntamiento leonés. Al margen del valor puramente escaparatista que este tipo de acciones contienen, nadie puede dudar no obstante de que se trata de una mejoría para el acceso a este enclave perdido en el extrarradio de la ciudad. Ahora bien, medidas de este tipo, tomadas al hilo de una necesidad propagandística evidente, no pueden ocultar las persistentes deficiencias de la movilidad urbana, en particular las que se refieren al acceso a los lugares de trabajo.

     Cuando se diseñó el último Plan de Movilidad Urbana Sostenible del Ayuntamiento de León en 2008, que no sabemos bien si llegó a cobrar vida o si como tantos otros proyectos de este tipo descansa en un cajón olvidado a pesar de su factura, nos sorprendió que, junto a los núcleos de referencia para el gran tráfico urbano (centros comerciales, hospitales, universidad…), no se tuviese en cuenta aquellos otros que diariamente generan también grandes flujos de vehículos y de personas: los polígonos industriales del entorno, donde se concentra la mayor parte de la actividad productiva local. Esto fue así, según se dijo, porque se hubiera obligado a comprometerse en el Plan a otros ayuntamientos (Onzonilla, San Andrés del Rabanedo, Villaquilambre y Valdefresno, principalmente), lo cual era imposible a corto o medio plazo. Es decir, el Plan ya era un plan fracasado de entrada, pues se sacrificaban, como vemos, elementos importantísimos para el propósito que se perseguía.

     En el caso que comentamos, la medida es así mismo una medida fracasada desde el principio, pues se adopta de forma aislada, dentro de un grupo de ellas que nada tienen que ver entre sí y sin atender a un objetivo general que no puede concebirse independiente de otros aspectos colaterales. Es decir, una vez más sin una verdadera política de movilidad urbana. Una política, a nuestro juicio, cada vez más necesaria y urgente, así para la solución de los problemas comunes de tráfico como para facilitar el acceso ágil y barato a los lugares de trabajo. Una política que no puede realizarse a golpe de ideas más o menos simpáticas del gobierno de la ciudad, sino que debe ser participada, compartida y asumida por el conjunto de ciudadanos y ciudadanas para que tenga éxito. Una política que, por lo que hace a los enclaves laborales, debe contar necesariamente con la opinión e intervención de trabajadores y trabajadoras, sus protagonistas, y de las organizaciones que los representan, los sindicatos. De otro modo repetiremos errores del pasado y es posible que esos autobuses del Parque Tecnológico se conviertan en auténticos autobuses fantasmas con fecha de caducidad.

     Así pues, estamos a la espera, puesto que en campaña electoral nada se dijo al respecto desde las filas ganadoras, de que se abra un verdadero proceso participativo para abordar la movilidad en la ciudad de León y en su periferia, donde se incluyan como ejes cardinales los espacios del trabajo, sean estos de un municipio u otro; y lo mismo cabría decirse de la ciudad de Ponferrada. Estamos a la espera de que se nos reconozca al menos que un 40% de los desplazamientos en nuestra ciudad son al centro de trabajo, lo que nos sitúa a los trabajadores y trabajadoras frente a la responsabilidad de evitar el daño al medio ambiente que supone el transporte inadecuado. Estamos a la espera de que alguien sensato, un alcalde por ejemplo, se comprometa con una verdadera estrategia de ahorro y eficiencia energética y que, para ello, aborde de verdad la puesta en marcha de líneas de autobuses o autobuses conectados con estaciones de tren, la utilización del coche compartido, la promoción de las rutas en bicicleta o a pie, las políticas de aparcamiento que dificulten la utilización del vehículo privado o la adecuación de los sistemas de transporte públicos. Y todo ello sin olvidar, naturalmente, que una política de transportes más adecuada evitaría el incesante incremento de los accidentes ''in itínere'', cerca de 3.000 al año en el conjunto del país.

     Y decimos esto y en este momento delicado porque, a diferencia de quienes hablan del empleo en perdigonada, no importando sus características con tal de maquillar cifras y realidades verdaderamente insoportables, para nosotros sigue manteniendo relevancia tanto el empleo en sí mismo como sus condiciones, su dignidad y sus garantías. Cuando el colapso económico se ha convertido para algunos en una patente de corso para recortar o suprimir elementos clave de un adecuado ejercicio laboral, todo ello en pos de una productividad nunca bien definida, la legalidad y seguridad jurídica de los contratos, el mantenimiento de las medidas para la prevención de riesgos laborales o las mejoras para una movilidad al trabajo más eficaz son o deben ser, entre otras, cuestiones irrenunciables para la clase trabajadora y para la sociedad en conjunto. Y que nadie se despiste o nos despiste: con un autobús de más o de menos no cambiamos casi nada.

Publicado en Diario de León, 13 septiembre 2011

jueves, 8 de septiembre de 2011

La declaración


     Hay declaraciones de amor y declaraciones de guerra. Las hay de la renta y de independencia. Y hay, en fin, declaraciones políticas que son mucho más expresivas de cómo somos y qué pensamos que todo un programa electoral, una intervención parlamentaria o un manifiesto ideológico. En un entorno comunicativo donde prevalece el titular y la simpleza de los mensajes, no importa su gratuidad, una frase redonda y bien filtrada a tiempo es mucho más eficaz que todas las páginas entintadas de un diario. Lo sabemos bien cuantos hemos portado pancartas con los más diversos lemas; lo han demostrado recientemente los irredentos de nuestras plazas con su artificio verbal; y trata de servirse de ello, con mayor o menor éxito, la clase política en su conjunto, muchas veces imposibilitada para enhebrar enunciados que superen con coherencia la docena de palabras. En este arte de la oratoria sin oratoria no hay nadie tan dotado como la señora de Cospedal. Su último hallazgo lingüístico es una mezcla perfecta de vitriolo, mala leche y fe abnegada en los inquebrantables principios de la insolidaridad (y ahí me las den todas): “Más impuestos equivale a más paro”. He ahí todo un tratado de filosofía medio moral y medio política, un texto doctrinal de primera categoría sin más pretensiones, una auténtica biblia del nuevo poder para esta era de dolores que estamos inaugurando. Ateniéndonos al mismo asunto y por el lado presuntamente contrario, sólo otra sentencia del señor Rodríguez estuvo casi a la misma altura: “Bajar los impuestos es de izquierdas”. Probablemente una y otro estaban pensando sin quererlo en la España de los primeros setenta, cuando no existían los impuestos que hoy conocemos y era éste un país dichoso, sin educación ni sanidad universales, con pensiones de perrona, barro en las calles y ruedas de molino. Aquello sí que era una declaración de pura austeridad, adonde pretenden devolvernos.

Publicado en La Cronica de León, 9 septiembre 2011