Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 3 de julio de 2016

Himnos

Este verano, que progresa por sus senderos habituales, viene adornado, sin embargo, por unas melodías singulares que poco o nada tienen que ver con las tradicionales canciones de la época. O tal vez sí; tal vez coinciden con ellas en unos ritmos repetitivos e insistentes, en unos estribillos construidos a base de la, la, la y chunda, chunda, y en un ardor enfervorecido, bien por el calor, bien por los sentimientos patrióticos, según el caso. Nos referimos a los himnos. La resaca de las copas reales, la Eurocopa de Fútbol y las Olimpiadas, por citar tres ejemplos no cualesquiera, harán que suenen y resuenen hasta el hastío, así que bueno será, pensamos, prestarle una audición al fenómeno con otros oídos dotados de algo más de gusto o de ironía, los de Moderato Cantábile.

Un himno es ante todo una composición poética destinada a alabar a los dioses, a los héroes, a Dios, a la Virgen o a lo santos; también sirve para exaltar a un gran hombre (no a una gran mujer), celebrar una victoria u otro suceso memorable o expresar júbilo o entusiasmo; y por último, en este recorrido por la definición académica, un himno es una composición musical emblemática de una colectividad, que la identifica y que une entre sí a quienes la interpretan. Ni quitamos ni ponemos rey a todo ello (salvo el paréntesis, claro), pero como veréis por el muestrario que a continuación os sugerimos, mucho más da de sí el género si se contempla desde la parodia o desde otros campos menos trillados que los de las glorias patrias. Veamos y escuchemos.

Para empezar, allá por 1979, Serge Gainsbourg, irreverente y provocador como él solo, vivió un momento de gloria y redención. En un recital en Estraburgo, un grupo de militares franceses y miembros de la extrema derecha ocuparon las primeras filas de la sala. Venían dispuestos a impedir que Gainsbourg interpretara su último éxito, Aux armes et caetera [http://www.dailymotion.com/video/x7gvb_gainsbourg-aux-armes-et-caetera_news], una versión reggae de La Marsellesa, considerada por muchos una ofensa. Al ver el panorama, el cantante ordenó a sus músicos que no se bajaran del autobús. Subió al escenario solo y dijo: “los que han impedido el concierto han devuelto a La Marsellesa su sentido inicial”. Después, este hombre con fama de chulo y degenerado, probablemente borracho, levantó el brazo derecho –el del cigarro- y, con una dignidad y una grandeza inesperada, comenzó a cantar, en solitario, el himno de Francia. Los militares que le observaban atónitos no pudieron hacer otra cosa que cuadrarse.

En ese mismo bando de la irreverencia o de la provocación, no se sabe bien, se debe colocar también a Jimi Hendrix, con una versión más que desconstruida del himno norteamericano que había dejado perplejo al auditorio del festival de Woodstock en 1969 [https://www.youtube.com/watch?v=TKAwPA14Ni4]. Y provocadores directos resultaron ser Sex Pistols con su explosivo God sabe the queen [https://www.youtube.com/watch?v=yqrAPOZxgzU] así como sus seguidores Derribos Arias y Siniestro Total con sus cómicas meta-versiones de la anterior: Dios salve al lendakari [https://www.youtube.com/watch?v=ypTGXEr6hdU] y Dios salve al conselleiro [https://www.youtube.com/watch?v=LKT3NemiDdw]. Como se ve por estos últimos ejemplos, no se trata ya de desacralizar un himno instituido, sino de inventar, a partir de tal modelo, uno nuevo directamente, salga el sol por donde salga. Que siempre sale.

En otro orden de cosas y en terreno nada sagrado, se entonan los himnos futbolísticos, que reúnen un poco de todo: letras rancias, estribillos ñoños, fervores tan artificiales como los patrióticos, partituras del mismo modo militarizadas y bastante mal gusto. Con excepciones, claro. Como el himno del Liverpool, que propone múltiples lecturas, ese magnífico You’ll never walk alone, aquí en interpretación de Gerry & The Pacemakers [https://www.youtube.com/watch?v=OV5_LQArLa0]. O los muy sabrosos y divertidos Himno del Atlético de Madrid según Joaquín Sabina [https://www.youtube.com/watch?v=4Wm2YzWsrCY&nohtml5=False] e Himno del centenario del Cádiz propuesto y no aceptado por Javier Ruibal  [https://www.youtube.com/watch?v=jIDk9lpZFmk].

Pero, aun con todo, hay himnos hermosos aunque no hayan llegado a existir nunca más que en la ficción. Es el caso de la Canción para la unificación de Europa [https://www.youtube.com/watch?v=lTD-wj3OtJQ], compuesta por Zbigniew Preisner para la banda sonora de la película Azul de Krysztof Kieslowski. Y hay himnos que hacen referencia a otros contenidos y sobre todo a otras emociones no necesariamente relacionadas con la idea de patria, estado, nación, país o cualquier otro invento por el estilo. El Himno al amor de Edith Piaf [https://www.youtube.com/watch?v=zDWzVLRSPSI] es, por ejemplo, la antítesis por su materia de cuanto se presume de un himno tradicional. O dos canciones que, sin llegar a ser concebidas como himnos al uso, concitaron en su ser voluntades de masas y ánimos combativos. Quilapayún, grupo emblema de una época en que la música latinoamericana era una necesaria señal de identidad colectiva, fueron los artífices del eco musicado para El pueblo unido que todavía suena y resuena [https://www.youtube.com/watch?v=OxnARSurEiA]. Y Campanades a mort [https://www.youtube.com/watch?v=n11-efCrb8M], con la que Lluis Llach adornó unos hechos terribles ocurridos hace ahora cuarenta años: siendo Ministro de la Gobernación Manuel Fraga, en marzo de 1976, la policía asesinó a cinco trabajadores e hirió de bala a decenas de hombres y mujeres, disparando a quemarropa para disolver una asamblea de miles de personas en la iglesia de San Francisco, en la ciudad de Vitoria; reclamaban un incremento salarial de 6.000 pesetas lineales, solidaridad frente a los despedidos y detenidos y ruptura con el Sindicato Vertical.

Así pues, si los himnos son cantos solemnes de tono elevado en alabanza de algo, es evidente que no casan bien con nuestro gusto, ése que se deleita, por ejemplo, con los versos de Agustín García Calvo para definir todo un estilo: “Sólo de lo negado canta el hombre, sólo de lo perdido…” Por tal motivo, como coda final de esta función, nos apartamos del sendero paseado y cerramos esta lista de audición con una referencia imprescindible para orearse bien a lo largo de lo que nos queda de estío. Precisamente Sólo de lo negado, según quiso musicar ese poema Amancio Prada [https://www.youtube.com/watch?v=qEdbGVBI1Zg].

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