Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

viernes, 18 de noviembre de 2011

La efepé


     En vísperas de elecciones generales, saturados de anuncios de futuro, duras realidades del presente y ecos sórdidos del pasado, y con el empleo grabado como una patente de corso en todos los programas electorales, desde el lado siniestro se nos ocurre echar también una ojeada sobre un aspecto en liza que no debiéramos pasar por alto. Hemos sabido recientemente que sólo el 24% de los españoles ha cursado o cursa formación profesional, frente al 47% de la media de la Unión Europea, lo que representa la tasa más baja de toda la Unión. A pesar del impulso incuestionable que supuso para estos estudios la aprobación de la LOGSE en 1990, lo que también es evidente es que ningún gobierno posterior, ni del PSOE ni del PP, ha sido capaz de modificar notablemente el mapa escolar ni nadie ha querido reconocer en este déficit una de las razones de nuestra actual situación económica y laboral.  Porque tenemos que saber así mismo que en materia de desempleo juvenil, con una tasa escandalosa cada día más próxima al 50%, resulta que dicha tasa entre los menos formados duplica a la de titulados en FP o universitarios, y que, según la Encuesta de Población Activa, normalmente las cifras se atenúan cuanto más cerca se está de una adecuada capacitación laboral. Cierto es que la Formación Profesional no solucionará por sí sola ni nuestros problemas colectivos ni los individuales, pero también es verdad que, dando por hecho que el capitalismo no sea un cadáver y nosotros sus restos, la recuperación, de haberla, habrá de venir también y sobre todo de ese lado. Mucho más todavía si nos damos cuenta de que en 2020 la mitad de todos los empleos en Europa requerirán, al menos, una formación secundaria postobligatoria, lo que habrá de suponer necesariamente el final de los empleos de baja cualificación en la Unión Europea, o lo que sea eso entonces. Es un horizonte que se escapa de estos comicios, pero que en ellos hunde sus raíces. Para bien o para mal.

Publicado en La Crónica de León, 18 noviembre 2011

viernes, 11 de noviembre de 2011

Pensar la Ciudad 2011. Conclusiones



    La edición 2011 del ciclo Pensar la Ciudad, organizado por el Ateneo Cultural “Jesús Pereda” de Comisiones Obreras, ha tratado acerca de quienes, con toda legitimidad, con toda urgencia ya, habrían de constituirse en sujetos activos del diseño y desarrollo de las ciudades: sus vecinos y vecinas. Lo cual no es aún posible en León por cuanto los gobiernos municipales de nuestros dos partidos políticos gemelos – rivales se han resistido a abrir cauces efectivos de participación ciudadana en todos estos años de pretendida democracia.

     ¿Comenzamos este artículo de conclusiones con excesiva dureza? La participación ciudadana es un asunto más serio de lo que a algunos les puede parecer. Dice el filósofo italiano Giorgio Agamben que el paradigma político de Occidente no es ya la ciudad, sino el campo de concentración, y que hemos pasado de Atenas a Auschwitz. Para comprender su tesis, aconseja distanciarse del horror que supuso aquella anomalía histórica y centrarse en la estructura jurídico – política en la que se produjo.

     Cuando Heinrich Himmler creó el campo de Dachau lo hizo fuera de las reglas del derecho penal y del derecho carcelario, desde un estado de excepción que sin  embargo devino en regla. Y, ¿no vivimos hoy en un estado de excepción que se ha estabilizado y en el que cada vez más ciudadanos y ciudadanas son desposeídos de sus derechos, en el que los gobiernos nacionales que votamos se pliegan obedientes a poderes financieros que nadie vota, en el que día a día  cada uno de nosotros es menos ciudadano y más, en la expresión de Agamben, homo sacer  o persona desechable, que no cuenta?

     ¿No es hoy la ciudad, también la nación, un espacio permanente de excepción (como fueron los campos), una localización sin ordenamiento, en el que hasta la intocable Constitución Española puede ser modificada para favorecer a los mercados, por vía de urgencia y a espaldas de quienes no contamos, de quienes tan sólo votamos gobiernos vicarios a golpe de campaña de marketing?

     Entrando en lo que fue el ciclo de conferencias, la primera ponente, Isabela Velázquez, hablando del urbanismo sensato para tiempos difíciles, se preguntaba si nuestras ciudades van a servir para un futuro escenario de cambio climático y carencia de petróleo y si no será hora ya de plantear el urbanismo teniendo en cuenta la coherencia ambiental y la responsabilidad respecto a la equidad social. Y defendió la necesidad de crear un nuevo modelo en el que es necesaria la participación de la ciudadanía.

