Posiblemente,
de todo el amplio catálogo musical, pocas composiciones sean tan sagradas en
apariencia como los himnos. Sin embargo, estos cantos gloriosos, por lo general
de origen militar, también han sido objeto de transgresión y con ello de
generación de unas nuevas perspectivas bastante curiosas. Lo hizo Jimi Hendrix
con el himno norteamericano y lo hicieron los Sex Pistols con el inglés. Las
que quizá no sean tan conocidas son las posibilidades que ofrecía a los provocadores
La Marsellesa.
El
himno nacional francés fue compuesto por Rouget de Lisle en 1792. Recibió
primero el título de Canto de guerra del ejército del Rin, pero meses después, al ser
cantado por un batallón de voluntarios que marchaba desde Marsella a París, la
población de la capital le dio el nombre de La Marsellesa. El itinerario posterior de este
canto y la significación que ha llegado a adquirir no necesita mayores explicaciones, aunque no fue declarado
himno oficial hasta 1958. Su aparición en películas como Casablanca, su resonancia en los partidos de la selección
francesa de fútbol o de rugby (aunque con algún coro de silbidos muy reciente
que irritó particularmente a Sarkozy), su inclusión al comienzo de All
you need is love o
la adaptación de Django Reinjardt han extendido su eco de un modo notable. De
todos modos, pocas interpretaciones resultan tan apabullantes como la que aquí
sugerimos de Edith Piaf.
Pero
en 1979, Serge Gainsbourg grabó en la ciudad jamaicana de Kingston el disco
«Aux armes et caetera», donde incluyó una versión reggae del himno francés que,
además, contenía otros desafíos. Por ejemplo, donde franceses y francesas
cantan entusiasmados “¡a las armas, ciudadanos!” y continúan en el tono
belicoso de ese himno de himnos, el bárbaro de Gainsbourg coloca en la voz del
coro femenino un “a las armas etcétera”, como si no hiciera falta decir más,
como si todos los himnos repitieran en el fondo el mismo y sabido estribillo.
Mas no nos equivoquemos, esa gratuita boutade dio lugar a algo más que una anécdota, a un extraordinario momento de
gloria y redención: en ese mismo año, en un recital en Estrasburgo, un grupo de
militares franceses y miembros de la extrema derecha más feroz ocuparon las
primeras filas de la sala. Venían dispuestos a impedir que Gainsbourg
interpretara su último éxito, aquella versión sacrílega considerada por muchos
un ultraje. Al ver el panorama, el cantante ordenó a sus músicos rastas que no
se bajaran del autobús. Subió al escenario solo, a pesar de que el dueño de la
sala le advirtió del peligro. Y dijo: "los que han impedido el concierto
han devuelto a La Marsellesa su sentido inicial". Después, este hombre con
fama de chulo y de degenerado, probablemente borracho, levantó el brazo derecho
-el del cigarro- y con una dignidad y una grandeza inesperadas comenzó a
cantar, en solitario, el himno de Francia. Los militares que le observaban
atónitos no pudieron hacer otra cosa que cuadrarse. Voilà.
EDITH PIAF: http://www.youtube.com/watch?v=_yX47K1uD3M
SERGE GAINSBOURG: http://www.youtube.com/watch?v=k559M5Ic5gM
Publicado en genetikarockradio.com, 3 febrero 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario