Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

lunes, 28 de enero de 2013

Bang a gong (Get it on)


     También nosotros teníamos un lado hortera, hay que confesarlo, aunque procurábamos llevarlo con dignidad. Esto es, podíamos hundirnos en los abismos más vulgares sin por ello abandonar nuestro afán de ser sublimes sin interrupción, tal y como nos había enseñado Baudelaire. La música daba para eso y para más. Incluso existían vasos comunicantes que trasladaban las canciones desde lugares cerrados hasta espacios abiertos, según fuese necesaria una mayor intimidad o un exhibicionismo atolondrado y según también si las acciones eran puramente lúdicas o con ambición venatoria. Para todo había en el catálogo y casi todo era intercambiable desde la caja de discos, el jukebox, hasta los coches de choque.

     Quien al final nos redimía siempre era Marc Bolan. Poco importaba que el pecado hubiese consistido en una partida de futbolín a ritmo del Cum on feel the noize de Slade, que se hubiese tratado de una excursión dominguera a los coches de choque para perderse en el Can the can de Suzi Quatro, o que concluyésemos con un vacile discotequero a base del Ballroom Blitz de Sweet; incluso tampoco era mortal comulgar en un determinado momento con aquello que se llamó glam-rock comercial y que tenía acomodo en el jukebox a través del No more Mr. Nice Guy de Alice Cooper o el Rock and Roll de Gary Glitter. Nada era lo bastante grave. Cuando la conciencia nos advertía de que estábamos desbarrando por el lado más festivo y arrabalero, nos refugiábamos de inmediato en Bolan y todo volvía a su sitio. Porque si algo estaba claro era que de toda aquella pléyade carnavalesca si alguien nos iba a perpetuar en la historia no serían otros que los T. Rex.

     “Entrégate”, repetía, “entrégate”, y nosotros nos entregábamos de un modo casi incondicional para liberarnos de aquellas tentaciones lujuriosas poco edificantes, igual que lo hacíamos con otros mitos elevados de nuestro santoral, desde el propio Baudelaire hasta Lord Byron, con el que se estableció algún lejano parecido. Sería quizá un cierto romanticismo, serían tal vez sus canciones refinadas, serían sus letras perversas, el caso es que cuando en 1977 perdió la vida en un accidente de coche, la casilla de lo indomable se nos quedó medio vacía y así sigue a la espera de la última redención. “Bueno, eres como el viento y salvaje”, le decía a su chica, y como el viento y salvaje se nos aparece él, inmaculado, sin envejecer, lo cual, con toda seguridad, le hubiera complacido.

     Bang a gong (Get it on), posiblemente su sencillo de mayor éxito, se editó en 1971 a partir del álbum «Electric warrior», en cuya cubierta aparecía Marc Bolan blandiendo una guitarra en medio de un arsenal de amplificadores. Era su imagen. Su propósito, en cambio, se declaraba menos aparatoso: “Lo único que quiero es contactar con los jóvenes. De eso va el asunto, el contacto entre el público y yo”. http://www.youtube.com/watch?v=TVEhDrJzM8E

Publicado en genetikarockradio.com, 28 enero 2013

jueves, 24 de enero de 2013

La espera


     En el camino que conduce hacia una sanidad menos pública, menos universal, menos gratuita y de menos calidad, varias son las fórmulas de que se sirven nuestros maquiavélicos gestores. No importan ni su eco ni su apariencia, todas son agresivas por igual y letales. Se resalta sobre todo las iniciativas privatizadoras, el copago y el cierre de urgencias en áreas rurales; a un segundo plano se relega el abandono de determinados colectivos al borde de la exclusión y la reducción de plantillas; por último, como un elemento natural para la resignación individual, quedan las listas de espera quirúrgicas, que no dan lugar a respuestas colectivas visibles como todo lo anterior. Sin embargo, los afectados por esta enfermedad política del sistema sanitario no dejan de aumentar en nuestra provincia, y a lo largo del último año han pasado de 1.696 a 2.292 en el Hospital del Bierzo y de 2.238 a 4.235 en el Complejo Asistencial de León. Esto es así no porque enfermemos más en estos tiempos oscuros, aunque la crisis tenga inevitables efectos patológicos, sino porque quien dirige nuestro sistema sanitario, la Junta de Castilla y León, como sus hermanos del Gobierno central, han apostado por la reducción del gasto a toda costa sin importar el precio. Pues bien, esa cuenta es mareante no sólo en el número de enfermos desatendidos, sino en su expresión en cifras: desde 2008, las inversiones de la Junta y otras administraciones, más las reducciones en gasto de personal y transferencias corrientes, acumulan un recorte de 2.600 millones de euros, lo que, para hacernos una idea, es el equivalente a un tercio de la capacidad real de gasto de la Administración regional. Traducido al ámbito del que venimos hablando, la sanidad, lo que resulta es que la Consejería del ramo ha reducido su presupuesto en los últimos tres años en 365 millones de euros. Si hacemos cuentas, sabremos lo que vale la salud hacinada en las listas de espera.

