Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 17 de agosto de 2014

Dylan / Collins / Beck & Seal


     Lo normal es que las versiones evolucionen al paso de las generaciones, de los estilos o de las modas. Lo extraño es que los contemporáneos, que suelen competir entre sí por ventas y público, se dediquen a recrearse aunque sea en diferido. Sucede así cuando el original es de otro mundo, divino desde el principio de los tiempos, como Bob Dylan.

     Dylan, de la quinta del 41, grabó Like a rolling stone en 1965. Ya era un tipo popular, con cinco álbumes por delante, y lo sería aún más hasta nuestros días merced a una producción aún bien viva. Después de haber sido referencia para la música folk, construía por aquel entonces el puente hacia los espacios más amplios e innovadores del rock, cuyas esquinas ha apurado hasta el límite. Difícil es, pues, y osado identificar con una sola canción al artista de Minnesota, pero, con todas las reservas, posiblemente sea ésta la que le situó para siempre en el altar de la historia universal de la música. Incluso en lo literario se permitía también romper moldes y transitar por el camino de la ruptura de los mitos, que empieza precisamente por romperse a sí mismo, tal y como ha sucedido en varios momentos de su vida y de su trayectoria creativa.

     Judy Collins, de la quinta del 39, regrabó la pieza en 1993, muchísimo tiempo después de que otros ilustres se le adelantaran, como Jimi Hendrix sin ir más lejos. Sin embargo, lo suyo tiene un mérito especial: contemporánea de Dylan y casi siempre a su sombra en la primera época de ambos, da la impresión de que necesitó perspectiva para perder el respeto al ídolo, algo bastante común en las gentes nobles, hasta atreverse casi treinta años después a culminar el sacrilegio de grabar todo un disco con canciones del dios, «Judy sings Dylan». No aporta mucho, es verdad, pero ilustra la cortesía y la consideración con el que los buenos alumnos beben de los buenos maestros.

     Jeff Beck, de la quinta del 44, acompañó con su guitarra a la voz de Seal, veinte años más joven que todos, en la versión de 2012 que se incluyó en el disco «Chimes of Freedom. The songs of Bob Dylan». Aparte de su larga carrera, la carta de presentación de Beck, si fuera necesaria, no es otra que la de haber compartido banda con Eric Clapton y Jimmy Page allá por los años sesenta, The Yardbirds. Curiosamente, es después de una larga vida personal de mezclador de estilos, como un rolling stone cualquiera, cuando aterriza en el contorno de esta canción para resaltar los ritmos y las sutilezas detrás de la voz del cantante negro. Y sí, merece la pena tras tantos años confirmar la vitalidad del clásico.

     En suma, que los caminos del señor son inescrutables; y cuando el señor se llama Bob Dylan siempre se puede esperar de él y de toda su cohorte más alimento para el alma y el cuerpo de los pobres mortales. No de otra manera sobrevivimos y damos testimonio. Amén.


Publicado en genetikarockradio.com, 19 agosto 2014

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