Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

martes, 21 de julio de 2015

8 y 80

     Confundir ocho con ochenta no es poca confusión, aunque sea una equivocación que se lleve mucho en estos tiempos. Tanto que nos indica hasta dónde se extiende la peste verbal o hasta dónde llega la ignorancia o el atrevimiento, que vienen a ser casi semejantes. Porque el dicho en sí remite a una o más cosas que alguien equipara al parecerle como sin importancia, por más que el propio Diccionario Usual de la Academia advierta de que “no deberían ser indiferentes”.

     Así que para más precisión nada como las ciencias. Dice el paleontólogo Marc Furió, y dice bien, que “esta expresión hace referencia a aquellos que no se molestan en discernir entre diferentes órdenes de magnitud, bien sea porque tal aproximación no afecta significativamente al resultado de sus cuentas, bien sea como inevitable resultado de un trastorno de acalculia severa”. Por ejemplo, sin apartarnos de la sombra de Furió, hay quien confunde la Paleontología con la Arqueología.

     El lenguaje y las costumbres políticas, así como todo el entorno comunicativo que nos contagia fácilmente, tienden de por sí a la hipérbole, sobre todo en épocas electorales, lo cual no es más que el principio para desembocar en el tanto da sin mayor rubor. De hecho, hemos asistido a lo largo de los últimos meses a un sinfín de ejemplos que lo atestiguan: las tomas de posesión en municipios y regiones con fórmulas de lo más variopinto, con símbolos religiosos yendo y viniendo, con vestimentas y aderezos más que opinables, con invocaciones pintorescas, con rechazo de bandas e insignias e incluso con ausencias lamentables y nada justificadas. Son sólo formas, es verdad, que en nada cuestionan los contenidos, pero también deberíamos reconocer que en muchas expresiones, como sucede en la poesía, somos pura forma. No nos extrañe, pues, todo el guirigay por los pitos al himno, a Casillas, a Piqué, a lo que sea… Ni los escándalos por unos tuits estúpidos y otras demostraciones de virginidad junto a la obsesión por el delito en el caso de los biempensantes. Ni, por supuesto, el atrevimiento de quien se declara dispuesta a incumplir la ley y aplica una didáctica más que peligrosa. Ni, en fin, que el Presidente boliviano le regale al Papa un crucifijo con forma de hoz y martillo. Todo vale, da igual ocho que ochenta, porque a la postre dos tópicos lo explican y justifican todo: las líneas rojas y los cheques en blanco. A ese juego de colores y poco más se limita habitualmente el discurso político.

Necrópolis de Pintia (Valladolid)
     Lo volveremos a ver muy pronto puesto que vivimos en campaña electoral permanente. Y habrá materias sobre las que se hablará sin importar una vez más si son Arqueología o Paleontología. El empleo, sin ir más lejos, que con toda seguridad se convertirá en comodín multiusos. Me refiero al empleo de cartón piedra, porque de otro ya no hay. Cuentan las estadísticas oficiales que la provincia leonesa ha conocido en el último año un descenso en las cifras de paro registrado espectaculares, pero nada nuevo se observa a nuestro alrededor que nos confirme adónde ha ido a parar toda esa mano de obra al parecer recuperada para la vida activa, ni una gran instalación industrial, ni una gran obra, ni un proyecto laboral de envergadura. Por eso, ¿qué quiere decir exactamente el Ministro de Guindos cuando afirma que el Gobierno prevé 600.000 nuevos empleos durante este año? Nadie lo dude: estamos ante la consumación del disparate al presentar como sano lo enfermo y como luz el rescoldo de lo que fue. No en vano, España junto a Grecia lideran el empleo parcial por no haber otra opción, lo cual lo explica como nadie el Presidente Rajoy haciendo gala de su maestría en el cálculo: “algunos ciudadanos prefieren trabajar a tiempo parcial porque estos contratos resuelven muchas cosas”. No está mal el arte del simple, sobre todo cuando son casi dos millones de trabajadores en España los que declaran no conseguir de ningún modo un contrato a tiempo completo (un 64’6% de los demandantes de trabajo).

     Ocho u ochenta en el caso del empleo no es sólo cuestión de cifras absolutas. Hace falta a la par entrar en consideraciones más cualitativas porque no debiera valernos cualquier tipo de relación laboral ni cualquier tipo de trabajo. A lo largo de los años de lo que llaman crisis –esa gran estafa- nada se ha hecho en verdad, salvo iniciativas aisladas de muy pequeñas empresas, para cambiar el panorama productivo. La provincia de León es en eso mucho más que elocuente. Por lo tanto, junto a lo parcial hay que tener en cuenta que no hacemos si no repetir el modelo eterno y frágil de escaso valor añadido, que volverá a caer de nuevo al más mínimo vaivén incontrolado de eso que dicen macroeconomía. En suma, no son estampas por las que podamos presumir con la alegría con la que se expresan ciertos responsables políticos de aquí y de allá. A no ser que prevean, y eso sí lo tengan bien calculado, que muy pronto lo del empleo digno y en condiciones se convierta en asunto de estudio no para arqueólogos, sino para paleontólogos, que queda un poco más a desmano en la evolución del ser humano. Tiempo al tiempo.
Publicado en Diario de León, 26 julio 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario