Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 18 de agosto de 2013

Tuesday's dead


     ¡Cuántas veces habremos oído que la realidad supera a la ficción y, sin embargo, no dejamos por ello de asombrarnos ante algunos episodios extraordinarios que se cuelan en nuestras vidas corrientes! En esa senda de lo inusual, la música también suele ser generadora de extraños divorcios entre lo previsible y lo sorprendente, máxime si, como ocurre a veces, algunos individuos hacen de ella un elemento motivador de sus vidas hasta extremos, digamos, sobresalientes. Así juzgue lo sucedido hace unas semanas en la ciudad de Valladolid con un encuentro que vino a coronar una historia a todas luces fuera de lo normal.

     Muy cerca de la mezquita de la Calle San Martín de esa ciudad, un individuo vendía cedés que tenía colocados sobre una vulgar mesita de camping. Me acerqué y comprobé que eran discos de Yusuf Islam, el nombre con el que quiso bautizarse Cat Stevens al convertirse a la religión musulmana a finales de los años 70, después de una carrera comercial muy digna como compositor y cantante acústico. Hablé con el vendedor y no me fue difícil reconocerlo a pesar de las huellas de la edad y de los ritos externos propios también de su misma fe. Fue uno de los nuestros en aquella juventud iniciática, alguien que, según recordé de inmediato, había hecho precisamente de su admiración por Stevens toda una mitología personal. Se había enganchado a uno de sus álbumes, «Teaser and the firecat», y lo escuchaba constantemente leyendo las letras en inglés impresas en la carpeta. Fue tal su adicción que acabó yéndose a Salamanca para estudiar Filología Inglesa, momento en el que le perdí la pista.

     “Sí, yo soy como él, al igual que tú / y no puedo decirle qué hacer. / Como todos los demás, / estoy buscando a través de lo que he escuchado”. Así cantaba el gato Stevens en Tuesday’s dead y así había procedido aquel colega que –me contó-, después de sus años en la universidad, se había largado con su inglés a cuestas hasta las raíces del ídolo en la isla de Chipre. Saltando de isla en isla, entre el Mediterráneo y el Egeo, pasó un par de décadas hasta retornar depurado a sus propios orígenes, en la provincia vallisoletana. Como era de esperar, acabó convertido al Islam apurando el ejemplo de su modelo, a quien continuaba sirviendo con la venta de discos. Me confesó, eso sí, que nunca había coincidido con él, que ni siquiera lo había intentado, que no hubiera podido soportarlo y que le era suficiente con aquel platonismo iluso que llenaba toda su vida. Le compré uno de aquellos discos, le conté algo de mí y de los nuestros y nos despedimos sin más. Y mientras me alejaba, volví a entonar inevitablemente su canción favorita: “Muéstrame lo que yo no he visto para aliviar mi mente. / Porque yo aprenderé a comprender / si tengo una mano que me ayude”.

     En fin, «Teaser and the firecat», editado en 1971, donde se incluía Tuesday’s dead, fue un disco decisivo para nosotros, como bien se podrá comprender. Incluyó también otra de las canciones mágicas de Cat Stevens, Morning has broken, posiblemente la que más atención mereció en los jukebox y en los bailes agarrados del momento. Por razones obvias, hemos preferido en esta ocasión quedarnos con este martes muerto. http://www.youtube.com/watch?v=-0a-1e6Xktk

Publicado en genetikarockradio.com, 18 agosto 2013

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