Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

martes, 26 de julio de 2016

Desempleo público

     Cuenta el Boletín Estadístico del Personal al Servicio de las Administraciones Públicas que en enero de 2016 eran 2.519.280 las personas que en España tenían la condición de empleadas públicas. De ellas, 29.334 con destino en la provincia de León. Comparados estos datos, que publica semestralmente el Ministerio de Hacienda, con la misma fecha de 2010, cuando las crisis se hicieron presentes en el sector público, descubrimos que se ha perdido un 6’6% del empleo público en estos años, y más todavía en la provincia leonesa donde la merma alcanza el 10%. En cifras contantes y sonantes: 179.348 empleos públicos menos en España y 3.253 en León. La repercusión que estas amputaciones de personal tiene sobre la atención que prestan los servicios públicos es más que evidente, pero no entraremos en ello.

     Lo que conviene resaltar es que se ha producido un masivo expediente de regulación de empleo, aunque en el sector público este procedimiento tenga muchas veces otro formato. Pero, contemplado como tal ERE, cabe ahora exigir a quien nos gobierna o nos vaya a gobernar que no lo convierta en un fin en sí mismo, es decir, un alivio de plantilla y a otra cosa mariposa, sino que sirva de verdad como instrumento de reorganización de las plantillas públicas de acuerdo con una nueva realidad diferente a la del punto de partida. Sobre todo en estos últimos tiempos cuando, motivadas por el clima electoral constante, las oposiciones se reactivan tras unos años de sequía casi total. Esto significa repensar la estructura de todas las administraciones, algo que es muy dudoso que se esté llevando a cabo, y no formalizar convocatorias a su caída.

     Pues bien, que se sepa, sólo el País Vasco ha dado algún paso en ese sentido con la elaboración de su Proyecto de Ley de Empleo Público Vasco, todavía en discusión. Ninguna otra administración, ni estatal ni autonómica, se ha preocupado formalmente de este asunto, mientras convocan nuevas plazas públicas con el viejo molde de una época que no volverá.

Publicado en La Nueva Crónica, 26 julio 2016

miércoles, 20 de julio de 2016

Burbujas, banalidad y religión

     Si nos atenemos a la opinión del más que veterano editor Sonny Metha: “por cada libro que funciona hay otro que no, es algo universal”. No se trata de una ciencia, pues la edición no es tal cosa evidentemente, pero conforme a esa ley no escrita podemos concluir que sobra al menos la mitad de los libros que hoy podemos encontrar en las librerías, siempre y cuando ignoremos de paso las purgas previas que se ejecutan para que un texto llegue a ser editado y se sitúe a continuación en alguna esquina de esas mismas librerías. De modo que, a imagen de lo anterior, podemos pensar también que esta revista poética, que forma parte así mismo de la muchedumbre editorial, puede en cualquier momento situarse a uno o a otro lado del abismo, a uno o a otro lado de esa mecánica, sin ningún remedio ni medida preventiva. Simplemente, es así.

     ¿Qué ocurre entonces con el entorno de la escritura, sobre todo con el entorno de la poesía, siempre en ebullición e inventando performances, happenings, juegos florales, recitales multimedia y pintorescas presentaciones? Pues que, con toda probabilidad, sobra la mitad y que al final todo es un barullo donde el temporal impide una vez más reconocer las olas. Tampoco nosotros, por supuesto, estamos al margen de esa barahúnda.

     El problema reside, entonces, en qué actitud adoptar ante el bullicio: si proceder con generosidad sin límite o ser selectos como malditos, si comulgar con ruedas de molino o expresar una presunta solidaridad de clase poética, si clamar “a la minoría siempre” como Juan Ramón o celebrar con candidez la democratización de la lírica. Y la respuesta nos la ofrece un poeta sensato, Adonis, para quien la poesía “es pluralidad. Es lo contrario de la religión”. El pensamiento del escritor sirio nos exhorta por tanto a una doble conducta: asumir, sí, la multitud (en formas, géneros, corrientes, familias, posturas…), pero con un talante claramente seglar. Es decir, menos liturgia, menos sacramentos, menos actos de fe y, por el contrario, más crítica, que al cabo es lo que permite el progreso de todo lo democrático, así en los sistemas de gobierno como en las expresiones de la cultura. Bien está, cómo no, que se garantice el acceso de todos los individuos en igualdad a los bienes culturales, la literatura entre ellos, pero cuidado con concluir que cualquier producto es un bien cultural en sentido estricto. Esa religión que algunos profesan con dudoso afán igualitarista sólo conduce a avivar las borrascas e inflar las burbujas. Que también de esto hay en la creación.

     Más aún si atendemos a ese nuevo mundo que se ha abierto a través del reinado de lo digital. Lo mismo que nos engañamos al pensar que somos más libres porque las redes así lo proclaman, y alguna pequeña apariencia de ello pueden ofrecer, mal haríamos si bendijésemos (de nuevo la religión) alegremente todo ese aluvión de producciones virtuales que ensanchan hasta el delirio el arte de escribir. Y el de editar. Sobrando andan amanuenses y tipógrafos, idos han sido correctores de estilo, maquetadores y otros guardianes del diseño, todo queda al alcance de un clic y de una impresora láser de mediana calidad. Incluso para qué entretenerse en cánones, escuelas de escritura, filologías y demás musas si la inspiración es libre y el buen gusto murió con las vanguardias. ¡Ah, cuán fácil resulta la poesía en la edad poscontemporánea!

   Aunque he aquí que algunas voces vienen en nuestro socorro. Dice Raquel Lanseros: “En España hay una eclosión de poesía en las redes, y esto es maravilloso. Pero para mí un tuit es como tomar una tapa, está bien, pero al final hay que comer”. Y señala también el poeta ecuatoriano Ernesto Carrión: “El mundo de las redes sociales y del espectáculo todo lo banalizan. Y la poesía, que debería estar de espaldas a eso, o que debería ser una especie de combate contra eso, se ha banalizado también. Los poetas viven en el mundo de las redes sociales, viven buscando los ‘likes’”. Aunque también es verdad que otros, como el granadino Álvaro Salvador, recuerdan que “en la red, ahora mismo, hay más poesía que en muchas bibliotecas”, de tal manera que, según la sentencia de la entrada, posiblemente la mitad de todo ese acervo acabará funcionando.

     Sea como fuere, lo que nos urge a todos es combatir las burbujas, la banalidad y la religión, tres elementos nocivos tanto en la literatura como en cualquier otro ingenio humano. Y es deber de la poesía y de todos sus soportes contribuir al éxito en esa lid. No otra cosa ha sido en toda edad el compromiso poético.
Publicado en Tam Tam Press, 20 julio 2016
y en Fake 4 (Vínculos)

martes, 12 de julio de 2016

Algo más sobre pensiones

     Poco o muy poco, salvo para alentar temores primarios, se ha dicho sobre el sistema de pensiones a lo largo de las sucesivas campañas electorales. Poco con sustancia, queremos decir. Y no será porque no hubiera referencias con las que construir un discurso serio, aunque ocurra que no siempre se acude a la información contrastada y se prefiera insistir en tópicos pueriles. Por ejemplo, hubiese sido oportuno que alguien en esta geografía hubiera hecho mención de la comparativa que la Tesorería de la Seguridad Social ha hecho recientemente acerca de las cotizaciones sociales en 2014 y 2015. Sabríamos entonces que en nuestra provincia se produjo un descenso global del 1’8% y que sólo el Régimen General conoció un ligero aumento del 0’7%. Por el contrario, en el Régimen de Autónomos, los famosos emprendedores, se produjo una caída del 0’5%, que fue mayor aún, claro, en el caso del Régimen Especial de la Minería, un 5’2%, o en el Régimen de Empleados de Hogar, donde la bajada llegó hasta el 42’7%. En fin, son magnitudes que también miden la solidez o liquidez de nuestra cuestionable recuperación económica.

     Son cifras lastimosas en sí, pero lo son más todavía si atendemos al resultado en la Comunidad Autónoma o en el conjunto del Estado. Citemos dos muestras nada más y comparemos: en Castilla y León las cotizaciones sociales generales subieron entre uno y otro año un 2’2% y las de autónomos descendieron un 0’1%; y en España las primeras ganaron un 2’6% y las segundas obtuvieron también un resultado positivo del 1’2%. No hace falta añadir mucho más para concluir en qué situación de vitalidad se encuentra la provincia de León: también en esto al borde del precipicio.

     Y un dato más también muy revelador: el resultado de dividir los ingresos a la Seguridad Social entre los afiliados medios al mes y en doce meses. Lo que descubrimos entonces es que en León la media mensual en el Régimen General es de 432’1 € y en el Régimen de Autónomos de 265’9 €. Que cada cual saque conclusiones.

