Pasaron
años y se alumbró una nueva generación. Incluso este país parecía tener algo
más de claridad y la música generaba otro tipo de destellos. Tanto tiempo había
transcurrido que llegó la hora de que uno enseñase, literalmente, a los que
venían detrás. Un par de jovenzuelos en el final de su adolescencia necesitaban
algunas clases de Lengua y de Francés. Llegué a su casa una tarde de otoño, nos
presentamos y charlamos un rato para abrir camino. Sobre su mesa había libros,
cuadernos y, ¡oh, cielos!, un LP de Police. Tal cual: un LP vivito y coleando
como parte del ajuar doméstico de aquellos mozalbetes. Y, ¡faltaría más!, en el
mismo cuarto, brillante y hermosa, toda una cadena de música, con su
amplificador, con su pletina, con su plato maravilloso, sus botones y sus
lucecitas. En suma, estaba asistiendo de golpe y porrazo al adiós definitivo de
los arcaicos jukebox. Si unos muchachos casi imberbes disponían ya de todos
aquellos artilugios y sus propinas les daban para comprarse su propia música,
entonces era que la historia había entrado en otra fase.
Aquel
disco virginal era «Regatta de Blanc», venido al mundo en octubre de 1979, y,
lógicamente, en su honor deberíamos recoger en este índice cualquiera de las
canciones que de él se extrajeron: Message in a bottle, Walking on the moon, etc. Sin embargo -¡sorpresas de
la vida!-, años después leímos que otra canción de Police, mucho más tardía, Every
breath you take, es
la canción favorita nada menos que de Mariano Rajoy y ahí se nos hundió casi
para siempre la devoción por los chicos de la policía. Así que, visto lo visto, nuestro epitafio sonoro
para la larga vida de los jukebox queda concedido a otra banda contemporánea,
Blondie, y a una canción reveladora de por dónde andaban los tiros en aquel
entonces: Heart of glass.
“Una
vez tuve un amor y duró muy poco. / Pronto descubrí que tenía un corazón de
cristal. / Parecía que iba a ser algo verdadero, / pero sólo descubrí mucha
desconfianza / y el amor desapareció”. Así de sublime era la letra que entonaba
la chispeante Deborah Harry; ni más ni menos sublime que las que aullaban en
sus melopeas los señores Sting, Summers y Copeland. Porque la nueva hornada de
grupos y de melodías tuvieron en común ese denominador de la simplicidad reconquistada,
del mismo modo que se simplificó su audición y se generalizó su consumo. Si a
ello le añadimos la irrupción casi simultánea del videoclip, comprenderemos sin
necesidad de más explicaciones que, en efecto, otra forma de acercarse a la
música se había inaugurado y que los usos extendidos a lo largo de la década de
los años setenta, así en formas como en contenidos, pasaban a mejor vida.
Pues
bien, el single Heart of glass se extrajo del tercer álbum de Blondie, «Parallel lines»,
con el que llegaron a lo más alto de su carrera a base de mezclar la sencillez
de los 60, las raíces punk y la comercialidad glam, es decir, new wave por
excelencia. Tanto, tanto que hasta la revista Billboard definió aquel disco –paradoja de paradojas- como
“rock ingenioso y pegadizo”. http://www.youtube.com/watch?v=Jxpe1oSp_sg
Publicado en genetikarockradio.com, 9 noviembre 2013
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