Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Creedence / Ramones / Fogerty


     Sucedía que si una canción nos arrebataba, entonces la juzgábamos como eterna e irrepetible. En el caso de Creedence Clearwater Revival esa impresión se convirtió en un proceso continuo con cada nuevo disco, con cada uno de sus ingenios sonoros, que a nuestro parecer eran una especie de culmen inalcanzable para el resto de la escena musical. Luego, el tiempo, como de costumbre, lo relativizó todo.

     Por atender a una de esas perlas del grupo de California, aunque podría valer cualquier otra, nos fijaremos en Have you ever seen the rain?, sencillo extraído del álbum «Pendulum» en 1970. Cuando llegó a nuestro oídos ya habíamos sido nutridos antes por un sinfín de temas precedentes y nuestra idolatría les había colocado en el lugar más selecto de nuestros gustos. Difícilmente podíamos imaginar en ese momento que estábamos en el principio del fin. Poco después de su lanzamiento, Tom Fogerty abandonó el grupo y ya sólo hubo un álbum más en su ausencia. Sin embargo, los Creedence perduraron, y de qué manera, hasta que el cambio climático de los años, como insinuaba su canción, nos hizo percibir todo de un modo muy diferente: “¿Has visto alguna vez la lluvia / cayendo en un día soleado?”

     Fue así como, a pesar de la fidelidad a los orígenes, descubrimos poco a poco otros arreglos, otras versiones, otras propuestas sobre aquella misma base. El catálogo se hizo extenso y en él habitaron nombres variopintos: de Bonnie Tyler a Rod Stewart, de Boney M a Dire Straits… Y, entre tanto lío, los majestuosos Ramones. También ellos, auténticos por sí solos, atendieron por un momento al rincón de la gloria y recogieron de él la herencia de los Creedence. Fue ya en 1993, cuando editaron su propio disco de versiones, «Acid eaters», una especie de homenaje a sus bandas favoritas donde, claro, no podían faltar los californianos: allí estaba de nuevo, acelerada y mucho más metálica, Have you ever seen the rain?, eternamente viva.

     Así que todo vuelve, como entonaba el panameño Rubén Blades, o “nada se pierde, todo se transforma”, según sentencia Jorge Dréxler. El caso es que hace bien poco, apenas un año y medio, el que fuera líder de los Creedence, John Fogerty, sacó a la luz su propia auto-versión. El disco «Wrote a song for everyone» es una nueva colección de sus antiguas composiciones, regrabadas unas a solas y otras en compañía. En el caso que nos ocupa, el dúo lo forma con Alan Jackson, uno de los muchos y buenos productos de la factoría country norteamericana. Y así fue como volvió la lluvia a caer sobre el escenario, tal y como pudieron disfrutar quienes el pasado verano asistieron al concierto que Fogerty ofreció en la Sierra de Gredos y que mereció las mejores críticas. Lo reseñó Fernando Navarro en un medio nacional: “Sin medias tintas, John Fogerty, quien fuera fundador y líder de la Creedence Clearwater Revival, inundó anoche de rock pantanoso la Sierra de Gredos, como si el hechizo de un chamán se cumpliese y, entre los páramos de la alta montaña castellana, la magia del rhythm and blues más irresistible cobrase vida en las almas de los más de 12.000 asistentes”. Pena no haber estado allí.
CREEDENCE CLEARWATER REVIVAL: http://www.youtube.com/watch?v=ixmvEtQyzvs

Publicado en genetikarockradio.com, 26 noviembre 2014

martes, 18 de noviembre de 2014

El antibiótico


     Al cabo de los años y de los virus, no hay mejor invento para las infecciones que un buen antibiótico. Esto, que literalmente entiende cualquier hijo o hija de vecino, adquiere en un sentido figurado toda su significación si atendemos a algunos de los males que nos perturban.

     Porque no todo nuestro padecer proviene sólo de la hecatombe financiera o del globo constructor. Ni siquiera de la corrupción rampante. No, buena parte de nuestro declive, particularmente en Europa, se debe al abandono de los procesos industriales en manos ajenas, sean las emergentes o las baratas sin más, para entregar nuestro músculo económico a los servicios, a la especulación y, en menor medida y en países más sabios que el nuestro, al desarrollo científico-tecnológico y sus acompañamientos. Este proceso no sólo nos ha empobrecido en general, sino que ha carcomido nuestras cifras de empleo para dejarlas al albur de los ciclos, las temporadas o las estrecheces. No otra cosa hemos observado en la evolución que han tenido los datos de desempleo a lo largo del último año.

