Lo excepcional es la
huelga. Y lo más excepcional es la huelga general. En cualquier caso, se trata
siempre de un derecho constitucional básico, que ya sólo por ese motivo merece
un mínimo respeto, se secunde o no. Todo lo demás es opinable, por supuesto. Lo
que sí parece guardar cierta lógica es que se responda con acciones
excepcionales a situaciones igualmente excepcionales, y nadie dudará de que la
presente lo es y de forma muy dilatada. También es verdad que la excepcionalidad
no es la misma para todos, lo cual, precisamente, forma parte de la sustancia
de la excepción. En ese escenario, que no hace falta glosar más pero que no ha
llegado todavía a lo peor, es donde se inscribe la propuesta de Acción y
Solidaridad lanzada por la Confederación Europea de Sindicatos para el próximo
14 de noviembre. Recuerda la CES en su declaración que la Unión Europea está
obligada por el Tratado a “actuar por el desarrollo sostenible de Europa,
fundado sobre un crecimiento económico equilibrado y sobre la estabilidad de
los precios, una economía social de mercado altamente competitiva, que tienda
al pleno empleo y al progreso social, y a un nivel elevado de protección y de
mejora de la calidad del medio ambiente”. Constatado el fracaso de las
políticas de austeridad, contrarias por otro lado al anterior principio, se
propone una jornada a favor de un nuevo contrato social, que adoptará diversas
formas: en España y en otros países la de la huelga general. Por primera vez en
la historia de este tipo de movilización no es un conflicto laboral lo que está
en su raíz, sino un conflicto social y ciudadano: las consecuencias de las
políticas que se están llevando a cabo perjudican a toda la sociedad y sólo se
salvan, o incluso medran con la crisis, las élites económico-financieras que la
originaron. Todo tan excepcional como comprensible, si lo valoramos con algo
más que el pensamiento-basura tan de nuestros tiempos.
Publicado en La Crónica de León, 2 noviembre 2012
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