Son
tales la zozobra y la desorientación que el terreno parece abonado solamente
para la venta de palabras. Cuanto más elementales mejor. A ello contribuye
también de forma importante la cuidada aplicación
de la teoría del shock, es decir, la estimulación del pánico para una mejor
aceptación de los sacrificios. De este modo, términos como ajuste, austeridad,
déficit u otros similares se instalan en nuestro pensamiento como dogmas sin
que al parecer puedan existir para actuar sobre la realidad otros campos
léxicos menos deprimentes. Y es que, como señala el ensayista Vicente Verdú, “ciertamente
esta crisis pasará, pero poco a poco su amargura ha permeado tanto y cobrado
tanta importancia que ¿cómo referirse de frente y, por el momento, a ella?”.
Ya
se sabe que lo que realmente cuenta son las acciones, las obras, no las
palabras. En ese sentido lo que se observa, tanto o más que lo que se escucha,
es un despliegue de recortes tan alarmantes que casi no hay manera de eludir el
abrazo de la calamidad. Basten algunos ejemplos.
- La reducción presupuestaria de las comunidades autónomas para 2012 hace que sus presupuestos sanitarios se sitúen prácticamente al nivel de los de 2007. El gasto por persona se reduce un 10,4%.
- La educación ha perdido en los dos últimos presupuestos 3.000 millones de euros. El gasto por alumno se ha visto reducido en un 15%. Mientras tanto, sólo el 24% de los españoles ha cursado o cursa formación profesional, frente al 47% de la media de la Unión Europea. Es la tasa más baja de toda la Unión.
- La reducción del presupuesto de I+D+i alcanza un 7% (600 millones de €). La contribución a nuestro PIB de los sectores de alta tecnología se ha mantenido en los últimos años por debajo del 1%, cuando la media europea es tres veces superior, y los de tecnología media-alta no han superado el 4%, la mitad de esa media.
- El número de empresas radicadas en Castilla y León que mantienen abiertos programas de innovación se desplomó ya en 2010 un 19,29%, al bajar de 1.524 a 1.230. Los fondos que las empresas de la región destinaron en 2010 a innovación cayeron un 27,27% respecto al año anterior, porcentaje más acusado que la media española, cuyo descenso no alcanzó los dos dígitos al situarse en el 8,3%.
Todo esto son
obras –malas obras- y no amores, por más que muchos entendamos que debieran ser
precisamente el objeto de nuestros amores para poder hablar del porvenir con
menos pesimismo. Porque, en efecto, la crisis pasará, o el mundo será otro,
pero justamente por ello no deberíamos permitir el martirio de los sectores
productivos más dinámicos y estratégicos para la economía española con altos
valores añadidos y de conocimiento. Ni, por supuesto, despreciar la
contribución que a ello hace la educación en cualquiera de sus niveles.
Frente
a esta tragedia, los poderes nacionales invocan el entorno europeo para
justificar sus políticas de consolidación fiscal y sus reformas en materia
laboral. No parece importarles, en cambio, otras referencias como las aquí
enunciadas. Se trata, pues, de una doble visión interesada que vuelve a poner
de relieve, como hemos denunciado en numerosas ocasiones, que en esta gran
depresión hay tanto de economía como de ideología y que, por lo tanto, hay o
debiera haber alternativas. No es extraño a ello el hecho de que siete de cada
diez conceptos de las ciencias sociales o de las tecno-ciencias proceda en la
actualidad de las universidades americanas, esas factorías del pensamiento que
tratan de modelar la nueva sociedad con un objetivo básico: aprovechar la crisis para propiciar el debilitamiento de lo
público y la limitación de los derechos individuales y colectivos.
Son consideraciones, en fin, que nos llevan a
concluir que la teoría y el pensamiento son también elementos trascendentales
de lucha política y sindical. No actuaremos de otra forma, no pensaremos
de otra forma si no hablamos de otra forma, si no nos zafamos cuanto antes de
esa cárcel de palabras envenenadas que hemos hecho nuestras como si tal cosa.
Nos marcan la agenda y también el vocabulario, porque nada es la una sin el
otro y viceversa. Nos colonizan con aparentes buenas razones cuando en realidad
les denuncian sus obras. Nos aturden con la letanía del miedo porque saben que
produce parálisis y docilidad, esto es, los mismos estímulos que siempre han
sostenido con éxito al caciquismo en este país.
Citemos,
para acabar, otro par de ejemplos que pueden responder a esa otra manera de
actuar que aquí defendemos y que al parecer, como diría la Vicepresidenta del
Gobierno, no están sobre la mesa. Por una parte, el establecimiento de una tasa
sobre las transacciones financieras se traduciría, según la Comisión Europea,
en unos 57.000 millones de euros al año; de ellos, a España le correspondería
entre el 8 y el 10%, unos 5.000 millones de euros. Y por otra, una actitud más
severa sobre el fraude fiscal permitiría a España
recaudar anualmente unos 70.000 millones de euros; un punto de reducción en ese
fraude se refleja de inmediato en dos puntos en aumento del empleo. Lo dicho:
obras son amores.
Publicado en Diario de León, 22 marzo 2012
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