Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

lunes, 27 de abril de 2015

Marley / Amparanoia


     Pues resulta que Bob Marley, uno de los artistas con mayor ascendencia sobre el panorama musical, no es precisamente de aquellos que más versiones exitosas han merecido. Imitaciones todas, desde luego. Pero recreaciones, tal y como en esta serie vamos viendo, muy pocas. ¿Será porque se presenta como un reto insuperable? ¿Será porque el reggae se agota en sí mismo y no admite otros formatos? ¿Qué será, será?

     Redemption song es casi una canción póstuma de Marley. Hasta su propio título, que no tanto su letra, apunta una pista en tal sentido. De hecho, la escribió ya enfermo y se publicó medio año antes de su fallecimiento, incluida en el disco «Uprising». Tiene además otra particularidad: su naturaleza eminentemente acústica, aunque haya grabaciones con el acompañamiento de The Wailers. Por lo demás, poco nuevo aportaba a la narrativa rasta que atraviesa toda la obra del músico jamaicano: “Nos levantamos triunfalmente en esta generación. / Todo lo que siempre he tenido han sido /  canciones de libertad. / ¿Nos ayudas a cantar estas canciones de libertad? / Porque es todo lo que tengo, canciones redentoras”. Claro que también hay que decir, contradiciendo la entradilla, que éste es uno de sus cantables más visitados: lo han hecho al menos Johnny Cash, U2, Stevie Wonder, Pearl Jam, Sinéad O’Connor y, en España, Bunbury, Fermín Muguruza y Amparanoia.

     Amparo Sánchez nos la ofreció en su disco «La vida te da», su penúltimo álbum con el nombre y el proyecto Amaparanoia. Lo que parece un calco del original salta por los aires, sin embargo, gracias al arte vocal de esta cantante, que, como en muchos otros casos, llena de sonoridad el resultado final. Y lo que en Marley era languidez e incluso anuncio de apagamiento, en esta versión sugiere potencia y mayor rebeldía. Vale, no es el mismo contexto personal el uno y el otro y en algo tiene que notarse. Pero, aún así, la frescura de la española aviva la cadencia del jamaicano y es lo que hace que nosotros la destaquemos en nuestro catálogo. Y que reconozcamos su vitalidad, que es exactamente lo que se le pide a una buena versión.

     Por cierto, antes del corolario final y puestos a destacar recreaciones hispanas de temas de Bob Marley, imprescindible nos parece también la que hicieron Ojos de Brujo del más que popular Get up stand up. Muy digna de atención.

     Pero a lo que vamos. Con éste llegamos al capítulo 35 de Mutatis Mutandis. Es decir, treinta y cinco muestras para componer toda una teoría del fenómeno de las versiones, que, como hemos tratado de destacar, constituye una de las fuentes más fecundas de la música. También hay chascos, abundantes chascos, desde luego. Y aunque el fenómeno no tiene ni tendrá fin, el corpus al que hemos dado forma nos parece más que suficiente para que todos nos hagamos una idea certera de cuanto todo esto significa. Además, no conviene repetirse. Ya lo hacen algunos y algunas que viven de ello en este show. Así que tendemos al final. Una entrega más y nos vamos. Permanezcan atentos a la web para la despedida y cierre.

Publicado en genetikarockradio.com, 1 mayo 2015

viernes, 24 de abril de 2015

Fin de semana


     Ahora que Televisión Española ha mandado a paseo a José Luis Moreno y no volveremos a pasear por la alfombra roja que daba sentido a nuestras vidas durante el fin de semana, bueno es situarse contra el adocenamiento y apuntarse a otras ofertas culturales digamos que más inteligentes como poco.

     Aunque su agenda se extiende a lo largo de toda la semana, la programación que ofrece el Área de Actividades Culturales de la Universidad de León florece especialmente viernes, sábados y domingos, y siempre es recomendable estar atentos a su página web (http://www.actividadesculturales.unileon.es/agenda/)  para aprovechar esos dos o tres días. Por lo general, en ellos se concentran propuestas de tres tipos: música, teatro y cine. Es decir, que hay donde elegir y a veces no queda otro remedio que acudir a todas sus citas; sobre todo si se es adicto a las tres expresiones culturales. Porque su repertorio es de tal altura que no es fácil eludir la tentación. Además, la entrada es más que barata para los tiempos que corren. De modo que no hay excusa para que nuestros fines de semana no tengan un acento más que digno en eso de cultivar el alma.

