Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

jueves, 27 de diciembre de 2012

Rumor


     Cada día de la semana, casi cada hora, tenía sus rituales, y la música, naturalmente, no era ajena a esos ritmos repetidos entre timbres de clase, sirenas de azucarera y silbidos del ferrocarril. Como bien se puede suponer, en los fines de semana llegaba la coronación del show, aunque no todo en esos dos o tres días respondía a una misma mecánica ni a un mismo repertorio; es decir, no siempre era posible actuar sobre la misma combinación en el teclado para ambientar la fraternidad. Por ejemplo, los domingos, después del horario de misa, tenían necesariamente otro sabor y otro rumor.

     A esas horas, mediodía del domingo, se producía en los bares una hibridación que obligaba a poses y concesiones que no sucedían en otros momentos y en otros espacios de gustos más restringidos y homogéneos. Olía a limpio, se bebía mosto o vermouth (según sexos y edades) y en los locales que tenían un aparte con la máquina de discos (que los había en casi todos los barrios) se amontonaban todas las liturgias posibles e imposibles. Predominaba lo comercial, como sucede en estas amalgamas, y un tal Laurent Voulzy se las llevaba de calle, así que hubo que cortar por la del medio y reconquistar posiciones hasta remodelar el deleite colectivo con otros patrones que empezaban a ganar protagonismo. Enseguida aquel protomix que tenía por título Rockcolletion fue dejando espacio a un single de Triana que albergaba en su cara A una canción perfectamente digerible para esos escenarios, Rumor, sin por ello dejar en el camino ni un ápice de su mensaje capital para aquellos años: “la guitarra a la mañana / le habló de libertad”.

     En realidad, lo del flamenco y el rock lo habíamos descubierto con Smash, pero resultaron demasiado psicodélicos o underground para una juvenilidad todavía pálida en exceso. Triana, en cambio, nos llegó en el momento justo.  En junio de 1976 formaron parte del cartel del “1er Enrollamiento Internacional de Rock Ciudad de León” (primero y último, por cierto), junto a Asfalto, Iceberg, Bloque, entre otros, y Nico como estrella venida del más allá. Dos años antes habían editado su primer disco, «El patio», y ya nos habíamos solazado bastante con sus canciones en las tardes de cafetería y en las exhibiciones de los virtuosos de la guitarra, que hicieron de Abre la puerta una parada obligatoria. Pero su aparición en el escenario, en medio de aquella melopea provinciana, resultó ser el pasaporte menos discutido para la ampliación de nuestro cancionero hacia los grupos hispanos sin que nadie se atreviera a ponernos en tela de juicio. Todo lo contrario, de ahí a sembrar las matinales domingueras requirió sólo una pequeña espera por su segundo álbum y una reconversión imprescindible en los ritmos de la tribu.

     Rumor, junto a Recuerdos de Triana en la cara B, fue editado por Movieplay en 1977, extraído del LP «Hijos del agobio». Según http://trianadiscografía.blogspot.com , “se dice, se cuenta, se rumorea (hoy ya leyenda urbana) que la revista musical de mayor tirada en América del Sur y Estados Unidos, Record World, les consideró en aquel año como el mejor grupo de toda el área latina”. http://www.youtube.com/watch?v=b2QljMsDZ_8

Publicado en genetikarockradio.com, diciembre 2012

sábado, 22 de diciembre de 2012

Esperando la revolución otra vez


Cuentan que cuenta el filósofo Manuel Cruz que en una clase de doctorado preguntó a los estudiantes cuál era para ellos ese acontecimiento que les había marcado, por el que creían poder definirse, que reflejaba mejor el momento en que se sintieron irrumpir en el mundo. Lo que más llamó su atención fue la declaración de un estudiante, para quien, sin el menor género de dudas, el acontecimiento que había significado un cambio radical en su vida y en la de su generación era la aparición de la tarifa plana de acceso a Internet.

Tal vez sea así en verdad y haya que convenir que la tecnológica es la única revolución que mantiene aprecio entre las generaciones jóvenes. Posiblemente no exista ya otro estímulo para que se produzcan fenómenos más o menos revolucionarios, que quizá para siempre han perdido el prestigio histórico de que gozaron en épocas anteriores. Ni siquiera sería esperable en un país como el nuestro, por más que identifiquemos motivos para ello, una revolución al estilo árabe, entre otras cosas porque aquí, como apunta Borja Casani, “no sabríamos a quién echarle la culpa, porque es colectiva”. Tan colectiva como el paro y la pobreza creciente y la indignación y la rabia y la tristeza. Ni siquiera esta mezcla espesa de condiciones objetivas y subjetivas cuajarán en un formato revolucionario, como habría ocurrido tal vez en otros periodos históricos no tan lejanos. Tal y como venimos sosteniendo, es una demostración más de que hemos pasado página en la historia hacia otra nueva edad, ni mejor ni peor que la precedente, que apura sus elementos definidores y se busca a sí misma entre el antes y el después.

