Blog de Ignacio Fernández

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martes, 20 de octubre de 2015

Desempleo y renta mínima

     Mientras algunos políticos bailan y otros ondean banderas, mientras crece el volumen de la propaganda y casi toda la ciudadanía aguarda de la convocatoria electoral un no se sabe qué, sugerimos desde aquí una mirada necesaria hacia las personas en especial dificultad y sobre uno de sus menguados alivios: la prestación por desempleo.

     Frente a mensajes que exaltan la gloria de la recuperación, conviene recordar que esas prestaciones constituyen, junto a la sanidad, la educación, la atención a la dependencia y las pensiones, uno de los pilares básicos del Estado Social. Así mismo, que todos esos pilares se han resquebrajado a lo largo de los últimos años por obra y gracias de las circunstancias, pero también por acción de los gobiernos. Y que tal deriva no parece frenarse a tenor de los Presupuestos Generales del Estado para 2016 elaborados por el actual Gobierno, donde se recoge una nueva reducción, esta vez casi del 22%, en la partida destinada a prestaciones por desempleo.

     Por otro lado, ¿qué sabemos acerca de la evolución de sus beneficiarios en la provincia leonesa? Su número ha decrecido, sí, desde 2009 a 2015, pasando de 20.899 a 17.969, aunque cabe resaltar que tal disminución es más de derecho que de hecho, pues se produjo sobre todo al hilo de las importantes modificaciones introducidas por el Gobierno en julio de 2012 para limitar gravemente ese tipo de prestaciones. Sabemos también que en tasa de cobertura sobre paro registrado se ha pasado por las mismas razones del 73’8 al 53%; y que el descenso conforme a la EPA ha sido del 62’4 al 41’6%. Finalmente, conocemos que sólo algo menos de la mitad de los beneficiarios lo son por la vía contributiva, mientras que la mayoría lo son por la asistencial; y que la cuantía media de las prestaciones contributivas se ha desplomado también en el mismo periodo de los 831 a los 763 €.

     Ése es, pues el panorama que nos anima a algunos a reclamar precisamente en estos momentos una renta mínima común y universal en todo el Estado.

Publicado en La Nueva Crónica, 20 octubre 2015

lunes, 12 de octubre de 2015

Amplitud de foco

     Nunca como en la actualidad hubo tantos individuos entregados a hacer fotografías de un modo compulsivo ni tantos ignorantes del arte o de la técnica fotográfica. Eso sí, todos se consideran artistas en algún sentido e incluso adoptan poses, lenguajes y actitudes de glorias de la imagen sin importar hasta dónde llega o no llega su conocimiento. Es el peaje de la tecnología universalizada, claro, y del atrevimiento tan de esta época. Son motivos suficientes para solicitar a quien corresponda que, junto a los artilugios para recoger imágenes, añadan un mínimo prospecto con fundamentos y con recetas de modestia. Más cierta dosis de respeto.

     Sería muy útil y sano, por ejemplo, extender algunas nociones sobre la amplitud de foco. Es decir, sobre la apertura que permite que entre más luz a través del objetivo. En ello influye, como sabemos, que los elementos del fondo del encuadre salgan más o menos claros, de tal manera que, con más profundidad de campo, tanto los elementos de delante como los de detrás se verán nítidos. Así, si consiguiésemos dominar este mínimo rudimento técnico, quizá podríamos llegar a interiorizarlo y, en consecuencia, aplicarlo a otras formas de ver el mundo. A otras formas de aprehender este mundo nuestro que, por lo general, se nos presenta poco más que en primer plano, en un simple titular o en un vasto brochazo.

     Porque en la fotografía, en la vida y en el arte es mucha la realidad que se nos pasa desapercibida. O más bien se pretende que así ocurra para convertirnos en miopes, para trasformar nuestros análisis en parciales observaciones, para que nuestra posición ante los acontecimientos sea lo más superficial posible y para que las respuestas sociales sean tan leves como inanes. En términos fotográficos, para que nuestro punto de vista sea lo más limitado posible.

     No es nada nuevo, desde luego, aunque sí es propio de esta edad su magnitud y trascendencia. De hecho, allá por 1920, ya había escrito Walter Benjamin, acerca de la coyuntura que atravesaba la crítica, las siguientes palabras: “Solo los tontos se lamentan aún de la decadencia de la crítica. Hace ya mucho que pasó su momento. La crítica consiste en tomar una distancia adecuada y, por lo tanto, se corresponde con un mundo concebido en términos de perspectiva y de proyección en el que era posible adoptar un punto de vista. Ahora, sin embargo, la sociedad se ve presionada por las cosas desde demasiado cerca”. Si así era un siglo atrás, ¿qué no podremos concluir ahora de nuestro presente inestable, de nuestras redes pueriles, de nuestro ser sin sustancia?