Cuadro de César Bobis
     Inés Sánchez de Madariaga habló de la organización del espacio suburbano que se produjo en Estados Unidos en los años 50 y que fue importada en España en los años 80, de cómo una gran coalición de industrias, petrolíferas y automovilísticas (para imponer el uso del vehículo privado), inmobiliarias y financieras (para vender viviendas unifamiliares), etc., produjo un nuevo modelo de vida y relegó a las mujeres al papel de misses consumers, apartadas de la vida laboral y centradas en su papel de amas de casa. ”Construyamos las viviendas unifamiliares para que sean el espacio de las mujeres”, dijo el artífice del Estado del Bienestar británico, William Beveridge. Éste ha sido el modelo de urbanismo socialmente segregador y sexista que se nos ha impuesto en los últimos 20 años en España.

     Los participantes en la mesa redonda sobre presupuestos participativos, Pedro Chaves, Miguel Ángel Carbajo y Gregorio López, hablaron de la necesidad de la participación ciudadana para contrarrestar la evidente desafección hacia la política, que se observa en especial entre las y los jóvenes. Es necesario, oímos entonces, que se genere un empoderamiento por parte de la sociedad, concepto éste con gran arraigo y que ha surgido de las ideas feministas.

     Las prácticas locales de participación ciudadana avanzan poco a poco: están implantadas en algo más de 50 ciudades europeas, de las que 22 son españolas, con gobiernos IU, PSOE, CiU, PP y otros. De hecho, la ponente Rosa Martínez expuso una interesante experiencia participativa, la Iniciativa Urbana del Barrio del Espíritu Santo de Murcia, sustentada por un gobierno local del Partido Popular y con financiación europea.

     Es decir, que pese a que las tesis de Agamben son reconocibles en muchos aspectos, también constatamos resistencias, sobre todo en el ámbito local.

     El penúltimo ponente del ciclo, el eurodiputado Francisco Sosa Wagner, aludió al clamor generalizado que pide una reforma del sistema electoral español, “absolutamente pervertido” en su opinión y causa del desentendimiento de los ciudadanos de las exigencias políticas que todos tenemos en un sistema democrático; un sistema que lejos de ser cerrado y rígido como el de las dictaduras (y como el de los campos de concentración, por cierto), ha de ser ventilado, abierto, “esponjoso”, capaz de ir incorporando a las instituciones políticas todo lo que late en la sociedad, incluso a quienes están en desacuerdo con el sistema.

     Confiemos en que el nuevo gobierno de España no se comporte como un factor antisistema, degradando aún más nuestra maltrecha democracia y comprenda que abrir las instancias públicas a la participación de ciudadanos y ciudadanas es la más acertada de las políticas, en especial en estos tiempos supuestamente excepcionales.


Publicado en El Mundo de León, 23 noviembre 2011

domingo, 6 de noviembre de 2011

Crónica profesional y laboral


     Las crónicas de La Crónica abarcan un panorama tan amplio al menos como secciones, fechas, noticias, viñetas o fotografías que en su historia han sido. Añadir a ese índice un capítulo con perspectiva laboral o profesional puede parecernos quizá menor para tanta gloria como seguramente se recogerá en el cuaderno de los 25 años. Ahora bien, si convenimos en el papel decisivo que las personas juegan en toda empresa, por más que en ocasiones resulten poco apreciadas, entonces no podrá sernos ajena la peripecia de nombres que por el periódico han transitado durante estos cinco lustros. Honremos, pues, con ese motivo a los hacedores de prensa, los consagrados y los anónimos, los idos y los permanecidos, necesarios todos para la elaboración diaria de este portavoz de nuestro existir social.

     En lo profesional, que es palabra bien connotada, lo que sabemos es que La Crónica, por sí sola o en compañía de otros apellidos, ha sido durante estos años una auténtica escuela de periodismo. Si bien es cierto, como diremos luego, que el periodista es un ser obligado en nuestros tiempos a la itinerancia, ello arroja no obstante un resultado positivo que no debe pasársenos desapercibido. No es casual que en este 2011 los tres directores de los diarios provinciales hayan trabajado y se hayan formado antes en el periódico de referencia; como tampoco lo es que desde el mismo se haya nutrido, bien a otros medios de comunicación, bien a otros gabinetes al efecto; o que desde sus páginas de tacto tosco y sucio de tinta algunos hayan dado el salto hacia otros papeles más nobles e incluso literarios. Es un mérito que le cabe a este periódico y justo es reconocerlo en el momento de los aniversarios.

