Blog de Ignacio Fernández

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lunes, 30 de diciembre de 2013

Años ciegos


     Será, como lo fue el que acaba y los que precedieron, otro año ciego, es decir, un año malo si atendemos a aquel título magistral de Sánchez Ferlosio: Vendrán más años malos y nos harán más ciegos; una lectura esta y otras suyas siempre necesarias para estimular un poco nuestro pensamiento. La ceguera no la curan los años buenos, que conste, sino el impulso de las ideas y su transformación en acciones organizadas, que es precisamente lo que andamos descuidando al albur de esta serie de años malos.

     Aparte de las políticas revenidas que nos devuelven al pretérito de la historia, la maldad de 2014 vendrá de la mano de dos medidas que coronarán nuestra agonía económica y laboral: una nueva subida del IVA y la reforma de las prestaciones por desempleo. La primera de ellas responde a los compromisos que nos hacen rehenes de los buitres del déficit, cuyo objetivo no alcanzaremos ni con prórroga, así como a la necesidad de generar ingresos en unos momentos en los que, según el propio Gobierno, nuestro problema ya no es el gasto. La segunda es el culmen del sadismo liberal que desprecia a las personas desempleadas y supone, después de la destrucción del trabajo, de la sanidad, de la educación y de las pensiones, el definitivo entierro de las bases del estado social, verdadero objetivo de las clases dirigentes.

     La injusticia de esas decisiones, que volverán a adoptarse por decreto tal y como corresponde a una democracia absolutista, acentuará nuestras cegueras. El azote del IVA nos amojamará un poco más y la merma del óbolo del paro acentuará los procesos irremediables de desclasamiento. De modo que así situados, el año discurrirá entre banalidades y disputas sobre trapos: en mayo sobre banderas europeas, en el verano sobre la rojigualda del mundial de fútbol y en noviembre sobre la cuatribarrada catalana. Es otra forma inducida de generar invidencia mediante la ocultación detrás de conflictos nacionales de cuanto en verdad es un asunto mucho más sencillo: se llama pobreza sin fronteras.

Publicado en La Nueva Crónica, 31 diciembre 2013

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