Si
un grupo estuvo presente siempre (y está) en la banda sonora del barrio, ése
fue Burning. Tal fue su imperio que, paradójicamente, sus canciones acabaron
convertidas en una melodía triste porque hoy, como indica el escritor Benjamín
Prado, son el eco de algo que hemos perdido. No sólo es que el tiempo y otros
avatares nos hayan arrebatado las voces y los acordes de Toño Martín y de Pepe
Risi; es que nosotros mismos nos hemos diluido y casi ni nos reconocemos,
mientras al fondo sigue sonando, imperecedero y siempre renovado, un repertorio
que relata los mejores momentos de nuestras vidas. Y sí, también los más
oscuros.
Y
es que en cierto modo los Burning son el compendio de todos aquellos grupos que
nos sonaron en el jukebox y en las casetes, que era el sistema más sofisticado
al que habíamos podido aspirar, hasta conformar un hilo musical sencillamente
irrepetible: Bloque, Cucharada, Morís, Asfalto, Ñu… Uno tras otro se sucedían a
lo largo de las tardes, de partida de futbolín en partida de futbolín, a través
de auténticos campeonatos de habilidad y de orejas. Aquellos muñecos del
balompié, guiados por la habilidad de nuestras muñecas, parecían moverse al
ritmo de cualquiera de sus canciones. Entre ellas, inevitablemente y no se
necesitan más explicaciones, la más gloriosa iba a ser Mueve tus caderas.
Luego,
concluidos los torneos, la lujuria de su texto se trasladaba al resto de la
jornada como un himno de combate. No importaba que la agenda propusiese juerga,
trabajo o estudio, lo que tienen las buenas canciones es que se proyectan hacia
cualquier circunstancia y en todas encajan. Así ocurrió durante años, mucho más
allá de las salas de juego y de los mecanismos arcaicos para el consumo
musical, hasta darse de bruces con su propio envés, que no fue otro que el
mismo de nuestras vidas. Fue precisamente otro cantable de Burning, tan sublime
como aquel primero, el que vino a retratar nuestra madurez hasta cerrar el
ciclo: Una noche sin ti. Ya no estábamos ante la melodía de la diversión
comunitaria y pinturera, sino ante la copa en la barra de algún garito
entregados al vicio del recuerdo de lo que fue y de lo que no fue. Nada mejor
entonces que embeberse en el disco doble grabado en directo en 1990, y repasar
una a una todas las estaciones del viaje, siempre amenizadas por ellos, nadie
mejor que ellos, por mucho que nos pese a nosotros y a Benjamín Prado.
Hoy aquellas máquinas de discos son simples elementos decorativos y objetos de
coleccionismo. Por fortuna, no ha ocurrido así con los sonidos que expulsaban,
que siguen presentes y vivos en general según hemos venido demostrando a lo
largo de esta serie. Los años setenta, aquellos que fueron los de su esplendor
por estos pagos, tienden también a agotarse. Apuraremos próximamente un último
capítulo antes de echar el telón.
Mueve
tus caderas apareció
dentro del LP «El fin de la década» en 1979, el mismo donde se recogía la
canción por antonomasia del grupo: ¿Qué hace una chica como tú en
un sitio como éste?
Sin desmerecer al resto de su producción, bien podemos decir que nos
encontramos ante las catedrales del rock en español. http://www.youtube.com/watch?v=P3y8NSR-FkY
Publicado en genetikarockradio.com, 22 noviembre 2013
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