     Mas, ¡oh, cielos!, hete aquí que el presente fin de semana toca puente y también la programación de la Universidad se va de idem. No hay problema, también proponemos soluciones al alcance de cualquiera. Este sábado es 25 de abril, aniversario portugués por antonomasia. Dediquémosle un poco de atención y celebrémoslo como se merece. Para empezar, volviendo sobre las canciones de Jose Afonso; en particular, si se quiere ir a tiro fijo, su disco Cantigas do maio. A continuación, adornemos nuestro espacio íntimo con un ramo de claveles. Y, por último, busquemos en la biblioteca el Cancionero de Sagres de Antonio Pereira y démonos a la lectura: “No creas si te dicen, / mi amor, / que Portugal es pobre, / que no. / Algún día / los dos / iremos al Chiado, / tú y yo. / Tuya será la seda / mejor, / rubíes como un rojo / carbón / y zapatos de blanco / charol. / Siete calles de espejos, / mi amor, / donde comprar la luna / y el sol. / Que Portugal no es pobre, / que no es pobre, / que no”.

     Y dejemos pasar las horas, que pronto será lunes.

Publicado en Diario de León (la recomendación de...), 24 abril 2015

martes, 21 de abril de 2015

Las líneas rojas


     Se llevan cada vez más las líneas rojas. No es flor de temporada, parece, ni simple postura circunstancial. Más bien nos encontramos ante un nuevo tópico político, lugar común o comodín, que, a pesar de la vacuidad con que se emplea, encierra graves peligros. Sobre todo en unos tiempos que se anuncian obligados al pacto y al entendimiento. Lo estamos viendo en la olla andaluza, pero reaparecerá muy pronto tras los procesos electorales del mes de mayo, que con toda seguridad dibujarán un mapa mucho más dinámico que el pasado.

     Ahora bien, nada define mejor la negativa actitud para el pacto que las líneas rojas. Está bien y es necesario que cada opción defienda sin concesiones sus planteamientos a lo largo de la campaña electoral, que trate de llevarse al huerto el mayor número posible de votantes y que busque la distinción frente a los contrarios. Pero, en política y culminados los recuentos, no se puede poner lo incompatible por delante salvo que se persiga el fracaso haciéndonos los inocentes. Por el contrario, los mecanismo para el acuerdo han de colocar en primer término los puntos de entendimiento y postergar lo que se sabe distante. Y ese trecho que en la negociación se recorre es el que acerca posturas, no el que las distancia ya de partida. De otro modo nunca habrá compromiso ni concierto ni dios que lo fundó.

     Al principio de la legislatura que ahora concluye, algunos planteamos la necesidad de un pacto de ciudad porque entendimos que hay asuntos, proyectos y objetivos estratégicos que superan con mucho la frontera cuatrienal y necesitan horizontes a más largo plazo. Para ese fin se nos hacía imprescindible el entendimiento entre fuerzas políticas y sociales en la ciudad de León (como en cualquier otra). No se quiso entonces o no se vio, el caso es que se optó por las líneas rojas. ¿Sucederá lo mismo ahora con otro dibujo en los ayuntamientos?

     En fin, lo bonito de las líneas rojas es cómo lucen en las camisetas de nuestro equipo favorito. Nada más y nada menos.

Publicado en La Nueva Crónica, 21 abril 2015

jueves, 16 de abril de 2015

De políticas y elecciones


     Hay un hervor electoral que se extiende y paraliza: Grecia, Francia, Reino Unido, Turquía, España, Argentina… Pero también en otros confines adonde ha llegado en algún sentido la democracia formal. Cada vez de un modo más notable este rito, que no su sustancia, define los sistemas políticos. Tanto que en idéntico cajón podríamos situar así mismo a países como Nigeria, Egipto o Afganistán, donde también se acude al teatro de las urnas aunque nadie diría que se trata de regímenes democráticos en sentido estricto. Puede afirmarse, por tanto, que nos encontramos ante una especie de metonimia donde la parte, el ejercicio del voto, nombra al todo, la participación cívica y la actividad política.