     Sin embargo, por lo que hace a lo laboral, que resulta ser un término mucho más pedestre que el anterior y casi hasta desprestigiado en medio de tanto impulso emprendedor, La Crónica no se ha escapado ni se escapa del sino común al sector de la comunicación. Al margen de que la época fuera de expansión o, como ahora, de depresión –que de todo ha habido en la viña de este diario-, los vaivenes entre su personal no sólo lo han sido por un paso a mejor vida, sino que en muchos casos son fruto de la inestabilidad en este tipo de empleo. Además, esa precariedad laboral existente en los medios de comunicación en general puede condicionar la libertad de opinión y de crítica y, en consecuencia, poner en riesgo los valores democráticos y la necesaria pluralidad informativa y de opinión a la que tiene derecho la ciudadanía. Pensemos, por ejemplo, que los medios de comunicación españoles han perdido en lo que llevamos de 2011 más de mil empleos, una cifra que triplica la correspondiente a todo 2010.

     Mas, en fin, los cumpleaños, sobre todo aquellos tan redondos como el que aquí nos ocupa, no sólo son útiles para evaluar el pasado; sirven también, y es oportuno que así sea, para avanzar propósitos de futuro. En tal sentido, desde un punto de vista sindical, creemos que para La Crónica y para el conjunto de medios de comunicación sería buena la atención de las instancias de control administrativo y laboral para evitar situaciones de precariedad o irregularidades que cuestionan incluso la viabilidad de las empresas; igualmente, la promoción de una Mesa sobre la situación de los medios, compuesta por el Gobierno, las partes implicadas y los agentes sociales, que promueva medidas para reforzar esa viabilidad; y, por último, avanzar y consolidar un modelo de radio, televisión y nuevos servicios de comunicación que cumpla con sus funciones de servicio público de calidad, respetando los derechos laborales. Son sugerencias humildes para que dentro de otros veinticinco años volvamos a tener ocasión para celebrar un aniversario tan relevante como este en un periódico al que todos estimamos.

Publicado en La Crónica de León (especial 25 aniversario), 6 noviembre 2011

viernes, 4 de noviembre de 2011

El obrero


     En ese mar de emprendedores y otras etiquetas genéricas similares al que nos conduce la ola conservadora, tiene razón de ser todavía una palabra tan digna como obrero (u obrera, si se me permite simplificar el rasgo de género). No hay definición más sencilla que la aportada por la Real Academia Española: “el que trabaja”. De otro modo más literal podríamos decir también “el que obra”, es decir, según la misma fuente, “hacer algo, trabajar en ello”. No hay por qué darle más vueltas ni entrar en matices: obrero lo es tanto el que trabaja manualmente en un sentido clásico como el que obra más modernamente en jóvenes tareas, ya sea el cloud computing o el community management. Con un detalle decisivo, no obstante, si volvemos a la RAE: el de la retribución. Esto es, que recibe a cambio “recompensa o pago”. Poco se habla de esto ahora y menos aún desde que lo obrero fuera estigmatizado por un afán ilusorio de distinción. Indudablemente, mucho han tenido que ver también los nuevos trabajos, la volatilidad del empleo y los cambiantes modos de producción, y mucho más todavía la semilla de la anti-conciencia de clase, que ha germinado en clases medias, autónomos, profesionales liberales, auto-empleados y más recientemente en los citados emprendedores. Por no mencionar el drama de los desempleados ni la casta singular que formamos los empleados públicos. Sin embargo, nadie podrá negar que una constante se mantiene e incluso se mantendrá en la nueva edad: por más compleja que haya de ser nuestra sociedad, el tiempo de los que obran seguirá siendo vendido a cambio de un salario. No importará el quehacer ni la localización. De tal manera que, puestos a dibujar el mapa de lo que nos viene, más vale servirse de la línea fina y ajustar nuestro vocabulario. Tal vez así las piezas del puzzle social vuelvan a encajar y consigamos situarnos para obrar en consecuencia. De lo contrario, como titulaba Sánchez Ferlosio, “vendrán más años malos y nos harán más ciegos”.

Publicado en La Crónica de León, 4 noviembre 2011