Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

viernes, 27 de julio de 2012

La conciencia


     Lo peor de la conciencia no es que te persiga desde que se alcanza el uso de razón, según la enseñanza judeo-cristianas que nos grabaron a fuego lento en nuestra infancia. Eso duele, pero uno se acaba acostumbrando; lo mismo que a la miopía o a los granos. No, lo peor es que la conciencia esté tranquila y, por si acaso, proclamarlo. Es la señal más evidente de que algo va mal, de que hay gato encerrado o de que huele a podrido. Conforme a la misma tradición educativa, para el lavado de conciencias no había remedio más eficaz que el confesionario, de donde uno salía limpio de polvo y paja. No importaba el tamaño del polvo o de la paja: tres avemarías y como nuevo para volver a empezar. Es lo que ocurre, me figuro yo desde el descreimiento actual, con tanto fariseo de misa y procesión, cuyos vicios privados y virtudes públicas sólo casan desde el punto de vista de la absolución divina. Pero, religiones aparte, uno de los tópicos más manidos en estos tiempos de argumentos vacíos y de cara dura es el de la conciencia tranquila. Son tantos los que presumen de ello que uno se siente abrumado con su miopía, sus granos y su conciencia alterada. La tranquilidad, por lo visto en las hemerotecas, es materia de alta enjundia si se examina la nómina de sus detentadores. La tiene el Alcalde de Valladolid al ser procesado por un supuesto delito urbanístico. La tiene María Dolores de Cospedal ante las medidas –cualquier medida- tomadas por el Gobierno. La tiene el ex consejero andaluz de empleo en el momento de su ingreso en prisión por el asunto de los ERE. La tienen Baltasar Garzón y Carlos Dívar indistintamente. Y hasta Alberto Contador frente a su presunto dopaje. Todos declaran lo mismo, da igual el polvo o la paja. Es la prueba por antonomasia, tanto como la negación de toda razón. Pues bien: si la miopía se opera y para los granos está la limpieza de cutis, cuál es el sedante común que apacigua tal gama de conciencias.

Publicado en La Crónica de León, 27 julio 2012

jueves, 26 de julio de 2012

La apariencia y el engaño


     Uno de los signos que identifican a esta época de confusión es la tensión creciente entre lo que es y lo que parece ser. Cuanto mayor resulta el esfuerzo para señalar lo que realmente es, tanto mayor es el ahínco de quienes se empeñan en la imitación. Frente a la abundancia de denominadores de origen, indicaciones geográficas protegidas, sellos de autenticidad y otros mecanismos para la verificación de lo que se pretende único y original, se opone todo un ejército de sucedáneos, copias, plagios y  reproducciones de todo tipo, cuyas diferencias respecto al referente son en muchos casos difíciles de verificar. De ahí que la apariencia se haya convertido, si no lo ha sido siempre, en elemento trascendental de toda actividad humana en su esfera social. Mientras el individuo es dueño de optar, o de acomodar su opción conforme a sus circunstancias, la disputa entre lo real y lo figurado se mantiene dentro del plano de la desleal competencia en un supuesto mercado de objetos o de ideas; pero cuando desaparece la posibilidad de elección entre el modelo y su imagen, de modo que la apariencia aparenta ser más de lo que es, entonces nace el problema y se genera un desorden todavía mayor. Es el engaño.

     Naturalmente, un caos semejante se ha apoderado también del espacio político, añadiendo desorientación a la desorientación generada por estos tiempos desnortados. En otras épocas más maniqueas la presión surgía del choque, nunca del alboroto: al Este se oponía el Oeste, lo mismo que sus respectivas formalizaciones ideológicas. Nadie hubiera imaginado entonces que un país comunista liderara una economía capitalista como sucede hoy con China, donde la planificación totalitaria convive en aparente armonía con la filosofía más mercantil. Así mismo, por situarnos en el extremo opuesto, ni los más aberrantes de entre los nuestros hubieran sospechado que un día empresas de automóviles y grandes bancos y aseguradoras estadounidenses serían nacionalizados. Claro que, en el plano de la aberración, quien se lleva la palma es el Partido Socialista francés, que tuvo en Dominique Strauss-Kahn un Presidente in pectore, para lo que nada importaba ser Director Gerente del Fondo Monetario Internacional, posiblemente el mayor agresor de las políticas sociales. ¿Cómo sorprendernos, por lo tanto, de que poblaciones obreras tradicionalmente de izquierdas hayan abrazado en ese país la opción electoral del Frente Nacional?

