Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

miércoles, 31 de julio de 2013

En el adiós de La Crónica de León


     Hoy, 31 de julio de 2013, ha salido a la calle el último número de La Crónica de León. Después de casi 27 años de existencia, después de épocas de soledad y de concubinatos (con Diario 16, con El Mundo, con ABC), después de haber sido escuela local de periodismo de la que se han nutrido muchos otros medios, la novela toca a su fin. En realidad, su cuerpo enfermó ya definitivamente cuando fue parasitado desde el principio por los fondos turbios de la construcción, que lo convirtieron en un instrumento al servicio de intereses privados y de influencia social más que un informativo a la vieja usanza. Lo admirable, no obstante, ha sido la cintura y la resistencia de sus trabajadores y trabajadoras (los que han ido quedando y los que fueron expulsados) hasta el aliento final.

     En lo personal, se cierra también un capítulo para algunos artículos desperdigados por este blog, que fueron publicados con frecuencia muy irregular en ese diario, y para la columna que vino a llamarse A la siniestra, extendida en el tiempo desde marzo de 2011 a julio de 2013; estuvo precedida por otra serie más corta en el apartado Firma invitada. Recordaremos también los trabajos de corrección de Fidel Tomé en los primeros años del rotativo (cuando todavía existía la figura del corrector, tan necesaria) y el seguimiento que allá por el año 1992 se hizo de la peripecia laboral que un servidor protagonizó en la Diputación de León y en el embrión del Instituto Leonés de Cultura.

     En fin, quede a modo de recordatorio esta entrada, que nos hablará siempre de cuando fuimos más libres.

jueves, 25 de julio de 2013

Los comuneros


     Citar el término comunero por estos páramos es como mencionar a la bicha. Sin embargo, nos parece injusto que sea así cuando en esa figura y en cuanto significa, debidamente expurgada, se resume buena parte de la eterna disputa nacional, que va y viene a través de la historia sin resolverse nunca. Nos referimos a los permanentes conflictos de poder territorial, que en su día fueron motivo de rebelión de los municipios contra el rey y que hoy se manifiesta en la represión del poder central sobre la autonomía y democracia municipales. No de otro modo puede entenderse la reforma de las administraciones locales que el Gobierno del Estado pretende bajo los pretextos del sagrado déficit y de la sostenibilidad. En realidad, jamás a lo largo de la historia el poder central digirió bien el papel que juegan las entidades locales, mayores o menores, y siempre se las arregló para limitarlas o condicionarlas al máximo. Se ha hecho ignorando su financiación, asignatura siempre pendiente por parte del Estado, o sometiendo su independencia mediante subvenciones dirigidas, como hacen las comunidades autónomas. Se trata siempre de controlar el poder más inmediato a la ciudadanía, por lo general el más participativo, no vaya a ser que las personas se crean el derecho a actuar en política y acaben eliminando a la gloriosa casta que piensa y decide por ellas. Así las cosas, la marea, claramente ideológica, conduce a la recentralización o a la cesión de soberanía hacia arriba, es decir, hacia instituciones europeas, pero nunca a la inversa. Al menos en los últimos tiempos. Y el proyecto del Gobierno actual lo que pretende en verdad es el debilitamiento de la democracia local, la cercana y directa, a la vez que legalizar una práctica política y de gestión de lo público subsidiaria de la iniciativa privada. Se trata de un escenario para el que, dejando aparte prejuicios, se necesitarían un auténtico espíritu comunero como respuesta.

Publicado en La Crónica de León, 26 julio 2013

sábado, 20 de julio de 2013

Aqualung


     El modo más adecuado de acercarse a esta canción es recordar lo que Ian Anderson, líder del grupo que la interpreta, Jethtro Tull, decía de ellos mismos: “Nosotros estábamos en la periferia de la música rock”. Junto a esta declaración de principios, ayuda bastante detenerse en la lectura de los textos escritos en la contraportada del álbum que la acogía, titulado así mismo «Aqualung», que recrean el primer capítulo del Génesis bíblico: en esta versión, el hombre creó primero a Dios y, acto seguido, grabó Aqualung. Finalmente, para completar el contexto, nada mejor que abordarla con la misma teatralidad que servía a Anderson así en sus actuaciones en directo como en sus conceptos musicales. No hubo mejor expresión de esto último que aquel otro disco de título tan revelador y afortunado como «Too old to rock’n’roll, too young to die!» (Demasiado viejo para el rock and roll, demasiado joven para morir).