No formará parte de tales elementos el concepto de revolución en un sentido clásico, pero habrá que ver si algunas de las nociones y lemas a él ligados pervivirán o no. O mejor dicho, si conseguiremos que pervivan o no, pues las ideas necesitan también portadores. Sami Naïr, el politólogo francés sin ir más lejos, se ha encargado de mostrarnos algún camino al rescatar y poner al día la eterna proclama de todas las revoluciones desde la francesa. Propone él que hablemos (y defendamos) de “libertad en los espacios individuales, igualdad en los espacios públicos y fraternidad en los espacios colectivos”. No se trata ya de vender un slogan atractivo a fuerza de ser simple como un tuit, sino de presentar casi todo un programa político en tres sencillos enunciados. En su significado completo se encuentra, a nuestro modo de ver, una definición completa de la que quisiéramos sociedad posrevolucionaria o poscontemporánea, tanto da. Y eso es lo que en verdad está en juego y por lo que se debería velar. Mutatis mutandis, es lo que leemos en el capítulo LVIII de la segunda parte del Quijote, cuando el ingenioso hidalgo da algunos consejos a su escudero y le dice lo siguiente: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.


Publicado en Tam-Tam Press, 22 diciembre 2012

martes, 18 de diciembre de 2012

Highway Star


     En aquellos tiempos de los pelos largos, como bien cantaban los Burning en su inolvidable Una noche sin ti, las adhesiones eran inoxidables. Uno se apuntaba a un grupo y lo agotaba hasta sus últimos compases, aunque para ese fin no sirvieran los jukebox, que eran bastante limitados y se sometían al formato single. Pero, eso sí, aquellas canciones sueltas se devoraban una y otra vez a destajo.

     De tal manera que lo mismo que nos había ocurrido con Led Zeppelin vino a sucedernos con Deep Purple, aunque las diferencias entre uno y otro grupo fueran evidentes. Para nosotros, los primeros eran como más académicos, más música culta o de culto si pudiera decirse así, y por eso los escuchábamos en los bares, auténticos lugares sagrados. Por el contrario, los segundos nos parecían mucho más callejeros, más de andar por casa, y quizá por eso los solíamos seleccionar en las máquinas de las salas de juego, que es donde procedía lo gamberro. De los Purple, la mayor parte del auditorio solía preferir Smoke on the water, posiblemente porque a la par que se sucedía su característico riff central lanzábamos al aire juegos de humo con los cigarrillos y colaborábamos a rematar el decorado. En cambio, para otros la piedra angular de los músicos británicos fue Highway Star, que nos remitía a paisajes abiertos destinados a conquistarse.

     Porque lo que ocurría con aquellas canciones es que se incorporaban a nuestras vidas no sólo como su banda sonora en un momento dado, sino que se lucían poco menos que como la huella en el carnet de identidad. Por eso no es de extrañar que fueran origen de anécdotas sonadas. Se recuerda en los anales de la provocación, por ejemplo, la noche en que la policía –¡aquella policía!- nos detuvo en la calle para identificarnos sin razón aparente, como de costumbre. Hechas las presentaciones oportunas, a uno de los agentes le vino a bien preguntarnos a qué nos dedicábamos, y como un tiro, tan inocente como convencido, alguien le respondió: “nosotros es que somos jaiguaiestars”. No merece la pena, evidentemente, explicar el resto del relato, que queda a gusto del consumidor, pero lo que aquello significaba es que nuestra militancia, la vieja militancia de aquellos años clandestinos, además de política era también musical: “Nadie me va a desbancar, / tengo velocidad en el cerebro. / Nadie va a quitarme el liderato / ahora que estoy en la carretera de nuevo. / Oh, estoy en el cielo otra vez, / lo tengo todo: / un suelo para circular, / un acelerador y de todo. / Bien, agárrate fuerte, / soy una estrella de la carretera”. Como se puede comprender, con estos mimbres no era extraño que confeccionásemos aquellos cestos tan atrevidos.

     Highway Star se editó en 1972, dentro del álbum «Machine head», séptimo disco grande de Deep Purple, y supone, según la revista Rolling Stone, “el sonido más veloz y áspero del rock más duro”. Tanto es así que, seguramente, desde entonces ni ellos ni nosotros volvimos a ser los mismos. Ellos languidecieron poco a poco y nosotros, casi al mismo ritmo, fuimos recortando la melena. http://www.youtube.com/watch?v=jh0iihjANPc

