Blog de Ignacio Fernández

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martes, 28 de octubre de 2014

Stones / Turner / Parsons


     Es lo que tiene ser dioses, que los simples mortales, al menos desde los tiempos de Prometeo, queremos alcanzar su divinidad como sea. En el caso de los Stones, moradores indiscutibles del Olimpo musical, no es raro que así suceda. De hecho, ya hemos visitado en otras ocasiones parte del catálogo de recreadores que han tenido. Así que es inevitable regresar a ellos una vez más.

     “Son las mujeres de cabaret. / Dame, dame, dame el blues del cabaret”. Ése, más o menos, era el estribillo pegajoso de Honky tonk women, la canción que los Rolling Stones grabaron en 1969, tan pegajoso al menos como el baile de esas señoras que inspiraron a Jagger y a Richards cuando su pusieron a componerla en una excursión por Brasil. Cuarenta y cinco años después, que se dice pronto, sigue sonando fresca, porque ése es el misterio precisamente de quienes alcanzan la condición de dioses, son imperecederos en verdad, y sus obras viven de generación en generación como si nada las erosionase. Poco importa al cabo que lo divino habite en los cielos o en los infiernos. En este caso, nos hallamos evidentemente ante satánicas divinidades.

     Tina Turner también habitó en los infiernos durante una parte de su vida, y tuvo en su marido, Ike Turner, el ángel y el demonio que, además de maltratarla, la modeló en buena medida y que en algún sentido hizo de ella otra honky tonk woman. No es extraño, pues, que de inmediato se apropiaran de la canción de los Stones y construyeran una versión mucho más rítmica, más ennegrecida, aunque por aquellos tiempos la pareja ya estuviera instalada en el firmamento musical. Es decir, no había afán de superación, no lo necesitaban, sino de adueñamiento decidido de un modelo que se encarnaba a la perfección en las maneras de Tina.

     Pero Honky tonk women había sido concebida en origen como una especie de country acústico, a pesar de que sus creadores y recreadores la hubiesen llevado a la postre hacia otros cánones más próximos al rock. Hizo falta que apareciera la figura poderosa de Gram Parsons para que todo se recolocase. Es más, Parsons se sitúa en la célula primera del tema, pues no en balde su amistad con Richards había llevado a que éste bebiera en más de una ocasión, no sólo literalmente, de los modelos del country. De ahí que la grabación que hiciera el artista estadounidense sea tal vez más original que la original propiamente dicha. Son cosas del fluir de la música y de los músicos, es el laberinto de la creación. Hay ocasiones en que no resulta fácil distinguir lo que fue antes, si el dios o la obra.

     En fin, no estamos aquí en el terreno simple de las versiones. Más bien, volviendo sobre el comienzo de esta reseña, se trataría de auténticas reencarnaciones. La materia prima es el cantable. Sus intérpretes no dejan de ser meros canales de transmisión, aunque, eso sí, admirables.

Publicado en genetikarockradio.com, 28 octubre 2014

jueves, 23 de octubre de 2014

Brotes, raíces y plantas carnívoras


     Entre tantas inquietudes y desasosiegos, dos pronósticos pueden darse por cumplidos: hay brotes y hay raíces. Poco importan los adjetivos que les adjudicaron ni si las raíces son verdes y los brotes vigorosos o a la inversa. Lo único extraño del proceso es que llegasen primero los brotes y luego las raíces, pero nadie puede discutir que están ahí y han venido para quedarse. Gracias a ello y por si todavía hubiese dudas, hemos de convenir también que los decires de Elena Salgado y de Mariano Rajoy no sólo son consecuentes sino complementarios y que, en suma, responden a un mismo proyecto de sociedad.

     Hablamos de una sociedad poscontemporánea que poco tendrá que ver con la que vivimos en los mejores momentos del siglo pasado. España es, de hecho, un modelo de esa involución, pero también la vieja Europa, que por algo la nombró así el muy ilustrado George W. Bush. Si pensamos, por ejemplo, que las predicciones de la OCDE incluso algunas veces se cumplen, habremos de tener en cuenta que esa organización prevé que en 2050 Europa no pintará gran cosa en el concierto internacional, ni en lo económico ni en lo político. ¿Cuál será el lugar, pues, de aquel país que según el Presidente Zapatero jugaba en la Champions? ¿Habrá Champions? Sobre cómo llegaremos a esa decrepitud tienen mucho que ver algunas decisiones que se andan cocinando a oscuras, sobre las que conviene hacer luz. Me refiero a la negociación del Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y los Estados Unidos (TTIP en inglés), algo así como el siguiente eslabón en el florecimiento salvaje: después de brotes y raíces, llegará el esplendor de las plantas carnívoras.

     Esto del Tratado parece un asunto del más allá, que no debiera tener incidencia directa sobre nuestro ser cotidiano y minúsculo en el contexto global. Pero no es así. Porque de confirmarse los objetivos con que trabajan los negociadores, vuelven a estar en riesgo algunas bases que creíamos sólidas en nuestro modo de vida: los derechos laborales (los que van quedando, que no es poca cosa frente a lo que se avecina), la protección ambiental y la seguridad alimentaria, los servicios públicos e incluso la soberanía democrática, ya de por sí bastante mancillada a lo largo de los últimos años y de los últimos gobiernos. Es, en suma, la barra libre para las grandes transnacionales.

     Mas no nos pongamos fatalistas, que es lo peor que podemos hacer en tal coyuntura. Los tratados de comercio no son en sí un mal. Los pueblos siempre han comerciado entre ellos, al menos cuando no se han hecho la guerra. Y bien está, por tanto, gobernar una materia por lo general bastante desordenada y falta de equilibrios. Ahora bien, para que su formalización fuese en beneficio de las personas y no de los poderes oscuros, desde el punto de vista sindical habría que reclamar varias condiciones que no están hoy por hoy en las agendas y respetar los siguientes principios y normas: la transparencia ante todo; los principales convenios de la OIT; las leyes y normas nacionales y regionales de la Unión Europea que protegen los derechos de los trabajadores, en particular las referidas a seguridad y salud en el trabajo; las normas que promueven la seguridad energética y la protección del medio ambiente; la exclusión de los servicios públicos y bienes comunes de las disposiciones del Tratado; el establecimiento de procedimientos contra el fraude y la elusión fiscal; y la participación en el seguimiento y control por parte de los interlocutores sociales y otras organizaciones representativas de la sociedad civil. Es decir, existen mimbres para hacer un buen caldero. Lo que no está claro es que exista voluntad política para obrar de esa forma.

     De tal manera que, ante los enunciados anteriores, no estamos ante un asunto menor, ni mucho menos. Y que tendrá su repercusión sin duda en lo local, pues no es asunto sólo de despachos. Sin ir más lejos, atendiendo a algunas potencialidades productivas de nuestro territorio, la agricultura sufrirá, lo harán las redes de manufactura y comercialización agroalimentaria y lo hará así mismo el espacio  natural todo, sometido a las reglas de la depredación sin barreras. Merece la pena, por tanto, que los ciudadanos de esta provincia le echen una ojeada al contenido del Tratado, lo que se sabe de él, y actúen en consecuencia. Será el único modo de evitar que brotes, raíces y demás plantas carnívoras conviertan nuestras vidas en una auténtica selva.

Publicado en Diario de León, 22 octubre 2014

lunes, 20 de octubre de 2014

Manual de estilo


     Escribe Javier Cercas: "Un error o un abuso son un abuso o un error lo cometa quien lo cometa, y casi estamos más obligados a denunciar los de los nuestros que los de los demás. Para no corrompernos. Para no perder la razón". Poco más de dos líneas para contener todo un programa político o sindical o empresarial o de la naturaleza que estimemos. Todo un manual de gestión, de actuación y de estilo para cualquier organización política o sindical o empresarial o lo que estimemos.

     Tanto es así que, en tiempos de reformas constitucionales, éste debiera ser uno de sus principios más elementales. Lo mismo que un lema de adhesión para quienes ingresan en todo tipo de asociaciones o para quienes juran o prometen una nacionalidad. Resume un comportamiento, que es casi como resumir en poco más de dos líneas todo el ser. Lo demás son casi aditamentos, adjetivos, complementos circunstanciales o vanidades. Quien así piense o actué, sea individuo o unidad de destino en lo universal, no sólo es digno de mención sino ejemplo de nobleza en medio de la podredumbre o de los gorgojos en la sopa. Porque se empieza por distraer larvas en los platos que servimos en los comedores escolares y se acaba por regatear el IVA, por olvidar una herencia en un paraíso fiscal o por morder la manzana de una tarjeta venenosa.