Publicado en La Crónica de León, 25 enero 2013

domingo, 20 de enero de 2013

AMPARO SÁNCHEZ: Alma de cantaora


     “…Para ti, que eres la razón por la que canto y comparto mi música”. Así reza parte de la dedicatoria de un disco que firma Amparo Sánchez, la misma que un tiempo atrás se hizo llamar Amparanoia. Lo que ha sucedido en ese tránsito y sus motivos no nos interesan, porque el misterio, de haberlo, se resuelve precisamente en la dedicatoria: nada ha cambiado en los objetivos artísticos de esta maestra de la fusión musical en España, la comunión que persiguió siempre con sus auditorios, en disco y en directo, continúa siendo de entrada el motor de esta nueva etapa.

     ¿Existe entonces alguna diferencia, aparte de la onomástica, para un oyente ignorante? Dos se nos ocurren, aunque ello no suponga una fractura para nuestros oídos. Por un lado, da la impresión de que Amparo se ha tranquilizado, dicho sea en el mejor sentido; se nos aparece más reconcentrada, más intimista y más acústica, lo cual ni le priva de ritmo ni le resta un gramo a sus valores reivindicativos y de combate. Por otro, quizá en consonancia con lo anterior, ha perdido luz, ha perdido color, quizá ha perdido alegría, y eso es más que evidente si comparamos la portada de este disco con las que fueron en su vida precedente, llega a ser incluso fea por más que bien intencionada. Sin embargo, otras constantes de su estilo personal siguen vigentes y nítidas. La mezcla de ritmos, los terrenos fronterizos, la fusión, en suma, es una de ellas: es un disco pop, pero también podríamos calificarlo con esa etiqueta múltiple de lo étnico, de la world-music. Otra es la persistente colaboración con artistas de distinto pelaje, de culo inquieto como ella, en este caso Mane Ferret, Arianna Puello, Caléxico o Bebe. Y, por último, también resisten las referencias sonoras que se superponen a las canciones o se hacen canciones de sí mismas, con la Abuela Margarita y el Subcomandante Marcos a la cabeza.

     Podría decirse por tanto que el “alma de cantaora” ya habitaba en Amparo Sánchez antes de ser Amparo Sánchez, seguramente desde su cuna en Jaén hasta sus andanzas sucesivas bajo el sello Amaparanoia, que tan buen regusto nos ha dejado. Siendo la misma y sin ser la misma. Y en estos tiempos, cuando todo lo que lleva la etiqueta latina parece venirnos de Miami, es decir, cocinado desde la sede del imperio, no está nada mal fortalecer devociones que, siendo de aquí, van mucho más allá de lo local y a la inversa. Y, por si hiciera falta algo más, baste repetir lo que ella misma señala en su web oficial: “Mi canto se basa exclusivamente en los sentimientos. No puedo cantar nada que no sienta”. No otro es, pues, el enigma de las cantaoras, vengan de donde vengan, se llamen Billie Holiday, Edith Piaf, Amparo Sánchez o su alter ego pretérito. Es lo que se conoce como autenticidad sin brillos inútiles, lo que más nos seduce de este disco, lo que siempre nos arrebató de esta artista. Merece la pena asomarse a ella con sosiego si no se ha hecho ya a estas alturas.

Publicado en Notas Sindicales, abril 2013

miércoles, 16 de enero de 2013

Ramblin' Rose


     Aunque según la novela de Miguel Delibes el trauma del príncipe destronado fuese una experiencia propia de la inmadurez infantil, había materias en que esa disputa por el trono entre hermanos se postergaba necesariamente hasta edades mucho más avanzadas. Así ocurría por ejemplo con la música. Lo normal era que los hermanos menores nos siguieran fielmente e incluso reconociesen nuestra maestría en eso de mostrarles los itinerarios imprescindibles en la evolución del gusto musical. Más allá de algunas competencias menores, no había conflictos hasta que, llegado un momento, lo mismo que se hacía necesario matar al padre, había que matar casi de forma simultánea al hermano y sus influencias con el fin de autoafirmarse a sí mismos. Confieso que para mí uno de los días más desoladores de aquellos tiempos fue aquél en que descubrí que mi hermano pequeño se había agenciado por su cuenta una casete de MC5.

