El
próximo lunes, 26 de septiembre, la Universidad de León organiza el acto de
apertura del curso académico universitario. A tal fin, ha remitido invitaciones
cuyo motivo de cabecera lo ocupa una imagen de un fragmento del Fuero de San
Miguel de Escalada, conservado en el Archivo Histórico Nacional. La presencia
en el acto del Presidente Juan Vicente Herrera obliga a una serie de protocolos
que también figuran impresos. Por último, en el reverso del documento, donde se
recoge el programa, nos sorprende que, junto al acto académico propiamente
dicho, previsto para el mediodía, y en pie de igualdad con él, se anuncie un
acto religioso, consistente en la celebración de la eucaristía. Aunque tampoco
nos pareciese adecuado, no se trata de honrar al Santo Isidoro, patrón de esta
universidad, en cuyos festejos también se acostumbra a incluir este tipo de
expresiones de fervor católico. Al contrario, nos encontramos ante una cita
puramente académica, bien que a la antigua usanza como muchas de las
celebraciones y ritos universitarios, tuna incluida, la cual debería ser más
exquisita todavía en sus formas y en el respeto que seguramente merece la
comunidad universitaria. ¿O es que tan provinciana y estrecha resulta ser
nuestra universidad que no acoge en ella a musulmanes, judíos, protestantes
varios, agnósticos e incluso ateos? ¿Por qué entonces esta demostración, una
vez tras otra, de esa fe parcial, santificada a todas luces desde su Rectorado
como animador del evento? ¿Es la nuestra una universidad pública o pontificia?
En fin, lejos de nosotros, los siniestros, el afán de prohibir que los católicos
celebren sus ágapes o que los budistas entonen sus tantras de alta
espiritualidad tibetana. Ahora bien, dejemos que la academia sea academia y el templo,
templo. Y cada uno en su sitio. Demasiadas han sido y son las interferencias
interesadas entre una y otro como para asistir a estas mixturas sin inquietud.
Publicado en La Crónica de León, 23 septiembre 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario