Blog de Ignacio Fernández

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sábado, 14 de junio de 2014

En la playa


On the beach [http://www.youtube.com/watch?v=6X0FjlybCqs], la canción de Chris Rea, puede ser el mejor de los prólogos para este capítulo pre-estival de Moderato Cantábile, con el que pretendemos adelantarnos a los meses de vacación, sofoco y asueto que están a la vuelta de la esquina. Como es natural, los itinerarios y los destinos pueden ser tan diversos como las personas que los recorren o los visitan, cada cual tiene sus vicios y sus devociones. Pero más allá de los planes que andemos ya mimando para el próximo verano, lo cierto es que un enclave los supera a todos. Nos referimos a la playa, a las playas, por donde vamos a pasear en compañía del cancionero para diseñar una play-list arenosa y blanda como un helado en la boca.

Las ciudades que miran al mar son ciudades infinitas. Pareciera que tienen límites en sus arrabales y que los cartógrafos han dibujado para ellas un plan de ordenación tan común como otro cualquiera. Pero nos equivocamos, porque desde sus paseos marítimos, desde sus rompeolas, desde sus muelles de pescadores y desde sus arenas nos abraza un horizonte que siempre está mucho más allá de nuestras miradas físicas y sentimentales. Por eso nos gustan las playas urbanas; y entre ellas, sin duda, las de las costas del norte, aunque no hagamos ascos a ninguna otra, como veremos. De las septentrionales, bastante bien conocidas por los habitantes de estos páramos mesetarios, cuatro se nos antojan de comunión obligatoria: Riazor en La Coruña, El Sardinero en Santander, La Concha en San Sebastián y San Lorenzo en Gijón. Precisamente, un cantable de Víctor Manuel tiene parte de su escenario final en ésta última: Eran dos niños [http://www.youtube.com/watch?v=wPYp2kk9LSw&feature=kp]. De las otras, de las que se abren al Mediterráneo para el veraneo de medio pelo y la hibernación más truculenta, también podemos extraer algún detalle. De hecho, las playas masivas tienen su punto, un como encanto abarrotado de estímulos excesivos, de derroches incontrolados, de algarabía ingobernable donde todo es posible, hasta lo humano. Lo bueno, lo mejor de todo es que siempre están abiertas, que no hay temporada, que siempre hay un neón encendido, una taberna inglesa, un hotel con espectáculo de pasodobles, un arroz a banda, un club de alterne, un tiro al aire, un mercadillo de inútil artesanía africana, un puesto de bisutería con una joven lánguida al frente, un niño insoportable, un padre también insoportable, una plaza con luces y caballitos, un dj y una go-go de tercera, una sirenita de plástico… Y todo eso independientemente de que se nombren Terremolinos, San Juan, Salou o Benidorm. Así lo cantaba El Cometa Errante en Benidorm es mi torre de Babel: “Mermelada con jamón, / con Los Chichos, Chrisie Hynde, / Benidorm es guay. / Jubilados de Gijón, / Los Chunguitos, Chrisie Hynde, / Benidorm es guay. / Benidorm… es mi torre de Babel”.

Sea como fuere, quien más quien menos, todos buscamos inútilmente una playa virgen o casi. Los hay que dicen haber encontrado  ese éxtasis que permite aún a los enamorados descubrir el rayo verde cuando al atardecer el sol se hunde en el horizonte de la Cala de Benirás, en la isla de Ibiza. Tal vez sea así o tal vez sea porque unas horas antes del crepúsculo dos o tres individuos han comenzado a tocar sus djembés y otros instrumentos de percusión, y con su ritmo todo acaba en un bum ta bum ta ta ta bum lisérgico, y te marchas en el coche a tomar un increíble cóctel en las tumbonas de Kumaras, acompañado por el sonido del chill out y del mar. En compañía de Afterlife, por ejemplo, y su Dub in ya mind [http://www.youtube.com/watch?v=h8eBzkAFraI], o de cualquier otra melodía incluida en la muy aprovechable serie Café del Mar.

Menos exótica pero igual de contundente en lo sensorial es la Gran Duna de Pyla, una enorme formación de arena natural costera acumulada en el litoral aquitano del golfo de Vizcaya, a la entrada de la bahía de Arcachon. Su cresta es la más alta del continente europeo y se extiende sobre 87 hectáreas de superficie, casi tres kilómetros de costa lineal y hasta 500 metros de bosque del Parque Natural de las Landas de Gascuña, hacia cuyo interior penetra año a año inexorablemente. Y, claro, desde semejante atalaya, tan recomendable, quién va a despreciar las tentaciones cercanas de los pueblitos de Cap Ferret o de la propia ciudad de Arcachon, estación balnearia que fuera para las clases acomodadas del siglo XIX, sus ostras con crepinettes o con foie-gras, crudas, con verduras, calientes, en broquetas, en gratín o rellenas; y un buen vino blanco de Burdeos, naturalmente, dulce, seco o espumoso, mientras suena al fondo una desconocida canción francesa, inolvidable ya para toda la vida: Difference, de Isabelle Mayerau, pongo por caso [http://www.youtube.com/watch?v=mWz5fAOoP3o].

Y, por supuesto, imperecederas, aunque oxidadas por el tiempo y otras erosiones, resultan las playas que fueron mito de juventud o simple ensoñación de una noche de verano. Posiblemente, todavía se paseen por ellas cuerpos desnudos y se celebren misas espontáneas a la luz de una vieja luna, de una guitarra acústica o de una brasa compartida. Posiblemente sigan apareciendo mirones textiles en el acantilado y algún hippie trasnochado a la búsqueda de la identidad perdida. Posiblemente no merezca la pena revisitarlas para que permanezcan inmaculadas en el recuerdo, tal y como quedó sepultada aquella vida libertaria en una vitrina inalcanzable. Posiblemente los surfistas sean hoy los dueños de Xagó, las urbanizaciones pugnen por colonizar el entorno de Torimbia o no quede nadie a quien sacrificar en las Islas Cíes.

Para todos quienes un día se perdieron en ellas o están a punto de hacerlo, he aquí nuestro colofón de canciones como acompañamiento: la muy doctrinal Playa Girón de Silvio Rodríguez [http://www.youtube.com/watch?v=gmOK3NmcDOE], la muy inevitable Cuando calienta el sol de Los Hermanos Rigual [http://www.youtube.com/watch?v=gBpcy0Vnnas], la muy divertida Mari Pili de Ejecutivos Agresivos [http://www.youtube.com/watch?v=3Q6QXpc6op4], la muy delicada Días de playa de Javier Krahe [http://www.youtube.com/watch?v=0DkWZGimCDI] y, en fin, cualquiera de las eternas melodías de los Beach Boys, que por algo eran los chicos de la playa.

Publicado en Revista SABA 4, julio 2014

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