Blog de Ignacio Fernández

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jueves, 27 de junio de 2013

El carbón


     El carbón o el acero, tanto da. Sobre su relevancia se construyó mediado el siglo pasado el primer embrión de la Europa moderna. Y sobre su consistencia se alzó la primera unión de países con vocación supranacional. Sin desdeñar el interés económico evidente que de ambas materias se deriva, lo cierto es que aquella Comunidad Europea del Carbón y del Acero demostró sensibilidad social y afán democrático en sus planes fundacionales. Pudo ocurrir que en ello influyera la memoria cercana de las grandes guerras o que el aroma procedente del otro lado del muro condicionara voluntades políticas. Pero lo que ha sucedido después es que la construcción de la Unión Europea, hasta llegar a nuestros días de confusión y escepticismo, ha progresado curiosamente en sentido inverso al valor del que hoy disfrutan lo social y lo democrático, así como al peso menguante en nuestras economías de aquel carbón y de aquel acero. Dicho de otro modo y sin melancolías, podemos afirmar que la renuncia que Europa ha hecho de su potencia industrial en beneficio del sesgo puramente financiero, es decir, la mutación de la economía real en especulativa, cediendo la capacidad productiva sobre todo a los países emergentes, se corresponde fielmente con la pérdida de importancia del modelo social y democrático en el continente. Puede ser atrevido, pero al lado de otras consideraciones de raíz ideológica, económica o política, parece oportuno atender a este hecho: la pérdida de capacidad industrial acarrea también el derrumbe de algunos fundamentos europeos para convertirnos en seres desconocidos y sin rumbo. Por eso en una provincia como la nuestra, donde nunca se produjo una revolución industrial y donde el poco carbón que nos queda está siendo absurdamente sacrificado, el sentido social y democrático será siempre una asignatura pendiente. Mucho más todavía en estos tiempos de cotización universal a la baja y de emprendimientos.

Publicado en La Crónica de León, 28 junio 2013

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