     “Sentado en un banco del parque / mirando con malas intenciones a las niñas. / Su nariz moqueando, / dedos grasientos manchando ropas andrajosas. / Secándose al frío sol. / Observando el paso de las bragas de encaje. / Sintiéndose como un miserable / escupiendo trozos de su quebrada suerte”. Así arranca la historia del diosecillo, surgida, según palabras de Ian Anderson, de “una fotografía que mi esposa tomó por entonces a un vagabundo en Londres. Tuve sentimientos de culpabilidad en relación con el homeless, así como de inquietud e inseguridad hacia la gente así, que parecen dar un poco de miedo. Supongo que todo eso se combinó con una ligera imagen romántica de los vagabundos que, aun sin hogar, son espíritus libres que no quieren o no pueden encajar en los moldes prescritos por la sociedad”. Y concluye la letra del siguiente modo: “Te acuerdas todavía / de la helada niebla en diciembre / cuando el hielo que cuelga de tus barbas es desesperante agonía. / Y arrebatas a tu tiritera su último aliento / sonando como un buzo en las profundidades, / y las flores brotan como / la locura en primavera”.

     Seguramente todo ese conjunto –romanticismo, periferia estilística, juego religioso y teatro-, que encarnaba como nadie aquel individuo amarrado a su flauta (es curioso: en esta canción está ausente por completo) y dando brincos por los escenarios, con aspecto inquietante y burlón, autorretratándose en las portadas de sus discos, ya como un mendigo pederasta, ya como el viejo rockero Ray Lomas, todo ese conjunto, digo, fue seguramente lo que nos atrajo de esta canción y lo que la hizo sonar para que imitásemos a aquel saltimbanqui cada vez que alguien la seleccionaba en el jukebox. No era habitual, es verdad, porque su duración la hizo poco compatible con aquellas máquinas de rápido consumo musical. Pero la combinación de aires acústicos e intensidad eléctrica la hacía ideal también para nuestras celebraciones entre lo cómico y lo dramático.

     Y es que Aqualung, la canción y el disco completo, fueron todo un hito en el tránsito del folk al rock progresivo, algo que sucedía en 1971 cuando se editó en el Reino Unido. En España, víctima de la censura, tuvo que esperar hasta 1975. Ése era otro teatro, pero del horror. http://www.youtube.com/watch?v=UCMS-NJ7VxU

Publicado en gentikarockradio.com

domingo, 14 de julio de 2013

La población y las ciudades


     La evolución demográfica aporta signos incontestables sobre cómo será la sociedad en la edad poscontemporánea. Por ejemplo, los profesores Mauro Guillén y Emilio Ontiveros explican en su libro Una Nueva Época. Los grandes retos del siglo XXI que “por primera vez en la historia, Japón y varios países europeos occidentales han invertido sus pirámides de población por edades y tienen más personas de más de 60 años que de menos de 20. También por primera vez, viven más personas en ciudades que en el campo, y las que padecen de obesidad superan a las que pasan hambre”. Pero no hace falta ir tan lejos para toparse con derivas alarmantes y seguramente ya irreversibles: los datos estadísticos sobre esta provincia y otras las confirman como un espacio residual, tanto por su crecimiento vegetativo negativo como por los índices de emigración y su escasa capacidad de regeneración económica, suponiendo que la llamada crisis no fuese a ser un elemento general constante y sustantivo.

Barrio de Vauban
     Aunque no sea así por desgracia, esta nueva cualidad social, tan global como local, debería presidir la política en todos y cada uno de sus aspectos. Es decir, merecería la pena planear y tomar decisiones sobre el futuro conscientes de que no será ni mucho menos como fue el pasado. Sin ir más lejos, pensar acerca de esas ciudades crecientes debiera ser una asignatura básica en todo municipio de tamaña medio o grande; más todavía si tenemos en cuenta las zozobras que en el caso español ha generado el crack inmobiliario y sus consecuencias. Podríamos de este modo resolver una paradoja crucial que tenderá a acentuarse: la necesidad de vivienda asequible frente a un parque construido para cubrir necesidades para un par de décadas por lo menos y no precisamente al alcance de los nuevos salarios menguantes. Podríamos considerar, de paso, qué hacer con los diseños viarios, por lo general concebidos para el servicio de vehículos que no van a poder circular cuando los combustibles, no tardando mucho, multipliquen por cinco sus precios. Podríamos contemplar la ciudad desde otros puntos de vista, el de las personas mayores sin duda, que será el grupo mayoritario, y cómo atender a sus necesidades de ocio o de compra sin obligarles a un traslado imposible a los extrarradios.