     En fin, distancia, perspectiva, proyección… conceptos imprescindibles para formarse criterio así sobre los objetos artísticos como sobre aquellos más corrientes de nuestro existir. En el fondo no hay diferencia, por más que el arte lo sublime todo. Y por esa razón, cuando la periodista Berna González Harbour, refiriéndose a Rembrandt, afirma que “el arte consiste seguramente en elegir qué iluminamos y qué dejamos en penumbra”, no podemos por menos que pensar en que ésa debiera ser también la visión que arrojásemos sobre la vida, salvando las distancias, y que ya quisiéramos que al menos ese mínimo concepto habitase no sólo en cuantos se dedican tontamente a hacer fotografías, sino en todo animal viviente. Ganaríamos mucho para hacer frente a las luces y a las sombras, como se dice ahora, de esta edad poscontemporánea.
Publicado en Tam Tam Press, 12 octubre 2015

martes, 6 de octubre de 2015

Porque sí

     Existen argumentos y existen pretextos. Una crisis puede ser utilizada bien como lo uno o bien como lo otro, pero las consecuencias no son las mismas ni es el mismo el valor que se otorga a los hechos de una u otra forma ejecutados. Por eso, a estas alturas del conflicto, quien más quien menos todos conocemos el valor de esos términos y el resultado de su manipulación. Sucede así, por ejemplo, con los empleados públicos, ora argumento, ora pretexto.

     Cuando quiso y le fue conveniente, el ministro Montoro cercenó parte de sus derechos y condiciones laborales. Y cuando quiere y le es conveniente, se los devuelve, aunque no todos ni enteros. Ese vacío que queda por el medio nadie se lo restituye. Uno y otro acto fueron y son voluntad a veces argumentada y a veces pretextada. Más lo segundo que lo primero cuanto menor es el razonamiento y mayor la imposición. Con tal motivo, cuando ahora la golosina electoral devuelve a nuestros paladares algunos de aquellos alimentos, cabe al menos preguntarse una vez más acerca del porqué de aquellas y estas decisiones. Sin ir más lejos, qué se ha conseguido y qué no con la eliminación y restitución de los días llamémosles licenciosos. ¿Acaso su merma produjo algún beneficio que ya no es necesario y por eso se devuelven? ¿No se alcanzaron los objetivos, si es que existieron, y por tanto no tiene ni tuvo sentido su rapto? ¿Ha existido algún tipo de evaluación de estas acciones para desembocar en tan opuestos desenlaces?

     Claro que, si como sentencia su jefe un vaso es un vaso y un plato es un plato, quizá lo que nos sobre a todos sea el raciocinio, el uso de razón o lo que quiera que sea que adquieren los seres humanos cuando llegan a cierto grado de maduración. Quizá vivimos, sí, en un tiempo permanente de golosinas y la política no sea más que un quiosco de feria. En ese caso el papel de las empleadas y empleados públicos, para Montoro y compañía y para otros que les precedieron, no es otro que el de un bonito tentetieso. Porque sí.

Publicado en La Nueva Crónica, 6 octubre 2015

jueves, 1 de octubre de 2015

GABRIELA AMORÓS: La Fragua Cero / JUSTO SOTELO: Cuentos de los viernes

LOS AUTORES
Gabriela Amorós Seller es licenciada en Derecho por la Universidad de Alicante y ejerce la abogacía desde el año 1997. Interesada en los estudios de filosofía, arte y literatura, se dedica también al dibujo artístico y la ilustración. Ha realizado diversas portadas para libros, entre ellos, Cuentos de los viernes de Justo Sotelo, y la portada de su primera obra editada, La Fragua Cero. Ver su web: http://www.laemocionindomable.com/
Justo Sotelo es, además de economista, licenciado y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, máster en Estudios Literarios y en Literatura Española. Cuando habla de sus influencias literarias, cita Rayuela de Cortázar, Ulises de Joyce, En busca del tiempo perdido de Proust, El ruido y la furia de Faulkner, el mismísimo Quijote... Considera que la vida, en parte, es lo que es porque se ha aprendido en los libros. Y no sólo por la influencia en cada persona, sino en los maestros y amigos. La ficción se nutre de la realidad, pero ésta se transforma gracias a la ficción. Es columnista semanal del Diario Progresista y crítico literario en la Revista Tarántula. Y autor de una amplia obra narrativa, poética, ensayística y crítica. Ver su blog: http://sotelojusto.blogspot.com.es/

LOS LIBROS
            La Fragua Cero, como su nombre sugiere, es una especie de taller, en el que a través de las sombras, los destellos y la luz, se va abriendo el lenguaje para devolverlo a su incandescencia original, como lo logra la experiencia poética. Libro difícil, pero de gran sonoridad en la voz de la autora.
            Cuentos de los viernes es una historia de amor entre “ella” y “él”. Se aman a través de la literatura, en la realidad y la ficción. Colección de microrrelatos seleccionados de los cuentos publicados semanalmente en el Diario Progresista.

LOS TEXTOS
Su última rama (G.A.)
El corazón se me ha puesto de cara,
se gira
de frente una aurora de sangre.
(pienso que es porque le doy la vuelta a los hombros

o en aquel espejo que se me olvidó arrancarme).

se me rueda el corazón
como la enagua de un pájaro
que observa en el aire su última rama

La belleza (J.S.)

            Era el principio de lo terrible, lo que no se puede soportar, lo que amamos antes de que nos destroce.