     Es decir, no existe, o está muy menguada, una actividad productiva potente que escape de esos ires y venires del calendario. De otro modo, no existe una apuesta decidida y estratégica por el desarrollo industrial, de cuya resucitación depende en gran medida la verdadera recuperación económica. En el caso de la provincia leonesa, la reapertura de una factoría tan emblemática como Antibióticos es la mejor noticia de los últimos tiempos. En principio porque ha superado un proceso concursal, lo cual sólo lo consiguen los clubes de fútbol; en segundo lugar porque revive a unos trabajadores muy doloridos; y en tercero porque es un sector donde reside el futuro, no importa la estación del año en que estemos, haga frío o calor, llueva o nieve.

     En suma, nada mejor que los antibióticos para enfrentar la enfermedad y dejémonos de emprendimientos, reformas laborales o tarifas planas, que son simples aspirinas y no sientan nada bien al estómago.

Publicado en La Nueva Crónica, 18 noviembre 2014

jueves, 13 de noviembre de 2014

Esos vértigos


     Confieso que me sorprendió darme de bruces con la noticia, recogida aquí hace unos días, de que acaba de editarse el libro Ágora de la poesía. La razón de mi asombro es doble. De un lado, porque la esencia de esos encuentros poéticos callejeros, conocidos con el mismo nombre, reside precisamente en su comunión pública, en lo que se supone que es una emoción compartida desde la recitación en un espacio abierto como el que al efecto escogieron sus animadores. Desde mi posición, también aquí defendida en otro momento, de que el espectáculo, el happening, la performance o lo que sea están reñidos con la íntima naturaleza lítica, pues responden a otras intenciones, respeto no obstante que cada cual elija el escenario que mejor prefiera para la poesía, y allá cada cual con esa decisión y sus regustos. Ahora bien, y de ahí la segunda razón de mi estupor, lo que confirma hasta dónde es de pretenciosa la idea, o su atrevimiento, es el salto al papel, como si no hubiese suficiente papel poético editado por y para los sillones orejeros.

     De manera que así como hay un vértigo en el sucederse de acontecimientos y noticias, condenadas al rápido olvido por la serie desenfrenada de sucesos y novedades puestas al servicio del espectador consumista, el envés de esta realidad nos lo muestran esos otros devoradores de canales, formatos y herramientas para hacerse omnipresentes sin que les importe las cualidades naturales o el ritmos de las cosas. Después de un corto embarazo de 18 meses ya podemos tener en nuestras manos el primer advenimiento de los poemas orales hechos materia. Y al séptimo descansó.

     No cabe duda de que ésta es una edad vertiginosa. A finales de mes habrá un nuevo jueves verde, pero padres y madres habrán olvidado ya el olor nauseabundo de los gusanos y estarán a otras cuitas. Asunto archivado. Y sanada, por fortuna y a pesar de los consejeros de sanidad, Teresa Romero de su mal africano, nadie ha vuelto a ver el virus en la portada de ningún diario. Son ejemplos como cualquier otro. Al cabo, además del Ágora, sólo permanece entre nosotros la corrupción, que será perenne, y la licuación de las ideologías. Esto último no deja de ser también producto del vértigo.

     Nunca se conoció nada igual por estos pagos, luego debe ser así mismo cosa de la época: la imparable progresión de un partido sin programa político conocido a punto de hacerse con el Gobierno. O este país está escacharrado, lo cual es muy probable, o estamos ante una nueva transustanciación poética. O ante otra expresión del devenir imparable del escaparate de novedades de los grandes almacenes. Hace años en realidad que tuvo inicio en todo ámbito esa carrera en pos de la eterna juventud y tiempo llevamos en la pugna con las viejas esencias. Lo asombroso ahora es la facilidad con la que calan los mensajes tópicos, sean del signo que sean, innovadores o ancestrales, y la mansedumbre con que todos asumimos aquello que, por lo común, cuesta décadas construir o destruir. Ése es el riesgo y ése es el vértigo: que como llega, se va. Es la condición de la velocidad contra la que también en este índice nos hemos pronunciado. Seguramente en balde.

