Blog de Ignacio Fernández

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sábado, 26 de septiembre de 2015

Trenes vienen y van

     En medio de la propaganda colorista y de otros fastos a propósito, la ciudad de León recibe a la alta velocidad. Es importante el acontecimiento, por más que nos llegue con retraso y bastante mermado, y por más que sea expresión de una política ferroviaria discutible: aquélla que nació como un sueño poco razonable para extender los trazados veloces en ancho privativo sin mayores miramientos y con dudosa rentabilidad. Mas aquí está y bien está que se celebre y se comente.

Estación de León
     Porque mucho se puede decir de los trenes que vienen. Al menos tanto como de los trenes que se van, que de todo hay en esta historia y conviene ampliar el foco de las imágenes para hacer justicia al asunto. De momento, la pompa con que se envuelve el acontecimiento ha apartado de los discursos, y se supone que de los objetivos, buena parte de las reivindicaciones que la ciudadanía expresó en notables manifestaciones durante los dos últimos años: la integración de la línea de FEVE, el mantenimiento del empleo en el sector, el Centro de Regulación de la Alta Velocidad o la atención al transporte convencional y de mercancías. Algo más se ha dicho, no obstante, sobre el soterramiento del ferrocarril a su paso sólo por la ciudad, pero no dejan de ser más que fuegos de artificio mientras los presupuestos no lo contemplen, y es evidente que nada se dice al respecto en los que el Gobierno ha elaborado para el próximo año. Advertencia para ingenuidades, por tanto: ni se sabe ya cuántos proyectos de este tipo hemos conocido a lo largo de años y años y años sin que nada se supiera de su ejecución.

     De modo que oportuno es también volver sobre un aspecto que, pareciendo menor o demasiado prosaico para tanta épica, resulta trascendental: el futuro o no futuro de los viejos talleres de Material Motor y Material Remolcado. Su porvenir, si se quiere que lo tengan, pasaba por su traslado al nonato polígono logístico de Torneros, junto con la estación de clasificación y la terminal de contenedores. Pero ese proyecto, por más que en él se hayan invertido ya nada menos que ocho millones de euros en expropiaciones y pago de terrenos, parece no interesar si se escuchan declaraciones de personajes tan señalados como el Alcalde de León, el Consejero de Fomento o el senador Aznar. La explicación de que existen otros polígonos industriales en nuestro entorno es, además de interesada, ignorante de las consecuencias que acarreará el abandono de Torneros.

Estación de Torneros
     Sin ánimo de exagerar, cabe decir que si ese enclave no se impulsa, una de dos: o no habrá soterramiento en la ciudad, y lo saben, o no habrá talleres, y también lo saben. O, de otro modo, sin Torneros, o bien no existirá soterramiento del ferrocarril con continuidad hacia Asturias y Galicia o bien desaparecerán los talleres de León al quedar aislados de la red. Pero, aún más, sin talleres no habrá base de conducción ni intervención ni otros departamentos, con lo que se ponen en peligro buena parte de los 800 puestos de trabajo directos que el ferrocarril tiene en esta provincia. Por el contrario, Torneros no sólo aseguraría su pervivencia, sino que además, sin poner en cuestión las cualidades de otros ejes logísticos, se dispondría de un polo intermodal, que ésa sí que es una característica de la que carecen los demás. En definitiva, la llegada de la Alta Velocidad a León puede suponer un estímulo para el sector o, en sentido inverso, pasarnos por encima al acortar los tiempos de viaje con poblaciones que sí tengan mejores infraestructuras que las nuestras.

     Sabemos bien que sólo lo que cambia permanece. No son éstos los tiempos, desde luego, en los que León llegó a ser el nudo ferroviario más importante del noroeste de España. Tampoco la masa obrera ferroviaria puede tener las mismas magnitudes que cuando las estaciones se poblaban, por ejemplo, de visitadores o guardagujas. Pero, frente a los imponderables, se debe alzar la política para planificar y equilibrar territorios, para sostener su aparato productivo o adaptarlo razonablemente a su evolución, y para tejer redes que aseguren una comunicación no sólo elitista por más que vistosa. Todo esto no está sucediendo en la provincia de León, sino que la decadencia ferroviaria es constante y sin visos de remitir, por más que, como ocurre ahora, el episodio de algún tren que llega oculte la estela de los que se van.
Publicado en Diario de León

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