     En realidad, desde que Aristóteles dijera que “el hombre es un animal político (zoon politikon)” la cosa no ha estado nada clara. Y la confusión, como una seña más de los tiempos actuales, es ahora sobresaliente, tal y como hemos visto en el catálogo de países arriba citado. Pues bien, no se trata sólo de votar o no votar, sino de la actitud y el compromiso que la ciudadanía adopta para su vida en la polis, es decir, en el sistema con que nos gobernamos. En épocas totalitarias, muy recientes entre nosotros, la política fue directamente secuestrada, lo mismo que la bandera y otros signos externos de la identidad nacional, y lo que las personas decentes decían de sí mismas es que eran apolíticas. Causó mucho daño el secuestro, pero igualmente este desistimiento forzado o no, y todavía hoy colea por estos pagos la maldición de lo político cada vez que alguien dice o hace algo no conveniente: “está politizado”. Salvando las distancias, parecido mensaje escuchamos en la actualidad a algunos líderes noveles cuando afirman, con afán de centralidad en el tablero, que “las ideologías sirven poco”.

Lo que ocurre es que si al animal político le suprimimos el adjetivo, nos quedamos con el animal sin más. Y un paso más allá, si a ese animal le restamos la ideología, el resultado último será el votante sin ningún otro arraigo. Tal vez éste sea el ideal de los nihilistas, pero desde luego es la antítesis de la idea aristotélica.

     ¿Cómo se resolverá, pues, en el mundo poscontemporáneo la paradoja entre lo político y lo electoral? Una pista de por donde irá el asunto la obtenemos al contemplar el hervor actual que indicábamos: sin grandes novedades en el frente. Hay, sí, un vivo interés en las gentes para sentirse copartícipes en la toma de decisiones, pero sin que ello suponga darles mucho la lata; ni siquiera para molestarse en votar en unas primarias por vía digital. Pero que nadie haga nada sin mí porque no me representará. Hay, también, un ansia de pureza que no es exactamente lo mismo que situarse frente a la corrupción, la cual no deja de ser solamente materia de conversación; claro que pureza tampoco es antónimo de mediocridad. Pero que nadie ose dar lecciones porque le llamarán soberbio. Y hay, sorprendentemente, una fe ingenua en los procesos electorales que contrasta con la desmovilización activa, que anda de capa caída; como si estuviésemos sobrados para la revuelta. Pero que nadie me diga nada, porque yo estuve allí y además no les voté.

     Lo cierto es que viviremos sin asideros sólidos, también en esto, bien por una renuncia voluntaria, bien porque el mantra impuesto así nos pastoree. Quizá por eso a quienes venimos de lejos y no hemos mutado a tiempo nos cueste tanto acomodarnos a esta extraña primavera. Lo decía Van Morrison, que es una autoridad en lo suyo y en lo de todos: “Vengo de una época pasada que ha desparecido por completo”.
Publicado en Tam Tam Press, 16 abril 2015

sábado, 11 de abril de 2015

Dylan / Smith


     Después de los capítulos consagrados a Lennon y Cohen, la trinidad santísima se completa con Dylan, dios de dioses y protagonista omnipresente de esta sección y de todos los cenáculos musicales y literarios. Su obra ha sido revisitada sin fin y sus versiones se multiplican a tutiplén. Y también él, como es natural, ha merecido una obra tributaria de la suya.

     Se trata del cuádruple disco (¡sí, cuádruple disco!) titulado «Chimes of freedom. The songs of Bob Dylan» y tuvo como entidad mentora a Amnistía Internacional con motivo de su 50 aniversario. Es decir, que apareció en 2011, aunque se puso a la veta en enero de 2012. Por otro lado, el título deriva de una canción original del propio Dylan, Campanadas de libertad, publicada originalmente en 1964 dentro del disco «Another side of Bob Dylan», muy adecuada, como se puede comprender, al motivo que animó este proyecto. Tan magno que supuso la recreación nueva de 75 canciones del músico de Minnesota bajo el punto de vista de 80 intérpretes diferentes. Como señalaron sus productores: “Este álbum es una poderosa muestra del respeto que siente la comunidad musical por el imprescindible trabajo de Amnistía Internacional y por la genialidad de Bob Dylan”. De ello dan fe la variedad de músicos –Johnny Cash, Pete Townshend, Diana Krall, Miley Cyrus, Jackson Browne, Carly Simon…- y géneros musicales –rock, rap, pop, folk, country, jazz y blues– que se sumaron a la idea.

     Difícil, muy difícil se nos hace para este comentario seleccionar de entre todo ese material una sola canción que venga a ilustrar el buen gusto de las versiones. Todas merecerían figurar en esta entrada, de modo que no hay nada que justifique nuestra selección. Nos quedamos con Drifter’s escape sin más.