     Podemos pensar que estamos pidiéndole peras al olmo, seguramente, y que en este contexto de desbandada y de fuerzas centrífugas es dudoso que alguien se ponga a esas tareas nobles. Pero no es cierto, al menos más allá de nuestras fronteras. Hay muestras por ahí muy interesantes de lo que nos es posible hacer. En un extremo, obligados por una reconstrucción necesaria tras el terremoto del año 2001, se sitúa la ciudad hindú de Ahmedabad, donde trabaja junto a otros arquitectos la española Almudena Cano, que señala una tesis fundamental para estos tiempos: “Los arquitectos estamos para mejorar la realidad, solucionar problemas urgentes de habitabilidad” (ver http://issuu.com/almudenacanopineiro/docs/portfolio_almudenacano_issuu). En el otro, podríamos colocar al barrio de Vauban, a escasos cuatro kilómetros de Friburgo, la capital verde europea, modelo de referencia mundial en la planificación urbanística de barrios nuevos, con una combinación de criterios ambientales y de calidad de vida que permiten vivir sin coche y generar más energía de la que se consume. Y todo con un índice elevado de participación ciudadana desde el inicio del proyecto (ver http://www.freiburg.de/pb/,Lde/208732.html?QUERYSTRING=Vauban o también http://camuniso.blogspot.com.es/2011/01/el-barrio-de-vauban-en-friburgo.html).

     Así que el asunto da para esto y para mucho más.
Publicado en Tam-Tam Press, 13 julio 2013

jueves, 11 de julio de 2013

Las brechas


     Para no referirse directamente a ciertas desigualdades se suele acudir al término brecha, quizá porque se refiere a una abertura irregular, no natural, corregible por tanto con actuaciones políticas y económicas. Es el caso bastante común de la llamada brecha digital o la que separa el mundo rural del urbano. Claro que también las brechas son “resquicios por donde algo empieza a perder su fortaleza o entereza”. Es lo que acaba de hacer, por ejemplo, el Ministerio de Hacienda al conceder una exención a la matriculación de yates de alquiler, algo que beneficia a unos pocos frente al sacrificio de muchos. Pero, en fin, las brechas más comunes hoy en día siguen siendo las relativas a salarios y al sexo. Por lo que hace a los primeros, esa brecha se ha disparado en lo que declaran autónomos y asalariados, al confirmarse que los empresarios dicen ganar 10.000 euros de media menos que sus empleados. Se trata, pues, de una grieta que apunta a boquete en tanto que ha crecido nada menos que un 50% durante la última década. Más o menos como sucede con la brecha de género en las empresas: ahora el techo de cristal es más alto para las trabajadoras y más inaccesible para  un número mayor de ellas. Comparando los datos del INE relativos a 2010 y 2012 se aprecia que en 2010 ya había menos mujeres en puestos de mando: 8,8% hombres por 4,4% mujeres; en 2012 la distancia se ha agrandado: 9,1% hombres, 4,7% mujeres. En el caso de la dirección de empresa grande o media, el porcentaje de varones era en 2010 del1,1% frente al 0,3% de mujeres; en 2012, el porcentaje de hombres triplica al de mujeres (1,2% por 0,4%). También en 2010 había más hombres que mujeres en la categoría de ocupados independientes, sin jefes o jefas ni personal subordinado (11,3% hombres, 8,2% mujeres); en 2012 la distancia también se ha ensanchado (12,2% por 8,6%). Son datos que conviene conocer para seguir actuando en su corrección o en su incremento. Eso es política.

Publicado en La Crónica de León, 12 julio 2013

sábado, 6 de julio de 2013

Good old rock'n'roll


     Aquellas coloridas máquinas de discos presentes en muchos bares y en casi todas las salas de juego acababan estableciendo competencia entre sí. Pugnaban tanto por incluir en sus catálogos los últimos singles editados como por acomodar lo más finamente posible sus repertorios al gusto de la audiencia consumidora. En cierto modo, se convertían en una especie de hit-parade vivo y cambiante, lo peor que podía ocurrirles es que se fosilizaran y acabaran por dejar de despertar interés. Eso podía ocasionar la ruina para el dueño del local, no sólo porque no recaudaba con ellas sino porque, además, se quedaba fácilmente sin público. Era la ley de la oferta y la demanda, claro, aunque hubiese excepciones.

     Nos referimos a los clásicos (que ya entonces los había), canciones que permanecían años en el listado y que no dejaban de sonar porque eran ya una parte tan nuestra como otros ritos de la tribu. Y también en eso se establecía una dura rivalidad, en buena medida animada por terceros profesionales y por las leyes del comercio. Nosotros la resolvimos enseguida, nuestra favorita casi sin dudarlo fue Good old rock’n’roll, muy por encima de las firmadas por Beatles, Rolling u otras vacas sagradas. Sus intérpretes, The Dave Clark Five, no eran seguramente los mejores del imperio británico; la canción no pertenecía tampoco a su época gloriosa, a principios de los sesenta, cuando alcanzaron el número 1 de las listas con aquella otra Glad all over; incluso en algún sentido podía sonar a pastiche o refrito. Pero lo cierto es que un día algún avispado o temerario, que nunca se sabe, introdujo en la ranura las monedas de rigor, pulso las teclas convenientes y ya no nos abandonó nunca. De tal manera que mucho antes de que nos significáramos con imperdibles o con chupas de cuero, ya quisimos ser estrellas del rock and roll con aquel otro uniforme tan formalito que, por supuesto, duro mucho menos que los acordes perennes de este cantable.

     Porque The Dave Clark Five tuvieron siempre esa imagen sesentera como de no haber roto un plato, bien peinaditos incluso cuando les creció el pelo ya avanzada la década, tal que una pandilla de buenos chicos recién horneados en las aulas de Oxford (que seguro que no fue así). Pero hacían buenas canciones, que es lo que nos importa, y lo que nos llevó a sumarlos a nuestro devocionario. Aunque, sí, vistos desde esta otra actualidad nuestra tan de otra edad (histórica y biológica), es muy dudoso que hoy contásemos con la misma facilidad para este tipo de adhesión. Pasa también con otras canciones y otros grupos, y lo peor que se puede hacer al respecto es, como con los amores perdidos, reescribir la historia. Ni merece la pena ni conduce a ninguna parte. Honremos mejor lo que fuimos y lo que fue, tal y como hacemos aquí con este testimonio.

     Así que dejemos sentado, para acabar, que Good old rock’n’roll se editó en el año 1969 y que, a pesar de corresponder ya a una etapa decadente del grupo, alcanzó el número 7 en las listas británicas y una posición bastante más sobresaliente en los jukebox de mi barrio. Casi nada. http://www.youtube.com/watch?v=B3GC-Y_KZgA

Publicado en genetikarockradio.com, 7 julio 2013

lunes, 1 de julio de 2013

La canción del verano


     La melodía eterna del verano no debiera ser otra en verdad que el Concierto nº 2 en Sol menor del veneciano Antonio Lucio Vivaldi, es decir, el episodio dedicado al verano de Las cuatro estaciones [http://www.youtube.com/watch?v=g65oWFMSoK0]. Sin embargo, prescindiendo de esa pátina que imprimen los siglos sobre todo lo clásico, para quienes nacimos y crecimos en la pasada centuria otra melodía se nos antoja aún mucho más próxima y constante, la que compusiera Geroge Gershwin con el título Summertime en 1935 para la ópera «Porgy y Bess», reproducida después en numerosísimas versiones [http://www.youtube.com/watch?v=8JpPkp1f0So]. Su relevancia es tal que si buceamos entre ese montón de versiones podremos reproducir a través suyo buena parte del itinerario de nuestras vidas.

     Empecemos por la que grabaron Louis Armstrong y Ella Fitzgerald a finales de los años 50 [http://www.youtube.com/watch?v=LDF4_qVgbFU]. Veranos en blanco y negro, veranos en sepia, veranos en rosa y amarillo, aquellos veranos de ayer que guardamos en nuestros álbumes de fotos y de canciones; o tal vez ni siquiera eso, tan sólo en la vaguedad del recuerdo. Éramos unos críos y nos llevaban de acá para allá, de las playas de Alicante a los arenales gallegos, de los domingos en Gijón a la verbena de Armunia. Y así, tal y como fuimos creciendo y sustituyendo esos paisajes por las playas de Llanes y de Torimbia y por los riscos de Tablada y Picos de Europa, del mismo modo aquella melodía fue poco a poco reemplazada por la que interpretara Janis Joplin ya en 1971 (el disco salió a la luz seis semanas después de su muerte) [http://www.youtube.com/watch?v=P5ed5bz_5Sc]. La impronta de los veranos con Janis ha perdurado durante bastantes años, exactamente el mismo tiempo que dura una juventud con límites cada vez más y más imprecisos; no importó que por el medio circularan también sucesivos arreglos por parte de Miles Davis, Lila Downs o incluso Marilyn Manson. Solamente cuando descubrimos la recreación que hizo Angelique Kidjo al borde del presente siglo [http://www.youtube.com/watch?v=Yi9j7i8JvtU], supimos que habíamos llegado por fin a la edad adulta, a un nuevo verano sin retorno, bien a pesar de que no dejemos de completar el escenario con nuevas estaciones en Berlín, en Braganza o en Bretaña.