     Viniendo al plano corto, el de lo doméstico, España tiene en apariencia un Gobierno, aunque en realidad confiesa ser un mandado que no gobierna. No de otra forma puede interpretarse que su Presidente asegure que hace lo que no quiere, lo que no le gusta, porque no tiene elección. También Europa tiene un Banco Central aparente, que no funciona como tal porque no llega a existir una unión fiscal y bancaria, sino que está para controlar la inflación, que es una vieja manía alemana pero no del todo europea. Por otro lado, a veces se producen rescates que no lo son, o se dice que no lo son porque se trata de créditos preferentes que no entrañan condiciones, aunque acto seguido se aprueben ajustes por valor de 65.000 millones de euros. También hay un Parlamento que discute y aprueba leyes, si bien durante los últimos siete meses se ha dedicado preferentemente a convalidar decretos leyes, que no se debaten ni pactan porque al fin y al cabo han entrado en vigor al día siguiente de ser redactados por un Gobierno que hace lo que no quiere hacer. Y dice el Presidente de ese no Gobierno que él sube impuestos, pero que en realidad lo que querría es bajarlos, tal y como apuntó en un programa electoral que no llegó a nacer y así sucesivamente.

     Lo que sucede entonces es que este país procura guardar las apariencias pero se engaña a sí mismo. De hecho, por más que tratemos de sostener el ánimo social y político de un ente moderno de corte occidental, los pilares sobre los que se apoya ese tipo de comunidades se nos están haciendo pedazos de día en día. Entre medidas engañosas y eufemismos aparentes, sería bueno que alguien nos explicase qué será de una sociedad de consumo sin consumo, cuánto dura una democracia burguesa sin pequeña y mediana burguesía (las clases medias), en qué deriva un Estado sin Estado, dirigido por terceros y sin soporte público. Son cuestiones básicas a las que convendría atender tanto o más que a lo inmediato que tan grandemente nos perturba, pues los fenómenos inmediatos son también apariencias con las que nos engañan y ocultan el destino que nos tienen reservado. Explicaba en un artículo Juan Goytisolo hace unos días que “estamos al cabo de un ciclo histórico y una crisis de civilización”. Ésa es la verdadera clave que debiera centrar nuestro pensamiento, nuestro lenguaje y nuestra actitud como país o comunidad política. Es lo que merece la pena considerar con el fin de encontrar una salida a nuestro enredo actual y valorar con mayor certeza los sacrificios que estamos dispuestos a soportar. Es la base teórica al menos sobre la que poder reconstruirnos, pero para ello nos son muy necesarios unos gobiernos que gobiernen no sólo en apariencia y que no nos engañen.


Publicado en Diario de León, 26 de julio de 2012

jueves, 19 de julio de 2012

Manifestación 19 julio 2012


Discurso que puso fin a la manifestación convocada el 19 de julio de 2012 contra la política económica del Gobierno. Plaza de San Marcelo en la ciudad de León. http://www.youtube.com/watch?v=lwAJkfz3oEM&feature=youtu.be

