Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

martes, 24 de febrero de 2015

Falsos mitos


     Nadie dudará de que la crisis, o la estafa, o lo que quiera que sea este desastre colectivo nos ofrece también enseñanzas. Una no menor es la que destapa el falso mito de que la contención salarial es un modo de generar empleo. O de no destruirlo. Esta creencia fue predicada ya por los adalides de la depredación laboral sin necesidad de contextos adversos generales, de tal manera que cuando éstos se convirtieron en paisaje habitual la suposición fue proclamada ya sin ningún disimulo. Y podemos decir que en ello seguimos, pues los necios suelen ser obcecados.

     Mas hete aquí que ningún lugar encontraremos como esta provincia devastada para demostrar exactamente lo contrario. La pérdida de población activa y de empleo han evolucionado en paralelo a la devaluación salarial a lo largo de estos años invernales. Y así continuamos, hasta el punto de que León, y sólo la provincia de León, perdió poder en sus sueldos por vía convenio durante el año 2014: un - 3’3% frente a un + 1’5% de media nacional, según estadísticas del Ministerio de Empleo. Ni que decir tiene que las cifras de desempleo y de emigración no tuvieron respiro.

     Pues bien, algún delito tendremos en ello todos cuantos intervenimos en el ámbito laboral. Ahora bien, responsabilidad como ninguna, a nuestro entender, le corresponde a un sector empresarial empeñado sobre todo en aumentar la productividad y mantener beneficios gracias precisamente a los dos factores citados que actúan en conjunto: reducción de empleo y reducción de sueldos. Y por lo que hace a León, visto el dato citado, los responsables de un balance tan negro no hay que buscarlos más allá de Mayorga. Nada hemos escuchado a la burguesía local sobre el asunto. Su silencio sobre la materia más bien la delata.

     En fin, muchos falsos mitos se derrumban, aunque otros tópicos vienen a sustituirlos. Muy pernicioso es el que afirma que la recuperación se puede conseguir sin salarios dignos y sin convenios. Y se oye demasiado en estos tiempos electorales.

Publicado en La Nueva Crónica, 24 febrero 2015

jueves, 19 de febrero de 2015

Eagles / Gipsy Kings


     La actitud ante las versiones (las buenas versiones, por supuesto; del resto mejor no hablar) requiere generosidad. No sirven de nada ni la ortodoxia ni el purismo. Incluso cuando se producen aparentes irreverencias, es preciso mostrarse espléndidos y acogerlas con espíritu esponjoso. Sólo así nos estará permitido disfrutar de giros copernicanos que terminan por merecernos la pena.

     Sucede esto cuando una versión levanta un puente de dudoso tránsito entre formas no conciliables. Para empezar, el cambio de lengua es ya un salto abrupto que reclama otros acomodos rítmicos. Lo mismo que un giro radical entre estilos, que obliga a todo tipo de ajustes finos. O la traslación de geografías, que modifica públicos, ambientes y sentidos. Todo esto, en fin, cuando se realiza con talento no supone un sacrilegio, como piensan los exquisitos, sino que ensancha las posibilidades de una composición hasta límites insospechados.

     Por ejemplo, basta tomar Hotel California de los Eagles, la seña más notable del llamado country rock o soft rock, según se mire. Más que una simple canción, todo un arquetipo, un éxito incuestionable conforme a los cánones establecidos. A estas alturas de la historia, casi un objeto de culto para cuantos en ella se han deleitado hasta la saciedad. Incluso para quienes la puedan aborrecer, no deja de ser una referencia. Pues bien, hete aquí que llegan unos señores franceses, los Gipsy Kings, y le hacen un traje. Bajo las reglas de ese híbrido suyo de flamenco, pop y rumba catalana, se llevan el ídolo sagrado a los tercios del español más o menos chapurreado, a los compases rumberos más destartalados y a los caminos por los que circulan las carretas gitanas. Lo que podía esperarse de semejante mutación es, como poco, la profanación y la blasfemia musical. Pero no, el producto final, con amplitud de miras, es talentoso y resultón. Cierto que no es válido para todos los oídos ni sensibilidades, pero sin duda alguna sí merecedor de respeto y de consideración. Una mixtura bien resuelta y mejor gozada si se recibe en directo.

