Blog de Ignacio Fernández

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martes, 3 de diciembre de 2013

Ley de máximos


     El clima menguante que todo lo invade en la política nacional lleva ahora a que el Gobierno se fije el objetivo de redactar una Ley de Mínimos. Naturalmente, cualquier persona bien informada sabe que esa denominación es un artilugio lingüístico y que en realidad se refiere a una Ley de Huelga. Pero no importa, quedémonos en el nominalismo y abundemos en esa senda, que también explica mucho de cuanto ocurre.

     Acosado por su propia fe austera, lo que el Gobierno ignora o no quiere comprender es que tan urgente como una Ley de Mínimos sería una Ley de Máximos, que es aquello por lo que clama la gente en la calle y lo que desean incluso los silenciosos. Me refiero a máximos en el empleo, en la justicia, en la igualdad, en la democracia y así sucesivamente. Si un gobierno no tiene en su horizonte una aspiración máxima para el máximo de la ciudadanía, se convierte en un gobierno minimalista y la realidad a la que hace frente será una realidad parcial, demediada, arbitraria e imperfecta. Porque la obligación primera de un gobierno, si en verdad gobierna para todo un país tal y como suelen presumir, es conocer que toda acción política tiene su haz y su envés, y que de nada sirve proceder sobre lo uno sin atender a lo otro. Así pues, promulgar una Ley de Mínimos sin complementarla con otra de Máximos no resolverá nada, sólo vendrá a complica todavía más el conjunto con un nuevo desequilibrio.

     Es lo que ya hemos comprobado con otros fracasos previos de este Gobierno de lo exiguo. Una reforma laboral, no importa su contenido, servirá de muy poco sin una reforma empresarial paralela. El impulso del emprendimiento no llevará a ninguna parte si no se promueve el trabajo asalariado simultáneamente. La calidad de la educación quedará en agua de borrajas si no le acompaña la cantidad, es decir, la financiación al menos. Y numerosos otros ejemplos del mismo tipo que permitirán al lector comprender por qué sucede lo que sucede y cómo no hay nada más pernicioso que un gobierno sólo de la rigidez.

Publicado en La Nueva Crónica, 3 diciembre 2013

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