     Lo cual que el vértigo permanecerá inalterable en el diccionario de la edad poscontemporánea. No ocurrirá como a la flamante edición del de la Academia, apolillado a los pocos días de su nacimiento por causa de olvidos, protestas y otros defectos de fábrica tan vetusta. Es decir, tan poco acorde con el frenesí irreflexivo de este tiempo
Publicado en Tam Tam Press, 13 noviembre 2014

lunes, 10 de noviembre de 2014

Brel / Denver / Bowie


     

     El caudal de las versiones permite construir puentes que a veces resultan insospechados, pero que, bien mirados, parece que unen orillas predestinadas. De paso, contribuyen a reponer en primer plano canciones y creadores que nunca debieran haberlo abandonado si no fuera por la voracidad del comercio y las pocas ganas que tienen las audiencias de indagar en algo que esté más allá de sus ombligos.

     Ámsterdam es una ciudad navegada por canales y por tanto abundante en puentes. Cuentan que hay unos 1.500. Se dice también que su origen estuvo en un pequeño puerto pesquero que llegó a ser uno de los principales enclaves de la Compañía de Indias Orientales, aunque en la actualidad, que es adonde queremos llegar, poco queda de aquella historia, salvo lo que se recoge y se canta todavía en viejas canciones marineras. O no tan viejas: “En el puerto de Ámsterdam / hay marinos cantando / los sueños que les asedian (…) En el puerto de Ámsterdam / hay marinos que mueren / llenos de cerveza y de dramas / con las primeras luces. / Pero en el puerto de Ámsterdam / hay marinos que nacen / en el calor espeso / de lánguidos océanos”.

     Jacques Brel puso letra y música a esta canción portuaria en el año 1964. El artista belga, referente de la chanson francesa, y su canción viajaron luego hasta  Nuevo México en 1970 para encontrarse allí con John Denver, enseña de las músicas country. Y, acto seguido, recorrieron el puente a la inversa hasta desembocar más o menos en Londres, hacia 1973, donde les aguardaba la insignia del eclecticismo musical por excelencia, David Bowie. En suma: el mar del cancionero va y viene como el oleaje para recalar en los puertos a veces más variopintos: “En el puerto de Ámsterdam / hay marinos que bailan / frotándose la panza / con la de las mujeres. / Y giran y bailan / como soles escupidos. / En el sonido desgarrado / de un acordeón rancio / retuercen el cuello / para escucharse mejor reír, / hasta que de pronto / el acordeón expira. / Entonces, con un gesto grave, / entonces, con la mirada orgullosa, / acompañan a su holandesa / hasta el amanecer”.

     Dans le port d’Amsterdam, titulada en sus mutaciones sajonas sencillamente Amsterdam, enlaza perfectamente con la tradición antigua de los cantos marineros. Cantables que hablaban de pescadores, de piratas, de marinos atrevidos y de los trabajos de la mar, que hoy apenas si tienen hueco en el vendaval temático de nuestras músicas. Cantables bretones, gaditanos o irlandeses. No sería ésa seguramente la intención de Brel, ni la de Denver o Bowie al rescatarlas para sí, pero retratan a la perfección unos ambientes y costumbres, de acá y de allá, a las que ya no asistiremos, una especie de cofre valioso perdido en el fondo del mar: “En el puerto de Ámsterdam / hay marinos que beben / y que beben y rebeben / y que rebeben aún. / Beben a la salud / de las putas de Ámsterdam, / de Hamburgo o de otros sitios. / En fin, beben por las damas / que les dan su bonito cuerpo, / que les dan su virtud / por una pieza de oro. / Y cuando han bebido bien, / se plantan nariz al cielo, / se limpian los mocos en las estrellas / y mean como yo lloro / sobre las mujeres infieles”.

Publicado en genetikarockradio.com, 10 noviembre 2014

martes, 4 de noviembre de 2014

Regiones


     En esta semana, que concluirá con los acordes de una sardana, oportuno parece pensar un poco en eso de las regiones como un elemento más de la desigualdad que nos crece. Entiéndase, digo regiones en un sentido genérico, sin aludir a mapas concretos, hechos diferenciales o leyendas milenaristas.