     El caso es que, como acabamos de explicar con una sola muestra, la denostada etiqueta “canción del verano” tiene muchas otras acepciones y no precisamente despreciables. Además, rastrear el cancionero en pos de los meses estivales nos permite conocer también que el culto al verano es universal, no vayamos a cometer el error de pensar que sólo por estos pagos le dedicamos melodías, rayos de sol y chiringuitos. Lo que ocurre es que, poco cultivados como somos en lenguas extranjeras, imaginamos que los estribillos pegadizos en inglés o en francés se asientas sobre contenidos menos frívolos que los por aquí acostumbrados, y no es del todo así. Por ejemplo, un canadiense del frío norte trasatlántico, Bryan Adams, rememora el Verano del 69 y su nostalgia acaba siendo un edulcorante más abrasivo que toda la gama ultravioleta: “Oh, cuando ahora miro atrás / parece que este verano todavía dura / y si pudiera elegir, / sí, querría estar siempre en él. / Fueron los mejores años de mi vida” [http://www.youtube.com/watch?v=9f06QZCVUHg&noredirect=1]. O Bernard Lavilliers, el más latino de los cantantes franceses, además de boxeador, que tiene por lo primero razones sobradas para incluir en su repertorio referencias, tonos y otros tópicos estivales; y lo hace bien, a nuestro modo de ver y escuchar, por más que también se ponga meloso: “El verano estaba desnudo sobre la playa / y este amor salvaje / profundamente marcado. / Marcado por un verano tórrido. / Septiembre parece vacío, / vacío y desesperado” [http://www.youtube.com/watch?v=Dxklzwb34p4]. O, en fin, el británico Rod Stewart, que hizo una incursión en la materia con Last summer, un título bastante común, repetido hasta 37 ocasiones en los buscadores: “Tomando una sangría con una chica llamada Julia, / arena caliente de Jamaica bajo nuestros pies” [http://vimeo.com/23425821].


     Y es que el mito del verano parece perpetuo y pletórico, pero en realidad no da para tanto. De hecho, se canta por igual a la primavera y al invierno, según lo atestiguan las bases de datos que anotan los títulos, si bien alrededor de la semántica estival se despliega todo un ancho mar de melodías con afán de vacación, ola y helado. Sin entrar (como nunca hacemos en Moderato Cantábile) en la ciénaga de lo comercial, veamos algunos ejemplos más para ir concluyendo.

     Dave Clark Five, uno de los pocos grupos ingleses que pudieron competir en su momento con los Beatles, parecían más una pandilla de jovenzuelos al borde de un exceso hormonal que una banda de rock & roll [http://www.youtube.com/watch?v=70XKtvFt0bw]: “Aquí llega el verano, / la escuela se acabó, días felices (…) / La escuela no es tan mala, pero el verano es mejor. / Tengo más tiempo para ver a mi chica”. En cambio, Madeleine Peyroux, detallista y pictórica como ninguna otra, nos propone un dibujo estival como si visitáramos el museo de las melancolías [http://www.youtube.com/watch?v=Pwu30Cm42wg]: “El viento del verano / llegó soplando / desde el otro lado del mar. / Se quedó allí / tan cálido y limpio / para caminar conmigo”. Y ni siquiera el celebrado Jim Morrison, desde la atalaya de los Doors, resultó muy innovador a la hora de resumir la anécdota de su Indian summer (y eso que el título prometía) [http://www.youtube.com/watch?v=yOKAQSGCm8Q]: “Te amo lo máximo, / mejor que el resto / que conocí en el verano, / verano indio”.

     Así que, visto lo visto y escuchado lo escuchado, si alguien nos pide consejo para inaugurar con un cantable el verano que acaba de abrazarnos, nadie dude de sintonizar a Sisa, aquel admirable cantautor galáctico, y su Noche de San Juan, pues no encontraréis mejor armonía para esa celebración [http://www.youtube.com/watch?v=vlFFfjNWuaI]: “La noche de San Juan es noche de alegría. / Estrellado de flores, el verano nos llega / de manos de un duende que le hace de guía. / Primavera muere, el invierno se retira, / si llegara el amor, nunca más moriría”.

Publicado en Conecta León 6, julio 2013