     Es el patrón por antonomasia de un modelo de fusión no como cualquier otro. Tuvo su precedente, fallido, en la adaptación que hizo El Príncipe Gitano del In the guetto de Elvis Presley, citada aquí sólo en la categoría de anécdota, pero que si alguien la desconoce debería acudir de inmediato a los archivos para ponerse al día en el capítulo de la infamia. Por más que la infamia pueda ser, y lo es en este caso, simpática. Incluso hay otros experimentos suculentos de saltos al vacío, como el All my Loving de los Beatles en versión de Los Manolos, claramente continuadora de la que resaltamos en cabecera. Y otra mezcla curiosa, aunque de naturalezas bien diferentes, fue la recreación que hiciera Pata Negra del Juan Charrasqueado de Jorge Negrete, otra demostración sabia del buen hacer en esta materia turbia.

     En fin, dicho quedó al principio. Generosidad en las orejas y en la disposición. De lo contrario, acabaremos tan encasillados como un diccionario antiguo. Y, eso sí, criterio, mucho criterio.

Publicado en genetikarockradio.com, 21 febrero 2015 

sábado, 14 de febrero de 2015

Ciertos desórdenes mundiales


     Hemos leído noticias inquietantes, pero que son ya el pan de cada día. François Hollande, a bordo del portaviones Charles de Gaulle, anuncia una inmediata revisión de los planes para reducir los presupuestos y efectivos de los ejércitos. Japón aprueba su mayor presupuesto para Defensa, con un aumento del 3’8% sobre 2014. Rusia lo aumenta en un 30%. Y así sucesivamente. Aunque tampoco debemos ignorar otras informaciones en apariencia menores. En España se acaba de aprobar la más que severa Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana. La Unión Europea se plantea revisar el Tratado de Schengen. Francia contratará 2.680 personas para luchar contra la yihad y gastará 735 millones en tres años. Etcétera.

     La sombra de Charlie se cierne sobre todos nosotros y lo hace vestida con uniforme militar o policial. Es decir: ante un conflicto, el de los arrabales de París como muestra, de naturaleza básicamente social o cultural, respondemos en el mismo tono de los fanáticos. No aumentamos nuestros presupuestos para empleo o educación, sino todo lo contrario. Añadimos más madera. Y esto es así, entre otras razones, porque los atentados del tipo de los ocurridos en la capital francesa, además de conmoción, nos crean sentimiento de culpa, cargan sobre nuestras conciencias la sensación de habernos equivocado en algo, como si el error habitase en nuestra cultura o en nuestra sociedad (no lo descartamos) en lugar de en aquellos que hacen del conflicto religioso o étnico la causa única de sus vidas y de sus muertes. Simplificando, que es lo que más solemos hacer, nuestro lado político sólo sabe replicar con la firmeza, con la invocación a la seguridad (como acabarán nombrándose en breve todos los ministerios del interior o como quiera que se llamen) y con las filas prietas.

     En realidad, por paradójico que parezca, es una expresión de inseguridad, de desconcierto, de extravío dentro de un contexto desconcertante. Esto no pasaba antes, nos decimos, mirando hacia las últimas décadas de la edad contemporánea, cuando los mapas eran bilaterales y todos conocíamos, más o menos, de qué lado del muro estábamos. Por el contrario, las coordenadas nos sitúan hoy y en el inmediato futuro en medio del desorden mundial, que será el signo de la nueva edad. O tal vez no.