Publicado en genetikarockradio.com, diciembre 2012

jueves, 13 de diciembre de 2012

El incidente


     Cuentan los diccionarios que un incidente es disputa, riña, pelea entre dos o más personas. Por eso no entendemos lo que quiso decir el Vicepresidente de la CEOE, Arturo Fernández, al calificar de este modo lo ocurrido con el que fuera su jefe, Gerardo Díaz Ferrán, presunto delincuente. Quizá pretendió convertir el asunto en materia menor y, como de costumbre, erró. Tal vez hubiera querido decir incidencia, que es acontecimiento que sobreviene en el curso de un asunto o negocio y tiene con él alguna conexión; pero entonces, como mal conocedor que este individuo es de la lengua, se hubiera dado poco menos que por aludido, que es justo lo que no deseaba hacer. Sea como fuere, lo cierto es que por la boca muere el pez, como le sucede a don Arturo, y también por andar en aguas turbulentas, como ocurre con don Gerardo, dos ejemplares de empresarios, que no es exactamente lo mismo que dos empresarios ejemplares. Porque sucedidos como a los que aquí se aluden nos confirman que los que están arruinando el país no son los pensionistas, a los que se merma la pensión, o los empleados públicos y el resto de trabajadores, a quienes se recorta su salario, sino gente como Díaz Ferrán y compañía, que aseguran que hay que "trabajar más y, desgraciadamente, ganar menos" para que el país salga de la crisis. De manera que, uniendo uno y otro cabo de la farsa, lo que cabe pensar es si no va siendo hora de introducir en el análisis de algunos aspectos de lo que nos ocurre en el país otros elementos más importantes que la legislación laboral, como la estructura productiva o la calidad del empresariado, a los que no se suele atender. Nos parece algo tan cierto y necesario como constatar que, desde principios de los años ochenta, cuando se aprobó el Estatuto de los Trabajadores, los diferentes Gobiernos (de centro, de izquierdas y de derechas) han puesto en marcha 53 reformas laborales y sus fracasos son más que evidentes.

Publicado en La Crónica de León, 28 diciembre 2012

jueves, 6 de diciembre de 2012

En tiempos de paradojas


     Toda época de tránsito como la nuestra se nos aparece contradictoria en lo inmediato, posiblemente porque en ese trance conviven elementos extremos que pugnan por reinar en el futuro o por pervivir desde el pasado. Además, el presente actual es especialmente notable en materia de opuestos, en tanto que no se trata de un simple vaivén sino que, según palabras de Juan Goytisolo, “estamos al cabo de un ciclo histórico y de una crisis de civilización”. No es extraño, por tanto, que convivan en nosotros y entre nosotros lo estable con lo voluble, lo pasajero con lo perdurable y la eventualidad con la sustancia. Es más, hasta que averigüemos en donde hemos desembocado a la postre, la paradoja será con toda seguridad la figura que ilustre este camino y sobrados andamos de ejemplos en tal sentido.

     Lo explican bien, por lo que hace a la economía, los profesores Mauro Guillén y Emilio Ontiveros en su libro de reciente publicación Una Nueva Época. Los grandes retos del siglo XXI: “Otro rasgo más intratable del siglo XXI es que la mayoría de los cambios parecen ser paradójicos. En este caso, el auge de las economías emergentes está permitiendo que cientos de millones de personas superen la pobreza. Sin embargo, también plantea retos complicados en términos de pérdidas de empleo en el mundo desarrollado, de competencia por la energía y los recursos naturales y de gobernanza económica y financiera global”. Y lo remataba Juan Luis Cebrián con la ponencia ¿Crisis? ¿Qué crisis?, presentada en el Foro de la Nueva Comunicación el pasado mes de septiembre, atendiendo a un marco mucho más amplio: “Frente a la defensa de los derechos y las libertades individuales, sobre la que se construyó el entramado de las instituciones democráticas, es creciente el reclamo de los derechos colectivos y la afirmación de identidades del mismo género, en torno a culturas, religiones, territorios, lenguas o tradiciones singulares”. En fin, un lío del que ya veremos cómo salimos.

     Seguramente, esta convivencia entre extraños, este matrimonio sin lógica explica en parte la gran desorientación que nos domina y que, en el peor de los casos, nos paraliza. Pero eso tampoco impide que unos y otros extremos se manifiesten con rotundidad incluso en los hábitos más cotidianos: lo individual narcisista se mezcla sin traumas con lo reticular y así nuestra sociedad no podría existir ya sin lo uno ni lo otro, pues al cabo son cara y cruz de una misma moneda. Tejemos redes con la misma facilidad que nos replegamos sobre nuestros capullos. Voceamos la indignación con el mismo repertorio argumental con el que abrigamos la resignación. Nos manifestamos o nos aislamos, tanto da, sin aparente incoherencia.

     Ahora bien, todo ello no quita para que afrontemos con urgencia algunas preguntas que requieren pronta respuesta, porque de lo contrario otros tomarán decisiones por nosotros y serán definitivas. Vistos los acontecimientos económicos, sociales, laborales y de todo signo que se precipitan de día en día, ¿podría alguien decirnos cuanto antes qué será de una democracia burguesa sin burguesía, qué de una sociedad de consumo sin consumo, qué de un Estado sin Estado? Porque nos inquieta, nos urge.


Publicado en Tam-Tam Press, 6 diciembre 2012