Publicado en La Nueva Crónica, 12 julio 2016

jueves, 7 de julio de 2016

ELENA SOTO: Invierno sin corazón / JAVIER LÓPEZ: La tierra de los nadie

LOS AUTORES
     Elena Soto, entre Ponferrada y Palma de Mallorca, entre la lírica y la ciencia, colaboradora con las páginas culturales de Tam Tam Press en la sección de Poesía y Ciencia. En 2003 obtuvo el Premio Carmen Conde de poesía convocado por Ediciones Torremozas. Tiene publicados los poemarios Solicitudes para una declaración de apatría (León, 1983), La medida del trance (León, 1993) y Métricas del alma (Madrid, 2003).
     Javier López, profesor, es actualmente miembro de la Ejecutiva Confederal de CCOO. Como articulista, es asiduo en medios digitales como Madridiario, Nueva Tribuna o Diario Abierto. Una recopilación de sus artículos ha sido publicada en el libro La fuerza de la palabra.

LOS LIBROS
     Invierno sin corazón hace referencia a un fenómeno más que sugerente: durante el invierno, en la parte central del continente antártico, las temperaturas quedan atrapadas en una media de menos 62 grados centígrados, experimentando variaciones mínimas. “Kernlose Winter” –literalmente, invierno sin alma, sin núcleo, sin corazón- designa a este peculiar fenómeno térmico.
     La tierra de los nadie es la experiencia del desarraigo, el calor o el frío del anonimato, el vapor de una condena de soledad que busca deshacer la experiencia y convertir los números y las letra en pura abstracción. La poesía se solidariza con los que no tienen nada, pero funda su complicidad sobre todo con los que no son nadie.

LOS TEXTOS
Equipaje (E.S.)
Una metáfora debajo de la lengua
mi óbolo a Caronte por cruzar al otro lado de la Estigia.

(J.L.)
Tu risa es todo cuanto tengo para afrontar
la luz de la mañana. Ni siquiera tu risa.
La memoria de trazo vahído de carmín
en tus labios y el recuerdo del eco de un beso.

domingo, 3 de julio de 2016

Himnos

Este verano, que progresa por sus senderos habituales, viene adornado, sin embargo, por unas melodías singulares que poco o nada tienen que ver con las tradicionales canciones de la época. O tal vez sí; tal vez coinciden con ellas en unos ritmos repetitivos e insistentes, en unos estribillos construidos a base de la, la, la y chunda, chunda, y en un ardor enfervorecido, bien por el calor, bien por los sentimientos patrióticos, según el caso. Nos referimos a los himnos. La resaca de las copas reales, la Eurocopa de Fútbol y las Olimpiadas, por citar tres ejemplos no cualesquiera, harán que suenen y resuenen hasta el hastío, así que bueno será, pensamos, prestarle una audición al fenómeno con otros oídos dotados de algo más de gusto o de ironía, los de Moderato Cantábile.

Un himno es ante todo una composición poética destinada a alabar a los dioses, a los héroes, a Dios, a la Virgen o a lo santos; también sirve para exaltar a un gran hombre (no a una gran mujer), celebrar una victoria u otro suceso memorable o expresar júbilo o entusiasmo; y por último, en este recorrido por la definición académica, un himno es una composición musical emblemática de una colectividad, que la identifica y que une entre sí a quienes la interpretan. Ni quitamos ni ponemos rey a todo ello (salvo el paréntesis, claro), pero como veréis por el muestrario que a continuación os sugerimos, mucho más da de sí el género si se contempla desde la parodia o desde otros campos menos trillados que los de las glorias patrias. Veamos y escuchemos.

Para empezar, allá por 1979, Serge Gainsbourg, irreverente y provocador como él solo, vivió un momento de gloria y redención. En un recital en Estraburgo, un grupo de militares franceses y miembros de la extrema derecha ocuparon las primeras filas de la sala. Venían dispuestos a impedir que Gainsbourg interpretara su último éxito, Aux armes et caetera [http://www.dailymotion.com/video/x7gvb_gainsbourg-aux-armes-et-caetera_news], una versión reggae de La Marsellesa, considerada por muchos una ofensa. Al ver el panorama, el cantante ordenó a sus músicos que no se bajaran del autobús. Subió al escenario solo y dijo: “los que han impedido el concierto han devuelto a La Marsellesa su sentido inicial”. Después, este hombre con fama de chulo y degenerado, probablemente borracho, levantó el brazo derecho –el del cigarro- y, con una dignidad y una grandeza inesperada, comenzó a cantar, en solitario, el himno de Francia. Los militares que le observaban atónitos no pudieron hacer otra cosa que cuadrarse.