     Conviene de vez en cuando escuchar a Vladimir Putin, tan silenciado por estos páramos nuestros del pensamiento casi único. A veces se le ocurren discursos coherentes o inquietantes, según se mire. En octubre del año pasado, en Sochi, ante el Club Valdai, dejó algunas perlas que conviene observar: “No olvidemos, al analizar la situación actual, las lecciones de la Historia. En primer lugar los cambios en el orden mundial –y los sucesos que estamos viendo hoy día son eventos de esta escala- por regla general fueron acompañados, si no por una guerra global o por choques globales, por una cadena de intensivos conflictos de carácter local”. Y prosiguió: “Todos sabemos que el mundo ha entrado en una época de cambios y transformaciones globales, y todos necesitan tener cuidado y evitar dar pasos sin reflexionar. En los años posteriores a la Guerra Fría, los participantes en la política mundial han perdido un poco esas cualidades. Ahora hay que acordarse de ellas. En caso contrario las esperanzas de un desarrollo pacífico y estable son una peligrosa ilusión, y las actuales conmociones serán un preludio del colapso del orden mundial”. Cada cual que interprete o entienda lo que mejor le convenga. Pero quien sienta algo de curiosidad al respecto encontrará el texto completo en http://blogdelviejotopo.blogspot.com.es/2014/11/el-discurso-de-putin-en-sochi-club.html. Estas cosas no se cuentan en los telediarios. De ninguna cadena.
Publicado en Tam Tam Press, 14 febrero 2015

lunes, 9 de febrero de 2015

Sin corbata


     Fue el dibujante Romeu el que inventó, en los tiempos de la dichosa transición, la liga de los sin bata. Era una metáfora de la rebeldía contra la uniformidad y su cabecilla, Miguelito, lo mismo que sus amigos, hablaban sin cortarse un pelo sobre política, sexo o lo que se les pusiera por delante. Salvando distancias, podríamos decir que aquella liga se extinguió cuando muchos de sus protagonistas adoptaron un nuevo estilismo: el del traje y la corbata. Era otra metáfora de la toma del poder.

     Ahora, en estos tiempos revueltos en los que muchos tratamos de resistir, lo que parece imponerse es algo así como la liga de los sin corbata. No está nada claro si su líder es un tal Iglesias o un tal Tsipras, quizá ese tal Varoufakis que rompe casi todos los moldes; incluso un tal Sánchez se postula también según en qué circunstancias. El caso es que pronto será un plaga, máxime si se tienen en cuenta las convocatorias electorales que se avecinan, donde se cuidará especialmente la imagen de candidatos y candidatas, y, no cabe duda, la corbata será la gran sacrificada.

     La leve corbata, quién lo diría, convertida en símbolo de la casta. Aunque no es la primera vez que su significado cobra tintes políticos: en la época de la revolución francesa, el revolucionario la llevaba negra, mientras que el contrarrevolucionario se la ponía blanca. Hasta el belicoso Napoleón, que siempre llevaba corbata negra con borde blanco, decidió cambiársela el 18 de junio de 1815 y el resultado es que ese día perdió la batalla de Waterloo.

     El caso es que los sin corbata acabarán imponiendo necesariamente otras modas que señalarán a otros linajes. Así ha sucedido, por ejemplo, con las camisas y camisetas oscuras de Steve Jobs, heredadas por su heredero, Tim Cook, y por todo Silicon Valley y sus muchos anexos. Y tal vez ocurra con los pantalones pitillo de Yanis Varoufakis, que arrasan en las redes, o con las gafas de Monedero. Porque está claro que los mercados y el capitalismo no entienden sólo de corbatas.

Publicado en La Nueva Crónica, 10 febrero 2015

jueves, 5 de febrero de 2015

Las obras y las razones


     Desde que Lope de Vega en La Dorotea y Baltasar Gracián en El Criticón, ambos allá por el siglo XVII, señalaron como moraleja el refrán “obras son amores, que no buenas razones”, a pocos se les escapa que lo que realmente cuenta son las acciones, no las palabras. Sin embargo, no todo el mundo se rige por ese principio y menos aún en tiempos electorales como los que se avecinan, donde la confusión será norma y obras y razones formarán una amalgama borrosa que más vale que deslindemos con cuidado. Veamos algunas muestras para empezar.

