Blog de Ignacio Fernández

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viernes, 3 de enero de 2014

Leaves / Hendrix / Byrds / Purple / Smith / DeVille / Slash / Battiato / Gainsbourg


     Cuando se pasea por Madrid y se acerca uno al Casón del Buen Retiro, puede descubrir inscrito sobre su fachada norte un aforismo del filósofo Eugenio d’Ors: “Todo lo que no es tradición, es plagio”. Según ello, la creación es un continuo y, por lo tanto, unos autores toman elementos de otros que les precedieron, dándoles nuevas formas sin llegar a copiarlos, pues entonces incurrirían directamente en la simple reproducción engañosa. En suma, “cambiando lo que se deba cambiar”, que es lo que viene a significar el título latino con que hemos nombrado a esta sección: mutatis mutandis. Naturalmente, así sucede también en la música.

     Ése es, pues, el punto del que mana el universo de las versiones. Es decir, el ejercicio de verter desde una fuente original a otra, no necesariamente menos innovadora, una melodía, una canción, con el fin de recrearla. Una buena versión puede incluso mejorar su original, pero nunca lo fotocopia, no lo degrada, no abusa de un éxito previo porque sí, eso que es tan propio de la moda que santifica el triunfo fácil. Claro que, si consideramos que el mundo de las versiones musicales es también una especie de traducción sui generis de otros moldes previos (en otra lengua, en otra clave, en otra época), también aquí nos encontramos a veces con la acción de los bárbaros, aunque nos lo evitaremos del todo en nuestra serie, pues también de las rarezas vivimos. Porque, por lo general, la singladura de las versiones es muy variada: las hay que triunfan incluso más que sus prototipos, las hay que tristemente pasan de puntillas y deben ser rescatadas, y las hay por último que desembocan en un limbo sólo para iniciados. Mas, en fin, tampoco será necesario ponerse sublimes ni perseguir joyas luminosas en los baúles más escondidos de las discotecas para descubrir el valor de una versión bien hecha, a diferencia de aquello que las malas costumbres comerciales nos venden para navidad, para el día de papá y de mamá, para los enamorados o para la necedad del vulgo. Todo esto será lo que no encontraréis en nuestro escaparate.

     Quiso la coincidencia que el pasado mes de diciembre apareciera aquí mismo una entrada que nos acercaba la muy susurrante versión que Charlotte Gainsbourg ha hecho de la eterna Hey Joe para la película Nymphomaniac. Es con toda probabilidad el último eslabón de una larguísima cadena que se inicia con su composición por Billy Roberts en 1962, que glosamos tiempo atrás dentro de las músicas del jukebox. Luego, a través de esa canción y de sus reinterpretaciones, se ha construido un puente generoso que arranca con sus primeros actores, The Leaves, en 1965, y que estalla en todo su esplendor con la grabación de Jimi Hendrix un año después. Fue el paso de los modos rítmicos a los tiempos lentos. A continuación les siguieron un sinnúmero de variantes, entre las que aquí recogemos únicamente las que en verdad nos parecen recomendables por bien evolucionadas: el clásico sonido folk rock de The Byrds en 1966, el tan metálico como sinfónico de Deep Purple en 1968, el desgarro lírico de Patti Smith en 1974, los sonidos chicanos del añorado Willy DeVille en 1992, el acento soberbio de Slash en 1993 y, por fin, el tono místico de Franco Battiato en 2001. Toda una enciclopedia resumida en una canción excelente y en una nómina de autores indispensables, que pone fin temporalmente a su itinerario con la citada Charlotte.

Publicado en genetikarockradio.com, 2 enero 2014

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