Blog de Ignacio Fernández

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martes, 18 de septiembre de 2012

En el inicio del canto



Moderato Cantábile decimos, sí. Acudimos entonces a la fuente de fuentes y aparecen nada menos que 494.000 entradas (aproximadamente, apuntan), 22.300 en lengua española, aunque solamente 10.900 procedentes de territorio hispano. Las primeras de todas esas páginas –he ahí, por tanto, nuestra célula madre- hacen referencia a una novela de la escritora francesa Marguerite Duras, publicada en 1958 [www.tusquetseditores.com/titulos/andanzas-moderato-cantabile], y se alternan con su adaptación cinematográfica, realizada en 1960 por Peter Brook, con Jeanne Moreau y Jean Paul Belmondo como protagonistas [www.claqueta.es/1960/moderato-cantabile.html]. Una y otra son el relato de una fascinación, más o menos como la que nos nace –a veces irracional, a vece ilógica también- al entregarnos sin prejuicio al mundo de la literatura y de la música.

De la trama nos quedamos con la figura de una mujer, Anne, que acompaña a su hijo a clase de piano. La profesora le instruye de forma reiterada en una misma partitura, una sonatina de Diabelli que debe tocarse en moderato cantábile, es decir, en un ritmo moderado y cantante, como si viniera a tratarse de una canción [www.sheetmusic2print.com/Media/Diabelli/Sonatina-168-1-III.mid]. Y esto, lo del ritmo, sin olvidar lo literario, nos lleva al que será nuestro segundo gen, sobre el que también podemos rastrear otros ejemplos en la red: sin ir más lejos, Frédéric Chopin [www.youtube.com/watch?v=o9m8kZuBG5A].

Recapitulemos, pues. Moderato: término musical que prescribe una ejecución discreta y moderada, alejada de excesos expresivos. Aplicado a otras voces, añade la idea de moderación al movimiento. Cantábile: Voz italiana que indica que un pasaje musical debe interpretarse dando relieve a la melodía principal.

Así somos, así seremos en este paraje digital, desde donde proclamaremos nuestra propuesta musical. No una proposición cualquiera, evidentemente. Acabamos de indicar, de hecho, los que serán dos de sus denominadores comunes: lo literario y lo musical. Pero hay más, al menos otro dúo que presentamos a continuación: la canción y la palabra.

De forma inevitable, siendo como somos, topamos con la canción. Nos gustan las canciones, es así, las melodías cantables, el cancionero en general siempre y cuando lo guíe el buen gusto y cierto afán de estilo. Canciones clásicas y jóvenes, eternas y efímeras como la vida misma, canciones de amor y de muerte –casi todas, deberíamos señalar-, canciones que hablan del mundo y de sus sombras, de los misterios y de las claridades… mediante las que penetrar la realidad con ojos líricos.

Posiblemente, si hubiera que seleccionar una canción, una sola canción para resumir el espíritu que nos animará en ésta y en sucesivas entregas, no habría ninguna duda, una de las más hermosas: Te doy una canción, del cantante cubano Silvio Rodríguez [www.youtube.com/watch?v=IzAaQDf1Oxg&feature=related]. Cuidado que es amplio el cancionero y en él bucearemos como arqueólogos marinos para ofreceros ánforas valiosas y tesoros sumergidos. Sin embargo, nuestras señas de identidad están tan claras que la respuesta no conoce titubeos.

Pero esto es sólo una presentación y, como tal, susceptible también de matizarse. Al fin y al cabo, canciones hay para todas las edades y para todos los tiempos, incluso para estos tan turbios en los que habitamos hoy. Ya lo dejó escrito el poeta Bertolt Brecht: “Y en los tiempos oscuros, ¿habrá canto? Sí, habrá el canto sobre los tiempos oscuros” [https://sites.google.com/site/bertoltbrechtpoemasycanciones/].

Así pues, la palabra por fin, el haz o el envés de la música, según se mire, cuando se produce el maridaje de la canción. Como sentenciaba Sigmund Freud: “la ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”. Y es que, si en el principio fue el verbo, o eso cuentan al menos, lo que sí podemos afirmar los ilusos mortales es que en todo el recorrido restante hasta el fin siempre nos quedan las palabras, ya sea según versión de Blas de Otero, de Paco Ibáñez o del grupo Aguaviva [http://antologiapoeticamultimedia.blogspot.com.es/2006/08/me-queda-la-palabra.html].

De modo que música, literatura, palabra y canción. Una elaboración de repertorios y una exploración del cancionero en el sentido más amplio, para concluir en lo que hoy nombran como playlist y que siempre conocimos como una lista de reproducción o de escucha. Con una particularidad: lo que fue en su día, a lo largo de ocho cursos de emisiones en la Radio Universitaria, una expresión sonora que todavía puede rastrearse en la red [www.ivoox.com/escuchar-radio-universitaria-leon_nq_9212_1.html], se abre ahora al mundo en este nuevo formato que quiere apurar también todas sus posibilidades de comunicación. Eso sí, siempre con una misma intención lírica y política. Modestamente, lo que canta Bruce Springsteen en We are alive [www.youtube.com/watch?v=mVxc-tubIyE]: “Estamos vivos, / y aunque nuestros cuerpos yacen abandonados / aquí en la oscuridad, / nuestros espíritus se elevan / para llevar fuego y encender la chispa / para pelear hombro con hombro / y corazón con corazón”. No otra es, en suma, la inspiración y el programa de Moderato Cantábile.

Publicado en Conecta León 1, septiembre 2012

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