     El pasado 9 de diciembre, la Ministra Fátima Báñez compareció en el Congreso para dar cuenta de una información de la Inspección de Trabajo sobre las horas extras en nuestro país el año pasado. Independientemente de su legalidad o no, donde no entró la Ministra, conviene saber que del total de horas extras realizadas en España en el año 2008 no fueron remuneradas a quienes las trabajaron el 37’9%. En 2009 no lo fueron el 42’3%. El 44’6% en 2010. El 46’6% en 2011. En 2012 aumentó la tasa de horas no pagadas al 57’2%. Y fueron más en 2013: el 59’3%. Y ya el colmo confesado en sede parlamentaria: al final del tercer trimestre del año 2014, el 60’6%. Nada se dijo del porqué de este incremento constante y escandaloso, aunque nadie discute que las empresas abusadoras asumen sin más las sanciones, 6.251 euros como máximo sin importar el número total de horas o de trabajadores estafados. En las Cortes y en el Ministerio sólo hubo palabras, nada más, es lo que tiene la fe desmedida en la flexibilidad. Y la Inspección de Trabajo continúa sin tener  una campaña específica sobre horas extras, es decir, obras, limitándose en exclusiva a responder a las denuncias concretas de personas o sindicatos.

     Muchas de esas horas extra, sin duda, tuvieron sede en la provincia de León. Pues bien, a ese trabajo gratis, que debería contribuir en verdad a aliviar el desempleo, se añade en nuestro caso un panorama salarial desolador. Ha sido la Agencia Tributaria en un informe de 2014 quien nos lo ha advertido. Resulta de él que en torno a un 20% recibió un sueldo menor a la mitad del salario mínimo (SMI), es decir, cobraron menos de 323 € casi 33.000 personas en nuestra provincia. Aproximadamente, otras 20.000 se movieron en el umbral del SMI, que sumadas a las anteriores son algo más del 31 % del total. Y, por no entrar en excesivos detalles, el 44’3 % de trabajadores y trabajadoras en León dispusieron de un salario en 2014 que no superó dos veces el SMI, esto es, 1.290 euros mensuales. También éstos son hechos, obras, resultantes de una legislación laboral, razones, que ha convertido el mercado en un bazar chino o similar. Es un zoco donde los mercaderes trafican en realidad con seres humanos en pos, dicen, de la competitividad sin importar a qué precio. O sí, porque al cabo el precio, el salario, es uno de los principales obstáculos para que en la provincia avance mínimamente la negociación colectiva. De tal manera que a unos precios a la baja se suma una ausencia de regulación, conformando un paisaje idóneo para buitres y otras especies depredadoras que campan a sus anchas.

     En consecuencia, se entiende bien el éxodo, otra obra excelsa de las políticas sobre el territorio. Cuentan las estadísticas del INE que la provincia de León ha perdido población de un modo incesante a lo largo del periodo de la crisis (también antes, evidentemente, existía esa tendencia), de tal manera que, desde 2008, 15.506 personas han desaparecido de sus cifras en el contorno provincial. Sea por razones vegetativas o por pura migración, lo cierto es que ese caudal es dudosamente recuperable y constituye otro lastre monumental, quizá el más importante, para que algún día este espacio vuelva a tener aliento. Por el contrario, lo que ocurre además con esa pérdida, lo mismo que con las horas extra fantasma, es que la provincia ajusta el número de afiliados a la Seguridad Social con el de asalariados cotizantes, convirtiendo el balance final en insostenible. Obsérvense las siguientes cifras del pasado mes de octubre: frente a las150.871 personas de alta en el sistema existen 142.607 que reciben algún tipo de pensión. Bastaría añadir los subsidiados para rematar el empate.

