Blog de Ignacio Fernández

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miércoles, 13 de mayo de 2015

McLean / Madonna


     Y al final del camino, un último puente que enlaza dos orillas bien alejadas. Como sucede con toda la arquitectura de las versiones, insospechados son casi siempre los resultados, pero jugosos al cabo si el trabajo, como el de los artesanos, se ejecuta con mimo y con respeto. Es otra de las virtudes de este ejercicio, la última de la serie: promover encuentros y reencuentros que nos nutren y nutren la historia de la música.

     Porque la producción es mucha y el vértigo de los tiempos actuales, disparado. Por lo general, los medios siguen la respiración de la actualidad y las exigencias del comercio, de tal forma que tienden a ser olvidadizos casi por necesidad y relegan por sistema todo lo que huela a antiguo. A saber qué entienden algunos por antiguo. El caso es que con este frenesí se hurta a las nuevas generaciones todo un acervo musical inmenso, que ignoran o que se ven obligados a rastrear por sus propios medios. En cualquier caso, la inmensa mayoría no recibe ese legado con facilidad. A no ser, claro, que el caudal de las versiones rescate alguna muestra y le devuelva actualidad para consumo y conocimiento del mundo mundial. Ésa es una de las virtudes arriba mencionadas y que completa todo el compendio de cualidades que hemos explicado, esperamos que con satisfacción, en esta ventana desde enero de 2014.

     Así es que ocurrió que a la ambición rubia le dio por grabar American pie en el año 2000, casi treinta años después de que lo hiciera su autor Don McLean. El contexto original era muy otro, desde luego, y conocerlo nos permite entender mucho mejor la historia cantada: concluían los años sesenta y se entraba en una década de desencantos y contrariedades; también en lo musical. De ahí que McLean cantase: “Hace un largo, largo tiempo, / aún puedo recordar / cómo esa música me hacía sonreír (…) Pero febrero me hizo estremecer. / Malas noticias en la puerta. / No pude dar un paso más”. Se refería el cantante neoyorkino a las muertes trágicas y tempranas de Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Booper, lo que algunos asociaron a la muerte del rock. La canción es, pues, una especie de larga elegía por los tiempos perdidos, suponiendo, claro, que cualquier tiempo pasado pueda ser mejor. De todos modos, su éxito fue fulminante y muchas tribus de adictos a la música la hemos idolatrado con independencia de compartir o no la actitud con la que fue creada. De hecho, figuraría en un lugar destacado si tuviésemos que confeccionar la banda sonora de nuestras vidas.

     No es raro, por tanto, que la versión de Madonna naciera a propósito de la película «Algo casi perfecto», de John Schlesinger, y de una escena en concreto, aquélla en la que se recrea un funeral y los amigos del fallecido empiezan a cantar American pie: “Ellos estaban cantando / Adiós señorita American Pie. / Conduje mi Chevy al dique, / pero el dique estaba seco. / Ellos, buenos muchachos, / estaban bebiendo whisky y centeno. / Cantando: Éste es el último día que yo muera". Y fue así como muchos, sustituyendo el pop-rock del original por el dance de la versión, pudieron acercarse por fin a una canción de verdad inolvidable.

     Y nada más, colorín, colorado, esta serie se ha acabado. Lo cual no quiere decir, evidentemente, que no queden versiones en el baúl y otras tantas que se seguirán haciendo. Animaos y escuchadlas con atención. Separando, sí, la paja del grano. Salud.

Publicado en gentikarockradio.com, 27 mayo 2015 

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