     Porque, claro, en una época en que la sucesión de generaciones no padecía aún el vértigo acelerado de los tiempos actuales ni las posibilidades de acuñar preferencias propias eran tan generosas como resultan serlo hoy, lo normal era que los jovenzuelos vieran limitadas sus ansias exploratorias personales en dos únicos sentidos: las rendijas del canon que nosotros les habíamos impuesto o el avance de nuevas tendencias que nosotros rechazábamos sólo por postura. De tal modo que pronto se estableció una rivalidad que, a la postre, acabó por alimentar el universo musical de los unos y de los otros, eso sí, no sin ciertas agonías. En consecuencia, cuando aquellos mocosos nos desafiaban con MC5 nosotros les respondíamos con los Ramones; cuando se sacaban de la manga a los Sex Pistols nosotros contraatacábamos con los Clash; o cuando se ponían tiernos en plan Police nosotros proponíamos a Blondie; y así sucesivamente hasta poblar los mismos ambientes, los mismos bares, las mismas salas, los mismos radiocasetes –pues todo al cabo era compartido por necesidad- con un espectro sonoro que crecía imparable a base de emulaciones y desafíos.

     El caso es que así fue como descubrimos a The Motor City Five, que en realidad ya habían estado allí mucho antes de que llegásemos a ellos y de que los jukebox hubiesen podido hacerles eco sin censuras. Pero, con independencia de cómo se produjera ese advenimiento, lo cierto es que pronto se incorporaron a nuestro capítulo del rock revolucionario y provocativo, que era lo que realmente nos importaba y por lo que acabamos admirándoles. Años después, cuando su guitarrista Fred Smith se casó con otra de nuestras devociones, Patti Smith, conseguimos por fin cerrar el círculo. Pero esa es ya otra historia sobre la que volveremos.

     Ramblin’ Rose formó parte del primer álbum de MC5 «Kick out the jams», que vio la luz con dificultades en 1969, un disco, como dice el crítico musical Stevie Chick, “en el que se puede oler la pólvora, sentir el calor de las banderas quemadas, percibir la furia revolucionaria: un caos glorioso”. Como se puede concluir, no todos los conflictos de identidad tienen un mal final. http://www.youtube.com/watch?v=IZbjseBPjhw&feature=fvwp

Publicado en genetikarockradio.com, 16 enero 2003

jueves, 10 de enero de 2013

El invierno


     La magnitud de algunos de los acontecimientos adversos que venimos viviendo a lo largo de los últimos años es de tal calibre que las cifras con que se expresan ya han dejado de tener significado. Por eso sólo algunas imágenes resultan elocuentes para conmovernos. Por ejemplo, si pensamos que hace poco más de cinco años, en 2007, hablábamos de pleno empleo (en algunas comunidades como La Rioja, Navarra, Aragón e Islas Baleares llegó a alcanzarse ese nivel según la EPA del segundo trimestre de aquel año), sólo algo así como una explosión de categoría nuclear en la médula del sistema laboral español puede explicar que en este 2013 vayamos a contar con seis millones de personas desempleadas. Es decir, saltaremos de aquel 5% al entorno del 25% de población activa en paro: un auténtico estallido nuclear. Y si la imagen es válida para describir la tragedia, lo que no podemos olvidar es que a esa soberbia detonación le sigue, entre otros efectos, un prolongado y durísimo invierno nuclear. Esto es, simplificando, una especie de glaciación que duraría al menos una década. Pues bien, situados todavía en el cogollo del zambombazo y bien notable su onda expansiva, lo que no podemos es caer en la ingenuidad de pensar, como dice el Gobierno, que el año que ahora se inicia será el del punto final. Aun suponiendo que sus previsiones sean ciertas –ojalá- y que se produzca una estabilización, al empleo le sigue quedando por delante una dura y larga travesía. Por ese motivo, no sólo por convicción ideológica, algunos defendemos la necesidad de reforzar todos los mecanismos de protección social públicos, en lugar de adelgazarlos o amputarlos, con el fin de soportar el invierno que apenas estamos iniciando. Ésa es la verdadera prioridad política, a nuestro juicio, junto a la generación de estímulos de vida. Porque el problema de España no es el déficit, como cansinamente nos repiten, sino el trabajo y su calidad.