     Todo esto nos hace daño y mucho. Por el dinero evadido o abusado, sí, pero sobre todo porque no nos merecemos ni a esos individuos ni a esas sociedades. El esfuerzo diario individual de la ciudadanía en general es de tal calibre que debiera ser atendido con mejores honras por parte de sus organizaciones políticas o sindicales o empresariales o lo que estimemos. Del mismo modo que todos nosotros, ciudadanos o ciudadanas, integrados en ellas o no, debiéramos saber separar paja de grano y valorar con justicia y sin generalidades los comportamientos individuales o colectivos. Para no dañarnos más. Y porque la sociedad democrática debe unirse en ese tipo de organizaciones absolutamente imprescindibles.

Publicado en La Nueva Crónica, 21 octubre 2014

miércoles, 15 de octubre de 2014

Dinarama / Deluxe / Fangoria


     La creatividad incuestionable del pop español de los ochenta se prolonga de cuando en cuando gracias a reediciones con afán nostálgico, pero también con la recreación de algunos himnos que los convierte en imperecederos. Por esa vía saltan épocas o estilos, e incluso se reinterpretan a la luz de los nuevos tiempos, no siempre espléndidos.

     De hecho, algo que advertimos al comparar, lo que no deja de ser una estupidez, es que, al lado de la fiebre creativa, existía entonces una intención de divertimento que dudosamente encontramos en la actualidad. Las canciones y los grupos son en esta nueva edad demasiado serios, crípticos incluso. No es raro que el inglés sea en muchos casos su idioma, que no su lengua materna ni la de sus audiencias. Es como si la intención comunicativa hubiese sido sustituida por la melódica sin más. No es bueno ni es malo, pero en muchos casos es más aburrido.

     Perlas ensangrentadas es un buen ejemplo de cuanto decimos. Nació con Dinarama en 1983, como parte de su álbum «Canciones Profanas», cuando ya los Pegamoides habían saltado por los aires y se había depurado, por fortuna, su espontaneidad más grosera. Era una canción redonda, cuyo relato se acomodaba perfectamente a la narrativa del vídeo-clip naciente por entonces, que encumbró para siempre la firma de Carlos Berlanga. Escribe sobre ella Raúl Alonso: “hay canciones que emocionan sin por ello querer decir que sean conmovedoras. Simplemente tocan algún hilo imperceptible que pende de nosotros con conexión directa a lo más hondo de uno mismo, como si la banda sonora de nuestras vidas formase parte del propio tejido. Perlas ensangrentadas es una de ellas”.

     Deluxe, una marca de otra hornada, y Xoel López, un músico de altura parecida a la de Berlanga, se encaprichó de esa canción, se la apropió para demostrar su condición perenne y le dio por interpretarla en directo. Hay en ella ya otros acentos y otros desgarros, pero no deja de ser una interpretación adecuada a los nuevos tiempos, mucho más severos, bastante menos alegres. Pero no pierde ni un ápice de energía ni de gusto. Lo mismo que quiso hacer probablemente Fangoria, otra marca del antiguo linaje, sabedores sus líderes, Alaska y Nacho Canut, de que no todo había terminado con el supuesto fin de la historia pregonado por Fukuyama. En este caso la electrónica bailable tampoco desdice del pentagrama original, por más que algunas actuaciones suyas (como la del vídeo que acompañamos) se parezcan bastante poco al espíritu que en su día animó a la pareja y a otros con ella. También ése es el signo de los tiempos, sin duda.

     De todos modos, nunca está de más volver sobre los himnos gloriosos, sobre todo sin no tienen tono bélico ni sirven para levantar fronteras. Bastante necesitados estamos de aquellos aires.


Publicado en genetikarockradio.com, 16 octubre 2014

viernes, 10 de octubre de 2014

El síntoma Juan Goytisolo


     Un amigo francés, profesor en la Universidad de Tours, me encargó el pasado verano que le buscase en las librerías leonesas un par de novelas de Juan Goytisolo que necesitaba para el nuevo curso: Juan sin Tierra y Makbara. Pero del mismo modo que a él le fue imposible encontrarlas en las librerías francesas, tampoco la suerte nos sonrió a este lado de la frontera. Y no es que no apareciesen estos títulos en concreto, es que ni en sus estanterías ni en sus trastiendas había una sola obra disponible del escritor catalán. Al acudir a sus bases de datos, me aseguraron que lo único al alcance era una edición de las obras completas, en tres tomos, bajo el sello de Galaxia Gutenberg.