     En fin, allá por 2012, en medio de uno de los peores años del cataclismo, ya escribíamos aquí al hilo del mismo antiguo refrán, aunque entonces enfrentábamos obras con amores. Ahora, en pleno año del espejismo, poco ha cambiado en el mapa, aunque evitemos el sentimentalismo y confrontemos sencillamente obras con razones para un mejor entendimiento. Vendrán pronto discursos y arengas que maquillarán cuanto aquí se ha enunciado, pero la exposición de estas obras a través de los datos no soporta contestación. Algunas de las razones de por qué ocurre esto las sabemos bien. Sólo resta actuar en consecuencia y, verdaderamente, las citas electorales son un desafío capital para tener muy en cuenta la moraleja de Lope y de Gracián. Quizá su lectura podría ser el primer paso para cambiar de políticas.
Publicado en Diario de León, 8 febrero 2015

domingo, 1 de febrero de 2015

REM / Persson & Larson


     La versión es también la sorpresa, el descubrimiento y el sobresalto. No todo va a ser necesariamente innovación; la emoción también cuenta. Al fin y al cabo, es lo primero que se ilumina ante una buena canción. Y ante una buena versión. Por tanto, además de las variantes técnicas o estilísticas, bueno es atender a lo intangible que nos conduce a otra dimensión.

     Cuántas veces no nos sucede que llegamos a estar cansados de escuchar una canción. Una canción digna, quiero decir, no una matraca. Porque las canciones dignas, aunque raras veces, también alcanzan el éxito y son repetidas por todos los canales hasta la saciedad. Producen beneficios a sus autores, sin duda, lo cual está muy bien, pero acaban sonando cansinas y las echamos a un lado. De repente, nunca se sabe cómo, por lo general a través de alguna emisora de radio, recuperamos a lo lejos esa melodía que nos suena, que reconocemos inmediatamente y volvemos a poner la oreja. No es el original, es una variante que nos la hace renacer. Incluso nos permite descubrir quizá a unos intérpretes desconocidos, lo que acentúa aún más nuestra curiosidad. Y amnistiamos la canción, los autores, el comercio y todo en un mismo paquete. Volvemos a ella y resucitamos en ella.

     En el año 1991, cuando publicaron el álbum «Out of time», REM era un grupo ya más que consolidado. Su trayecto había sido largo y sinuoso, como dice el tópico. Pero en ese momento y con ese disco derribaron definitivamente las barreras de lo alternativo sin más y, sin renunciar a nada, conquistaron todos los mercados. La estrella del repertorio fue sin duda Losing my religion, “probablemente la canción con sonido más típico del grupo” según Peter Buck, su guitarrista. Incluso el vídeo-clip que la acompañaba rompió moldes y le concedió un doble triunfo, también en lo puramente visual. Y así fue hasta que la hicimos a un lado.

     En cambio a Nina Persson no la conocíamos de nada. Y casi seguimos igual. Sabemos, no obstante, que es sueca y que es la vocalista del grupo The Cardigans, a medio camino entre el indie y el pop. Pero de su vida como solista lo desconocíamos todo hasta que el azar nos trajo un día el eco de Losing mi religion grabado con su voz. La canción es la misma, desde luego, pero la melodía es otra, como otro es el tempo y otra es la sonoridad de su registro. Junto a ella aparece Nathan Larson, casualmente su marido. Y lo que nos ofrecen, como hemos dicho arriba, es la resurrección del tema de REM, así como su incorporación a otros ambientes y a otros rumbos. Lo mismo que hace, por cierto, con Brothers in arms de Mark Knopfler.

     Así pues, ancho es el caudal de las versiones y a ensanchar nuestro ser musical contribuye. Eso es lo que se debe demandar a los rehacedores de canciones. Si, de paso, trastornan un poco nuestras emociones, tanto mejor. Más aún, si rescatan del cajón del desprecio las joyas antiguas, entonces merece la pena detenerse y disfrutarlas de nuevo. Como en este caso.
NINA PERSSON & NATHAN LARSON: https://www.youtube.com/watch?v=8hCiuHJsaXo

Publicado en genetikarockradio.com, 4 febrero 2015