Publicado en La Crónica de León, 11 enero 2013

lunes, 7 de enero de 2013

Algo acerca de Europa


     La cuestión es si a estas alturas merece la pena pensar Europa. Si como hicieron los noventayochistas con sus propias crisis de identidad al volver sobre la idea de España, nos valdrá la pena a los europeos reidear esta entelequia o bien dejarla cocer en su propia salsa hasta la total reducción. Quizá este cuerpo esté ya tan enfermo que no merezcan la pena grandes esfuerzos, pues no haríamos sino reanimar a los mercaderes y a los burócratas enseñoreados de la Unión. Al fin y al cabo, según el mito, Europa fue en origen una mujer fenicia, y precisamente por ello, por fenicios, no cabría esperar de nosotros otra cosa que el comercio y sus derivaciones, por perversas que éstas hayan acabado siendo.

El rapto de Europa. Tiziano
     Sin embargo, a finales del pasado verano, el Festival de Cine de San Sebastián premió con la Concha de Oro una película del director francés François Ozon, de quien leímos en una entrevista refiriéndose a Europa: “Ya está bien de bancos y de economía. Nuestros esfuerzos tienen que estar dirigidos a la cultura. Puede que sea una utopía, pero yo creo en las utopías”. Y sí, es cierto, hay algunos rasgos más allá del comercio que nos sirven de identidad, sobre los que convendría hacer hincapié ahora que como potencias económicas y políticas hemos sido casi definitivamente orillados en el mapa mundial. La cultura, sin duda, pero también lo que se ha llamado el modelo social y, por supuesto –volvemos sobre las paradojas-, la violencia y la guerra. En todo ello hemos sido sobresalientes. Las dos últimas hemos sabido exportarlas y hemos alentado aventajados alumnos con los que no deberíamos competir. El modelo social, por su parte, declina y, por desgracia, no hemos sabido buscarle hueco en el orden globalizado. Así pues, posiblemente, sólo sea la cultura la materia que nos reste con cierto predicamento para que pueda reconvertirse en elemento de cohesión interior y de proyección exterior suficiente.

Se dirá que si hay voluntad política para ello, claro, y así es, Wert mediante. Por eso conviene forzar los motores en tal sentido, que es lo que hacen Ozon y otros algo más escépticos. Por ejemplo, Sami Naïr, citado en capítulos anteriores, o Alain Touraine, que van un poco más allá que el cineasta francés en sus postulados. De hecho, Touraine, al observar la crisis y sus precedentes felices en el viejo continente, escribió: “Fue un verano corto y Europa se encontró sin proyectos, sin capacidad de movilización y, sobre todo, incapaz de elaborar un nuevo modo de modernización opuesto al que dio forma a su poder, y que no puede reposar sino en la reconstrucción y la reunificación de sociedades polarizadas durante tanto tiempo”.

Mas la desolación nos nace cuando observamos el papel que juega Europa en las conversaciones cotidianas y en las situaciones domésticas. Aparte de la crisis, sólo el fútbol provoca pasión o permite al menos nombrar algún personaje actual reconocible de otros países europeos. ¿Quién citaríamos de Portugal, quién de Francia o de Italia, quién de Alemania o de Irlanda por no irnos más al Este? Se trataría, pues, de ponerle el cascabel al gato para empezar, por ejemplo, reclamando que quien se encarga en la Comisión de los asuntos culturales tenga tanta presencia pública como los señores Barroso, Rehn o Almunia. ¿Sabe alguien que existe una Comisaria de Educación, Cultura, Multilingüismo y Juventud que se llama Androulla Vassiliou? No es griega, es chipriota.




