Anda
revuelto el paponerío local porque el calendario escolar del año 2013 vuelve a
situar las vacaciones escolares de primavera en la llamada semana de pascua. Y
argumenta contra esta decisión un sinfín de efectos negativos que van desde el
descenso en ventas de limonada hasta la merma del fervor procesional en las
jóvenes mesnadas. Nada dicen, sin embargo, sobre criterios pedagógicos o ritmos
académicos, pues al cabo en la enseñanza, como bien saben los papones, poco
importa lo educativo propiamente dicho frente a la hostelería y el turismo.
Mucho menos frente a los valores eternos y a las tradiciones. Conviene quizá
recordar que la vacación escolar no es asunto motivado por cabalgatas navideñas
ni por desfiles penitenciales, sino por un adecuado acomodo de los tiempos de
trabajo y de descanso para alumnos y alumnas de los distintos niveles. Cierto
es, no obstante, que en este país se aposentó en esto como en muchas otras
materias el dictado religioso, que ha acabado condicionando más de lo debido la
vida, los usos, las costumbres y los trabajos. Recuérdese que hubo quien a
finales del pasado año propuso una racionalización del calendario festivo de
cara a una mayor productividad, conviniendo entonces la necesidad de trasladar
los festivos a los lunes. Acuerdo hubo en tal sentido entre organizaciones
empresariales y sindicales, si bien modesto, pues a la postre el orden
espiritual resultaba como siempre inamovible, y bastó que se pusiera en acción
el muy casto gobierno actual para que todo quedase una vez más en agua de
borrajas. En suma, que conveniente es darle una vuelta a todo el calendario,
como a todos nuestros horarios, fosilizados desde antiguo en moldes caducados y
severamente atravesados por referencias piadosas. Ésta sí es un reforma que
merece la pena, que nos situaría en la modernidad y que dudosamente remataremos
mientras sigamos gobernados (o dirigidos, nunca se sabe) por papones.
Publicado en La Crónica de León, 20 abril 2012
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