     No es un autor raro este Goytisolo. No lo son ninguno de los tres hermanos Goytisolo. Por unas u otras razones, su actualidad no ha dejado de estar viva. En el caso de Juan, además, sus colaboraciones periodísticas le colocan de forma habitual en el escaparate de las tribunas de opinión, aunque esto no parece ser suficiente para alcanzar los escaparates literarios que en otros tiempos ocupó. Tal vez sea que los profesores de Literatura ya no proponen sus obras a los alumnos como textos de trabajo, al contrario de lo que al parecer sucede en Francia, o tal vez ocurra sencillamente que la locura editorial sepulta con extrema facilidad aun a los dioses de las letras y a otros miembros que habitaron esas mismas alturas. Tal vez esta ausencia se deba también a las llamadas crisis o a estos tiempos poscontemporáneos que todo lo transforman o, sencillamente, lo degluten. No sé.

     El caso es que nos convencen de que vivimos en la época de la comunicación y del conocimiento y de que todo habita al otro lado de un simple clic, siempre y cuando nos sometamos a los formatos digitales y dejemos para los nostálgicos el fetichismo del papel impreso. O quizá vivimos en un engaño dirigido. El también editor Jaume Vallcorba, fallecido el pasado mes de agosto, recordaba en una conferencia que “lo infinito de Internet, como cualquier otro infinito material sin límites, se asemeja peligrosamente al desierto”. En lo que aquí nos ocupa, el caso de Juan Goytisolo es un síntoma evidente de tal afirmación.

     La poscontemporánea es, sí, una edad desértica. Y como el propio desierto conjuga las cualidades del calor abrasador y del frío más recio. Hay un calor de cantidad, de ruido, de profusión, de abundancia y de barullo. Y hay un frío de soledad, de aislamiento, de vacío, de privación y de alejamiento. La literatura y sus mercados no son ajenos a esa doble realidad. No negaremos que hay algarabía, bastante en general, pero tampoco que hay penuria, y no en escasa medida. Y las redes, ese nuevo mundo, las dirigen tanto el comercio como la ideología, no cualquier comercio, no cualquier ideología. Su objetivo es la uniformidad con rasgos plurales, la puerilidad con aspecto de madurez y el pensamiento monolítico con tintes democráticos. Su reflejo en la vida analógica residual tampoco se escapa de tales patrones. No desaparecerá el libro impreso, pero su dimensión se limitará a las leyes mercantiles, no a otras menos cuantificables, mucho más brumosas, como el simple deseo de los lectores o la relevancia de las obras literarias. Mientras tanto, los poetas y su público seguirán de espectáculo en espectáculo, de performance en performance, como titiriteros, convencidos de su papel redentor. Pero nadie los encontrará en las librerías.
Publicado en Tam Tam Press, 10 octubre 2014

martes, 7 de octubre de 2014

Pinche de cocina


     Circula por los medios un falso relato sobre la recuperación como el eco de la estrategia de los gobiernos. Es normal que así sea y que la fábula crezca a medida que nos acerquemos o entremos de lleno en el año 2015, el año de todas las elecciones. Conviene pues estar alerta y afrontar las ficciones con suficiente conocimiento de causa; el que da la observación de la vida cotidiana, por supuesto, pero también el de los datos que no se difunden. O que no se quiere difundir.

     Cierto es que llevamos meses de aparente mejoría. Mas no conviene ignorar que son 740.000 los hogares sin ingresos, en los que viven 1.404.000 personas; que el desempleo de larga duración afecta a más de 2,5 millones de personas; que su tasa de cobertura se ha reducido en 20 puntos hasta situarse en el 58,5%, en tanto el Gobierno presenta unas cuentas en Bruselas que dicen que este año se va a ahorrar en gasto por desempleo unos 5.000 millones de euros. Se cuenta también que el desempleo en términos generales ha disminuido, pero ocurre que en el segundo trimestre de 2014 se han trabajado menos horas que en el mismo trimestre del 2013: la jornada total ha caído un 0,7% al bajar de 581,6 a 577,7 millones de horas semanales. No hay, por lo tanto, más empleo disponible, que es lo que mide el total de horas, sino un reparto de esas (menos) horas entre más personas. Solo así se explica que con crecimiento económico débil se esté generando empleo aunque a niveles reducidos, cuando en realidad se está destruyendo productividad. Y, en fin, sigue cayendo así mismo la afiliación a la Seguridad Social en el régimen general ––el de asalariados– con 28.362 cotizantes menos en septiembre, dato que se oculta parcialmente por el aumento temporal de  afiliados en el sistema especial agrario.

     El corolario de todo esto nos lo ha proporcionado la información del Servicio Público de Empleo, según el cual, durante el último año, la ocupación más ofertada en Castilla y León  es la de ayudante de cocina: el nuevo modelo productivo.

Publicado en La Nueva Crónica, 7 octubre 2014