     Porque otra de las paradojas que nos acosa en estos tiempos confusos es la que combina lo global con lo regional. Hacemos muchas referencias a lo primero y en ello apoyamos gran parte de los análisis que explican la economía y otras crisis actuales. Y dejamos lo segundo en un lugar menor, como si fuesen herencias de un pasado mal resuelto que el tiempo acabará por disolver en un mundo mundial. Pero no, el nuevo estallido regional es de estos tiempos y de los futuros, y más vale que le prestemos atención porque de él derivarán tensiones mucho más importantes de las que vivimos en estos momentos, que ya empiezan a ser graves.

     Lo que está claro es que los estados agonizan y sus poderes se diluyen en otras esferas, a veces mayores, a veces menores. En su lugar surgen grandes transnacionales, organismos sin fronteras y entes supranacionales. Pero también, en paralelo, crecen las reivindicaciones más locales, en ocasiones con cierta identidad y en otras con evidente artificio histórico-legendario. Unas y otras tienen, sin embargo, un denominador común: el de acentuar las desigualdades en un planeta cada vez más desigual. Tomen el formato de la independencia o del federalismo, en el fondo no hay más que un afán de alejarse del otro, por lo general más pobre, para salvar los intereses eternos de una burguesía o aristocracia que persigue mantenerse en la cumbre a pesar de las adversidades.

     Será así, el futuro será regional, y unas regiones preponderarán sobre otras, sin importar el modelo orgánico que se adopte, sea pactado o fruto de violencias. Al fin y al cabo, no es un comportamiento distinto al de los individuos en esta época insolidaria cuando entonamos el sálvese quien pueda.

Publicado en La Nueva Crónica, 4 noviembre 2014

sábado, 1 de noviembre de 2014

Muros de miedo


Noviembre vuelve, lo mismo que vuelven repetidamente por los Santos las representaciones del Don Juan y los buñuelos de viento. Pero en este 2014 noviembre huele además al lío catalán y a los veinticinco años de la caída del Muro de Berlín o de la vergüenza. Tal y como nos recordarán con insistencia los medios de comunicación, tan dados ellos al festín de las efemérides mucho más que al análisis de los hechos históricos, cinco lustros hace ya de aquel acontecimiento. Y con toda seguridad podemos afirmar también por anticipado que la banda sonora más repetida en todos los reportajes sobre el tema será The whall de Pink Floyd, cuya versión grandilocuente grabada en la capital alemana de aquel entonces os proponemos recuperar: [https://www.youtube.com/watch?v=ezqnKlYPUiY].

Es verdad, unos muros van y otros vienen. La historia de la humanidad es en realidad la historia de sus muros, los muros que levantamos para combatir inútilmente nuestros miedos. “Le pregunto a un profesor de arquitectura –escribía hace años Manuel Rivas- si hay alguna asignatura específica que adiestre en la construcción de muros. No, me dice, pero gran parte de la arquitectura que se está haciendo tiene forma y espíritu de muro. Está encofrada con hormigón, acero y miedo”. También Raymond Carver escribió un poema en forma de letanía sobre la identidad del miedo: “Miedo a ver un coche de la policía acercarse a mi puerta. Miedo a dormirme por la noche. Miedo a no dormirme. Miedo al pasado resucitando. Miedo al presente echando a volar. Miedo al teléfono que suena en la quietud de la noche… Pero a la Gran Hormigonera le interesan sobre todo los miedos que se pueden amasar rápido y en serie. Algunos se llevaron cascotes del muro de Berlín como souvernirs. Los dejaron en la vitrina de la Historia, al lado del Despacho Oval. Y al volver, el cascajo había parido un muro de miedo de 1.200 kilómetros. Todo para encerrar a una inmigrante llamada Libertad”. En fin, si buscásemos un cantable adecuado a todas estas consideraciones, probablemente no habría otro más oportuno que el que firmaron Claudina y Alberto Gambino: Quiero decir tu nombre [https://www.youtube.com/watch?v=Ei5wyVymkSA].