     Dylan la grabó en 1967 y la incluyó en el álbum «John Wesley Harding», en el que ya el rock y el blues predominaron como estilo frente a sus rasgos fundacionales. La canción no tiene nada especial. De hecho Dylan prescindió de ella en directo durante muchísimos años. No obstante, como todo lo que sale de su horno ha sido objeto de comentarios variados, que si kafkiana, que si psicodélica, que si metáfora de su propia evolución. En fin, profesionales hay que viven de estas y otras elucubraciones. Lo cierto es que, siendo un tema menor en el conjunto de su obra mayúscula, su recuperación activa es una muestra de la vitalidad de todos y cada uno de los recovecos del artista.

     Por eso no nos sorprende el vigor de la versión que Patti Smith ofrece en el macro-disco de referencia. Tampoco ella tiene nada que demostrar a estas alturas, pero no deja de ser original, como en cualquiera de los quehaceres que se propone esta mujer polifacética, imagen viva de un punk sabiamente superado y escritora de alta escuela. Aparte de otras que puedan ocurrírsenos, es precisamente en estas dos cualidades donde se aposenta el lazo que une a ambos músicos, en sus carreras tan complejas como completas y en su afecto por unos textos siempre desafiantes.

     En fin, si no lo hicimos en su momento, a tiempo estamos de reencontrarnos con «Chimes of freedom. The songs of Bob Dylan» y todos los manjares que en él se contienen.
PATTI SMITH.: https://www.youtube.com/watch?v=vqUlHBjc_M8

Publicado en genetikarockradio.com, 11 abril 2015

martes, 7 de abril de 2015

Contra la pobreza


     No otro debería ser el eslogan de las próximas convocatorias electorales: contra la pobreza, sin más. No será así, ya lo sabemos, porque los unos tratarán de lucir glorias y los otros, miserias; todo ello mediante mensajes planos y con muy escasa argumentación. Por eso los anuncios electorales, salvo excepciones, son prescindibles y se limitan a dos ideas simples: cambio o continuidad.

     Sin embargo, de lo que no debiéramos prescindir es de una realidad cada día más dura. Hoy sabemos que en España hay varios millones de personas con salarios por debajo del umbral de la pobreza. Más al detalle: en España hay 1’4 millones de trabajadores o trabajadoras por cuenta ajena cuya retribución anual es de menos de 5.000 euros que, distribuidos en doce nóminas mensuales y dos pagas extras, equivale a un ingreso mensual de 355 euros brutos. Además, 4’2 millones de asalariados, el 30% del total, tienen una nómina mensual que no alcanza los 950 euros brutos; es decir, una de cada tres personas asalariadas no llega a ser mileurista. Este nuevo subproletariado no es sino el resultado de la apuesta hecha por las elites económico-financieras para salir de la crisis con un modelo productivo basado en la devaluación competitiva de los salarios y la reducción de derechos laborales.

     Pero hay más y más grave. Sabemos hoy también a través de expertos en salud pública que el impacto de las penurias económicas en los menores afectará ya a toda su vida. De modo que podemos ir haciendo cálculos de la catástrofe tomando en cuenta los datos de UNICEF, según los cuales la población en riesgo de pobreza ha pasado en nuestro país del 28’2% al 36’3% entre 2008 y 2012. En suma, podemos dar por hipotecada la salud y las vidas de la futura sociedad española. Y sumen ustedes, si les queda aliento, lo que salarios bajos y contratos parciales pueden aportar a la hucha de la Seguridad Social y comprenderán que muy pronto no nos salvará ni la pensión de los abuelos. Ésa sí que será una herencia de campeonato.

Publicado en La Nueva Crónica, 7 abril 2015

miércoles, 1 de abril de 2015

El Paso de los Quebrantos


     Cronistas tiene la ciudad y doctores la Iglesia para explicar el porqué de este nombre. El saber popular, por su parte, lo atribuyó siempre a los inconvenientes arquitectónicos que suponía el tránsito por ese lugar. Sea lo que fuere, tanto en lo literal como en lo figurado, el Paso de los Quebrantos merece atención y comentario pues en él se resume parte de nuestro existir ciudadano.

