Nos
enseñaron que un fonema es la unidad mínima de la lengua con valor distintivo,
que no cuenta con significado por sí solo, pero que distingue palabras. Lo
cual, alcanzado ese otro nivel superior no fonológico, nos lleva a resaltar la
importancia de esa unidad para hacer que una palabra sea la que es y no otra o
que, en un contexto más pragmático, su articulación concreta incorpore
significaciones reveladoras. Es lo que ocurre con el fonema oclusivo, dental,
sonoro /d/ cuando escuchamos con atención el discurso de investidura del recién
elegido Presidente del Gobierno. Advertimos entonces que Rajoy se refiere unas
veces al estado y otras al estao, pero no indistintamente y me temo que no por
casualidad. Así, si tienen ocasión de repasar su grabación sonora, notarán que
nos habla del Estado con
mayúsculas, con énfasis, masticando la palabra para que resuene en el
auditorio, cuando la liga casi en exclusiva a presupuestos o boletines y se
envuelve en conceptos como déficit, austeridad o reformas. Sin embargo, no
ocurre lo mismo en otros contextos digamos más corrientes o genéricos del
término, donde el orador relaja la entonación de modo que el sonido tiende a su
desaparición casi completa, en lo que podría considerarse un claro vulgarismo
si la caída del fonema es total; así ocurre (aunque no de forma absolutamente
general, todo hay que decirlo) cuando se refiere, por ejemplo, al estao social, al estao de bienestar e incluso a los cuerpos de seguridad
del estao. Podría tratarse tal vez
de un galleguismo, de la misma forma que el anterior Ministro de Fomento
hablaba de conceto y efeto, pero me parece que no es ésa la explicación. Sabido
es que por la boca muere el pez y que el lenguaje oculta un comportamiento.
Tomado en tal sentido, no cabe duda ya de que estamos ante una evidencia y no
frente a una simple relajación del fonema /d/ en posición intervocálica. Habrá
que estar atentos, pues, a la fonética del actual Gobierno para saber a qué
atenernos.
Publicado en La Crónica de León, 30 diciembre 2011