Blog de Ignacio Fernández

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viernes, 6 de marzo de 2015

Gaye / Creedence / Auserón / Winehouse


     Mucho tiene que ver el enamoramiento al decidir dar nueva vida a una canción. No me refiero al contexto que, tantas veces, liga una canción determinada a una situación sentimental. No, más bien defiendo que determinados cantables producen reacciones químicas similares al amor y, necesariamente, se les acaba amando tanto que uno desea hacerlos propios, poseerlos. Como en la vida misma.

     I heard it through the Grapevine es posiblemente uno de ellos. Al menos eso se puede deducir ante la extensa lista de buenos amantes que ha conquistado a lo largo de los años. Y con toda probabilidad no agotada todavía, pues es de esas canciones que tienden a permanecer sin oxidarse y que, cuando alguien las toma para reanimarlas, pareciera como que suenan virginales como la primera vez. La verdad es que su primera vez fue en 1966 y sus protagonistas se llamaron The Miracles, aunque el sello omnipotente por aquel entonces, Tamla Motown, prefirió dejarla a un lado, de tal manera que el primer estallido en realidad sucedió en la voz de Gladys Knight al año siguiente. Sin embargo, tanto los unos como la otra acabaron sepultados bajo el éxito que en 1968 alcanzó un intérprete ya imperecedero, Marvin Gaye. El camino hacia el olimpo de los clásicos quedó con él definido.

     Pronto se enredaron en esa senda otros nombre históricos: primero los Temptations y más tarde Creedence Clearwater Revival. Por puro vicio nos interesan estos últimos, que declararon su amor a este tema en el disco ««Cosmo’s Factory» en 1970. Si Marvin Gaye nos abría en canal con su voz, lo que los Creedence consiguieron fue derretirnos definitivamente con su potencial sonoro. Llegados a ese punto, no sabía uno a qué carta jugar, aunque el resultado final nos demostró que no era preciso ser tan selectos y que la infidelidad formaba parte también de la cultura sentimental y musical. No por ello el amor iba a ser menos poderoso.

     Pasaron los años no sin que hubiese algún que otro affaire, pequeñas aventuras como la de Tina Turner que en el fondo no dieron demasiado lustre a la canción. Y fueron nada menos que los hermanos Auserón y en castellano los que en 2006 nos devolvieron a ese estado lelo que caracteriza a los arrebatados por Eros. Lo hicieron con un disco caprichoso, todo él compuesto por versiones, titulado «Las malas lenguas», exactamente igual que titularon el original I heard it through the Grapevine (literalmente traducido por algunos como Me lo contó un pajarito). En fin, sea lo que sea, lo cierto es que les debemos una traducción y un acomodo al castellano extraordinarios. Lo mismo que debemos a Amy Winehouse el último episodio reseñable de esta larga historia de amor, aunque en su caso se lo hizo à trois pues eligió compartir hechizo al lado de Paul Weller, figura que fuera del espíritu mod.

     ¡Hay que ver! Toda una retahíla de amantes para una canción que en realidad es un canto de desamor. No olvidemos como arranca el relato: “Apuesto a que te estás preguntando cómo supe tus planes para hacerme infeliz con otro chico que habías conocido antes…”

Publicado en genetikarockradio.com, 7 marzo 2015

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