Blog de Ignacio Fernández

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martes, 4 de noviembre de 2014

Regiones


     En esta semana, que concluirá con los acordes de una sardana, oportuno parece pensar un poco en eso de las regiones como un elemento más de la desigualdad que nos crece. Entiéndase, digo regiones en un sentido genérico, sin aludir a mapas concretos, hechos diferenciales o leyendas milenaristas.

     Porque otra de las paradojas que nos acosa en estos tiempos confusos es la que combina lo global con lo regional. Hacemos muchas referencias a lo primero y en ello apoyamos gran parte de los análisis que explican la economía y otras crisis actuales. Y dejamos lo segundo en un lugar menor, como si fuesen herencias de un pasado mal resuelto que el tiempo acabará por disolver en un mundo mundial. Pero no, el nuevo estallido regional es de estos tiempos y de los futuros, y más vale que le prestemos atención porque de él derivarán tensiones mucho más importantes de las que vivimos en estos momentos, que ya empiezan a ser graves.

     Lo que está claro es que los estados agonizan y sus poderes se diluyen en otras esferas, a veces mayores, a veces menores. En su lugar surgen grandes transnacionales, organismos sin fronteras y entes supranacionales. Pero también, en paralelo, crecen las reivindicaciones más locales, en ocasiones con cierta identidad y en otras con evidente artificio histórico-legendario. Unas y otras tienen, sin embargo, un denominador común: el de acentuar las desigualdades en un planeta cada vez más desigual. Tomen el formato de la independencia o del federalismo, en el fondo no hay más que un afán de alejarse del otro, por lo general más pobre, para salvar los intereses eternos de una burguesía o aristocracia que persigue mantenerse en la cumbre a pesar de las adversidades.

     Será así, el futuro será regional, y unas regiones preponderarán sobre otras, sin importar el modelo orgánico que se adopte, sea pactado o fruto de violencias. Al fin y al cabo, no es un comportamiento distinto al de los individuos en esta época insolidaria cuando entonamos el sálvese quien pueda.

Publicado en La Nueva Crónica, 4 noviembre 2014

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