Publicado en Tam-Tam Press, 8 enero 2013

sábado, 5 de enero de 2013

Can't get enough


     Al lado de los jukebox y de otros aparatos de música bastante minoritarios, y con las emisoras de radio en fase gestante, los gustos musicales se apoyaban en algunas publicaciones que nos merecían respeto. Sobre todo el Popular 1 –muy gráfica- y Vibraciones –mucho más atrevida-, que junto a El Viejo Topo y El Papus fueron algo así como nuestro catecismo profano. En ellas buscábamos contrastar nuestras intuiciones básicas o hallar respuestas a enigmas indescifrables. Por ejemplo, ¿por qué un grupo nos arrebataba en un determinado momento y con la misma facilidad, también sin razones aparentes, lo hundíamos acto seguido en el saco del olvido? Fue lo que nos ocurrió con Bad Company que, por cierto, habían sido portada luminosa en Popular 1 y, seguramente, protagonistas de sus popsters, otra aportación decisiva a nuestro paisaje doméstico para disgusto de padres y madres, que preferían el horroroso papel pintado.

     Fue así como a fuerza de aquella repetición machacona, y también familiar por otra parte, (“no puedo tener suficiente de tu amor…”) nos hicimos amigos de aquel grupo heredero de otro de nuestros fetiches sonoros: All right now de Free. Fue tal la furia que de su primer disco grande nos conquistó casi todo, sus ocho canciones por supuesto, el nombre del grupo, su logo, el diseño en blanco y negro… Y pronto nos supimos los ripios de Can’t get enough y de Movin’on, las dos canciones que encabezaron los singles que podíamos seleccionar en los jukebox. Lo curioso es que pasada aquella euforia dejaron de sonar y pareció como si se los hubiera tragado la tierra. No importó que siguieran haciendo discos, por lo menos 17 hasta la fecha, o que continúen intermitentemente activos incluso en la actualidad. Algunos, tengo la impresión de que una inmensa mayoría, nos quedamos en 1974 y allí seguimos repitiendo las insuficiencias aparentes del amor.

     Hoy sabemos que eran tiempos difíciles y que era necesario situarse. Podíamos dejarnos llevar, como aquel disco magnífico, por el vértigo acelerado con la cocaína (Paul Rodgers, su líder y cantante, reconoció que “el alcohol y las drogas corrían por las venas del grupo”) o bien deleitarnos en las canciones sin atender a malas compañías. Posiblemente, eso debió ser lo que nos ocurrió, aunque no tuviésemos conciencia de ello. Lo cierto es que el popster de Bad Company duró poco tiempo en la pared de la habitación, como al cabo sucedió con otros iconos del momento, musicales o no. Luego, siguieron unos años de paredes desnudas, que no de músicas mudas, hasta que pasados los lustros el color volvió a coincidir en los cuadros y en las partituras gracias al cartel de la película Azul de Krzysztof Kieslowski y a su banda sonora de Zbigniew Preisner.

     El caso es que Can’t get enough apareció en el mercado en 1974, extraída del disco «Bad Company», primero del grupo y fundamental. Tanto que a Steve Clarke, de la revista NMF, le animó a decir que “todo lo que tocan se convierte en oro”, aunque me da que a nosotros nos lo cagó el moro. http://www.youtube.com/watch?v=uAPUxvjbdcU

Publicado en genetikarockradio.com, enero 2013

martes, 1 de enero de 2013

Canciones entre el olvido y la existencia


“No me dejes. / Es necesario olvidar, / todo se puede olvidar…” [http://www.youtube.com/watch?v=dSfc662vXZU]. Ésta era nuestra propuesta final en el capítulo anterior, que, unida a la que protagonizaba Silvio Rodríguez en el inaugural de la serie [www.youtube.com/watch?v=IzAaQDf1Oxg&feature=related], nos sitúan por fin en el territorio de la canción, en el espacio nuclear de Moderato Cantábile. Hechas las presentaciones y abordado el valor que para nosotros tiene la palabra en esas dos citas previas, nos cabe en esta entrega ocuparnos de cuanto será razón de ser sin mayores comentarios en futuros encuentros: el cancionero y sus elementos, las canciones.

