Blog de Ignacio Fernández

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martes, 9 de febrero de 2016

Zarrapastrosos

     Zarrapastrosa, dice Víctor García de la Concha, es nuestra manera de usar la lengua hoy en día, y seguramente tenga razón el director del Instituto Cervantes con sólo advertir que apenas si utilizamos 2.000 palabras de las casi 94.000 que tiene la lengua española. Aunque cabe decir que zarrapastroso ha sido casi siempre el trato concedido por los hablantes a sus lenguas, si exceptuamos a filólogos y a otros viciosos de esas humanidades tan improductivas. Todos sabemos al fin y al cabo que las lenguas evolucionan a partir de sus empleos más corrientes y, de hecho, a nadie le debe extrañar que afirmemos que nuestra lengua no es otra que un latín vulgar, bastante vulgar en verdad; más o menos como la lengua catalana o la gallega, que en esto no hay independencias que valgan: todo, me temo, se lo debemos a los lacayos de Cicerón.

     Sin embargo, lo que no dice el sabio es que zarrapastroso es nuestro mundo en general y que la lengua no escapa de esa condición de descuido que todo lo invade. Que hubo y habrá tiempos más elegantes no se duda y que en paralelo también en ellos el uso de la lengua fue y será más pulcro tampoco. Por lo tanto, lo que nos debe inquietar es en realidad todo ese desaliño maleducado que tiende a convertirse en noma y que incluso es reído de un modo impúdico. Zarrapastroso es el modelo que encarna, por ejemplo, Donald Trump con toda su corte y zarrapastrosa es la política de la Unión Europea en materia de refugiados. Zarrapastrosa es la actual legislación laboral y su coro de voces laudatorias, lo mismo que la corrupción toda y sus excusas de baja estofa. Y Zarrapastroso es un país donde uno de sus ídolos más venerados se llama Torrente o que envía al zarrapastroso festival de Eurovisión para representarlo una canción en inglés, que es una lengua germánica vulgar. Todo esto sin atender a la lista de los programas más vistos en televisión, en cuyo caso lo zarrapastroso supondría llevar demasiado lejos la licencia poética, como diría don Mariano Rajoy.

Publicado en La Nueva Crónica, 9 febrero 2016

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