Restos de la última pasarela
     Situado entre las calles Gómez de Salazar y Astorga, este Paso, que no calle, asoció su aflicción, dolor o pena grande, que no otra cosa es el quebranto, a la pasarela que sorteaba por encima el trazado ferroviario. Esa barrera urbanística, junto a la del Bernesga, hizo de aquellos territorios un mundo aparte y con personalidad de barrio, cuya alma, paradójicamente, habitaba en el corazón de raíles y traviesas. La pasarela original, destartalada por la edad, acabó vencida cuando un vagón descarrilado fue a estamparse contra uno de sus pilares. Los ingenieros, amigos siempre de superarse a sí mismos, construyeron otra en su lugar, de altura más que sobresaliente, pindia e interminable, que tampoco pasará a la historia de la obra pública. Más bien constará en las crónicas de la hipérbole. El caso es que una y otra espantaban más que animaban a recorrerlas, lo que llevaba a los más osados a franquear el ferrocarril por entre andenes y badenes. Hoy no queda rastro de aquel mecano. Se esfumó hace cuatro años, a la par que su pariente, el paso a nivel, cuando también en vísperas electorales se dio un paso más en la no integración ferroviaria en la ciudad. En su lugar, se trazó un camino a ras de suelo, entre alambradas, mucho más cómodo sin duda y también más desolador.

     Porque, desde luego, lo que no desapareció fue el quebranto. Cambió, eso sí, de naturaleza, y lo que antes provocaba desaliento físico hoy es puro descorazonamiento moral. Cuatro años ya atravesando ese Paso son suficientes para valorar el ser de las cosas. El cambio, como en la mayoría de ocasiones, fue sólo aparente y la decadencia siguió su curso. Hoy, tras otros cuatro años perdidos, y así sucede cuatrienio tras cuatrienio en este paraje, lo que la mirada observa al pasar por el Paso y su entorno no es futuro, no es modernidad, no es impulso, sino todo lo contrario: desidia, abandono y postración. Un paisaje postindustrial apropiado para el rodaje de una película de zombis. Solares dejados a su ser y a su ruina, acogedores de desperdicio y malas hierbas. Construcciones fantasmales apenas habitadas por la memoria de lo que fue, cuando no directamente ocupadas por las víctimas del desahucio. Todo sometido eternamente a una espera de décadas y a un designio ingobernable que ha acabado sustituyendo la personalidad de un barrio por una amalgama de nuevos quebrantos.

Restos del chalé de la Azucarera
     La última tropelía se ha cometido no hace muchas fechas. Las máquinas pesadas echaron abajo el coqueto chalé que fuera vivienda de la dirección de la antigua azucarera. Ya se había eliminado tiempo atrás el recinto arbolado que lo envolvía y que vestía de verdor una avenida especialmente agresiva. De modo que lo que pudo ser, si sensibilidad hubiera existido, un espacio recuperado para la vida social del vecindario se dejó al albur del “banco malo” para transformarlo en la maldad de otro territorio muerto. Otra porción de paisaje quebrantado, como el de las viejas casas de los trabajadores de la misma empresa, mientras se anuncia con énfasis para la zona una nueva Área de Rehabilitación Urbana; es decir, eliminemos el alma de las ciudades y coloquemos muros de cemento y ladrillo en su lugar, según parece ser el lema de los modernos urbanistas y los políticos responsables. Se recuerda todavía la barbarie cometida en un enclave próximo, la glorieta de Pinilla, donde un vetusto vagón de mercancías vino a decorarla en un principio. Pero pronto el romanticismo fue sustituido por una mole de hormigón a modo de fuente que aun perdura en el lugar para oprobio del buen gusto.

     En fin, se dirá que un día, no se sabe cuándo, llegará la dichosa integración del ferrocarril. También que otro día, no se sabe cuándo, se culminarán las obras de un Palacio de Congresos. Se dirá que con todo ello y un poco de imaginación el cuadro urbano tendrá otro aspecto y otro ánimo. No se sabe cuándo: se trata de una copla que han cantado generaciones y generaciones de vecinos de ese barrio sin que se haya rematado nunca el estribillo. Eso sí, en los últimos cuatro años, todo un récord, nos han visitado dos ministros de Fomento no se sabe muy bien para qué. El uno vino a quitar barreras y se fue ufano sin advertir que la frontera permanecía cerrada. La otra ni siquiera se dignó en mancharse los zapatos. Hubiera estado bien observarles a ambos atravesando el Paso de los Quebrantos y contemplando lo que desde sus orillas se aprecia: el final de una estirpe y las eternas costuras abiertas de la ciudad.

Publicado en Diario de León, 1 abril 2015