Dice Brel que todo se puede olvidar y sus razones tendrá para ello; quizá por eso eligió reposar para siempre alejado de la vida mundana en las Islas Marquesas. El poeta Benjamín Prado parece ser de una opinión semejante cuando afirma que “todas las canciones terminan por ser tristes, por ser la banda sonora de algo que has perdido”. Sin embargo, otro poeta, Luis García Montero, al referirse a un disco fundamental en la canción española del siglo pasado, el dedicado por Joan Manuel Serrat a los textos de Antonio Machado [http://www.youtube.com/watch?v=AlKqu_uHJTM], afirma rotundo: “Desde que oí aquel disco, fui haciéndome como soy, con una felicidad mía, con un dolor propio, con el patrimonio de mis sentimientos…” Sea como fuere, lo cierto es que desde la cuna a la tumba el itinerario vital se escribe también con canciones: nanas, espirituales, cantos de trabajo, de amor, baladas, cantos litúrgicos, himnos, villancicos… Podríamos parafrasear al mismísimo Aristóteles, a quien citábamos en el capítulo anterior, y concluir que el ser humano, además de ser un animal que habla, es con casi la misma intensidad un animal que canta. Diríamos más: ¿cuántas de nuestras experiencias fundamentales no incorporan la melodía de una canción que las identifica con una marca indeleble? El recuerdo, de hecho, nos funciona con canciones que nos permiten revivir lo que fuimos en otros tiempos, hasta el punto de que, no conformes sólo con el eco de un cantable ligado a un episodio de la existencia, el cancionero se transforma a veces en meta-cancionero, para acabar construyendo canciones que hablan de canciones que hablan de los  tiempos que huyen en esas canciones. Como Aquella canción de Roxy, pongamos por caso [http://www.youtube.com/watch?v=rt118MbvSwE].

Cantar es una pura y liberadora expresión de las alegrías y de las penas del alma. Con toda seguridad, nadie ha sabido hacerlo mejor que los cantantes de soul, de blues, de gospel… Pero muchos otros, a su manera, se animan también a servirse de la canción para expresar algo más que un estribillo fácilmente coreable. Esos son los que nos interesan y hacia quienes gira la atención Moderato Cantábile para diseñar sus repertorios. Se trata, pues, de reivindicar la canción más o menos como nos enseñaron clásicos y menos clásicos, desde el Cancionero General [http://www.lluisvives.com/servlet/SirveObras/jlv/03696152100381617429079/index.htm] hasta el Cancionero y romancero de ausencias [http://amediavoz.com/hernandez.htm], desde Francisco Petrarca hasta el rey sabio. Todos, hasta el más moderno de los juglares, con su amalgama de vidas contadas y cantadas, no han pretendido sino alumbrar La canción más hermosa del mundo [http://www.youtube.com/watch?v=P5GB2JTJrEg].

Así que, en nuestro stand digital, habrá a partir del próximo capítulo canciones de arte y de ensayo [http://www.youtube.com/watch?v=u1CbaBYNvns], canciones de redención y de combate [http://www.youtube.com/watch?v=6yXRGdZdonM] y, por supuesto, canciones de amor y de desamor [http://www.youtube.com/watch?v=xtg-VWJ9Dvg], pues también en eso del sentimiento y en otros meandros del existir las canciones nos sirven para extender perspectivas incluso de un modo paradójico. Por esos vericuetos os animamos a caminar, más que nada porque no son de nuestra estima ni los monolitos ni las verdades absolutas. Y, naturalmente, además de estilos, géneros, corrientes y otras variables del atlas musical, tampoco vamos a sustraernos del efecto que producen en nuestras emociones los artistas. Buenas canciones no son fáciles de digerir si su intérprete nos provoca rechazo, o a la inversa, de tal modo que se hace necesario explorar otras voces, otros arreglos, otras vertientes que nos permitan disfrutar de la obra sin velos en el objetivo ni cera en las orejas. Es el mundo plural y sorprendente de las versiones, para que quien no soporte, por ejemplo, un tono veneciano [http://www.youtube.com/watch?v=UmON_0bzUZc] pueda solazarse al menos con los aires más naturales del folk [http://www.youtube.com/watch?v=tmhLFDGnS4Y].

La Torre de la Canción, en suma: “Bueno, mis amigos se han ido y mi pelo está gris. / Me duelen los lugares donde solía jugar y tocar. / Y estoy loco por amar, pero no ofrezco nada. / Sólo estoy pagando mi alquiler día a día / en la Torre de la Canción”. Vayamos concluyendo, pues, este paseo de canciones entre la existencia y el olvido, entre cuyos extremos se levanta esa torre que nos ocupará en futuras entregas de Moderato Cantábile, ya mucho más concretas y menos declarativas. Así que, dejemos que se encargue del cierre el cerrajero Amancio Prada con una canción popular venezolana, que remite al inolvidable Chicho Sánchez Ferlosio y que bien podría ser seleccionada como el himno para los protocolos de presentación como el que aquí hemos pretendido [http://www.youtube.com/watch?v=LfT35truQsc].

Publicado en Conecta León 3, enero 2013