En ese mismo bando de la irreverencia o de la provocación, no se sabe bien, se debe colocar también a Jimi Hendrix, con una versión más que desconstruida del himno norteamericano que había dejado perplejo al auditorio del festival de Woodstock en 1969 [https://www.youtube.com/watch?v=TKAwPA14Ni4]. Y provocadores directos resultaron ser Sex Pistols con su explosivo God sabe the queen [https://www.youtube.com/watch?v=yqrAPOZxgzU] así como sus seguidores Derribos Arias y Siniestro Total con sus cómicas meta-versiones de la anterior: Dios salve al lendakari [https://www.youtube.com/watch?v=ypTGXEr6hdU] y Dios salve al conselleiro [https://www.youtube.com/watch?v=LKT3NemiDdw]. Como se ve por estos últimos ejemplos, no se trata ya de desacralizar un himno instituido, sino de inventar, a partir de tal modelo, uno nuevo directamente, salga el sol por donde salga. Que siempre sale.

En otro orden de cosas y en terreno nada sagrado, se entonan los himnos futbolísticos, que reúnen un poco de todo: letras rancias, estribillos ñoños, fervores tan artificiales como los patrióticos, partituras del mismo modo militarizadas y bastante mal gusto. Con excepciones, claro. Como el himno del Liverpool, que propone múltiples lecturas, ese magnífico You’ll never walk alone, aquí en interpretación de Gerry & The Pacemakers [https://www.youtube.com/watch?v=OV5_LQArLa0]. O los muy sabrosos y divertidos Himno del Atlético de Madrid según Joaquín Sabina [https://www.youtube.com/watch?v=4Wm2YzWsrCY&nohtml5=False] e Himno del centenario del Cádiz propuesto y no aceptado por Javier Ruibal  [https://www.youtube.com/watch?v=jIDk9lpZFmk].

Pero, aun con todo, hay himnos hermosos aunque no hayan llegado a existir nunca más que en la ficción. Es el caso de la Canción para la unificación de Europa [https://www.youtube.com/watch?v=lTD-wj3OtJQ], compuesta por Zbigniew Preisner para la banda sonora de la película Azul de Krysztof Kieslowski. Y hay himnos que hacen referencia a otros contenidos y sobre todo a otras emociones no necesariamente relacionadas con la idea de patria, estado, nación, país o cualquier otro invento por el estilo. El Himno al amor de Edith Piaf [https://www.youtube.com/watch?v=zDWzVLRSPSI] es, por ejemplo, la antítesis por su materia de cuanto se presume de un himno tradicional. O dos canciones que, sin llegar a ser concebidas como himnos al uso, concitaron en su ser voluntades de masas y ánimos combativos. Quilapayún, grupo emblema de una época en que la música latinoamericana era una necesaria señal de identidad colectiva, fueron los artífices del eco musicado para El pueblo unido que todavía suena y resuena [https://www.youtube.com/watch?v=OxnARSurEiA]. Y Campanades a mort [https://www.youtube.com/watch?v=n11-efCrb8M], con la que Lluis Llach adornó unos hechos terribles ocurridos hace ahora cuarenta años: siendo Ministro de la Gobernación Manuel Fraga, en marzo de 1976, la policía asesinó a cinco trabajadores e hirió de bala a decenas de hombres y mujeres, disparando a quemarropa para disolver una asamblea de miles de personas en la iglesia de San Francisco, en la ciudad de Vitoria; reclamaban un incremento salarial de 6.000 pesetas lineales, solidaridad frente a los despedidos y detenidos y ruptura con el Sindicato Vertical.

Así pues, si los himnos son cantos solemnes de tono elevado en alabanza de algo, es evidente que no casan bien con nuestro gusto, ése que se deleita, por ejemplo, con los versos de Agustín García Calvo para definir todo un estilo: “Sólo de lo negado canta el hombre, sólo de lo perdido…” Por tal motivo, como coda final de esta función, nos apartamos del sendero paseado y cerramos esta lista de audición con una referencia imprescindible para orearse bien a lo largo de lo que nos queda de estío. Precisamente Sólo de lo negado, según quiso musicar ese poema Amancio Prada [https://www.youtube.com/watch?v=qEdbGVBI1Zg].