Hemos
conocido por datos aportados desde la Federación de Asociaciones de la Prensa
Española que, desde 2008, 57 medios impresos han cerrado en España y 8.000
periodistas han perdido su puesto de trabajo. Si éste es el estado lamentable
del llamado cuarto poder, podemos hacernos una idea de cómo se encuentran
aquellos que no tocan poder alguno ni por asomo. Pero también, de paso, podemos
examinar la situación de los otros poderes, fácticos o reales, y descubrir que
ninguno soporta una evaluación positiva, si se exceptúan el financiero y el
eclesiástico. En efecto, el poder político, según dicen las encuestas,
languidece entre desconfianzas, amputaciones en apariencia indeseadas y otras
gaitas gallegas. El legislativo vive preso desde hace años entre los barrotes
oxidados de sus reglamentos y sistemas electorales. El judicial, poco permeable
a las reformas democráticas, permanece encastillado en sus almenas medievales
sin apenas conexión con el mundo real. Mas, frente a ese panorama arruinado, el
poder financiero, como si nada fuese con él, prosigue su vida de éxitos con la
aniquilación de las cajas de ahorro y es el único que, según datos del INE,
aumentó de forma espectacular su renta disponible casi un 90% entre los meses de
abril y junio respecto al mismo periodo del año anterior. Pensemos que las
empresas, aunque nos resulte paradójico, lo hicieron en un 6,4%, mientras que
las familias vieron disminuir esas rentas en un 3,2%. Y, como colofón, ahí se
perpetúan sin tacha alguna las ayudas a la iglesia católica en los Presupuestos
Generales del Estado para el año 2013, lo que demuestra que el poder de Dios no
es, desde luego, de este mundo y bien se encargan los césares de que así sea
por los siglos de los siglos. En fin, no todos los muros de la patria mía
parecen desmoronarse por igual y para todos. Más o menos, como en tiempos de
Quevedo, donde en muchos sentidos todavía habitamos.
Publicado en La Crónica de León, 19 octubre 2012
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