El caso es que esta entrega de Moderato Cantábile, como habrá quedado patente, va de muros en plural, pues muchos son y han sido estos ejemplos de sinrazón con los que se ha querido impedir el paso de las personas así en tiempos de guerra como de paz. Citados a bote pronto y sin ser exhaustivos se nos ocurren los siguientes: Muro de Adriano, Muro de Antonino, Muro Atlántico, Muro de Berlín, Vallas de Ceuta y de Melilla, Barrera israelí de Cisjordania, Danevirke, Gran Muralla China, Götavirke, Barrera Indo-Bangladeshí, Muro de las Lamentaciones, Muro fronterizo EEUU-Méjico, Muro del Sáhara Occidental, Valla de la Zona del Canal de Panamá, etc. Claro que si tomásemos el término en sentido figurado, entonces no podríamos eludir otras referencias tan evidentes como el muro de la necedad, el muro del lenguaje, el muro de la desigualdad o el muro del silencio y otros contra los que cabría entonar, como resistencia, la tópica tonada de La muralla, pongamos que en versión Quilapayún [https://www.youtube.com/watch?v=x8sEU-vU4AU].

Porque al cabo, como bien sabemos, los muros físicos son un obstáculo, pero no un imposible, pues siempre serán vencidos o burlados por la dramática necesidad, aunque, una vez superados, quedan por derribar las fortificaciones más inexpugnables, las que están en nuestras mentes: el racismo y la xenofobia, por ejemplo. De hecho, los muros son monumentos a la ignorancia, al egoísmo, a la insolidaridad, a la ruina de la convivencia; en definitiva, son monumentos al fracaso humano. O algo así. Bien podría aplicárseles el estribillo que repetía Lluis Llach en L’estaca [https://www.youtube.com/watch?v=vNSKik-Tuv0]: “Si yo tiro fuerte por aquí / y tú tiras fuerte por allí, / seguro que cae, cae, cae / y nos podremos liberar”.

Nelly Prigorian
Mejor que nosotros, lo escribía en otro escaparate similar al del mes pasado Nelly Prigorian, del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos: “Tal vez los muros más peligrosos que ha desarrollado la humanidad, los que no permiten ni comunicarse, ni escucharse, ni entenderse, son los muros internos que levantamos dentro de nosotros mismos. Nos vuelven sordos, ciegos, mas nunca mudos, y el gritón más grande impone su verdad al resto del mundo. Y no queda ni espacio, ni aire, ni cuerdas vocales suficientes para detener la hegemonía del absurdo.
Hoy, cuando los liberales se disponen a celebrar a gritos el triunfo de la libertado con la caída del Muro de Berlín, siguen en pie y se construyen más y más muros, que en comparación son mucho más peligrosos que el de la capital alemana.
Y para esa celebración les tengo una sola petición a los señores liberales: bajen por un momento sus muros internos y tengan un mínimo de humildad para reconocer que en definitiva fueron los países liberales del primer mundo los más beneficiados por el Muro; que tengan un mínimo de honestidad para aceptar que por  el miedo a la propagación de la plaga roja han impulsado las reformas y las políticas sociales a gran escala, lo que les permitió un desarrollo sin mayores cataclismos; que tengan la suficiente bondad para incluir en sus celebraciones un minuto de silencio por los millones y millones de vidas destruidas y aniquiladas del otro lado de la Cortina de Hierro, que, sin saberlo, les facilitaron la existencia”.

De modo que, después de todo lo escrito, sólo una canción puede servirnos para que un viento poderoso empuje y derribe esos muros de barbarie, la que décadas atrás cantaba Raimon y que, sin embargo, no ha perdido ninguna vigencia: entrañable Al vent [https://www.youtube.com/watch?v=u9Rm3fncdBA]. Y dado que entramos en un nuevo mes, en un nuevo tiempo y en nuevos asuntos, una recomendación al hilo de noviembre: el vídeo que explica e ilustra el álbum 11 de novembre de Silvia Pérez Cruz [https://www.youtube.com/watch?v=4Gid13QUpTg]. Ésta sí que es otra historia que Moderato Cantábile aconseja con sumo gusto. Cualquiera de sus cantables nos ayudan a vivir más felices y sin miedos.

Publicado en Saba 6, noviembre 2014