viernes, 13 de julio de 2012

Los despedidos


     Acostumbrados, e insensibles ya por eso mismo, a la sucesión de índices negativos sobre el empleo, pasamos la mirada con indolencia por los titulares de los periódicos como si se tratará de noticias amortizadas y descontadas del sentimiento colectivo. Las crisis de los sectores tradicionales apenas si nos dicen nada, a no ser que el humo de la pólvora minera nos detenga en el asfalto: ni la agricultura, ni la construcción, ni el entorno energético nos conmueven. Hay por otro lado una retahíla de nombres propios, los de las empresas de referencia, que se van difuminando de la onomástica económica provincial a medida que los expedientes de regulación o de extinción se acumulan en las estadísticas: un 57% más en los cuatro primeros meses de este año respecto al mismo periodo del anterior. Los datos cuentan que por esa vía –la más aparente, la que se comenta- 8.783 fueron los afectados en la provincia a lo largo del último cuatrienio fatal; pero nada sucede, seguimos tomando la caña y pasamos de página hasta dar con esa otra que refiere las glorias del balompié hispano. Y, claro, lo que no dicen los medios, aquello sobre lo que apenas si se habla porque no acumula masa visible para expresar rebeldía, es sobre la legión de cadáveres que individualmente son arrojados al cubo de los desechos laborales día a día. Ocurre así que otros 5.164 deberían añadirse en la sección de necrológicas durante el periodo citado, aquellos que sencillamente fueron liquidados y no alcanzaron conciliación por sus despidos, más otro número indeterminado que ni siquiera pudo acceder a ese fichero de últimas voluntades. Anótese por último que entre enero y abril de 2012 ya son 508 los no conciliados, lo que nos situará a final de año en un nuevo horizonte insoportable. Sería conveniente al menos que los honráramos y que dejásemos de hablar genéricamente de despidos: son personas con dignidad, son los despedidos.

Publicado en La Crónica de León, 13 julio 2012

domingo, 1 de julio de 2012

JOSÉ ANTONIO LABORDETA: Con el puño cerrado con dignidad


     Lo más adecuado para una antología póstuma sería que la seleccionara el propio finado. Así mismo, podría de paso encargarse también de los textos introductorios y de otras exégesis más o menos oportunas. Por último, debería igualmente supervisar el formato, las imágenes e incluso los colores de la obra. Dicho lo cual, hay serias dudas de que José Antonio Labordeta, a pesar de haber sido un hombre un tanto adusto y de modestia contrastada, hubiese dado el plácet a esta recopilación que vino a conmemorar el primer aniversario de su fallecimiento. En primer lugar, porque la selección musical es irregular e incompleta; en segundo, porque las grabaciones recogidas en DVD llevan a pensar en si no habría otras más apropiadas; en tercero, porque ofrece una cronología demasiado esquemática con un diseño en colorín de feria; luego, porque le sobran elogios –merecidos todos, por otra parte-, pero falta historia; y, finalmente, porque el conjunto es tan austero que parece un producto más de la doctrina última de los mercados que él, con toda seguridad, habría también rechazado.

     Aún con todo, qué duda cabe de que saludamos esta edición amplia (tres CD y el citado DVD) del repertorio de Labordeta y precisamente lo traemos aquí para común conocimiento. Hay, por supuesto, otras recopilaciones suyas en el mercado y otras reediciones de viejos discos. Lo que añade ésta, además de hacer un poco de todo lo anterior, es que suma rarezas, versiones compartidas y, sobre todo, imágenes en vivo (algunas de ellas prescindibles, por cierto, salvo para los muy adictos), tomadas de actuaciones en directo y de programas de televisión: de estos últimos, sorprenden y casi irritan los que lo presentan en plan chansonnier o cantautor ligero comercial, casi lamentables. Pero de todo hubo en la viña del aragonés. Por ejemplo, sus colaboraciones (éstas sí dignas de consideración) con el grupo Puturrú de Fuá, donde el lado irónico del Abuelo brilla sobremanera, y hasta con Serrat, Aute o Sabina. De paso, la inclusión en el conjunto del disco de 1991 Tú y yo y los demás nos permite recuperar a Ovidi Montllor y a Imanol, tan escondidos por desgracia en el viejo baúl de la canción de autor.

     Y ocurre, en suma, que nos sigue emocionando este hombre y nos sigue estimulando cualquiera de las flores de su cancionero. Y, como suele ocurrir con aquellos que nos abandonan y a los que tanto quisimos, la sensación de orfandad apenas si es compensada por su pervivencia sonora. A él se refirió Fernando González Lucini en el disco-libro Nueva visión y en el libro La canción de autor en España (donde nadie le discute un lugar más que notable) con estas palabras que traemos aquí casi a modo de epitafio: “José Antonio Labordeta no se rinde y, como la sabina, se mantiene altivo y nada puede truncar su canto; y ahí permanece como un monegrito más, sabiendo, como ellos saben, lo duro que es pelear”.

Publicado en Notas Sindicales, septiembre 2012