Blog de Ignacio Fernández

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lunes, 15 de septiembre de 2014

Isaak / HIM / del Rey


     Hay canciones que superan con mucho a sus intérpretes, no importa que se trate del original o de versiones posteriores. Por lo general, deben su impacto al apoyo de otros soportes mayores que las inmovilizan en un decorado y así permanecen en nuestras memorias. Una película, por ejemplo. Ni siquiera puestas en escena por su voz primera nos llegan a provocar las mismas emociones.

     Es el caso de Wicked Game. La conocimos a través de la película «Corazón salvaje» de David Lynch en 1990. Sailor y Lula (o lo que es lo mismo y para siempre: Nicolas Cage y Laura Dern) conducen su automóvil en medio de la noche y de sus propias visiones de pesadilla mientras suena de fondo esa melodía entre sensual y melancólica. No hay voz todavía, sólo la de los dos personajes conversando mientras huyen hacia Nueva Orleans. La banda sonora sí incluyó en cambio el cantable completo y ahí apareció ante nosotros por vez primera el señor Chris Isaak en todo su esplendor, seguramente por gentileza del genial Angelo Badalamenti, habitual colaborador de Lynch en las sonoridades de su filmografía. Isaak la había grabado un año antes, pero aquel instrumental cinematográfico le sirvió para conquistar el universo. Y en él ha seguido, de hecho, incluso con mérito, aunque ya nada volviera a ser igual. Hasta quienes lo descubrimos de esa forma no somos capaces de seguirlo en sus interpretaciones, porque al cabo nunca hemos dejado de pensar que es Sailor quien canta con el rostro de Cage, mientras que el de Chris no deja de ser el de un usurpador.

     De manera que con estas credenciales cualquier versión posterior estaba casi condenada de antemano. O conseguía arrancarnos del hechizo o era una auténtica pérdida de tiempo. Y, francamente, lo segundo es lo que ha triunfado, aunque nuestro afán explorador del cancionero debe obviar estos sentimientos para proporcionar alternativas y que cada cual juzgue por sí mismo.

     El caso de HIM demuestra buenas intenciones pero poco más. Añade rasgueos metálicos y ambientes góticos, pero no deja de ser una muestra más del daño que ha causado ABBA  a los músicos nórdicos. Siempre parece más importante el envoltorio que el caramelo. Aún así, es una propuesta para acercarse a este cantable de un modo menos sensorial y más carnal. En cambio lo de Lana del Rey es el colmo de la pastelería, del almíbar y de la leche condensada. Aunque, claro, está tan de moda esta chica que no podemos dejar de traerla hasta este escenario nuestro para confirmar lo que decíamos al principio: que hay canciones muy por encima de todos sus intérpretes. Y que hay versiones que andan sobrando.

     Así que volvamos siempre sobre el «Corazón salvaje» o sobre el pobre Chris Isaak, que se merecen más honra de la que sus sucesores les han proporcionado. Y reconciliémonos con ese juego perverso que figura con justicia en los más dignos altares del cancionero.

Publicado en genetikarockradio.com, 15 septiembre 2014

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